6 diciembre 1978

UCD, PSOE, AP, PCE y CiU unieron sus votos en defensa del 'Sí' frente a los partidos de extrema derecha y los nacionalistas de ultra izquierda

Aprobada en Referendum la nueva Constitución española de 1978 por amplia mayoría en todas las provincias

Hechos

El 6.12.1978 el SÍ ganó al NO en el referendum sobre la Constitución Española.

Lecturas

El 6 de diciembre de 1978 se celebró el referéndum para la aprobación o no de la Constitución española aprobada por el Congreso de los Diputados el 31 de octubre de 1978.


El resultado de la votación es el siguiente, en una participación de 17.873.301 personas (de un censo de 26.632.180, lo que supone una participación de 67%).


– Votos a favor del ‘Sí’ – 15.706.078 votos.
– Votos a favor del ‘No’ – 1.400.505 votos.


La campaña del ‘sí’ fue defendida por los medios del Gobierno y los de los partidos UCD, PCE, PCE, AP y CDC. La campaña por el ‘no’ fue encabezada por Fuerza Nueva y en Euskadi por Herri Batasuna.

LA DIVISIÓN EN PRENSA

 La gran mayoría de periódicos se posicionó a favor del SÍ a la Constitución. Junto con TVE y toda la prensa pública también lo hicieron los periódicos de mayor tirada en el Estado como el periódico YA, el periódico EL PAÍS, el periódico ABC, el periódico INFORMACIONES o el periódico DIARIO16.

 Entre los periódicos que se posicionaron en contra destacaron EL IMPARCIAL y EL DIARIO REGIONAL (propiedad ambos de la misma empresa), EL ALCÁZAR, EL PENSAMIENTO NAVARRO o el filoetarra EGIN.

El subdirector de ABC en 1978, D. Francisco Giménez Alemán recuerda que la redacción de ABC encabezada por D. Guillermo Luca de Tena estaba a favor de la Constitución, aunque D. Torcuato Luca de Tena no:

El referendum del 6 de diciembre de 1978 no deja lugar a la duda: 87% a favor y un 8% en contra. Pese a ello las interpretaciones de los periódicos son nuevamente variopintas.

ABC habla de un “SÍ abrumador” en su portada, EL PAÍS matiza en la suya “aprobada, aunque con mayor índice de abstención de lo previsto”. EL IMPARCIAL lo invierte en la suya al decir que “Casi la mitad de la población NO ha refrendado la Constitución” – tiene que poner “casi” porque ni sumando los votos blancos y abstención a los “noes” se llegó al 50%. EL ALCÁZAR indica en un recuadro que el referendum debería ser invalidado al emitir RTVE sólo campaña a favor del SÍ y DIARIO16 opta por un titular de portada jovial: “Buenos días, democracia”.

02 Diciembre 1978

El referéndum constitucional: el "no"

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián Echarri)

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LA CAMPAÑA en favor del no a la Constitución tiene como principal protagonista a la extrema derecha, secundada, en esta empresa, por la izquierda abertzale vasca y por algunos grupos radicales de ámbito nacional. Aunque a propósito de las ofensivas terroristas quepa en ocasiones sospechar que una dirección común concierta las estrategias de la ultraderecha y la ultraizquierda, la coincidencia objetiva de los dos extremos del espectro en un mismo campo no debe ser amalgamada cuando se trata de una batalla de ideas. Sólo la concepción conspirativa de la historia, patrimonio usual de los fanáticos de uno y de otro signo, tiene la mágica capacidad para transformar esas coincidencias de hecho en contubernios intencionados. Las razones de la ultraderecha y los motivos de la ultraizquierda para converger en un idéntico rechazo a la Constitución pertenecen a reinos bien distintos.El no de Fuerza Nueva, de la Falange franquista, de los grupos dirigidos por el señor Silva Muñoz y el señor Fernández de la Mora, de los sectores de opinión orientados por cierta prensa y la Iglesia tridentina es, en realidad, un  a las Leyes Fundamentales y a los Principios del Movimiento del régimen anterior, una afirmación del pasado para prolongarla indefinidamente hacia el presente y hacia el futuro. El voto en contra de la Monarquía parlamentaria, de la soberanía popular, del sistema parlamentario, del pluralismo político e ideológico, de los derechos y libertades de los ciudadanos de los regímenes autonómicos, del laicismo y de la tolerancia es el reverso del voto a favor de la pintoresca «Monarquía católica, social y representativa» diseñada por Franco en la soledad de su mesa-camilla, del secuestro del Estado por los altos funcionarios designados a dedo, de las Cortes orgánicas unánimes y aplaudidoras, del monopolio del Movimiento Nacional y de la censura, del relegamiento de los españoles a la condición de súbditos, del centralismo engendrador de separatismos,del confesionalismo y de la inquisición. No resulta fácil convencer con argumentos a quienes parten del irracionalismo y defienden los privilegios y las desigualdades. Pero queda el remedio de negarles el derecho a imponer su sinrazón con las armas y de citarles -como el 15 de diciembre de 1976 y el 15 de junio de 1977- en las urnas para discutir sus posiciones.

¿Y la izquierda partidaria del no? El peso fundamental del voto adverso a la Constitución recae sobre la izquierda abertzale vasca. En él ámbito nacional, sólo las organizaciones «frentistas» del FRAP o sus escisiones, por un lado, y los trotskistas de la Liga Comunista Revolucionaria se alinean en esa postura. El resto de los minipartidos de la izquierda extraparlamentaria han optado por el sí o por la abstención. Así pues, en el cómputo final de los votos negativos habrá que distinguir entre los resultados que se produzcan en el País Vasco y los del resto de España. Fuera de Euskadi, el no va a reflejar de manera abrumadora la opinión de la ultraderecha franquista y reaccionaria, a la que harán una compañía tan vergonzosa como mínima los simpatizantes del FRAP y de los GRAPO y los votantes que confunden la gimnasia revolucionaria con la magnesia contrarrevolucionaria.

En Euskadi, sin embargo, el no va a significar un importante recuento de las fuerzas independentistas. Las tensiones y contradicciones entre la izquierda abertzale y el PNV, que ha recomendado la abstención, explican sobradamente que los simpatizantes de ETA militar y de ETA político-militar se hayan inclinado por una opción que los distinga del nacionalismo vasco tradicional. Esta divergencia en la respuesta ante el referéndum constitucional es, en sí misma, positiva. Y no sólo porque permitirá distinguir claramente entre el vasquismo autonomista del PNV -abstencionista- y el independentismo radical -que votará no-, sino también porque el hecho de que la ultraizquierda haya decidido acudir a las urnas permitirá también a sus conciudadanos partidarios del  votar sin poner en peligro su integridad física. Por lo demás, ese voto negativo de la izquierda abertzale ni siquiera es unívoco; porque entre el apoyo a la violencia criminal y terrorista de ETA militar del que hace gala la KAS y la simple reivindicación de postulados independentistas de otras formaciones políticas independentistas vascas hay un abismo que no puede salvar el acuerdo de votar no a la Constitución.

El referéndum constitucional: las razones de la «abstención»

LAS RECOMENDACIONES de «abstención» frente al referéndum constitucional tienen un mal punto de partida. Hay ciudadanos que no comparecen ante las urnas por razones de fuerza mayor o por motivos que nada tienen que ver con la política partidista. En suma, que no practican la abstención para complacer a los grupos que la propugnan.Dejando a un lado las enfermedades e incapacidades, físicas o las ausencias por viajes, parece evidente que la indiferencia ante los compromisos electorales suele derivar de una defectuosa percepción de los vínculos que unen los ámbitos particulares -familiares y profesionales- de la existencia cotidiana con la vida pública, donde se adoptan las decisiones que, más tarde, afectan y condicionan a las vidas privadas. El franquismo ha enseñado desgraciadamente a hacer compatible el trabajo y el ocio tranquilo de aquellos ciudadanos que circunscribían sus horizontes a los estrechos límites de la cotidianidad con la represión y la persecución de quienes afirmaban sus derechos y sus libertades. Paradójicamente, ese legado de cinismo e indiferencia no está circunscrito, en nuestros días, al llamado franquismo sociológico. Desde otros campos comienza a defenderse ahora la idea de que la vida política es indigna de las almas nobles y de que votar y comprometerse es una actitud a la vez acomodaticia y hortera. Nada hay nuevo bajo el, sol. En las vísperas del ascenso de Hitler al poder o en las postrimerías de la II República española también había espíritus distinguidos y libertarios que pensaban que las amenazas a la democracia eran meros ruidos de ratones o simples trucos de la totalidad maligna para asustar a los ingenuos.

Pero los partidos políticos que hacen campaña en favor de la abstención no actúan por esas razones, aunque saben que buena parte de las ausencias en las urnas obedecen a tales motivos. Cabe, así, hacer una primera y grave crítica a los propugnadores de una opción que no sea ni la del «sí» ni la del «no». ¿Por qué no han elegido una fórmula que les permita contar claramente a sus partidarios? ¿Por qué utilizan una consigna que les da la ventaja añadida de incorporar, en el recuento final, a los indiferentes?. No cabe pretextar que el «sí», el «no» y la «abstención» son las únicas opciones posibles. El «voto en blanco», utilizado por los peronistas en Argentina durante la época en que su partido estaba proscrito, es una posibilidad que los abstencionistas han descartado presumiblemente por el deseo de recibir el regalo agregado de la abstención políticamente no motivada.

Por lo demás, en la consigna de la abstención se dan cita fuerzas políticas y grupos de opinión de signo bien distinto. Al igual que en el voto negativo, resulta necesario distinguir entre los planteamientos que se dan -en el País Vasco y las actitudes en el resto de España.

El Partido Nacionalista Vasco ha optado por recomendar la abstención en el referéndum constitucional como consecuencia de un empate a la hora de valorar el texto aprobado por las Cortes. Por un lado, la normativa para los estatutos de autonomía permite -aunque no garantiza- la creación de instituciones de autogobierno con mayores competencias que en la época de la II República. Por otro, la justificada decisión de la abrumadora mayoría de las Cortes de circunscribir la actualización de los llamados «derechos históricos» del foralismo vasco dentro de los límites de la Constitución ha impulsado al PNV a no aceptar el texto. La «doble alma» del partido fundado por Sabino Arana y su hamletiana indecisión a la hora de optar claramente entre la autonomía posible y el independentismo improbable explica, también en esta ocasión, ese repliegue desde los pronunciamientos explícitos y los compromisos claros hacia la tierra de nadie de las evasivas y las ambigüedades. Pero no hay bien que por mal no venga: la opción abstencionista del PNV ha forzado a la izquierda abertzale a inclinarse por el voto negativo, de forma tal que los resultados del 6 de diciembre no se prestarán a equívocos respecto al ascendiente sobre la población de una y otra variante del nacionalismo vasco.

Fuera del País Vasco coinciden en la abstención algunos grupos marxistas-leninistas, los republicanos fundamentalistas, minúsculos representantes de sectores nacionalistas de otros territorios y microscópicos embriones de movimientos sociales tales como el feminismo. Todos ellos aceptan las partes positivas del texto constitucional, pero, con su abstención, quieren dejar constancia de su discrepancia doctrinal con otros aspectos de la nueva norma fundamental. La opción es, por supuesto, respetable, pero no termina de resultar seria. ¿A qué partido político, a qué sector de opinión, a qué creencia religiosa, a qué ciudadano le parece perfecto el proyecto de Constitución? Es evidente que a nadie. ¿Quién no considera errónea o torpe o incorrecta una parte de su articulado? Pero lo que está en juego el próximo 6 de diciembre no es la aprobación de un texto ideal, sino la derogación de las Leyes Fundamentales y de los Principios del Movimiento del franquismo y el asentamiento de la vida del país sobre unas bases que garanticen de manera suficiente la convivencia social, el pluralismo político e ideológico, los derechos y las libertades de los ciudadanos, la elección de los gobernantes por la soberanía popular, las instituciones de autogobierno en Cataluña, en Euskadi y en los territorios que reúnan las condiciones para su establecimiento, la tolerancia para las ideas, la primacía del poder civil sobre cualquier otra instancia. Y es evidente que la Constitución española de 1978 cubre suficientemente esos mínimos necesarios.

Los abstencionistas -como en la obra de Tono y Mihura- no dicen ni que sí ni que no, sino todo lo contrario. Tratan de capitalizar en su provecho el arrastre inercial del abstencionismo no motivado de forma directamente política. No desean aparecer -como ocurre con los izquierdistas del «no»- aliados al señor Piñar, al señor Fernández Cuesta o al señor Silva Muñoz, pero quieren, al tiempo, mantenerse limpios de las salpicaduras del voto afirmativo, entre otras cosas porque están seguros de que la Constitución va a ser aprobada por amplia mayoría. No creemos que esta actitud, en la que la pureza moral está en gran parte motivada por impuros cálculos políticos, sea defendible racionalmente ni recomendable con criterios de ética ciudadana. Quien se sienta atraído por el llamamiento abstencionista tendría, antes de ratificar su decisión, que responderse a esta pregunta: ¿Dejaría de votar hoy afirmativamente a la Constitución si de mi papeleta dependiera la aprobación de un texto que deroga las Leyes Fundamentales del franquismo y asienta las libertades y los derechos de los ciudadanos sobre una base jurídico-política democrática?

05 Diciembre 1978

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián Echarri)

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Nunca ha resultado tan fácil como hoy para nosotros el seleccionar una opción a la hora de expresar nuestro juicio sobre qué ha de votarse y qué votará moral y simbólicamente EL PAÍS en el referéndum constitucional. Mañana se cumple un objetivo en cuya consecución, pensamos, hemos puesto también nosotros nuestro humilde grano de anís: la consulta popular a los españoles sobre si quieren o no darse a sí mismos un régimen de libertades. Y ante tanta confusión, oportunismo y falsas interpretaciones como han pretendido darse del texto constitucional no es posible expresar sólo el deseo de que nuestros lectores cumplan con el deber ciudadano del voto; sumamos nuestra recomendación, si recomendación puede hacerse, de que este voto sea afirmativo y contribuya así al establecimiento de un sólido sistema democrático en España.

Porque esta es la opción, nada capciosa, planteada mañana en las urnas: se vota o no a favor de la libertad. Y así se ha de certificar el cerrojazo histórico a una dictadura que mantuvo durante cuarenta años a los españoles bajo la presión del miedo y de la injusticia, contribuyó al empequeñecimiento nacional y aumentó nuestras dependencias estratégica y económica de las grandes potencias extranjeras. Ese régimen, hoy añorado por sus más directos beneficiarios, es el paradigma de lo que nunca debe ser un sistema político que respete al hombre y a la sociedad. Un régimen que, finalmente, ha de pasar mañana a la historia sin la revancha de sus perseguidos, con el abrazo entre los españoles, pero cuyos excesos y abusos serán imposibles de olvidar en mucho tiempo.

No resultan, pensamos, superfluas estas reflexiones ala hora de expresar nuestra solidaridad con el texto constitucional sometido a consulta. Cuando menudea la postura del «sí…. pero» ante el mismo, hay que decir que no es precisamente esta la hora de expresar ninguna reserva, y no porque el documento constitucional sea perfecto o porque no puedan existir en él múltiples motivos de discrepancia, según se juzgue desde una u otra óptica. No exponemos reservas simplemente porque es un documento de concordia y diálogo y porque no existe opción de ningún género -exceptuadas las de quienes predican y practican la violencia-, que no tenga acomodo en la Constitución española de 1978. Ante esta realidad, los defectos y desacuerdos técnicos disminuyen de tal forma que desaparecen en el momento de depositar el voto.

La Constitución española de 1978 consagra principios básicos e irrenunciables en la vida de los pueblos civilizados. Devuelve a los españoles su soberanía, respeta y protege el pluralismo político, religioso, cultural e intelectual, ampara las peculiaridades de las nacionalidades y regiones de todo el Estado, deposita el poder político en las manos de los representantes del pueblo, deroga la pena de muerte, promueve la solidaridad social, garantiza el gobierno de las mayorías, pero defiende los derechos de toda minoría existente. Es una Constitución moderna, progresiva y nada idealista, pero con el grado de utopismo necesario para que su cumplimiento, que es, en definitiva, la construcción de la democracia, exija un esfuerzo colectivo y continuado. No es, pues, una Constitución voluntarista, pero sí supone un compromiso popular en la defensa de las libertades de todos. Democracia, en definitiva, es también responsabilidad.

Por lo demás, ya tuvimos ocasión de decir, cuando el texto se aprobó en las Cortes, que lo esencial de las buenas constituciones, lo que determina sus cualidades para regir la vida de los pueblos, es su durabilidad por sí mismas. Estamos convencidos de que la Constitución española de 1978 va a ser aprobada masivamente por el pueblo español. Los grandes partidos mayoritarios han recomen dado amplia y abiertamente el sí. La abstención de los miedosos, y la beligerancia activa de quienes predican el no, es también amparada y respetada por el propio texto constitucional sometido a referéndum, pero no ha de obtener, creemos, elevados porcentajes en las urnas. Por lo demás, la Constitución no resuelve todos los problemas. Antes bien, no resuelve casi ninguno. Marca, eso sí, las reglas de juego comunes para que los españoles aborden con decisión la resolución de los conflictos sociales que toda sociedad libre y viva comporta. La Constitución busca así la solución pacífica de los contenciosos políticos, laborales, ideológicos y regionales de nuestro país durante décadas, proscribiendo el espectro de la guerra civil, que se ha materializado desgraciadamente en España en tres ocasiones durante el último siglo y medio. Pero esas normas para la convivencia no son un simple y neutral agregado de procedimientos, sino que se basan en valores liberales y democráticos de rancia tradición histórica. El contenido de la Constitución consagra un modelo de funcionamiento del Estado al servicio y bajo el control de la sociedad, tal como es y no como los fanáticos de uno u otro signo quisieran que fuera. El texto constitucional refleja así la pluralidad de intereses y de creencias de la comunidad española.

Nosotros, en definitiva, votamos sí a la Constitución, porque votamos a favor de los derechos de un pueblo centenario que mañana tiene una cita histórica con su libertad.

02 Diciembre 1978

No

EL PENSAMIENTO NAVARRO (Director: Juan Indave)

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EL PENSAMIENTO NAVARRO ante el próximo referéndum, puntualiza los siguientes extremos:

1º Tomando en consideración las cuestiones de vital importancia que se involucran con el proyecto constitucional recomienda el ejercicio del derecho al voto, pese a que su ideología y sentimientos le hubiesen inclinado en otras circunstancias a propugnar la abstención.

2º La Constitución que se nos propone desconoce el verdadero origen de todo poder, que viene de DIOS, y con ello pone en peligro las propias exigencias del Derecho natural. De ahí el desacierto inadmisible con que el proyecto trata los temas fundamentales de la Familia y de la Enseñanza, cuestionándose en el fondo al derecho que nos asiste a procurar para nuestros hijos una enseñanza confesional.

3º Aunque el Tradicionalismo político que propugnamos se halla en desacuerdo con la filosofía política del proyecto, liberal a ultranza, EL PENSAMIENTO NAVARRO estará siempre en favor de las autonomías regionales, esencialmente para aquellas regiones con una personalidad histórica genuina y bien definida. Ello no obstante nos parece desafortunado el empleo indiscriminado del término ‘nacionalidades’ al prestarse a confusión y posible enfrentamiento conceptual entre la nacionalidad española actual y moderna, y aquellas otras que la subyacen y la integran a las cuales Mella definió, ya en su tiempo como ‘nacionalidades históricas’.

4º También debemos alertar a la opinión sobre el hecho de que el proyecto constitucional deja la vida pública, en su totalidad, a merced de los partidos políticos y a la sociedad totalmente indefensa y falta de cauces naturales de representación . La ideología liberal que informa todo el proyecto ignora, en la práctica, la necesidades e intereses concretos de la sociedad española, poniendo tan sólo el acento en abstracciones ideocráticas que quizás nos garanticen una democracia formal, pero que difícilmente han de traernos una democracia real.

Por otra parte el proyecto otorga a las ideologías izquierdistas unas concesiones que no se corresponden con su verdadera capacidad de convocatoria al tiempo que lo ubican en las antípodas de nuestra propia constitución natural histórica.

Por todo ello, con la gallardía digna y responsable que ha caracterizado siempre a este periódico y al carlismo en general, propugnamos el NO para el proyecto constitucional que se somete a Referéndum.

06 Diciembre 1978

Ellos no verán la democracia

DIARIO REGIONAL de Valladolid (Directora: María Viloria)

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La democracia, ese futuro de luz tan esperado por el país, ha tenido vísperas de sangre. Y las víctimas, las tres personas muertas en San Sebastián, tres servidores del orden que han contribuido con su esfuerzo a que llegue ese día, ellos no lo verán. A lo mejor, alguno de ellos hasta envió ya su voto por correo, ya que hoy hubiese estado de servicio. Y su voto será contabilizado. Será el voto de un muerto que luchó por la libertad. Su sangre habrá servido para purificar un ambiente hostil, habrá servido para consolidar a quienes la derramaron, habrá servido para avergonzar al Gobierno, si es que todavía le queda capacidad de vergüenza.

Mal, mal funcionan los servicios de inteligencia del señor Martín Villa, cuando trabajando a pleno rendimiento para evitar el más mínimo incidente en un día en el que todos tenemos los ojos puestos, no han podido detectar este atentado. Y decimos que mal funcionan los servicios de información porque este atentado no ha sido esporádico, por sorpresa. Ha sido un atentado minucioso y un auténtico golpe de mano. Se han saltado por encima las más estrictas medidas de seguridad. ¿Y es esto la mayor seguridad que usted puede ofrecer al país, señor ministro de Interior? Qué triste es tener que concluir que entonces su ineficacia no puede ser más patente. ¿Cómo – le preguntamos – podrá mantener la seguridad mañana, cuando baje la guardia, cuando las compañías de refuerzo vuelvan otra vez a sus lugares de origen? El terror se está enseñoreando en el País Vasco y va a más porque usted, el responsable de la seguridad nacional, no lo cortó a tiempo, porque usted se escudó en que eran muertes que no harían peligrar el proceso democrático. ¿Es que puede estar en mayor peligro de lo que está? ¿Es que no es acabar con la seguridad de un Estado el asesinar impunemente a los custodios de esa seguridad?

Hoy sobran las palabras. En aras de la democracia, se ha impedido que tres españoles disfruten de la democracia. ¿Cabe mayor contrasentido? Han llegado a las vísperas, pero para qué. ¿Para que aquellos que no respetan nada, para que aquellos que hacen del terrorismo su único diálogo, puedan seguir imponiendo su ley?

Por supuesto que no. Ellos murieron por España, por esa España cuya bandera besaron un día, jurando fidelidad eterna y defenderla siempre. Quizá ahora cuando mueran, sigan sintiendo que mueren por España, pero que no mueren en España.

Hoy ya no basta con condenar. Hay que buscar el sistema de evitar hechos similares. Se van imponiendo ya la necesidad de explicar estas muertes, ese sentido oculto que no se manifiesta. Hay que dar la cara, y si uno no se atreve o no puede, tendremos que recordarle una vez más que la única salida que queda es la de la dimisión. Una poltrona consolidada en sangre, es una estafa a todo el país. Y para que mañana no haya dudas, ni falsas interpretaciones, alguien debe explicar claramente a los hijos de las víctimas por qué sus padres no vieron la democracia.

DIARIO REGIONAL

05 Diciembre 1978

María Consuelo Reyna Doménech

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Mañana, como dijo ayer el presidente, decidimos nuestro futuro desde el presente. Poco se puede añadir a lo que han dicho los distintos líderes políticos o hasta el mismo cardenal Tarancón.

Tenemos, por vez primera en nuestra historia, la oportunidad de tener una Constitución hecha por todos, para todos y en la que cabemos todos aún aquellos que furibundamente se oponen a ella. Nadie nos la impone. Es el pueblo quien, a través de los representantes que libremente eligió, la ha hecho, la hemos hecho.

Tenemos que aprovechar esta oportunidad, que entre todos hemos hecho posible, de vivir en libertad y en paz, de construir nuestra España, la España de todos. Por eso mañana el SÍ es la única vía posible para los que creen en la libertad y en la justicia.

María Consuelo Reyna

29 Diciembre 1978

NUEVO CAMPO DE JUEGO

EL ALCÁZAR (Director: Antonio Izquierdo Ferigüela)

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Aunque hasta el día 21 de diciembre hay marco para reclamaciones, ajustes, invalidaciones parciales y otros posibles desajustes en el resultado del referéndum constitucional, todo parece indicar que, más o menos en esa fecha, quedará promulgada la Constitución española. Los desajustes aludidos, y otros que no se aluden, podrán afectar a la credibilidad del referéndum y posiblemente pasen al extenso anecdotario  de la picaresca política española – de la que no se ha librado ningún régimen – pero serán eso: anécdotas con mayor o menor picante, pero anécdotas. La previsible realidad es que, a partir de esa fecha, la política española tendrá que ajustarse al nuevo reglamento que supone la Constitución. Por supuesto, no es esta hora de lamentaciones, sino hora de preparación para hacer acto hora de lamentaciones, sino hora de preparación para hacer acto de presencia en la nueva cancha, sin renunciar a nada, pero ajustándonos a las reglas de juego. Parodiando a Unamuno en este terreno, cabría decir que ‘que involucionen ellos’, que lo harán, que no tendrán más remedio que hacerlo, si las fuerzas nacionales aceptan decididamente la nueva situación y se disponen, con lo que pudiéramos llamar cautelosamente decisión, a respetar abiertamente el nuevo reglamento, y también a imponer que los demás, mediante una exigente labor vigilante, respetan ese nuevo reglamento y sean los primeros en practicar las nuevas reglas del juego. Tal labor vigilante no puede hacerse desde la dispersión, sino desde la unidad, mantenida fervorosamente y por encima de todas las circunstancias adversas, que no hay que ser ningún lince para saber que van a predominar. Cualquier actitud bruscamente manifestada, y que sería tan infructuosamente aplaudida como violentamente acallada, resultaría, no inútil – en este terreno nada es inútil, pero sí lamentablemente inane.

Para el 21 de diciembre, la fuerza nacionales tienen que tener preparada una nueva presencia adaptada a la nueva realidad – al margen de que esa nueva realidad no disguste, nos desazone y sepamos que pretenderá actuar de inmediato contra lo que somos y lo que representamos – ni apoyada en el pasado – aunque con capacidad para defenderlo cuando se le injuria, que de eso va a haber mucho – ni satisfecha con el presente, y en este matiz puede estar su mejor posibilidad ante el futuro. Una nueva presencia que, sin claudicar de nada ni renegar de nada, presente a los españoles un esquema válido y español de sociedad, unas posiciones firmes y coherentes en torno a una serie de temas candentes que van a ser los puntos clave de la política española inmediata, posiciones que habrá que elaborar con realismo y, por supuesto, jugando todas las cartas del sistema democrático, sin renunciar a ninguna, pero exigiendo que nadie cuele naipes de matute en la partida política respaldada por la Constitución, sean los que sean tales naipes y juéguelos quien los juegue. Lo peor que podría pasarles a las fuerzas nacionales es el inmediato devenir político español sería ponerse a respetar a quienes no se respetan a sí mismos y dan de lado, o combaten en la medida de sus medios, a quienes les dan muestras de respeto.

No hay que jugar a ninguna clase de cábala catastrofista para saber que, tras este triunfalista resultado del referéndum, la Constitución de la concordia, según frase acreditada, se va a convertir en la Constitución de la revancha, porque para eso ha sido la Constitución del consenso. Y esa revancha se va a manifestar de inmediato, no solamente en una serie de actos ahistóricos, sino en un intento de acallar las voces discrepantes y enraizadas en el sustrato nacional, mediante la creación de cualquier figura jurídica que pueda eliminarlas a través de argucias y trapisondeos parlamentarios supuestamente democráticos. Habrá que estar preparados para ese primer ataque y preparados para pasar inmediatamente a la ofensiva, sin descuidar ningún terreno, haciendo acto de presencia en todas las canchas que pueda abrir la próxima Constitución.

Desde la Constitución, con la Constitución, hay que impedir, primero, que nadie utilice la Constitución para fines partidistas o destructores, y con la Constitución y desde la Constitución  hay que tener preparada incluso la modificación de la Constitución para que, al menos no sea incongruente y facilite el vivir colectivo de los españoles en vez de imposibilitarlo. Si alguna vez se dijo que era preferible una España roja a una España rota, nosotros hemos de hacer imposible, desde la Constitución, con la Constitución, esa España rota y roja a la que, si no sabemos actuar políticamente, estamos abocados, casi irremediablemente.

Si la alusión a la senda constitucional no la hubiese dejado maltratada para siempre Fernando VII – verdadero antecedente soberano del centrismo de hoy – podríamos decir que tenemos que disponernos a utilizarla. Aunque dispuestos a convertirla en una autopista, de acuerdo con el signo de los tiempos y a pesar de las ideologías.

08 Diciembre 1978

2 Y 2 SON 4

EL IMPARCIAL (Director: Julio Merino González)

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Efectivamente, señor Suárez. Dos y dos son cuatro, y ni la cibernética, ni los malabarismos triunfalistas pueden quebrar las reglas matemáticas. La realidad de este referéndum, la triste realidad para la UCD y para el Gobierno, es que de 26,5 millones de electores, en números redondo, han refrendado de la Constitución 15,7 millones de españoles, mientras que 10,7 millones no la han refrendado, bien sea por la abstención, por el voto ‘no’, por el voto nulo o por el voto en blanco, que todos ellos significan un rechazo de alguna u otra forma a la Constitución. Es decir, a juicio de sus acólitos (usted no es tan torpe), hay en España ahora mismo más de diez millones de fascistas, nostálgicos, fachas, involucionistas, golpistas, catastrofistas, desestabilizadores, lectores de EL IMPARCIAL. ¡Para asustarse! Y no , señor, no es así. Hay en España más diez millones de españoles que no están de acuerdo con la Constitución, ni con su gestión al frente del Gobierno. Y las ventajas de la democracia es que todo esto se le puede decir a uno sin que le acusen con todos esos improperios que ya  eran conocidos, aunque con signo distinto, en la época de la dictadura.

Por otra parte, si hemos de ser sinceros, el resultado oficial del referéndum estaba previsto. Ha ganado don Marcelo González Martín, el cardenal arzobispo de Toledo, cuya intervención, iluminando a los católicos a votar, ha podido ser decisiva. Ahora el ilustre prelado será objeto de la saña oficial, de los ataques más o menos encubiertos de las esferas del poder y de cierta Prensa que ya le ha calificado de ‘fascistas’. Y sería una pena. El Gobierno, al hacer públicos estos resultados, ha dado una prueba de fe democrática. Y no se la vamos a negar. Harían mal sus secuaces y sus corifeos en enturbiar esa imagen del Gobierno con ataques al prelado o a los que se han abstenido o han votado ‘no’ a la Constitución. Esa es la Democracia. Pero decimos que estaba previsto porque a nadie se le escapaba que el texto constitucional no era apto para un pueblo que ama la unidad de España, cree en Dios, es amante de la familia y, sobre todo, quiere las cosas claras, no hechas a sus espaldas en restaurantes de cinco tenedores. Por eso a nosotros no nos extraña el alto índice de abstención. El pueblo, se diga lo que se diga, y basta comprar con los resultados del anterior de referéndum o con los de la elección del 15 de junio, ha dado en gran parte la espalda a los políticos.

La Democracia es el gobierno del pueblo, pero nunca a espaldas del pueblo y, mucho menos, en los sistemas democráticos parlamentarios o partidistas. Los representantes elegidos por el pueblo han actuado en 18 meses de espaldas a sus bases. Y este es el resultado. La Unión de Centro Democrático tardó meses hasta celebrar su Congreso nacional. El PSOE retrasa peligrosamente la celebración del suyo. Y esto no es otra cosa que huir de las bases en aras de un poder que tratan a toda costa de mantener los primeros, los de la UCD, y de aplazar, siendo alternativa de poder, los socialistas.

La abstención ha sido la nota predominante. Es la respuesta del pueblo. Pero los ‘nostálgicos’ no han sido tan pocos como creían algunos. Y no es nostalgia, no, es simplemente un deseo que tiene el pueblo español de ser gobernado democráticamente, en libertad, pero con orden y con autoridad. Por eso la victoria ha sido pírrica. Porque en estos 18 meses, la UCD no ha gobernado, y esto ha ocasionado una erosión en el Gobierno, como ha ocasionado una erosión en los partidos parlamentarios que no lo han legislado en las Cortes. Hoy, las bases se han desplazado hacia posturas que los líderes no sospechaban. Pero que si fuesen buenos políticos podían haber previsto.

Quizá se expliquen ahora los nervios del Gobierno. Muchos nervios en los últimos días. Y se explique también esa propaganda masiva, alucinante, ‘drogadicta’ de la televisión, que, una vez más, se ha saltado todas las normas éticas a la torera, pues hasta ayer mismo, mientras se celebraba el referéndum bombardeaba los cerebros pidiendo el ‘sí’. Este resultado, que para algunos ha sido una sorpresa, no lo ha sido repetimos, para nosotros, y no lo ha debido ser tampoco para el Gobierno. Un texto constitucional más corto, más claro, mejor explicado, menos propagado, hubiera seguramente merecido más votos por parte del pueblo español.

No importan las cifras oficiales. Hay una realidad. Casi la mitad del pueblo español no ha refrendado la Constitución. Las consecuencias pueden ser imprevisibles, sobre todo en el País Vasco, en Galicia y en Cataluña, donde la población no se sentirá respaldada por una Constitución que en su mayoría vascos, gallegos y catalanes han rechazado. Lo que nadie sabe, repetimos también, son los designios del señor Suárez. En esta ocasión, su honestidad en las cifras del referéndum puede encerrar la trampa saducea del futuro político de la UCD, del Gobierno y del propio presidente.

Digamos por hoy, a vuelapluma, que algo ha cambiado en España. Algo que afecta a toda la Nación. Algo a lo que tendrá que prestar mucha atención ahora y a Partir de mañana mismo el Gobierno. Cierto que en las democracias occidentales la mitad más uno basta. Pero cuando se trata de imponer a un pueblo una Constitución, la ventaja sacada por el consenso ha sido demasiado exigua. Tan exigua que mucho nos tememos lleve a un futuro más o menos próximo a un nuevo enfrentamiento entre los españoles. Aunque nos llamen catastrofistas. Puede que si ‘oler’ el futuro sea ser catastrofista, lo seamos. Pero lo que sí sabemos que no somos es triunfalistas. Eso dejémoslo para la Dictadura y para los periódicos que aquellos años ya pasados clamaron triunfalistas con las anteriores consultas electorales. Nosotros no. Somos demasiado jóvenes. Y esa es o puede ser nuestra ventaja. O nuestro inconveniente. ¿Quién sabe?

08 Diciembre 1978

VALOR POSITIVO DEL DÍA 6-D

Rafael García Serrano

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Como estaba previsto se aprobó la Constitución, no tan fervorosamente como se había programado, a causa, supongo yo, de que las abstenciones son menos manipulables que los noes o las papeletas en blanco. Pero estas apreciaciones son tan válidas ante la realidad histórica como los pareceres de dos forofos, de dos equipos que se enfrentan sobre si el penalti fue justo o injusto, y el árbitro, un juez imparcial, sereno y magnífico o esto lo otro y lo de más allá. EL hecho es que se aprobó, aunque a estas horas en que escribo no se conozca el resultado definitivo, y que lo que ahora importa es lo que se haga a partir de hoy. Hay una baraja en la mesa y con ella es preciso jugar, nos guste o no, y a ser posible ganar. Esto sería inútil sin la unión de todas las fuerzas nacionales.

La jornada del Referéndum, a la que me he asomado por la Prensa de hoy, porque cualquiera se tragaba ayer el esfuerzo intensivo de RTVE, ha transcurrido con ese aire apacible y anecdótico que caracteriza en España a un día de elecciones sin palos ni tiros – gracias sean dadas a Dios – y a la información clásica del sorteo de Navidad, el día 22 de diciembre. Los periodistas de un lado a otro, los fotógrafos repartiéndose famosos, las agencias precisando qué pueblos terminaron antes con el Referéndum – Anento, zaragozano, donde votó todo el censo a saber, ocho personas, seis de las cuales dijeron que NO y dos que SÏ, y Peñalcazar, soriano, donde sólo había cuatro votantes, de los cuales tres eran el presidente y los dos adjuntos, de modo que para las diez ya habían liquidado, lo que hace suponer que la mesa y la cola de votantes se echaron algún cigarrillo en amor y compaña – y, en fin, el clásico anecdotario de la viejecita, los que piden la papeleta de Suárez, las tontorronas declaraciones de políticos y famosos, los que llevan el NO en la solapa. O la señora madura que entra en el colegio electoral al grito de ¡Viva Franco! ¡Arriba España! Y además brazo en alto y declarando ante el tribunal examinador “que era falangista de toda la vida” a la vez que depositaba su voto. Claro que de estas anécdotas no hay que fiarse mucho, porque ya se contaban el 12 de abril de 1931, que fue la primera vez en que asistí a un festejo semejante. Otro periódico transforma a la ‘señora madura’ en una ‘anciana de ochenta años’ y le hace exclamar: “¡Arriba España, soy falangista de toda la vida y por eso voto que sí”, que queda más pintoresco y más ajustado a la biografía presidencial. Lo dicho, no hay que fiarse.

Por fortuna para el campo, llovió, y eso sí nos vino bien a todos los españoles. Fue el signo más positivo del 6-D.

29 Diciembre 1978

Ahora empezamos

José María Ruiz Gallardón

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Se abre, tras la sanción regia de la Constitución, una nueva etapa. Tenemos ya el marco legal en el que inscribir nuestra andadura personal y colectiva. La Constitución es el gran pivote jurídico que va a configurar nuestra próxima historia. Quedan atrás discusiones y discrepancias. La actitud constructiva de los españoles tiene que demostrarse en el acatamiento de la norma constitucional. Queremos movernos voluntariamente, y aunque no nos gusten todas y cada una de las soluciones que ofrece la Constitución, en el ámbito de los márgenes de legalidad en ella establecidos.

Pero la Constitución admite muy diversas y aun contradictorias lecturas. Se ha querido hacer así, y la historia juzgará sobre la bondad del intento. El profesor Fernando Suárez acaba de publicar un excelente trabajo (sobre la Constitución y las relaciones jurídico-laborales) en el que demuestra que incluso en esa específica materia cabe poner el acento en distintos artículos de suerte que la futura configuración de nuestras leyes del trabajo será muy distinta según una u otra postura. Así por ejemplo, en materia tan delicada como la regulación del derecho de huelga.

Y como en el específico tema laboral, que desentraña, como digo, con inteligencia Fernando Suárez, en casi todos los demás. Desde los estrictamente políticos – ahora vamos a ver qué prevalece, si la proclamada unidad de España o la relevancia de las autonomías de las ‘nacionalidades’, ahora vamos a ver qué es y qué encierra ese concepto de ‘nación’ referido a las regiones – hasta los económicos, penales y hasta civiles privados.

Por eso, lejos de considerar la Constitución como punto de llegada, hay que decir que es un punto de partida. Y que de la fuerza de unas u otras ideologías y programas – traducida en votos – va a depender el futuro de nuestro país. Hoy más que nunca es preciso hacer una llamada a la unidad de todas las ideologías no marxistas ni separatistas, la unidad es indispensable.

Porque el adversario ya está unido. Ayer mismo las centrales sindicales socialista y comunista lo han demostrado al conjuntar sus fuerzas y sus tácticas contra el programa económico del Gobierno para 1979.

Si la derecha sigue en guerras intestinas es seguro el triunfo del marxismo. Que cada uno haga su propia reflexión. Y teniendo en cuenta que, hoy más que nuca, el tiempo corre a toda prisa.

05 Diciembre 1978

Las razones de un "sí"

Pedro Laín Entralgo

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Tal sí es el inío, naturalmente, y se refiere a mi voto en el próximo referéndum constitucional. La decisión de elegir ese término en la opción que se nos propone me, concierne muy personalmente a mí. Desde luego. Pero como no son pocos los que dicen vivir como cuestión moral el trance de inclinarse hacia el sí o hacia el no, tal vez no sea inoportuna una rápida enunciación de las razones por las cuales yo, un español como hay tantos, de modo expreso voy a decir sí al sí y no al no.Me adelanto a declarar lealmente que en el texto de la Constitución que se nos presenta hay puntos que no me gustan, omisiones que deploro y modos estilísticos que me desplacen. ¿Por qué, entonces, mi resuelta aquiescencia a dicho texto y mi firme oposición a su rechazo?

Diré sí al texto de la Constitución porque, en sí mismo considerado, veo en él muchas más cosas positivas que negativas. Cosas positivas y fundamentales son, entre otras, la afirmación de la soberanía del pueblo, con su adecuada realización en forma de sufragio universal y periódico; la proclamación del pluralismo político, de la igualdad ante la ley y de la consiguiente libertad de expresión, asociación y reunión; el solemne reconocimiento de los derechos humanos, comprendido entre ellos el de las comunidades históricas al fomento de su cultura propia la supresión de la pena de muerte y la afirmación del derecho a la vida y al trabajo; la plena equiparación de los dos sexos en cuanto a sus derechos civiles; tantas y tantas más. Ante este copioso haber, ¿cuánto monta el debe de la imprecisión conceptual con que en cierto artículo es empleado el término «nacionalidad», y de la sofisticada, injustificada y nada elegante evitación de la sinonimia entre «castellano» y «español», en tanto que nombres del idioma oficial de España?

Diré sí al texto de la Constitución porque, mirado dentro del contexto que le deparan los últimos 150 años de nuestra historia, es hoy por hoy la única vía realista -realista, aunque no fácil; fácil, por desgracia, no hay ninguna- para la definitiva eliminación de lo que otras veces he llamado el problema de los problemas y el mal de los males de España: la guerra civil. Este es en mi caso el más fuerte motivo del sí, y en él debieran tener su fundamento próximo, al menos para los españoles no fanáticos, no prepotentes y no sanguinarios, las razones ético-jurídicas que antes he formulado. Mi opinión, en suma, es esta: quien no sea fanático («sólo mi voz; para las demás, el silencio»), ni prepotente («ante todo, mi privilegio; nunca aceptaré lo que para él sea o parezca ser una amenaza») o sanguinario («cualquier camino es bueno, si me concede el gusto de cortar las cabezas de mis adversarios»), quien, en consecuencia, vea el primero de sus deberes históricos en la tarea de borrar de nuestra historia el espectro o la amenaza de la guerra civil, ése, cualesquiera que sean sus parciales reparos personales al texto de la Constitución en ciernes, deberá pensar dos veces, y hasta dos veces dos veces, su posible decisión de optar por la papeleta del no. Tanto más cuanto que, como habilidosamente arguyen ciertos abstencionistas, la propia Constitución abre cauces a la eventualidad de su ulterior reforma. ¿Cuál sería el futuro inmediato de España si, contra toda razón y contra toda esperanza, el número de los noes fuese superior al de los sies? A mi modo de ver, esta es la interrogación que conduce hacia la almendra moral del asunto. Definitiva salida de un clima de guerra civil latente, o larvada continuación dentro de él; that is the question.

Apena e irrita leer los argumentos de los que con ostentoso desparpajo propugnan el no o con afectada gravedad ponen en camino hacia él; y no porque tales opinantes no tengan derecho a exponer y defender sus particulares puntos de vista, sino por la mínima o nula autoridad moral de casi todos ellos para exponerlos y defenderlos. Quienes con su colaboración activa, con su aplauso o con su silencio han apoyado la perduración de un régimen dura y tercamente desconocedor de los derechos humanos, practicante, llegado el caso, de la tortura clandestina, favorecedor de enriquecimientos al margen de las más elementales reglas de la moral pública, titular de la enorme represión sangrienta que durante la contienda y tras ella entre nosotros se produjo -qué cómodo condenar a voces la conducta del bando opuesto y callar, año tras año, todo lo tocante al comportamiento del bando propio-, desconocedor taimado de los preceptos del Concilio Vaticano II, no obstante el sincero o táctico cacareo de su confesión católica, pertinaz administrador de comuniones sacrílegas en cuarteles y en prisiones, perseguidor de masones mediante una ley dotada de carácter retroactivo, inventor y sostenedor del castigo permanente de dos provincias españolas, quienes de un modo o de otro dieron por bueno todo esto, ¿pueden ahora declararse incompatibles con una Constitución que les permite hablar y seguir disfrutando de sus bienes, y a la que, por añadidura, podrían reformar si el número de sus votántes se lo permitiese?

Varias denuncias, varios aspavientos. Para un pueblo de bautizados, una Constitución que no nombra a Dios. Si a los españoles actuales les fuera sometida a referéndum la imagen del Dios que durante siglos ha tenido por suyo la España tradicional, ¿cuál sería la proporción de los noes? Una Constitución abortista. ¿Con qué fundamento se afirma esto? ¿Y qué hombre de buena voluntad, cristiano o no, admitiría una punición legal del aborto a la cual pudieran escapar todas las mujeres con recursos suficientes para la consabida excursioncita a Londres, y cuyos artículos cayesen sobre las pobres infanticidas pobres -pobres de dinero, pobres de cultura, pobres de ánimo- como una despiadada maza puritana? Una Constitución que abre la vía al divorcio. ¿Y qué puede hacer el legislador con los no creyentes que sin la menor frivolidad quieran anular su contrato matrimonial? Una Constitución que afirma la libertad de enseñanza, pero que no la garantiza de manera suficiente. Ahora no haré una pregunta, me limitaré a un breve llamamiento al orden: por favor, amigos, un poquito de seriedad.

¿Sí o no al texto constitucional? Cuantos no sean fanáticos, ni prepotentes, ni sanguinarios, cuantos aspiren a que de nuestro pueblo desaparezcan para siempre el hecho y el hábito psicosocial de la guerra civil, piensen dos veces por lo menos, acerca de esa disyuntiva.