20 diciembre 2016

Los partidos anti-islámicos culpan al gobierno Merkel de haber sido demasiado permisiva con la inmigración

Atentado terrorista islámico en Alemania: Un camión arrolla un mercado navideño asesinando a doce personas

Hechos

  • El atentado de Berlín de 2016 se produjo el 19 de diciembre de 2016 cuando un atropello masivo mató a 11 personas y lesionó a otras 561 en un mercado navideño junto a la Iglesia Memorial Kaiser Wilhelm.

Lecturas

El atentado de Berlín de 2016 se produjo el 19 de diciembre de 2016 cuando un atropello masivo mató a 11 personas y lesionó a otras 561 en un mercado navideño junto a la Iglesia Memorial Kaiser Wilhelm en Breitscheidplatz en el distrito de Charlottenburg de Berlín (Alemania). Una víctima adicional, el conductor original del camión, Łukasz Robert Urban, fue encontrado muerto a tiros en el asiento del copiloto.

EL ASESINO:

 El conductor del camión, Anis Amri, logró escapar de Alemania tras el atentado, pero fue identificado  en un control en Milán (Italia) y tras un tiroteo con la policía murió abatido.

21 Diciembre 2016

No nos doblegaremos

EL PAÍS (Director: Antonio Caño)

Leer

El ataque terrorista perpetrado el martes en Berlín, que se ha cobrado 12 víctimas mortales y dejado tras de sí más de 50 heridos, añade ahora los mercadillos navideños a la macabra geografía del terror que ha pasado a formar parte de nuestras vidas junto con el paseo marítimo de Niza, la sala de fiestas de Bataclán, las calles de Londres o la estación de Atocha de Madrid, por citar solo algunos de los lugares donde el odio asesino del terrorismo yihadista más profundamente nos ha impactado.

Inmediatamente, y con un oportunismo de todo punto repugnante, las extremas derechas xenófobas, que viven de explotar cobardemente los miedos de los ciudadanos de bien, han responsabilizado de los atentados a la política de asilo de Angela Merkel, acusándola de tener las manos manchadas de sangre.

Hay que decir con toda claridad que quienes tienen las manos manchadas de sangre no son Angela Merkel o Matteo Renzi, por citar a algunos de los líderes que con sus políticas han mantenido la dignidad de los valores europeos en medio de una crisis de asilo de gigantescas proporciones, sino precisamente aquellos que pretenden obtener beneficios electorales de la muerte de compatriotas inocentes. Porque sucumbir al terrorismo, algo que las sociedades no pueden ni deben hacer, es tanto aceptar las demandas de los terroristas como usarlos para llegar al poder, como indisimuladamente pretenden partidos como Alternativa para Alemania, el Frente Nacional francés o líderes como el neerlandés Geert Wilders o el británico Nigel Farage.

El terrorismo yihadista es una lacra global, que no solo afecta a los europeos, sino a cualquiera, especialmente en el mundo árabe y musulmán, que se oponga a sus designios fanáticos y totalitarios. Solo este mes, el ataque contra el castillo de Karak, en Jordania, que el domingo pasado se cobró 10 muertos, o los múltiples atentados sufridos por Turquía, a los que hay que sumar las 25 víctimas de la reciente explosión en la catedral copta en El Cairo, prueban la naturaleza global de esta amenaza y, por tanto, la necesidad de combatirla juntos.

Pensar que los europeos estamos solos en esta lucha y, peor aún, que podamos ganarla aislándonos y aplicando políticas de “mano dura” contra inmigrantes, refugiados o solicitantes de asilo no solo expone públicamente la ignorancia de quienes formulan estas propuestas, sino que es la estrategia que más directamente conduce a ser derrotados por el terrorismo. Es precisamente por razones como esta por las que cabe alabar que el Gobierno haya aprobado un refuerzo del contingente que en la actualidad colabora en el entrenamiento de las Fuerzas Armadas iraquíes.

Llevamos desde 2001 conviviendo con el terrorismo que se representó ante nosotros brutalmente el 11 de septiembre de 2001. Y, desgraciadamente, vamos a tener que seguir conviviendo con él. Estamos convencidos de que Alemania, que es una sociedad madura democráticamente y consciente de sus valores y responsabilidades, no va a doblegarse ante los terroristas, por alto que sea el precio que estos exijan, ni ante los que quieren aprovechar el terrorismo para llegar al poder.

21 Diciembre 2016

Inaceptable ataque de la ultraderecha a Angela Merkel

EL MUNDO (Director: Pedro G. Cuartango)

Leer

EL HOLANDÉS Geert Wilders, líder del ultraderechista Partido Popular por la Libertad y la Democracia, publicó ayer un repugnante tuit en el que se veía un primer plano de Angela Merkel que mostraba las palmas de sus manos ensangrentadas y la cara llena de salpicaduras. Nigel Farage, ex dirigente del Partido por la Independencia del Reino Unido (Ukip), afirmó al conocer la noticia, también en esa red social: «Terribles noticias desde Berlín, aunque no son una sorpresa. Sucesos como éste forman parte del legado de Merkel». Y el eurodiputado radical y líder de la formación extremista Alternativa para Alemania (AfD) se manifestó en el mismo y repulsivo sentido: «¿Cuándo va a reaccionar el Estado de Derecho alemán? Son los muertos de Merkel».

Es la preocupante reacción de destacados líderes de la extrema derecha europea al atentado que costó la vida a 12 alemanes y dejó varias decenas de heridos en un mercado navideño de Berlín anteayer. En el otro extremo, la reacción de la canciller alemana fue ejemplar. «Sería particularmente difícil soportar si se confirma que este acto ha sido cometido por una persona que ha pedido protección y asilo en Alemania», dijo en un primer momento, para rechazar después vivir «paralizados por el miedo ante el mal» y reafirmarse en la política seguida por Alemania de acogida de refugiados: «Encontraremos la fuerza para vivir como queremos vivir en Alemania: libres, unos con otros y abiertos». Unas palabras valientes si tenemos en cuenta que el próximo otoño hay elecciones parlamentarias en ese país y, como vemos, el terrorismo yihadista y la acogida de refugiados van a estar en el primer plano de la batalla política hasta ese momento. Mantener la coherencia y seguir defendiendo a los refugiados como hace Merkel es digno de tener en cuenta. No hay que olvidar que Alemania ha recogido a más de un millón de perseguidos por conflictos bélicos desde que se inició esta crisis.

El Gobierno alemán ha cometido un grave error al dar por bueno al principio que se había identificado y arrestado al autor de la masacre –un refugiado paquistaní que fue puesto en libertad ayer por la tarde–. Tuvo que desdecirse después y reconocer que el terrorista «podría seguir en libertad». El atentado de Berlín, reivindicado por el Estado Islámico, es otro acto de terror del yihadismo, que ha vuelto a atacar en el corazón de Europa como en meses anteriores lo ha hecho en París, Bruselas y Niza. En este caso, como ocurrió en la capital de la Costa Azul, no ha hecho falta una preparación concienzuda ni unos grandes recursos para perpetrarlo. Ha bastado con robar un camión y estrellarlo contra los ciudadanos que hacían sus compras de Navidad. Y en la Breitscheidplatz, en pleno centro de la capital alemana.

Es otra demostración más de lo indefensa que se encuentra la sociedad ante estas execrables acciones terroristas con las que, lamentablemente, hemos de acostumbrarnos a convivir. Hay formas de luchar contra la barbarie yihadista, desde luego. Es necesario aumentar la coordinación entre las fuerzas de seguridad y los servicios de inteligencia de los Estados. Hay que controlar mejor las fronteras externas de la UE y es imprescindible atajar el problema en la raíz: en los países que fomentan el terrorismo islamista.

Pero no debemos confundir conceptos, como hacen los partidos ultraderechistas, que aprovechan la conmoción social que generan estas tragedias para apelar a los sentimientos de los ciudadanos. El terrorismo yihadista no es consecuencia de un choque de civilizaciones porque más del 90% de sus víctimas son musulmanas. Es un problema causado por unos locos fanáticos que atentarán contra todo lo que se les ponga por delante. Por eso la ultraderecha hace un flaco favor a la sociedad alentando el miedo y fomentando la xenofobia.