13 mayo 1936

El jefe del Estado ofreció el cargo al líder del PSOE, Indalecio Prieto, pero este declinó el puesto

Azaña designa Presidente a Santiago Casares Quiroga que forma un gobierno apoyado por los partidos del Frente Popular

Hechos

El 12.05.1936 se formó un nuevo Gobierno presidido por D. Santiago Casares Quiroga.

Lecturas

El 12 de mayo de 1936 el nuevo Jefe de Estado de la Segunda República, D. Manuel Azaña Díaz, designado por Las Cortes (tras la destitución del Sr. Alcalá Zamora) propone a D. Indalecio Prieto Tuero, del PSOE, nuevo presidente del Gobierno, pero este declina el cargo. El 13 de mayo de 1936 el Sr. Azaña Díaz nombra a D. Santiago Casares Quiroga, también de Izquierda Republicana, nuevo presidente del consejo de ministros que forma un gobierno sin marxistas (ni PSOE, ni PCE).

  • Presidente de la República: D. Manuel Azaña Díaz (Izquierda Republicana)
  • Presidente del Gobierno y ministro de Guerra: D. Santiago Casares Quiroga (Izquierda Republicana)
  • Estado: D. Augusto Barcía (Izquierda Republicana)
  • Gobernación: D. Juan Moles (Independiente)
  • Hacienda: D. Enrique Ramos (Izquierda Republicana)
  • Justicia: D. Manuel Blasco Garzón (Unión Republicana)
  • Marina: D. José Giral Pereira (Izquierda Republicana)
  • Agricultura: D. Mariano Ruiz-Funes (Izquierda Republicana)
  • Industria y Comercio: D. Plácito Álvarez-Buylla (Unión Republicana)
  • Trabajo: D. Joan Lluhi (ERC)
  • Instrucción Pública: D. Francisco Barnés (Izquierda Republicana)
  • Comunicaciones: D. Bernardo Giner de los Ríos (Unión Republicana)

El Gobierno del Sr. Casares Quiroga durará hasta que se produja el intento de golpe de Estado del 18 de Julio de 1936 que derivará en Guerra Civil con la partición del país, una hipótesis que el Sr. Casares Quiroga había considerado imposible.

13 Mayo 1936

Tramitación de la crisis

AHORA (Director: Luis Montiel)

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La jornada de ayer, en lo que se refiere a la tramitación de la crisis, dio comienzo con las consultas protocolarias. La novedad saliente de ellas fue la reducción de las mismas al mínimo indispensable y a la rapidez con que fueron evacuadas. Ambas cosas son dignas de elogio, porque, en general, las consultas son una pérdida de tiempo; en los regímenes democráticos la política se hace a la luz del día, y cualquier ciudadano que siga con mediana atención el curso de la política podría asegurar de antemano lo que iba a contestar cada uno de los personajes consultados.

En el fondo de las consultas todos tenían que convenir en la necesidad de que continuara recayendo el gobierno del país en los partidos del Frente Popular. En la forma es una nota saliente la ausencia del Palacio presidencial de los jefes socialista y comunista. ¿Desvío hacia el régimen? ¿Desmayo de métodos normales? En los consejos dados merece destacar el del señor Maura, propugnador del cumplimiento del programa del Frente Popular, pero sin flecos ni añadidos, y el del señor Ventosa, que aconseja atender a los angustiosos problemas económicos y a la desaparición de la tónica de guerra civil. Hemos sostenido esto tan reiteradamente en estas columnas que nos complace ver a dichos políticos aconsejando en el mismo sentido.

El primer acto presidencial del nuevo Jefe de Estado – las consultas son, en rigor, protocolarias – fue el conferir encargo de formación de Gobierno al señor Prieto. Para nosotros ese acto es de importancia simbólica. El señor Prieto representa en estos momentos en la política española la conjunción de las dos cosas: un radicalismo y un gran sentido de anterioridad. En el gobernante más avanzado, pero gobernante; aunador de izquierdismo y de un sentido de autoridad. Por eso la opinión ha visto en la primera decisión presidencial la afirmación de una trayectoria política avanzada, pero con legalidad y normalidad, sin desórdenes revolucionarios ni motines callejeros. El señor Prieto se ofrece, después de su discurso de Cuenca, como frontero de la ley y de la revolución: se llega a la frontera, pero no se la rebasa. La opinión ha creído ver en eso un sistema importante y tranquilizador.

Declinado el encargo por el señor Prieto era lógico e indispensable – lo advertíamos ayer – el del señor Martínez Barrio; y es lástima que éste haya rehusado el formar Gobierno, porque al formarlo la opinión pública habría respirado tranquila. Por sus antecedentes, sus dotes y su carácter, el señor Martínez Barrio habría podido impulsar con eficacia la tan anhelada convivencia.

Fracasado el intento, también parece lógico el del señor Casares. Algunos, fundados en que la vicepresidencia del partido de Izquierda Republicana la ejerce don Marcelino Domingo, lanzaron el nombre de éste, pero sin base sólida. El señor Domingo, hombre teórico, preocupado solamente de lucir un anticlericalismo trasnochado de la época de Gambetta, no era el hombre apropiado para regir los destinos públicos en los momentos presentes. Lo que ahora se requiere son condiciones de carácter para imponer la ley, prestigiar la autoridad, contener las pasiones revolucionarias demasiado despiertas y exhibidas y afirmar y consolidar el orden, que antes se disputaba necesario para el progreso y ahora resulta indispensable para algo menos y más primario: para vivir. El señor Casares, por sus actuaciones en Gobernación, por su carácter y por su fama – también con la fama se gobierna – resultaba indicado para el desempeño de aquellas misiones. Por eso pareció lógico y satisfactorio el tercero de los encargos de formación de Gabinete; pero como se verá, acertábamos al decir que la primera crisis que iba a resolver el señor Azaña distaba mucho de ser una crisis fácil.