24 marzo 1931

El artículo de Ortega y Gasset en el que anunciaba 'Delenda Est Monarchia' desató las iras de los accionistas monárquicos de EL SOL

Cambio en la propiedad de EL SOL y LA VOZ tras el ‘Delenda Est Monarchia’: Salen Nicolás María de Urgoiti y José Ortega y Gasset

Hechos

El 26.03.1931 el diario EL SOL anunció de la marcha de su editor D. Nicolás María de Urgoiti y otras personas, entre ellas D. José Ortega y Gasset.

Lecturas

D. Nicolás María de Urgoiti Achúcarro vende La Papelera y con ella sus periódicos El Sol y La Voz. El periódico queda a cargo de la Compañía Editorial Española, que editará El Sol y La Voz y gestionará La Papelera. El accionista será D. Serafín Romeu Fages, conde de Barbate. Con Urgoiti Achúcarro abandonan el periódico El Sol D. Félix Lorenzo ‘Heliófilo’, D. José Ortega Gasset, D. Luis de Zulueta Escolano, D. José Martínez Ruiz ‘Azorín’, D. Carlos Baraibar Espondaburu y D. Lluís Bagaria Bou. A tiempo que D. Roberto Castrovido Sanz abandona La Voz para fichar por El Liberal.

En medio del ambiente de revueltas tras la caída de la dictadura del General Primo de Rivera y la dictabland del General Berenguer apareció el artículo “Errores del general Berenguer” en EL SOL el 15 de noviembre de 1930 firmada por don José Ortega y Gasset. EL SOL del Sr. Urgoiti y el Sr. Lorenzo inició su distanciamiento con la dictadura a raíz del incidente con el Sr. Unamuno y fue adoptando posiciones republicanas, plasmadas en un partido político: la Agrupación al Servicio de la República.

No discutamos ahora las causas de la Dictadura. Ya hablaremos de ellas otro día, porque, en verdad, está aún hoy el asunto aproximadamente intacto. Supongamos un instante que el advenimiento de la Dictadura fue inevitable. Pero visto, ni que decir tiene, no vale lo más mínimo al hecho de que sus actos después de advenir fueron una creciente y monumental injuria, un crimen de lesa patria, de lesa historia, de lesa dignidad pública y privada. Por tanto, si el Régimen la aceptó obligado, razón de más para que al terminar se hubiese con leal entereza, abrazado al pueblo y le hubiese dicho: “La normalidad que constituía la unión civil de los españoles se ha roto. La continuidad de la historia legal se ha quebrado. No existe Estado español. ¡Españoles! Reconstruid vuestro Estado”. Pero no se ha hecho esto, sino todo lo contrario. Quiere una vez más “salir al paso”. Este es el error. Somos nosotros los que tenemos que decir a nuestros conciudadanos: “Españoles, vuestro Estado no existe, reconstruidlo”. Delenda est Monarchia. (D. José Ortega y Gasset)

Aquel artículo molestó de sobremanera al Gobierno y ha determinados sectores dentro del propio accionariado de EL SOL. A principios de 1931 el accionista mayoritario de EL SOL, don Nicolás María de Urgoitia mantuvo reuniones con el líder monárquico y ministro del gabinete del rey Alfonso XIII, conde de Romanones. Finalmente, en marzo de 1931, un més antes de que cayera la Monarquía, se producía un cambio radical en las acciones del periódico y don Nicolás María de Urgoititi perdía la propiedad del diario que había fundado y vendía sus acciones y sus derechos por dos millones de pesetas a un grupo de monárquicos (conde de Barbate, el marqués de Aledo y don Ramón Solano). Junto con el Sr. Urgoiti se iban el propio director de EL SOL, don Félix Lorenzo “Heliófilo” y las plumas más destacadas: don José Ortega y Gasset y “Azorín”. En su último artículo antes de irse, el Sr. Lorenzo, se despide de sus lectores dando su versión sobre el cambio.

Los accionistas monárquicos de EL SOL, hombres abnegados, venían sufriendo gran disgusto porque no cobraban dividendos. EL SOL era un periódico amargo y triste, ahora cambiarán las cosas, EL SOL vivirá bajo la influencia política del conde de Romanones. Los republicanos lo saben y exclaman furiosos: “¡Este Romanones nos ha hecho otra trastada!” Llegó un momento en que el dolor de España subió y EL SOL, al reflejarlo, puso en peligro favores y subvenciones. EL SOL no cumplía su programa: no defendía la monarquía de Alfonso XIII ni respetaba los fueros de la Iglesia Católica. (D. Félix Lorenzo “Heliófilo”, EL SOL, 30-3-1931)

El supuesto giro monárquico de EL SOL no fue práctico, puesto que un mes después se proclamó la II República y EL SOL se apresuró a reconocer el nuevo régimen, desde posiciones más republicanas moderadas colocando como director, nuevamente, a don Manuel Aznar y manteniendo una línea totalmente a afín a líder republicano D. Manuel Azaña.

15 Noviembre 1930

ERRORES DEL GENERAL BERENGUER

José Ortega y Gasset

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Tenemos que decir a nuestro conciudadanos: ¡Españoles, vuestro Estado no existe! ¡Reconstruidlo! Delenda est Monarchia.

-No, no es una errata. Es probable que en los libros futuros de historia de España se encuentre un capítulo con el mismo título que este artículo. El buen lector que es el cauteloso y alerta, habrá advertido que en es expresión, el señor Berenguer no es el sujeto del error, sino el objeto. No se dice que el error sea de Berenguer, sino más bien lo contrario, que Berenguer es del error, que Berenguer es un error. Son otros, pues, quienes lo han cometido y cometen; otros, toda una porción de España, aunque a mi juicio no muy grande. Por ello, trasciende ese error los límites de la equivocación individual y quedará inscrito en la historia de nuestro país.

Estos párrafos pretenden dibujar, con los menos aspavientos posibles, en qué consiste desliz tan importante, tan histórico.

Para esto necesitamos proceder magnánimamente, acomodado el aparato ocular a lo esencial y cuantioso, retrayendo la vista de toda cuestión personal y de detalle. Por eso, yo voy a suponer aquí que ni el presidente del Gobierno ni ninguno de sus ministros han cometido error alguno en su actuación concreta y particular. Después de todo no está esto muy lejos de la pura verdad. Esos hombres no habrán hecho ninguna cosa positiva de grueso calibre; pero es justo reconocer que han ejecutado pocas indiscreciones. Algunos de ellos han hecho más. El señor Tormo, por ejemplo, ha conseguido lo que parecía imposible: que a estas fechas la situación estudiantil no se haya convertido en un conflicto grave. Es mucho menos fácil de lo que la gente puede suponer que exista, rebus sic stantibus , y dentro del régimen actual, otra persona, sea cual fuere, que hubiera podido lograr tan verosímil cosa. Las llamadas <<derechas>> no se lo agradecen porque la especie humana es demasiado estúpida para agradecer que alguien le evite una enfermedad. Es preciso que la enfermedad llegue, que el ciudadano se retuerza de dolor y de angustia: entonces siente <<generosamente>> exquisita gratitud hacia quien le quita la enfermedad que le ha martirizado. Pero así, en seco, sin martirio previo, el hombre, sobre todo el feliz hombre de la <<derecha>>, es profundamente ingrato.

Es probable también que la labor del señor Wais para retener la ruina de la moneda merezca un especial aplauso. Pero, sin que yo lo ponga en duda, no estoy tan seguro como de lo anterior; porque entiendo muy poco de materias económicas, y eso poquísimo que entiendo me hace disentir de la opinión general, que concede tanta importancia al problema de nuestro cambio. Creo que, por desgracia , no es la moneda lo que constituye el problema verdaderamente grave, catastrófico y sustancial de la economía española -nótese bien, de la española-. Pero, repito, estoy dispuesto a suponer lo contrario, y que el señor Wais a sido el Cid de la peseta. Tanto mejor para España, y tanto mejor para lo que voy a decir, pues cuantos menos errores haya cometido este Gobierno, tanto mejor se verá el error que es.

Un Gobierno es, ante todo, la política que viene a representar. En nuestro caso se trata de una política sencillísima. Es un monomio. Se reduce a un tema. Cien veces lo ha repetido el señor Berenguer: La política de este Gobierno consiste en cumplir la resolución adoptada por la Corona de volver a la normalidad por los medios normales. Aunque la cosa es clara, como <<¡buenos días!>>, conviene que el lector se fije. El fin de la política es la normalidad. Sus medios son… los normales.

Yo no recuerdo haber oído hablar nunca de una política más sencilla que esta. Esta vez, el Poder Público, el régimen se ha hartado de ser sencillo. Bien. Pero ¿a qué hechos, a qué situación de la vida pública responde el régimen con una política tan simple y unicelular? ¡Ah!, eso todos lo sabemos. La situación histórica a que tal política responde era también muy sencilla. Era ésta: España, una nación de sobre veinte millones de habitantes, que venía ya de antiguo arrastrando una existencia política bastante poco normal, ha sufrido durante siete años un régimen de absoluta normalidad en el Poder Público, el cual ha usado medios de tal modo anormales, que nadie, así de pronto, podrá recordar haber sido usados nunca ni dentro ni fuera de España, ni en éste ni en cualquier otro siglo. Lo cual anda muy lejos de ser una frase. Desde mi rincón sigo estupefacto ante el hecho de que todavía ningún sabedor de historia jurídica se haya ocupado en hacer notar a los españoles minuciosamente y con pruebas exuberantes esta estricta verdad: que no es imposible, pero sí sumamente difícil , hablando en serio y con todo rigor, encontrar un régimen de Poder Público como el que ha sido de hecho nuestra dictadura en todo el ámbito de la historia, incluyendo los pueblos salvajes . Sólo el que tiene una idea completamente errónea de lo que son los pueblos salvajes puede ignorar que la situación de derecho público en que hemos vivido es más salvaje todavía, y no sólo es anormal con respecto a España y el siglo XX, sino que pone el rango de una insólita anormalidad en la historia humana. Hay quien cree poder controvertir esto sin más que hacer constar el hecho de que la dictadura no ha matado; pero eso, precisamente eso -creer que el derecho se reduce a no asesinar- es una idea del derecho inferior a la que solían tener los pueblos salvajes.

La dictadura ha sido un poder omnímodo y sin límites, que no sólo ha operado sin ley ni responsabilidad, sin norma, no ya establecida, pero ni aun conocida, sino que no se ha circunscrito a la órbita de lo público, antes bien ha penetrado en el orden privadísimo brutal y soezmente. Colmo de todo ello es que no se ha contentado con mandar a pleno y frenético arbitrio, sino que aún le ha sobrado holgura de Poder para insultar líricamente a personas y cosas colectivas e individuales. No hay punto de la vida española en que la dictadura no haya puesto su innoble mano de sayón. Esa mano ha hecho saltar las puertas de las cajas de los Bancos, y esa misma mano, de paso, se ha entretenido en escribir todo género de opiniones estultísimas, hasta sobre la literatura de los poetas españoles. Claro que esto último no es de importancia sustantiva, entre otras cosas porque a los poetas les traían sin cuidado las opiniones literarias de los dictadores y sus criados; pero lo cito precisamente como un colmo para que conste y se recuerde y simbolice la abracadebrante y sin par situación por lo que hemos pasado. Yo ahora no pretendo agitar la opinión, sino, al contrario, definir y razonar, que es mi primario deber y oficio. Por eso eludo recordar aquí, con sus espeluznantes pelos y señales, los actos más graves de la dictadura. Quiero, muy deliberadamente, evitar lo patético. Aspiro hoy a persuadir y no a conmover. Pero he tenido que evocar con un mínimo de evidencia lo que la dictadura fue. Hoy parece un cuento. Yo necesitaba recordar que no es cuento, sino que fue un hecho…

Y que a ese hecho responde el régimen con el Gobierno Berenguer, cuya político significa: volvamos tranquilamente a la normalidad por los medios más normales, hagamos << como si >> aquí no hubiese pasado nada radicalmente nuevo, sustancialmente anormal.

Eso, es todo lo que el régimen puede ofrecer en este momento tan difícil para Europa entera, a los veinte millones de hombres ya maltraídos de antiguo, después de haberlos vejedos, pisoteados, envilecidos y esquilmados durante siete años. Y, no obstante, pretende, impávido, seguir al frente de los destinos históricos de esos españoles y de esta España.

Pero no es eso lo peor. Lo peor son los motivos por los que cree poder ser contentar con ofrecer tan insolente ficción.

El Estado tradicional, es decir, la Monarquía, se ha ido formando un surtido de ideas sobre el modo de ser de los españoles. Piensa, por ejemplo, que moralmente pertenecen a la familia de los óvidos, que en política son gente mansurrona y lanar, que lo aguantan y lo sufren todo sin rechistar, que no tienen sentido de los deberes civiles, que son informales, que a las cuestiones de derecho y, en general, públicas, presentan una epidermis córnea. Como mi única misión en esta vida es decir lo que creo verdad, -y, por supuesto, desdecirme tan pronto como alguien me demuestre que padecía equivocación-, no puedo ocultar que esas ideas sociológicas sobre el español tenidas por su Estado son, en dosis considerable, ciertas. Bien está, pues, que la Monarquía piense eso, que lo sepa y cuente con ello; pero es intolerable que se prevalga de ello. Cuanta mayor verdad sean, razón de más para que la Monarquía, responsable ante el Altísimo de nuestros últimos destinos históricos, se hubiese extenuado, hora por hora, en corregir tales defectos, excitando la vitalidad política persiguiendo cuanto fomentase su modorra moral y su propensión lanuda. No obstante, ha hecho todo lo contrario. Desde Sagunto, la Monarquía no ha hecho más que especular sobre los vicios españoles, y su política ha consistido en aprovecharlos para su exclusiva comodidad. La frase que en los edificios del Estado español se ha repetido más veces ésta: «¡En España no pasa nada!» La cosa es repugnante, repugnante como para vomitar entera la historia española de los últimos sesenta años; pero nadie honradamente podrá negar que la frecuencia de esa frase es un hecho.

He aquí los motivos por los cuales el Régimen ha creído posible también en esta ocasión superlativa responder, no más que decretando esta ficción: Aquí no ha pasado nada. Esta ficción es el Gobierno Berenguer.

Pero esta vez se ha equivocado. Se trataba de dar largas. Se contaba con que pocos meses de gobierno emoliente bastarían para hacer olvidar a la amnesia celtíbera de los siete años de Dictadura. Por otra parte, del anuncio de elecciones se esperaba mucho. Entre las ideas sociológicas, nada equivocadas, que sobre España posee el Régimen actual, está esa de que los españoles se compran con actas. Por eso ha usado siempre los comicios -función suprema y como sacramental de la convivencia civil- con instintos simonianos. Desde que mi generación asiste a la vida pública no ha visto en el Estado otro comportamiento que esa especulación sobre los vicios nacionales. Ese comportamiento se llama en latín y en buen castellano: indecencia, indecoro. El Estado en vez de ser inexorable educador de nuestra raza desmoralizada, no ha hecho más que arrellanarse en la indecencia nacional.

Pero esta vez se ha equivocado. Este es el error Berenguer. Al cabo de diez meses, la opinión pública está menos resuelta que nunca a olvidar la «gran vilt`» que fue la Dictadura. El Régimen sigue solitario, acordonado como leproso en lazareto. No hay un hombre hábil que quiera acercarse a él; actas, carteras, promesas -las cuentas de vidrio perpetuas-, no han servido esta vez de nada. Al contrario: esta última ficción colma el vaso. La reacción indignada de España empieza ahora, precisamente ahora, y no hace diez meses. España se toma siempre tiempo, el suyo.

Y no vale oponer a lo dicho que el advenimiento de la Dictadura fue inevitable y, en consecuencia, irresponsable. No discutamos ahora las causas de la Dictadura. Ya hablaremos de ellas otro día, porque, en verdad, está aún hoy el asunto aproximadamente intacto. Para el razonamiento presentado antes la cuestión es indiferente. Supongamos un instante que el advenimiento de la dictadura fue inevitable. Pero esto, ni que decir tiene, no vela lo más mínimo el hecho de que sus actos después de advenir fueron una creciente y monumental injuria, un crimen de lesa patria, de lesa historia, de lesa dignidad pública y privada. Por tanto, si el Régimen la aceptó obligado, razón de más para que al terminar se hubiese dicho: Hemos padecido una incalculable desdicha. La normalidad que constituía la unión civil de los españoles se ha roto. La continuidad de la historia legal se ha quebrado. No existe el Estado español. ¡Españoles: reconstruid vuestro Estado!

Pero no ha hecho esto, que era lo congruente con la desastrosa situación, sino todo lo contrario. Quiere una vez más salir del paso, como si los veinte millones de españoles estuviésemos ahí para que él saliese del paso. Busca a alguien que se encargue de la ficción, que realice la política del «aquí no ha pasado nada». Encuentra sólo un general amnistiado.

Este es el error Berenguer de que la historia hablará.

Y como es irremediablemente un error, somos nosotros, y no el Régimen mismo; nosotros gente de la calle, de tres al cuarto y nada revolucionarios, quienes tenemos que decir a nuestro conciudadanos: ¡Españoles, vuestro Estado no existe! ¡Reconstruidlo! Delenda est Monarchia.

José Ortega y Gasset.

26 Marzo 1931

Propósitos

EL SOL (Director en funciones: Ramón Solano)

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EL SOL se fundó hace catorce años próximamente, en circunstancias no menos llenas de turbación que las presentes, con un criterio liberal altísimo y de interés encendido por cuanto significase intento de reforma en la vida de nuestro país. Constantemente apoyó desde su posición políticamente independiente, todos los propósitos de dar solución de España a de transformar sus peores aspectos. EL SOL ha sido y seguirá siendo un periódico renovador.

Valiosísimos elementos de su Redacción y colaboración, Ortega y Gasset, Zulueta, Azorín, Heliófilo, Baraibar, Bagaría y otros, se han separado de nosotros. Que conste que lo han hecho con profundo sentimiento de la persona que ha llevado las gestiones, en representación de la nueva Empresa, para que continuaran su labor en estas columnas con absoluta libertad de pensamiento y de pluma, con amplia autonomía para tratar toda clase de cuestiones sociales, políticas, económicas o literarias Nos causa su retirada profundo dolor; pero sí alguna vez quisieran volver, volverían a su casa solariega con pleno derecho y se les recibiría con los brazos abiertos. Se quedan todos los redactores de LA VOZ y gran parte de los que dieron vida espiritual a EL SOL, con plena dignidad, porque esperan seguir el camino, muchas veces lleno de espínas, que emprendieron hace catorce años D. Nicolás M. de Urgaiti, “sembrador de ideas y propagador de cultura” y D. José Ortega y Gasset, que, después de un esfuerzo tenaz y constante, consiguió, con su enorme inteligencia y su maravilloso don de persuadir, abrir surco y echar semilla en la mentalidad total de España.

EL SOL y LA VOZ no entran en una segunda etapa. Quieren continuar la anterior.

30 Marzo 1931

Algo, muy poco (pero ha habrá más) sobre el sitio de cádiz

Félix Lorenzo 'Heliófilo'

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Se publica en Parla, dese hace poco, un semanario con el título de Je Suis Partourt. Como Dios, está en todas partes. Dedica una página a cada país y en la de España de la última habla de bastantes cosas. De la sublevación de Jaca, para afirmar que Galán era un agente enmascarado de los Soviets. Del Ateneo, para decir que la reapertura es prueba de “la amplia tolerancia del Rey” y del innegable liberalismo del Gobierno. Y… de lo que pasa en Cádiz.

De lo que pasa en Cádiz no tenemos más remedio que hablar un poco, Fray Junipero. Porque se habla en todo el mundo, en casi todo el mundo, con inmensa simpatía para los sitiados, víctimas, de momento, de la última convulsión del periodismo español.

Los accionistas monárquicos de EL SOL, hombres abnegados, venían sufriendo gran disgusto porque no cobraban dividendos. Esto ocurría a causa de los políticos de EL SOL, que le había dejado sin circulación ni publicidad. No se leía EL SOL más que en Parla. A pesar de su empaque literario,  EL SOL era un periódico amargo y triste, ahora cambiarán las cosas, EL SOL vivirá bajo la influencia política del conde de Romanones. Los republicanos lo saben y exclaman furiosos: “¡Este Romanones nos ha hecho otra trastada!”. El último vivero de EL SOL que vivieron los del Je que partout antes de escribir su artículo recelaba. La caricatura de Bagaría podía parecer anticlerical por algún vago detalle. Y el boletín de Heliófilo iba seguido: “de esto singular”: “Publicado bajo la censura de los accionistas”, etc.

Un poco larga me ha salido al referencia pero era necesaria para hacer que ver que los reaccionarios mienten de la misma manera en todas partes.

El periódico “que está en todas partes” se habría informado bien si hubiese estado en una sola: en Bilbao, si hubiera interrogado a los señoritos de Bilbao, señoritos ociosos, hartos de millones. Los señoritos de Bilbao callaban, tal vez con la esperanza de la grandísima aberrama recolección, los estremecimientos de su conciencia católica y monárquica.

Llegó un momento en que el dolor de España subió de punto y EL SOL, al reflejarlo, puso en peligro favores arancelarios y subvenciones. Los señoritos bilbaínos cayeron de pronto en la cuenta de que  EL SOL no cumplía su programa: no defendía la monarquía de Alfonso XIII ni respetaba los fueros de la Iglesia Católica. Los señoritos sintieron caer el rayo ante sus Consejos de Administración como Santo ante su cabalgadura cuando galopaba camino de Damasco. Y su voz de lo alto, una voz de lo alto, muy de lo alto, que les decía: “O subvenciones o campañas revolucionarias. ¡A ver que pasa en Cádiz!”.

Y esto es algo de lo que pasa en Cádiz, Fray Junipero. Esto tiene, como todo en el mundo, una continuación. Todo tiene en el mundo una continuación y hay hombres todavía capaces de galopar por el desierto riéndose de las descargas eléctricas y enterados de que las voces de lo alto, a lo mejor se quedan roncas.

Heliófilo

19 Marzo 1931

EL SOL, LA VOZ y el negocio de los atunes

Salvador Cánovas Cervantes

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La retirada del señor Urgoiti de EL SOL y LA VOZ, y la liquidación ruinosa de todo un pasado periodístico, en el que el ex gerente de la papelera jugó un papel decisivo merece que toda la Prensa española le dedique atención preferente. Si no lo hace, nosotros no queremos dejar marchar al Sr. Urgoiti sin registrar en nuestras columnas el hecho, y sus consecuencias pasadas y presentes.

El Sr. Urgoiti pretexto para la fundación de EL SOL y LA VOZ la necesidad en que se encontraba la industria papelera de crearse ella misma sus propios consumidores. No tenían ni han tenido nunca otra ideología la Prensa comercial del Sr. Urgoiti, que tras su fracaso pasa a poder del Consorcio Almadrabero.

Para el Sr. Urgoiti los periódicos no eran más que consumidores de papel. Hoy mismo, cuando tiene que defender su gestión, no hace otra cosa que manejar cifras: “Hemos consumido tantos miles de toneladas de papel. Hemos amortizado tal cantidad. Hemos ganado tantos millones”.

¿Y la vida política del país? ¿Y la moral de la vida pública? ¿Y los problemas de libertad nacional? Para esos problemas el Sr. Urgoiti ni siquiera tiene una alusión.

Toro eran pesetas y nada más que pesetas. ¿Está claro…?

La Prensa de empresas ricas, ha tenido por origen los periódicos fundados por el Sr. Urgoiti. El periodista de profesión y de sentimiento siempre dispuesto a anteponer un ideal romántico al de bienestar material, desapareció de España barrido por la Prensa racionalizada y que representaba el Sr. Urgoiti.

Consecuencia de esa Prensa sin ideales ha sido la Dictadura y el predominio de los elementos financieros en la vida política. La falta de ética en la política. La orgía de los negocios enseñoreándose del país. El Estado español, presa de todas las gentes sin escrúpulo que lo han explotado. Con Prensa libre, esa monstruosidad que hemos presenciado en estos últimos años no se hubiera producido. Si queremos ‘adecentar’ a España, hace falta comenzar primero por adecentar la Prensa que en este país como en ninguno tiene la inmensa responsabilidad de guiar la opinión ejerciendo la libre crítica.

La Dictadura pudo imponer al país entero la previa censura, merced a esa Prensa de Empresa. Ni un solo periódico capitalizado se rebeló contra la censura, que llegó a constituir una institución dentro de la vida periodística; y aún hoy mismo de no ser por la protesta de muy pocos periódicos, entre ellos LA TIERRA, la previa censura no sería levantada. El silencio oficial era escudo tras el cual se guarecían los que no tenían que decir nada, ni querían decir nada.

Aseguran que el Sr. Urgoiti ha vendido ya sus acciones, y que se retira del periodismo diario. Lo dudamos. El Ex gerente de la Papelera, no se ha de resignar tan fácilmente a pasar al olvido. Por lo pronto se asegura que fundará una Revista – bisemanal – que se titulará CRISOL. El título es de una cursilería aterradora. ¿Qué pretenderá fundir en su ‘nuevo CRISOL’ el fundador de la Prensa capitalizada…?

En los momentos de liquidación del periodismo racionalizado – que inventó para su uso particular el señor Urgoiti – este nos deja todavía un mal recuerdo. Salen de EL SOL y LA VOZ unos industriales, para ser sustituidos por otros. A los accionistas de La Papelera les substituyen los accionistas del Consorcio Almadrabero. Los atunes van a dominar de ahora en adelante en EL SOL y LA VOZ.

El lector que ha adquirido una gran sensibilidad para estas cosas dará seguramente, la respuesta que merece a esa prensa industrial.