5 enero 1993

El Gobierno checo de Vaclav Klaus se muestra satisfecho de haber soltado el lastre de Eslovaquia

Checoslovaquia se parte pacíficamente en dos estados: La República Checa y Eslovaquia presididos respectivamente por Havel y Kovac

Hechos

El 01.01.1993 nacieron oficialmente los Estados: República Checa y Eslovaquia.

Lecturas

El hasta ahora presidente de Checoslovaquia, Vaclav Havel, pasará a ser el presidente de la República Checa.

MICHAL KOVAC, SERÁ EL NUEVO PRESIDENTE DE ESLOVAQUIA

Michal_Kovac El 15.02.1993 el Parlamento de la nueva República de Eslovaquia escogió a Michal Kovac como su primer presidente y Jefe del Estado. Kovac fue miembro del Partido Comunista y cómplice durante los primeros años de la dictadura de Gotwalld y Novotni. Sin embargo en 1968 se alineó con el reformismo de Dubcek (‘La Primavera de Praga’) lo que le valió la expulsión del partido tras la invasión del país por parte de la Unión Soviética.  Es vicepresidente del partido HZDS, el partido del primer ministro, Meciar, y que sufrió una crisis interna entre los partidarios de que el puesto fuera para Ivan Gasparovic en lugar de para Kovac.

02 Enero 1993

Checos y eslovacos, escépticos ante la partición del país

Hermann Tertsch

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Los Gobiernos de los dos países emanados de la disolución de Checoslovaquia, la República Checa y Eslovaquia, fracasaron estrepitosamente en sus intentos de crear entusiasmo entre los ciudadanos por el nacimiento, con el año 1993, de estos dos nuevos Estados independientes. La celebración oficial en la capital de Eslovaquia, Bratislava, atrajo a tan escaso público, apenas unas tres mil personas, como la extraoficial celebrada en Praga.

La tristeza de muchos en ambas repúblicas, la incertidumbre ante el futuro, sobre todo en la subdesarrollada Eslovaquia, y la resignación ante la inevitabilidad de la división dominaban los comentarios del día «uno» en la vida de estos dos Estados.Los jefes de Gobierno de los dos nuevos Estados, el checo Vaclav Klaus y el eslovaco Vladimir Meciar, cuya elección en junio pasado supuso el comienzo del fin de Checoslovaquia, calificaron ayer la división como inevitable y ambos quisieron transmitir un optimismo del que carecen las poblaciones. Tan sólo los seguidores checos del neoliberal derechista Klaus se muestran convencidos de que haber soltado el lastre de Eslovaquia es un éxito y acelerará el acceso de la República Checa al «club de los ricos» y a la Comunidad Europea. Meciar reconoció que «el nuevo año será duro pero años duros hemos tenido ya muchos».

En sendas intervenciones en Praga y Bratislava, Klaus y Meciar coincidieron en calificar la constitución de sus respectivos Estados como una nueva oportunidad de integración en Europa. El checo Klaus fué mucho mas triunfalista que su homólogo eslovaco, lo que era previsible dada la desigual situación económica de los dos nuevos Estados. La República Checa cuenta con diez millones de habitantes, una larga frontera con Austria y Alemania, una fuerte inversión extranjera, empresas medianas, fuerte iniciativa privada y buena infraestructura. Deja atrás a una Eslovaquia de cinco millones, con una industria pesada -en gran parte armamentista- arruinada, una inflación tres veces superior a la checa, un índice de desempleo que supera en un 500% al del otro nuevo Estado y una amplia minoría húngara que podría ser origen de problemas étnicos.

En una ceremonia de Estado en la medieval sala del trono del Castillo de Praga, Vaclav Klaus pronunció un discurso de marcado tono liberal en materia económica y muy duro para con «aquellos que no quieren aceptar la nueva realidad y quienes quieren beneficiarse de la inestabilidad política y económica y el caos». En estos términos se refería a «quienes no quieren ver que el resultado de las últimas elecciones checoslovacas decidieron la esencialmente y de manera legítima la nueva forma de las relaciones checo-eslovacas».

Klaus defendió su posición negociadora con las autoridades eslovacas, encabezadas por Meciar. «La coalición checa, surgida de las elecciones de 1992, tuvo , y que demostrar que incluso una operación tan dolorosa como la división de un Estado, especialmente querido por nosotros los checos, podía ejecutarse de forma civilizada y culta». Pidió cooperación de la oposición para «superar nuestra herencia totalitaria» y crear un Estado que ofrezca a sus ciudadanos «no sólo libertad y oportunidades sino también la sensación de seguridad en sus vidas cotidianas». Sin embargo advirtió que «en la política social el Estado no quiere presentar a la población ilusiones faltas de realismo, certezas falsas e inalcanzables».

Éxito checo

Según Klaus, «la reforma está siendo un éxito excepcional» en la república checa y su Gobierno ha demostrado que «eran falsos los pronósticos de aquellos enemigos de la reforma que auguraban millones de desempleados y desórdenes sociales». Klaus insistió en que las relaciones con Eslovaquia tendrán máxima prioridad también después de la división, seguidas de los vínculos con Austria, Alemania, Polonia, Hungría y EE UU.

Mientras Klaus ni mencionó a Rusia, Meciar resaltó que junto a los países occidentales, Rusia y Ucrania serán objeto de especial atención por parte de su gobierno. En un discurso televisado, Meciar dijo que Eslovaquia debe romper con su pasado, en respuesta a las acusaciones checas de que con su política gradualista e intervencionista en el terreno económico quiere «reinstaurar el socialismo». «El fin de Checoslovaquia es resultado de los cambios geopolíticos en el mundo y el desarrollo político, económico y social diferente» en las dos repúblicas que formaban y este Estado, así como de «errores que agravaron la situación desde que en 1989 fue derribado el régimen totalitario».

25 Enero 1993

EL PAPEL DEL FUTURO PRESIDENTE CHECO

VACLAV HAVEL

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La posición del presidente checo no se diferenciará de la del presidente checoslovaco, sólo por tratarse de una formación estatal diferente. Se diferenciará también porque la función presidencial ha sido definida constitucionalmente de manera distinta a la del presidente federal. Se diferenciará gracias a los cambios radicales registrados en la situación política del país: la República Checa entró, después de las últimas elecciones, en una nueva etapa de su evolución política, muy diferente a la de Checoslovaquia en los dos últimos años y medio, o sea a una etapa de estabilidad de la democracia parlamentaria basada en una definida competencia entre partidos políticos muy determinados en los marcos de un sistema de división del poder político muy claro. Ha terminado, de manera definitiva, la era posrevolucionaria y por lo tanto al presidente no se le puede ubicar en ese extraño papel de «guía de la nación», ni como símbolo de la «era cero», no se verá obligado, ni podrá intervenir en todo, a la vez que tampoco se le responsabilizará por todo.

A raíz de esta situación, sería insensato pedir al candidato a la Presidencia de la República checa que presentara algún tipo de «programa político» como programa legislativo y ejecutivo para dirigir el Estado. El presidente checo no será jefe del Poder Ejecutivo, ni líder de la mayoría parlamentaria, sino simplemente un funcionario constitucional elegido de manera indirecta con una posición y misión específicas. Como tal tendrá, sin duda alguna, una serie de propuestas e iniciativas que, gracias a su influencia, tratará de aplicar, pero que no dependerán de un «programa político». No podrá hacer promesas para solucionar asuntos que no le competen. Legítimamente se le podrá exigir sólo una cosa: la concepción y sentido de la posición constitucional y política del presidente; los medios que, en caso de ser electo, aplicaría para conseguirlo; los valores que defendería en su calidad de presidente de la República. De acuerdo a la Constitución, el Gobierno toma el poder o lo pierde a partir de la confianza o pérdida de la misma por parte del Parlamento. El presidente, al contrario, elegido por las dos Cámaras del Parlamento, no debe responder a éste por sus actividades y no puede ser destituido por éste. ¿Qué significa esta imposibilidad de destitución? Los gobiernos se pueden alternar, el Parlamento puede ser removido en su totalidad, puede haber nuevas elecciones, pero el presidente permanecerá en su puesto durante los cinco años de su periodo presidencial. No será un simple espectador de los eventuales cambios políticos: entre sus competencias destaca, por ejemplo, el nombramiento del Gobierno y, en determinada situación, podría disolver el Parlamento. Así que en momentos de cambios políticos o crisis sus competencias aumentan, porque precisamente el presidente será el encargado de resolver tales situaciones críticas. Por esta razón el presidente será irremovible. La irremovilidad de su cargo, más las competencias que se le adjudican determinan, según mi criterio, el papel constitucional y político del presidente checo: debe ser garante o intermediario de la continuidad del poder estatal y a la vez representante de la identidad o integridad del Estado, o sea, una especie de constante del sistema constitucional y político, una especie de «punto firme», una «última instancia», la «solución final», en medio de la evolución dinámica de la democracia.

Claro está que el presidente no puede «flotar sobre las aguas», ésta sería una postura irresponsable. Su contacto con el acontecer político diario debería tener un carácter muy específico: una especie de moderador de la contienda política, creador del espacio del entendimiento, el denominador común, el guarda de la cultura política. En resumen, en lugar de ser un «jugador», el presidente debería velar por el respeto de las reglas del juego. La autoridad del presidente debería ser más bien «estatal» o de «intereses generales» antes que «política» y su peso ha de sentirse sobre todo en momentos de situaciones extremas en las que el presidente actuaría como «árbitro». Considero que en esta presentación del papel del presidente una de sus tareas más importantes es la creación de una adecuada atmósfera política, un buen clima de la vida pública. El presidente debe concentrarse en los asuntos fundamentales para la existencia del Estado, su identidad democrática y estabilidad política. En asuntos muy concretos, el presidente ha de trabajar intensamente en lo relacionado con los derechos humanos. Puede ayudar a resolver casos concretos sin interferir en las competencias, organismos o instituciones estatales. Es de vital importancia la protección de los valores humanos sobre los cuales descansa el Estado. Mi corta estancia en las esferas de la «alta política» me ha ayudado a convencerme de que la política, en un mínimo de un 50%, la crea la psicología. Un político puede tener las competencias que desee, puede tener muy buenas intenciones, toda la verdad de su lado, el mejor equipo de especialistas y asesores, un gran talante y, sin embargo, todo esto no puede ser suficiente sino es capaz de establecer una buena relación con las personas (tanto con individuos independientes como en las masas), si no logra ganarlas para una causa justa. Por esta razón el presidente checo no tendrá una situación fácil; su influencia en los asuntos de interés general no será automática, su autoridad, confianza y su lugar bajo el sol serán resultado de un arduo y responsable trabajo diario. Y creo que esto es lo más importante de todo.

03 Enero 1993

Absurdo divorcio

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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CHECOSLOVAQUIA SE partió en dos el 1 de enero. Checos y eslovacos, que no han podido expresar su opinión sobre esta decisión traumática, aún se preguntan por qué. Tres cuartos de siglo después de haberse constituido con sus fronteras actuales, deja de existir un país que fue, en el periodo entre las dos guerras mundiales, modelo de democracia en una región dominada por regímenes autoritarios, y que desempeñó un papel de equilibrio importante en el centro de nuestro continente.La división no se debe a sofisticadas u ocultas razones o a rencores históricos insalvables. La participación conjunta de checos y eslovacos en la gobernación de Checoslovaquia se ha llevado a cabo en un clima de cooperación, sin graves incidentes. Es cierto que, en los momentos llenos de esperanza del derrumbe del sistema comunista, surgió en Bratislava una corriente nacionalista que empezó a plantear la necesidad de cambiar radicalmente las relaciones con Praga para reafirmar la personalidad eslovaca. Incluso algunos grupos llegaron a reivindicar el poco glorioso antecedente de la Eslovaquia de monseñor Tiso, creada por Hitler durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, las fuerzas nacionalistas que ganaron las elecciones en junio de 1992 -encabezadas por el actual jefe del Gobierno eslovaco, Meciar- no pedían ni la independencia ni la ruptura del Estado checoslovaco. Del voto de los ciudadanos no ha emanado ningún mandato para que se efectúe la división que ha entrado en vigor hace dos días.

La propuesta de Meciar era una Eslovaquia soberana, pero dentro de una confederación que diese continuidad, con formas nuevas, a lo que había sido históricamente Checoslovaquia. Pasadas las elecciones, se inician las negociaciones entre Meciar y Klaus, el cual había ganado las elecciones en la parte checa, pero con un programa centrado en la reforma económica. Klaus rechaza tajantemente la idea confederal: o se mantiene la federación que existe o se va a la separación. El absurdo resultado ha sido una división que, en principio, nadie quería.

Nadie: tampoco los eslovacos. Resulta curioso constatar cómo se ha extinguido la fiebre patriotera que dio lugar a manifestaciones masivas pidiendo una bandera eslovaca, un ejército eslovaco, un presidente eslovaco. El nacimiento del nuevo Estado no ha dado lugar a manifestaciones de júbilo. Se comprende: la economía eslovaca es mucho más débil que la checa y los efectos de la separación serán particularmente negativos para ella. En cuanto a los checos, que llevan mil años formando parte de complejos Estados multinacionales, el encontrarse solos de pronto les parece contra natura. Sienten nostalgia por la desaparición de Checoslovaquia, excepto una minoría ilusionada con que ahora la integración en el grupo de los países mas avanzados podrá ser más rápida.

Por otra parte, la partición checoslovaca ha sido un modelo de negociación pacífica que contrasta con la espantosa guerra que asuela los Balcanes. Los problemas tan complejos del reparto de los bienes y de las deudas han dado lugar a acuerdos precisos; la moneda común funcionará durante cierto tiempo. Sin embargo, esta partición puede acarrear graves desequilibrios en la zona centroeuropea: los 600.000 húngaros establecidos en Eslovaquia estaban más protegidos en un Estado multinacional. Sus derechos a usar su pro pia lengua han empezado a ser restringidos por las autoridades eslovacas. Ello estimula las corrientes más nacionalistas en Budapest, que ejercen una fuerte presión sobre el Gobierno.

Si la consecuencia de una ruptura absurda sólo se traduce en nostalgia generalizada por el fin de Checoslovaquia, no será muy grave. Pero cabe temer efectos mucho más peligrosos.

28 Enero 1993

El drama de presidir

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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EN 1989, Václav Havel recogió naturalmente los pedazos de la desmoronada Checoslovaquia comunista: un intelectual que había sufrido a manos de los tiranos representaba la mejor esperanza hacia el futuro. Personaje humano, autor de teatro, conversador de café, intelectual, de prestigio, líder accesible, llegaba al poder como garantía de futuro; quien ha sufrido por la libertad es quien mejor sabrá garantizarla y disfrutarla. Por eso fue preferido al otro héroe, Alexandr Dubcek, el hombre del pasado, comprometido otrora con el sistema.De hecho, Havel no quería el poder más que para utilizarlo a favor de sus conciudadanos como instrumento humanizador. En ese sentido, es el paradigma de los líderes que nacen de la derrota de los aparatos. Al acceder a la presidencia de Checoslovaquia, en diciembre de 1989, era evidente que lo hacía casi a regañadientes: rechazaba la mística de la política, le estorbaba la necesidad de compromiso, la enajenación de gobernar frente a la libertad de ser individuo.

Presidió, como se dice vulgarmente, sobre el entierro de su país sin poder hacer nada para evitar su muerte. Y cuando se suponía que, cumplido su destino, se retiraría de la política, reaparece politiqueando para ser elegido presidente de la mitad remanente de la república con que empezó. No es ilegítimo, ni es sucio. Solamente es un poco desilusionante.