31 octubre 1991

ANTENA 3 TV airea la crisis la ONCE, uno de los principales accionistas de TELECINCO

Cierra el periódico EL INDEPENDIENTE: Un fracaso para la ONCE

Hechos

El 31 de octubre de 1991 el periódico EL INDEPENDIENTE anunció su cierre.

Lecturas

Incapaz de soportar la deuda económica de El Independiente la ONCE decide poner a la venta el periódico traspasando su propiedad a Jacques Hachuel Moreno que anuncia el 30 de octubre que el cierre de El Independiente como diario para pasar a volver a ser semanario, idea que nunca se llegará a materializar, desapareciendo la cabecera en el sector de la prensa impresa. El Independiente no llegó a tener suficiente tirada como para estar sometido al OJD, pero el EGM le adjudicó una tirada de 152.000 ejemplares.

El cierre de El Independiente llevó a varios medios a culpar a la ONCE de Miguel Durán Campos y no como el resultado su gigantesco déficit económico sino como un plan del PSOE para cerrar un periódico crítico con el Gobierno socialista. Esa fue la interpretación defendida por ABC, El Mundo, Diario16, Cambio16, Tribuna, Antena 3 Radio y Antena 3 TV. En el caso de Antena 3 TV dedicó hasta dos programas de ‘La Clave’ a analizar los negocios de la ONCE y su papel en el cierre de El Independiente emitidos el 1 de noviembre de 1991 y el 29 de noviembre de 1991 evidenciando el interés del operador Antena 3 TV en hablar de una entidad que era accionista de referencia de su principal operador rival, Telecinco.

Aunque la adquisición del diario EL INDEPENDIENTE por parte de la ONCE en abril de 1991– con lo que supone estratégicamente para cualquier empresa tener un periódico de ámbito nacional editado en Madrid – podría haber supuesto el cenit de poder mediático para la organización dirigida por D. Miguel Durán, la realidad es que fue el inicio de su caída. A finales de octubre de 1991 se conoció que la ONCE vendía aquel periódico al empresario judío D. Jacques Hachuel, vinculado al banco Banesto.

31 Octubre 1991

MUERE UN PERIÓDICO VIVO

Manuel Soriano

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EL INDEPENDIENTE molesta al Gobierno, irrita a otros periódicos porque les disputa un espacio en el estrecho mercado y lo combate ese establishment que siempre mandó en España y al que se ha entregado Felipe González.

EL INDEPENDIENTE molesta al Gobierno por su espíritu radicalmente crítico, irrita a otros periódicos porque les disputa un espacio en el estrecho mercado, lo odian los sectores más conservadores del país y lo combate ese establishment que siempre mandó en España y al que se ha entregado Felipe González. Entre todos han creado las condiciones para ahogar una voz libre y heterodoxa que nació al margen de los compromisos políticos y de los intereses económicos tejidos en la transición democrática. Un periódico firmemente comprometido para que las nuevas generaciones de españoles no padezcan una pseudodemocracia y un sistema económico depredador e injusto, sino, por el contrario, que puedan disfrutar los valores superiores que proclaman nuestra Constitución: la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.

Como no podía ser menos en esta deformada cultura del dinero que domina en nuestra sociedad, se esgrimen razones económicas para tomar la decisión de cerrar un periódico que estaba vivo y cuyas ideas no morirán en la buena conciencia de quienes nos apoyaban.

Es cierto que este periódico atravesaba una difícil situación financiera, al igual que la mayoría de los diarios de ámbito nacional. Pero cuando hay voluntad de mantener una idea periodística, si no existen interferencias y presiones externas, siempre se han encontrado soluciones. Quienes han vendido y comprado la cabecera de EL INDEPENDIENTE se atienen a los fríos números para convertirla de nuevo en semanario.

Pero en medio de esta frialdad en la operación, desconocida por la dirección, ha habido mucho calor humano por parte de miles de lectores que representan a la mejor gente de este país. Las cartas, comunicados, telegramas y llamadas me interrumpen cuando escribo este artículo. La profesionalidad de los trabajadores, periodistas y escritores del diario ha sido escalofriante hasta el último momento. No tenemos sensación de fracaso, sino de derrota, porque la continuidad del diario ya no dependía de nuestros aciertos, errores ni esfuerzos, sino de algo que estaba por encima de nosotros.

En estos momentos, muchos se han dado cuenta de que este periódico era necesario, casi imprescindible. Ni mucho menos estaba muerto. Tenía 40.000 compradores, que suponen cerca de 100.000 lectores de absoluta fidelidad, las firmas más prestigiosas y comprometidas con la causa de la libertad y el progreso, una Redacción, talleres y administrativos invencibles al desánimo y unos proyectos periodísticos para acometer el relanzamiento que siempre esperó este diario. Estábamos convencidos, a pesar de los errores propios, las ingratitudes y la hostilidad externa, de que existe un espacio suficiente entre miles de ciudadanos que demandan rigor informativo y radical independencia, porque están hartos de los canales oficiales – públicos o privados – que intoxican a la opinión pública.

Larra, en el siglo pasado, ya advirtió irónicamente que lo que no se puede decir, no se debe decir. Nosotros hemos dicho musas veces lo que no se debía decir. Y no porque tuviéramos prejuicios y nos alimentáramos de oposición al Gobierno, sino porque, desde el principio, apostamos por no ser dóciles y sumisos. Cada uno de nuestros lectores que se aceraba cada mañana al quiosco habrá comprobado que no tuvimos otra servidumbre que la de la verdad, y la buscamos, a veces erróneamente, por los caminos de la libertad. Esa libertad sí que la hemos vivido, jamás la censura ha entrado en esta casa.

Deseo que el nuevo semanario pueda mantener el compromiso de la cabecera, la libertad está tus manos. Como dice hoy El Roto, le digo a los queridos lectores: ‘tranquilos, muchachos, los derrotados somos invencibles’.

Manuel Soriano

31 Octubre 1991

ADIÓS

Antonio Gala

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Unos ciegos reales y otros metafóricos han cerrado la romántica historia de este diario que, desde su número cero, creyó en la realidad de los ideales y reprochó a quienes la impedían. Vivimos tiempos tistes, en que son los mercaderes quienes expulsan del templo a los redentores, antes de empujarlos a la muerte de cruz. Sólo queda desear mejores tiempos, pero ¿vendrán si no los provocamos, si no luchamos juntos por traerlos? Créanlo los lectores, para la libertad y la verdad no hay últimas troneras. Cualquier mañana, en cualquier otro sitio, se abrirá una nueva esperanza.

Antonio Gala

03 Noviembre 1991

Un periódico

Francisco Umbral

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Cuando un periódico se quema algo nuestro se quema. No sólo nuestro, de los periodistas, sino nuestro de nosotros, de ustedes, de la democracia, de la libertad, de la expresión. Los incendios forestales del periodismo ya han empezado. La versión directa de Pablo Sebastián es que EL INDEPENDIENTE lo compra Durán por orden de Guerra para reconducirlo o darle cristiana sepultura. Lo que no se podía aguantar ya era tanta oposición crítica y tan fina, un independentismo de salón, con buena ortografía, un periódico hecho de izquierdismo y conducta, pero no un panfleto tirado a cordel, no un pliego de cordel tirado a minerva, sino un criticismo elegante, intelectual, de caligrafía inglesa y estilo reflexivo, desde el estilete o relámpago corto de Antonio Gala al barroquismo atardecido, contundente y rojo de Raúl del Pozo, ese Mailer de Cuenca. Esto no podía ser, como tantos grandes y hermosos sueños de Luis González Seara, el hombre que no descompone la figura ni cuando ataca ni cuando encaja. Más la presencia abrumadora del Nobel Cela, el mayor creador español en prosa de medio siglo, testimonio y acusación, con sólo su firma, del personalismo cesarista de Felipe González y su política cultural o sus malos confidentes literarios (de los. que ya se va deshaciendo). Esto no podía ser, ya digo. En los mentideros de Madrid y escalinatas de San Felipe brujulean toda clase de versiones, aunque yo me atendría a la de Pablo, cuya cabeza colgó Durán a la puerta de su kiosco del cupón. Ahora el asunto ha dejado de ser periodístico para ser financiero, transaccional, de mercadería, y ahí es donde se va perdiendo la esencia y sustancia del papel, su sentido y estilo, su asiduidad y personalidad. Todo periódico cabe en una democracia, incluso los antidemocráticos (Azaña se equivocó cerrando prensa de derechas). «Cuando caía un español se mutilaba el universo», dice un poema de José Hierro. Cuando cae un periódico se mutila la democracia, la libertad, la vida. Pero es que, a mayores, un periódico como EL INDEPENDIENTE de Pablo/Seara es florón y decoro de una democracia avanzada, madura, europea. ¿Minoritario? Por las minorías, por las cosas minutísimas se conoce a las personas, los países y los sistemas, más que por el verbeneo hortera de las televisiones o de otros periódicos y revistas, que hablan más alto para no decir nada. EL INDEPENDIENTE era un lujo de nuestra democracia, y en nuestros lujos nos manifestamos y realizamos más que en nuestras necesidades, que son comunes, mostrencas, generales, impersonales, primarias y consabidas. Cuando todos hacemos palotes y escribimos nuestras diatribas y metáforas en papel de cartas de soldado, en papel pautado de criada, para no torcer el renglón ni la intención, EL INDEPENDIENTE estaba haciendo letra inglesa y eso no se paga con dinero ni con el cuponazo ni con moneda judía ni con papel del Estado. Eso no se paga ni se compra ni se vende. Larra hubiese escrito en EL INDEPENDIENTE, que era un periódico esproncediano, de un progresismo romántico, de un actualismo como alumbrado, pese a todo, con luz de gas. Las verdades, las denuncias y las prosas de El Independiente parecían escritas bajo un quinqué. Entre los políticos, los agiotistas, los intermediarios, los profesionales del dinero y los ciegos han organizado el entierro de un gran periódico, de una «inmensa miniatura» periodística. Entierro romántico, también, tarde decimonónica de Madrid (el periódico era muy madrileño), como cuando los del 98 mudaron a Larra de cementerio y Azorín llevaba en la mano un pie que se le había soltado al muerto. Yo guardaré este último número de EL INDEPENDIENTE como el pie de Larra, que por algo la cosa ha sido en los días de Difuntos. Aquí yace la libertad.

Francisco Umbral

02 Noviembre 1991

Cuando desaparece un buen periódico

Víctor de la Serna Arenillas

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CON Pablo Sebastián y con Manuel Soriano, El Independiente ha sido un buen periódico, una publicación profesional y pulcra que ha merecido la atención y el respeto de los periodistas de otros medios. Es el primer dato que se debe recalcar en la hora de su desaparición, al menos como diario. No se podría decir lo mismo de otros periódicos recientemente fenecidos o de alguno de los que siguen en los kioscos del país. Las sólidas columnas de opinión y análisis, las contribuciones literarias de Camilo José Cela o Antonio Gala, una información internacional amplia y ponderada, un tono muy madrileño configuraban un conjunto sólido aunque un tanto elitista, quizá minoritario, en sus ambiciones. «Podría ser un buen «cult newspaper»», decía un corresponsal británico en Madrid, refiriéndose a esas publicaciones que, como el Christian Science Monitor, Rolling Stone o Granta, se ganan la adhesión incondicional de sus lectores. ¿De cuántos lectores? He aquí la clave. Por designio o por fatalidad, El Independiente nunca pudo romper el hielo y alcanzar difusiones importantes que asegurasen su viabilidad.

En contra de algunos de los análisis que se están haciendo estos días, desde el apasionamiento más que desde la reflexión, la libertad de expresión no significa que todos puedan mantener un periódico sean cuales sean sus circunstancias; significa que todos pueden intentar lanzarlo a la calle, y luego el mercado dirá. El mercado son miles de personas que votan con sus 80 pesetas cada mañana, y los anunciantes que vienen tras ellas. Y si no hay suficientes lectores y anunciantes, si las pérdidas económicas se disparan, el mercado cierra las publicaciones. (Un enviado especial a la Conferencia de Madrid se llevaba las manos a la cabeza, impresionado, al saber que el recién clausurado diario perdía dinero a un ritmo de 25 millones de dólares anuales). ¿Es justo que El Independiente no haya logrado ese respaldo? Muy posiblemente, no. ¿Por qué ha sucedido? Quizá porque en los ojos del público no dejó nunca de ser un semanario, pese a su cambio de periodicidad; quizá porque, en el rigor muy anglosajón de su presentación, se parecía un poco excesivamente a periódicos ya existentes y no marcó con nitidez su propia personalidad diferenciada. (Un proyecto de relanzamiento, presentado el jueves de forma «póstuma» por el periódico en su último número, quizá respondía a ese reto). Pero todo ello es ya académico. Y uno, que pasó por el trago -que recuerda Raúl del Pozo- del vergonzante traspaso de Informaciones, comprende muy bien los sentimientos que se agolpan hoy en las cabezas de sus redactores. (Una última duda: ¿era El Independiente ese paradigma de izquierdismo que muchos de los que han escrito estos días dicen que ha sido? Un ejemplo: el profesor Aranguren. Uno tuvo siempre la impresión de una sana independencia, acorde con la cabecera del periódico. Ver ahora detrás de los sucesos de los últimos días una confabulación de reaccionarios y neoliberales no resulta tan fácil).

Se ha organizado un revuelo tremendo con la aparición, como suplemento de la revista Tiempo, de una «Guía de los mejores médicos de España» en cinco volúmenes, patrocinada por Medytec, que parece ser un servicio de seguro médico privado. El Colegio de Médicos amenaza con acciones en justicia y con expedientes a los médicos que han suministrado sus datos personales a esta guía, que considera de carácter publicitario. (Las normas deontológicas de los médicos colegiados españoles les prohíben anunciarse). La idea recuerda la que hace unos meses desarrolló U.S. News & World Report: una lista de los mejores hospitales de Estados Unidos. Claro que entonces se consultó a todos los médicos del país, y el resultado fue una encuesta impresionante e impecable. Esta vez, el instituto OTR/IS (del Grupo Z, el mismo que edita Tiempo) ha entrevistado «aleatoriamente» a 250 médicos, en seis ciudades, de los 130.000 que practican en España, y aunque proclama que existe «un error para el conjunto de la muestra de más menos 6,3%», uno no puede evitar sonreír ante la seriedad y el resultado de la miniencuesta, que «fue ampliada con entrevistas cualitativas (…) para completar las listas en alguna especialidad de los que (sic) el número de menciones era escaso y diverso». ¡Viva el rigor metodológico! Total: que, al menos por esta semana, Tiempo no es U.S. News & World Report.

Mitchell Stephens escribe sobre «La influencia internacional del periodismo norteamericano» en ABC: «Lawrence Malkin, corresponsal del Herald Tribune, recuerda cómo le contó un alto funcionario francés por qué considera necesario leer este periódico: «En él hay datos», explicó el francés. Los directores e informadores norteamericanos, aunque, por supuesto, tienen sus tendencias, siguen siendo menos agresivos en cuanto a la imposición de esas tendencias en sus escritos que los periodistas de otros países, en especial los países europeos. Esta insistencia en los «hechos» por encima de las ideologías es un fuerte argumento de venta en el superpoblado mercado de noticias internacional». (Más adelante, en el mismo texto, una errata o un desliz «freudiano» de traducción tienen este precioso resultado: la información televisiva norteamericana, afirma Stephens, «desespera a los teóricos políticos, pero atraca a un público enorme»).

04 Noviembre 1991

El trago amargo de Miguel Durán

Jesús Cacho

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Que el director general de la ONCE, Miguel Durán, es un hombre ambicioso está fuera de duda. «A mí me gusta que me entreviste Pilar Urbano – suele decir el galán a sus íntimos – porque me pregunta por Gorbachov…». Y no está mal un poco de ambición, no señor, qe sin ambición no se puede llegar lejos, pero el problema del director general de la Organización Nacional de Ciegos Españoles es que quizá esa ambición ha alcanzado el tamaño de los superávit financieros de la ONCE, capaces de desestabilizar de un plumazo al más pintado de los grupos empresariales españoles.

¡Qué gran presidente del Gobierno hemos perdido en Durán! Ya se lo dijo un 9 de diciembre del 88 el propio Miguel a Javier de la Rosa. Aquel día Antonio Asensio, propietario del Grupo Zeta, ofreció de hombre bueno con un almuerzo en su domicilio barcelonés en el que De la Rosa y Durán abordaron la compra por la ONCE del paquete que KIO, con los Albertos como socios, poseía en Cartera Central. Miguel Durán, pretórico de moral, estaba dispuesto a adquirir el 48% que los árabes poseían en la sociedad en todo o en parte, y aun se atrevió a insinuar su secreta intención futura de sustituir a un Miguel por otro Miguel dentro de Cartera Central. El Miguel a sustituir no era otro que Miguel Boyer, el antiguo superministro, de lo que se colige que las miras del Miguel de la ONCE han siempre de lo más elevadas.

Por aquel entonces la ONCE aparecía a los ojos de los españole como una organización modélica, que prestaba un servicio inestimable a un colectivo de personas afectadas por una minusvalía tan dura como la carencia de visión. La ONCE era una organización sujeta a la tutela del Gobierno, garante y gerente de unos dineros considerados sagrados por razón de sus fines, merecedores del más exquisito de los tratos en el manejo y evaluación de los riesgos a que debían ser sometidos.

La aventura de Cartera Central marcó el inicio de una carrera sin final por parte de un hombre que comandaba la ONCE con un poder casi absoluto. Durán apareció como beligerante en muchas de las más enconadas batallas financiero-empresariales que se han librado en los últimos años. Su aparición como un huracán en los medios de comunicación le ha ocasionado, al decir de algunos de sus propios colegas del consejo general, más de un quebradero de cabeza y un daño quizá irreparable a la organización que dirige. En la montaña rusa en que se embarcó no faltaron los choques hasta con el propio Gobierno socialista o con algunos de sus miembros.

Pues bien, ahora parece que Durán está empezando a recoger los frutos amargos de esa loca carrera hacia el poder y a gloria. Miguel Durán se encuentra solo y aislado dentro y fuera de la organización, donde aguardan la llegada del momneto adecuado para dejarle caer como fruta madura. Su único sostén sigue siendo Santiago Muñoz Machado, el abogado en quien muchos ven al verdadero cerebro en la osmbra de la ONCE, y que curiosamente también compartía mesa en casa de Antonio Asensio aquel 9 de diciembre de 1988.

Los soportes de Durán han desaparecido, porque el guerrismo no está ahora para batallas suplementarias. Y en frente, una amplia panoplia de contrincantes que parecen dispuestos a pasarle factura. Carlos Solchaga, su enemigo declarado, está al acecho. Izquierda Unida va a por él, y José María Aznar no se le pone al teléfono. Y como fin de fiesta, el poderoso Jesús Polanco, dispuesto a llevárselo por delante con la ayuda de sus fieles mastines ab-del-kaderes [por Augusto Delkader, directivo de la Cadena SER], de pura raza marroquí, molestos por la competencia de Onda Cero. Miguel Durán está solo. «Han puesto precio a mi cabeza», dice estos días con rabia y desconsuelo el correoso Miguel.

02 Diciembre 1991

Del MADRID a EL INDEPENDIENTE

Ildefonso Soriano

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Se cumplen 20 años del cierre del diario MADRID, este aniversario que hoy recordamos no debía de haber existido. De igual forma que tampoco debió existir ninguna ley que autorizara al Gobierno una medida tan grave como decretar la muerte de un periódico. Sólo los tribunales deben ser competentes para decidirla. De lo contrario, la libertad de prensa sería una intención, una mera declaración.

Sin embargo, también hoy, 20 años después, una ley, la Ley de Ordenación de las Comunicaciones, puede obtener unos resultados similares a los de la temida Ley de Prensa e Imprenta de 1966. Podrá cerrar emisoras de radio. La libertad de expresión y la libertad de información vuelven a estar cuestionadas, ahora con el Gobierno socialista, y a pesar de lo que se preceptúa en el artículo 20 de nuestra Constitución.

Los medios de comunicación no pueden ser considerados como meras empresas mercantiles. Se sabe que juegan un papel muy importante en las auténticas democracias. A veces, incluso más perfecto que el de los partidos políticos. Ese papel es el de hacer posible el diálogo, la comunicación entre los ciudadanos y la de éstos con el poder; el de apoyar y fiscalizar los gobiernos. Y son ellos, los gobiernos, los que los necesitan más que nadie. Aunque más todavía interesan a la comunidad, pues sin unos medios de comunicación libres no podrá existir verdadera libertad en una moderna sociedad pluralista.

MADRID es el caso más mítico de la historia moderna del periodismo español. Fue el vespertino madrileño el que descubrió numerosos caminos que estaban cerrados o permanecían ocultos y llenó de claridad muchas ilusiones. También fue el símbolo de la inflexibilidad de un régimen. Por todo ello, recordamos su sitio entre la prensa española. Ese lugar que jamás debió dejar vacío cuando propugnaba el derecho fundamental de la libertad de expresión. Cuando contribuía a la creación del estado de derecho frente a los atropellos dictatoriales. Cuando defendía la democracia, la sociedad pluralista y, en fin, todos los ideales que conforman la España de hoy y la España del futuro.

Aunque está lejos en el tiempo, el affaire del diario MADRID tuvo tal resonancia en la sociedad que, aún hoy, 20 años después de su cierre, permanece intacto en nuestras memorias.

La vida del Diario MADRID tuvo tres etapas. En la primera (1939-1960) el periódico camina de la mano de su fundador, primer propietario y director, Juan Pujol Martínez, y de la del régimen que le concede la licencia para poder fundar un periódico y pone a su disposición EL HERALDO DE MADRID, que había sido incautado. La segunda (1962-1966) comienza con la venta del periódico a la sociedad Fomento de Actividades Culturales Económicas y Sociales (FACES) y el paso paulatino de posiciones conservadoras a otra más liberales. La tercera (1966-1971), la etapa independiente, se inicia con el nombramiento de Rafael Calvo Serer como presidente del consejo de administración de FACES. Esta se caracterizó por los graves conflictos con la Administración. En ella sufrió por razones políticas cerca de 20 expedientes administrativos, con un total de multas que ascendieron a más de un millón de pesetas. Fue objeto de dos secuestros y de dos suspensiones sucesivas acordadas por el Gobierno, de cuatro meses en total. La muerte del MADRID se producía el 25 de noviembre de 1971. El ministerio de Información y Turismo acordada cancelar la inscripción del periódico en el Registro de Empresas Periodísticas. El ministro Alfredo Sánchez Bella no pudo fundamentar el cierre en el contenido del periódico y tuvo que utilizar el pretexto de supuestas irregularidades administrativas cometidas en la financiación del MADRID y en la composición de su accionariado.

El trágico fin del MADRID se repite 20 años después en EL INDEPENDIENTE que desaparece por mor de su actitud política crítica que sigue incordiando. Su desaparición pone en entredicho la participación de la ONCE en los medios de comunicación y puede apagar su estrella, Miguel Durán.

Ildefonso Soriano

El Análisis

POR ENCIMA DE TODO... ¿APORTABA DINERO EL INDEPENDIENTE?

JF Lamata

En este mundo capitalista, el empresario que apuesta por crear o comprar un periódico es para ofrecer un servicio que le permita ganar dinero, es decir, tener ganancias. El diario EL INDEPENDIENTE, que tenía unos gastos brutales en presupuesto (algunos de sus columnistas diarios cobraban cifras verdaderamente astronómicas como D. Camilo José Cela) y no tenía suficientes ganancias como para justificar su permanencia en el mercado, salvo que su empresa tuviera suficiente dinero como para permitirse el lujo de perder esa cantidad a cambio de recuperarla por otro lado.

El Sr. Hachuel, aparentemente, no tenía suficiente dinero como para permitirse sostener al deficitario EL INDEPENDIENTE. La ONCE sí, pero… ¿qué ganaba con mantenerlo a parte de convertirse en blanco del resto de los medios?

D. Miguel Durán – que se dio cuenta tarde de que había comprado un muerto – había quedado ‘tocado’ ante aquella crisis, tanto de cara a su imagen pública, como de cara a su situación interna en la ONCE.

J. F. Lamata