5 febrero 1998

La mujer que puso su voz para que los padres creyeran que seguía viva, condenada a seis meses de prisión

Condenados los asesinos de Anabel Segura, Emilio Muñoz y Cándido Ortiz, a 39 años de prisión, Felisa García quedará libre

Hechos

EL 5.02.1998 se hizo pública la condena a los acusados por el asesinato de Dña. Anabel Segura.

Lecturas

 Dña. Anabel Segura, la víctima.

05 Febrero 1998

Seis meses

Federico Jiménez Losantos

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La sentencia de seis meses de cárcel contra Felisa, la tercera en el asesinato de Anabel Segura, plantea un asunto de tanto interés como difícil solución: el carácter plural que tienen los juicios en la era de la televisión. Inútil ignorarlo o clamar contra los juicios paralelos, porque siempre que uno puede tener opinión sobre un caso hace un juicio paralelo al del juez. Quizá sería más correcto hablar de juicio simultáneo, puesto que no se juzga y se condena a la cárcel, como puede hacer el magistrado, sino que al tiempo que la persona juzgada sale a la calle o sale camino de la cárcel a cumplir una pena, cada cual lo condena o lo absuelve en su fuero interno y toma así parte en la administración de justicia, con minúsculas. Es un juicio que se limita a la opinión, tan moral como necesario.

El carácter televisado de los juicios sorprende sólo porque hasta ahora la Justicia tenía un carácter teatral, pero no porque antes no hubiera puesta en escena y papeles repartidos, además de aplausos y abucheos en el público. Ni siquiera el elemento democratizador que muchos aplauden en la Justicia actual faltaba en la Justicia medieval o de cualquier época, porque lo ejemplarizante es connatural al hecho de juzgar en público y siempre que se ha creado algo parecido al Derecho y se ha buscado una Ley medianamente justa se ha tratado de conseguir el aplauso de la gente. No vamos a descubrir ahora que el Poder, sea cual fuera, precisa de legitimación y que de una u otra forma la legitimidad participa de la democracia. Lo que nos sorprende es que ahora veamos al público de juicios como el del asesinato de Anabel Segura tan claramente como vemos al propio juez. Y que de esta pena de seis meses -sólo seis meses- que hoy comenta toda España, tenemos perspectivas de la sala y del estrado, del banquillo y de la sentencia. Vemos, en fin, una película de la que, en última instancia, participamos siquiera como extras.

Yo no dudo de que la sentencia casi absolutoria de Felisa se haya ajustado a la letra de la Ley, como tampoco dudo de que el juez sabe que no se ajusta al espíritu y como estoy seguro de que el fiscal sabía que condenaba al juez a ser crucificado por la opinión pública cuando dijo aquello tan peregrino de que el nuevo Código Penal era más o menos una incitación al asesinato, porque salía gratis. Ya en ese momento, sin saber de leyes, muchos sospechamos que Felisa iba a irse de rositas, porque Derecho no habremos estudiado pero de fiscales vamos sabiendo bastante. Y nada bueno, por cierto.

Se dice que los condenados a 40 años, que son 30, pueden salir a la calle en seis y aunque habrá instancias intermedias, en el ámbito carcelario más que en el rigurosamente penal, que son las que decidirán sobre la suelta de los asesinos, en la opinión pública queda registrado un dato terrible: de tres juzgados por participar en un crimen atroz y sobre el que tienen formado juicio, dos escapan con seis años de cárcel y la tercera con seis meses. Volverá a reproducirse el debate sobre el nuevo Código Penal, se discutirá en los medios de comunicación acerca de las penas y no habrá acuerdo sobre lo que Boyer llamó en tiempos de Rumasa «orgía jurídico-formal», o sea, sobre la letra de la Ley y el espíritu de Justicia. Yo empiezo a creer que en estos tiempos de lo único que se fía la gente es de los juicios llamados paralelos. Es la única justicia de la que podemos fiarnos. Aún.