6 diciembre 1995

Para el PSOE el nombre de 'Carmen Salanueva', como el de 'Julián Sancristobal' o 'Luis Roldán' queda ya vinculado con la corrupción

Corrupción felipista: Carmen Salanueva, directora del BOE con Felipe González, condenada a 4 años de prisión por estafa

Hechos

En diciembre de 1995 Dña. Carmen Salanueva, la ex directora del Boletín Oficial del Estado (BOE), fue condenado a 4 años de cárcel por estafar invocando el nombre de la Reina para apropiarse de cuadros y otras obras de arte.

Lecturas

Junto a la estafa con la compra de papel del BOE Carmen Salanueva había cometido un caso de corrupción mucho más ridículo que, por puro ridículo iba a resolverse judicialmente de manera mucho más rápida: el robo de cuadros con valor de trece millones de pesetas utilizando los nombres de la Reina Sofía y de Carmen Romero, la esposa de Felipe González. El episodio de los cuadros fue el primero que llevó a Salanueva al banquillo de los acusados en un juicio cuya sentencia fue hecha pública el 7 de diciembre de 1995. En ese proceso la ex directora del Boletín Oficial del Estado socialista Carmen Salanueva fue condenada a cuatro años de prisión por un delito continuado de estafa. La juez consideró acreditado que Salanueva, con evidente ánimo de lucro, trazó y ejecutó un plan para hacerse con las obras de varios artistas haciendo creer que tenía amistad con la Reina Sofía y la esposa de presidente del Gobierno (obras que acabaron en su domicilio particular).

El valor del material robado en ese ‘tráfico de influencias’ era de 13.700.000 pesetas. La acusada se aprovechó de que en función de su cargo de directora general del BOE era creíble que pudiera ser amiga de Su Majestad la Reina Sofía y de Carmen Romero. Salanueva hizo creer a los artistas que aquellas obras iban a ser expuestas en una exposición itinerante con motivo del Quinto Centenario del descubrimiento de América. De no ser por el engaño no le hubieran dado sus obras a la directora del BOE, que se hizo con ellas, de acuerdo a la sentencia con evidente ánimo de lucro. Carmen Salanueva aprovechó sus contactos con la propietaria de la galería de arte Sokoa para conectar con los artistas, como el pintor Fernando Rivero, a quien Salanueva engañó haciéndole creer que la esposa del presidente del Gobierno, Carmen Romero, y Su Majestad la reina estaban interesadas en comprar sus cuadros.

El pintor entregó a Salanueva una de sus obras y un bajorrelieve realizado por su padre con el fin de que esta se lo hiciera llegar a la Reina Sofía como regalo para el Rey Juan Carlos el día de su onomástica. Días después, Rivero recibió una llamada de una mujer que, tras identificarse como la Reina le agradeció el regalo y le encargó un cuadro para el día del cumpleaños de su marido. El artista también recibió una llamada de otra mujer que dijo ser Carmen Romero. Ambas eran impostoras contratadas. La misma estrategia con Rivero fue mantenida con el artista Antonio Moreno López. Carmen Salanueva se convirtió así en la primera autoridad del Gobierno socialista condenado por corrupción. No obstante, Salanueva no llegó a ser condenada por el caso de corrupción más gordo: el del fraude del papel del BOE, ya que falleció antes de que se celebrara el juicio: en el año 2000, quedando extinguida con su muerte toda la responsabilidad que pudiera tener en ese tema.

La juez Lucía María Torroja impone dicha pena a Salanueva por delito continuado de estafa, y el fallo la condena además a suspensión de todo cargo público y derecho de sufragio durante el tiempo de la condena. Sin embargo, Salanueva puede recurrir en un plazo de diez días ante la Audiencia Provincial de Madrid, por lo que de momento no ingresará en prisión.

La resolución señala que las obras objeto de la estafa están tasadas en 16.900.000 pesetas, y recuerda que en el registro practicado en el chalé de Salanueva se hallaron todos los cuadros. La magistrada declara probado que Salanueva había trabado amistad con María Luisa Gurrea, propietaria de la galería de arte Sokoa de Madrid, que conocía que la acusada era directora general del BOE.

Salanueva se personó un día en la galería, donde manifestó que a Carmen Romero le gustaba mucho la obra del pintor Fernando Rivero, por lo que ambas acordaron con éste una visita a su estudio para que la acusada escogiera un cuadro. Esta se identificó en dicha visita, que se efectuó en mayo de 1989, como directora general del BOE, y manifestó que Carmen Romero no había podido acompañarla al estudio, como era su deseo. Salanueva escogió para Carmen Romero un cuadro, «Balanza con uvas», valorado en 1.800.000 pesetas, que la acusada abonó. El pintor recibió posteriormente una llamada de quien se identificó como Carmen Romero para invitarle a «La Bodeguilla» del palacio de La Moncloa, ante lo cual pintó un cuadro, «Capullo de Rosa» o «Rosa Roja», valorado en 700.000 pesetas, para regalárselo, y otro, «Nueces», para la acusada, en agradecimiento a sus gestiones.

El pintor realizó otro cuadro, «Un tazón de uvas», valorado en 800.000 pesetas, que pensaba regalar a Carmen Romero en su visita a La Moncloa, aunque la acusada le convenció para que se lo entregara, manifestándole que lo haría llegar a su destino. La sentencia señala que Salanueva hizo llegar tiempo después al pintor, a través de la propietaria de la galería, el deseo de la reina Sofía de regalar uno de sus cuadros al Rey, con motivo de su onomástica. Añade que «como no tenía ninguno disponible digno de él, el pintor pidió a su padre, el orfebre Carlos Rivero, que regalara al rey Juan Carlos un bajorrelieve con el perfil del monarca en plata repujada y cincelada», obra que realizó y valorada en 300.000 pesetas. Salanueva manifestó en octubre a la galerista que la Reina iba a llamar al pintor a su estudio y éste recibió una llamada de una mujer, que se identificó como «Doña Sofía», que le agradeció el regalo de la placa y le encargó un cuadro para el cumpleaños del Rey, en el mes de enero de 1990.

El pintor realizó en diciembre de 1989 tres cuadros, que fueron retirados de su estudio para la supuesta elección en La Zarzuela de uno de ellos, que fue el titulado «Violín y cuadernillo de música», valorado en tres millones de pesetas, que el pintor vendió en un millón por habérsele manifestado que éste era el presupuesto que tenía la Reina. La acusada manifestó en los primeros meses de 1991 a María Luisa Gurrea que a la Reina le encantaba también la pintura de Antonio Morano, quien le regaló un cuadro. Salanueva solicitó ese año a la propietaria de la galería que convenciese a artistas que exponían en la misma para que donasen obras para una exposición itinerante de pintura española que iba a efectuarse en el Museo de Arte Contemporáneo y en la Casa de España en Nueva York.

09 Diciembre 1995

Timo imperfecto

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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No es un asunto menor el que ha llevado a Carmen Salanueva, directora general del Boletín Oficial del Estado entre 1984 y 1991, a ser condenada a cuatro años de cárcel por estafa continuada. Pero esto es sólo la primera parte. Sobre esa funcionaria, que anteriormente fue coordinadora general del Plan Nacional para el Sindrome Tóxico, pende también la acusación de haber estafado al Estado contratando el suministro de papel a precios un 40% superiores a los de mercado. A diferencia de otros casos de corrupción ocurridos en la segunda mitad de los ochenta y comienzos de, los noventa, éste fue detectado por la propia Administración. Es el único argumento que puede invocar como atenuante el Gobierno que nombró y mantuvo en altos cargos a esta timadora.Utilizar engañosamente el nombre de la Reina o el de la esposa del presidente del Gobierno para conseguir de varios artistas la donación de obras de arte su venta a precios ventajosos no sólo es revelador de la muy peculiar personalidad de la condenada. Pone de manifiesto, ante todo, un concepto del ejercicio del poder y de la función. pública propio de sociedades anómicas: sin leyes y sin pautas morales. Cuestiona, sobre todo, el sistema de selección que ha permitido en estos anos que personas sin preparación ni otro principio que, su conveniencia pudieran, acceder a puestos y cargos de responsabilidad pública. Carmen Salanueva es alta funcionaria desde enero de 1983, un mes después de la toma de posesión del primer Gobierno socialista. A raíz de las primeras de nuncias contra su gestión en el BOE, se definió a sí misma como «una funcionaria pura y dura». Sin embargo, lo que hoy se sabe de ella la presenta como precisamente lo contrario de lo que se espera de un funcionario leal: alguien que se sirve del cargo para sus intereses y caprichos personales. Cómo una persona así, capaz de imitar la voz de doña Sofía y de Carmen Romero para timar a un pintor, pudo merecer la confianza del ministro que la nombró, Javier Moscoso, es un misterio que, lamentablemente, no es clarece la condena ahora dictada.

Las obras de arte de las que se apropió, por un valor de más de 13 millones de pesetas, han podido ser devueltas a los artistas a los que engañó; pero eso no será posible en el otro caso pendiente: el del fraude en la compra de papel para imprimir el BOE. Cualquiera que sea el veredicto de los tribunales, los más de 500 millones de pesetas estafados por esa vía no podrán ser devueltos a los contribuyentes.

Salanueva se enfrenta a una petición de 12 a 20 años de cárcel acusada de malversación de caudales públicos y enriquecimiento personal mediante la compra a un precio artificialmente aumentado del papel prensa destinado a la elaboración del BOE durante los años 1989, 1990 y primeros meses de 1991. Hay que decir, sin embargo, que la investigación que condujo a detectar ese fraude fue instada desde la propia Administración. Fue su sucesora en el cargo, Beatriz Martín, quien alertó a la Intervención General del Estado sobre supuestas irregularidades de gestión, y el entonces ministro de Relaciones con las Cortes, Virgilio Zapatero, quien la despidió y trasladó al fiscal los resultados de la investigación interna realizada. Dos años antes, la sección sindical de CC OO en el BOE ya había denunciado lo que consideraba derroches de Salanueva en obras de acondicionamiento, viajes y comidas en restaurantes de lujo. Si esas denuncias hubieran sido tomadas en consideración, al menos como síntoma, es posible que el fraude hubiera sido detectado antes.