23 marzo 1982

La brutal represión militar no sólo no desaparecerá, sino que aumentará

Derribado el dictador de Guatemala, Lucas García y reemplazado por Efráin Ríos Montt, que encabezará su propia dictadura

Hechos

El 23.03.1982 el General Efráin Ríos Montt asumió el cargo de Jefe de Estado de Guatemala tras un golpe de Estado.

Lecturas

El general Efraín Ríos Montt encabezaba la junta militar que se ha hecho cargo del poder en Guatemala, tras el derrocamiento del presidente Romeo Lucas.

Al asumir el poder, Ríos Montt ha asegurado que conducirá el país a la ‘victoria contra la guerrilla’, según ha sido revelado por misteriosas instancias metafísicas.

El nuevo hombre fuerte de Guatemala pertenece a una secta religiosa llamada iglesia del Verbo (pentecostal) y se considera predestinado para salvar Guatemala de la amenaza comunista.

Nacido en 1927, Ríos Montt fue jefe del estado mayor del ejército, y en 1973 abandonó su uniforme para presentarse como candidato a las elecciones presidenciales.

Su triunfo calificado de fraudulento, fue anulado por un golpe militar encabezado por el general Laugerud García.

Los discursos de Ríos Montt, cargados de citas bíblicas y de comentarios apocalípticos son objeto de duras críticas por parte de la iglesia.

El nuevo gobierno tendrá que hacer frente a un recrudecimiento de la guerrilla.

26 Marzo 1982

Ajuste de cuentas en Guatemala

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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HAY NUMEROSAS razones, aunque todavía no haya información suficiente, para mantener muchas reservas frente al golpe de Estado de Guatemala. Las fórmulas de acabar con la corrupción, restablecer los derechos humanos y volver a la democracia han sido utilizadas en cada uno de estos movimientos -tantos en Guatemala que ya parecen la forma normal de cambiar los poderes en el país-, y ninguna de estas promesas se ha cumplido jamás. Lo que en principio parecía un movimiento de oficiales jóvenes cansados de una caduca cúpula de mandos (lo cual tampoco sería una garantía de solvencia) se canalizó inmediatamente hacia viejos generales y viejos políticos, en lo que parece un ajuste de cuentas, un episodio más de los antiguos y perennes enfrentamientos entre distintas familias militares.Emerge el general Efraín Ríos Montt frente al general Romeo Lucas y su sucesor, nombrado de forma que las últimas elecciones coincidieran con esa designación, el general Angel Aníbal Guevara, que era aún ministro de Defensa hasta su toma de poder, pero que estaba descansando en Estados Unidos; descanso insólito en un ministro de Defensa de un país en plena guerra civil y con amenazas muy concretas de levantamiento. Los suspicaces creen ver en este viaje el deseo de desaparecer de momento, bien por su información propia, bien porque Estados Unidos le advirtiera de algo. La amenaza de gol pe estaba hecha por el movimiento anticomunista, que había dicho ya que, si los resultados electorales no eran legales, marcharía sobre el palacio presidencial. Lionel Sisniega, que aparecía como vicepresidente en la candidatura anticomunista (que encabezaba Mario Sandoval), hizo una repulsa y una impugnación legal de las elecciones; ha sido el portavoz oficial de los sublevados. En cuanto a Efraín Ríos Montt, está impugnando elecciones y discutiendo la legalidad del país desde, por lo menos, el año 1974, cuando en las elecciones del 3 de marzo apareció en segundo lugar -encabezando dos partidos: la Democracia Cristiana guatemalteca y el Frente Unido Revolucionario Democrático-, bajo el candidato oficialista, el general Laugerud; impugnó, pero el Congreso confirmó el 12 de marzo la validez de la elección de Laugerud (a quien sucedió, en 1978, Romeo Lucas, depuesto ahora, después de haber cedido el poder por sospechosa vía electoral a Guevara).

Aparte de la ilegalidad intrínseca del golpe o ajuste de cuentas, éste significa una ruptura de la situación anterior. ¿En qué sentido? Podría verse en él una situación parecida -dentro de lo relativo- a la que se planteó en El Salvador el 15 de octubre de 1979, cuando un grupo de militares destituyó al general Romero y formó una Junta en la que participaron civiles -de la Democracia Cristiana, preferentemente-, y cuyo residuo -después de depuraciones, fugas y renuncias, como la del coronel Majano- es el esquema de poder que apoya hoy Washington, y que se apresta a celebrar elecciones tan dudosas, por lo menos, como la de El Salvador el próximo domingo, en un país bañado por la sangre y el terror. La cuidada discreción del Departamento de Estado ante los sucesos de Guatemala da a entender que, por lo menos, sospecha que esta Junta guatemalteca puede intentar una apariencia de legalidad que ya no amparaba la sucesión Romeo Lucas-Aníbal Guevara.

El intento de los protagonistas de esta nueva situación de mantener una apariencia de regreso a la democracia y de creación de una nueva imagen del poder en Guatemala no parece, por las características del golpe y por lo que se sabe de las personalidades ascendidas, destinado a un gran futuro: tendrían que variar enteramente los planteamientos sociales del país, y en un plazo muy breve; y quizá la guerra civil esté ya demasiado adelantada como para que se abra una tregua en una situación tan poco convincente.

21 Enero 1983

Guatemala, bajo el 'ayatollah' Ríos Montt

Xesús Cambre Mariño

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El general Ríos Montt, un sedicente cristiano renacido, fue llevado al poder por un golpe militar de jóvenes turcos del Ejército guatemalteco. Planteando un nebuloso mesianismo y la necesidad de un seudomoralismo regenerador, Ríos Montt, que está respaldado por una secta religiosa revivalista originada y basada en Estados Unidos, se fue afirmando en el poder, y meses después del golpe de Estado controla todos los resortes del mando.A primeros de julio el ayatollahguatemalteco impuso el estado de sitio y suspendió las libertades civiles insertas en la Constitución de Guatemala. Previamente disolvió la gobernante junta tripartita y se nombró a sí mismo presidente de Guatemala, además de ocupar también el Ministerio de Defensa. Con las garantías constitucionales suspendidas, desapareció la libertad de expresión, se prohibieron las actividades políticas y sindicales y las reuniones privadas sólo se permiten cuando son previamente aprobadas por el ministro de Defensa, es decir, el propio Ríos Montt.

De ese modo el mesiánico general, quien hace entonar cánticos religioso-revivalistas a grupos de muchachas ante las oficinas presidenciales, retiene en sus manos poderes dictatoriales absolutos. Las autoridades militares bajo su mando pueden arrestar a cualquier sospechoso de perturbar el orden público, pueden hacer registros domiciliarios sin mandamiento judicial y restringir los movimientos de las personas dentro del país. Como se ve, son prácticas todas ellas que podrían llevar propiamente el sello fascista.

Por su parte, el ayatollah Ríos justifica esas medidas diciendo que son necesarias para luchar contra la subversión. Con ese término se refiere a los guerrilleros de izquierda, con gran participación de campesinos indígenas, que vienen operando en el noroeste de Guatemala. Ríos Montt pretende acabar con la lucha guerrillera de inmediato y entonces derogar el estado de sitio.

Sermones a la familia

A poco de triunfar el golpe militar que le llevó al poder, el general-ayatollah inició una serie de reuniones con políticos guatemaltecos de derecha y centro-derecha para tratar sobre la posibilidad del retorno a la democracia. Al parecer, eso no fue más que una comedia ante la burguesía criolla. Tan pronto como se sintió bien afirmado en el mando, el ayatollah puso término a todas esas conversaciones y se decidió a gobernar como todo un dictador militar que es. Eso sí, bien arropado en una faramalla de verborrea mesiánica y seudomoralizante.

Mientras tanto, los empresarios y capitalistas de la burguesía guatemalteca parecen estar contentos. No dejan de ver al ayatollahRíos como lo que en realidad es un hombre fuerte de la casta militar tradicional criolla que sirve para aniquilar o, por lo menos, frenar la marea revolucionaria de la rebelión campesina. El ayatollah se limita a echarle sermones a la burguesía criolla diciéndoles que no tengan amantes, que repatríen los capitales depositados en el extranjero y que pasen más tiempo con sus familias. Por lo demás, el dictador mesiánico-revivalista los deja tranquilos.

Algo bien distinto es el tratamiento que se les da a las masas indígenas rurales. Las matanzas de campesinos guatemaltecos, según los informes de la Prensa internacional, se siguen produciendo bajo este Gobierno, lo mismo que cuando regía el derrocado general Lucas García. Parece que el seudocristianismo que profesa Ríos Montt, y del que hace tanta ostentación a menudo, no le impide seguir con el derramamiento de sangre en Guatemala.

Tenemos que recordar solamente el sonado caso de Las Pacayas, una verdadera matanza cometida por los militares guatemaltecos al amanecer del pasado 11 de junio. Más de sesenta hombres, mujeres y niños fueron asesinados en aquella aldea montañosa de los indios Poconchi. Los supervivientes que pudieron escapar dijeron que el Ejército había ido con la intención de matarlos a todos. Y ese es sólo un caso más en la situación recurrente de matanzas de indios en el altiplano central de Guatemala.

En realidad, menudean los informes de choques y matanzas de familias enteras en las aldeas aisladas del interior del país, aunque muchos no se pueden verificar. Sin embargo, la matanza de Las Pacayas se confirmó que fue realizada por los soldados del régimen de Ríos Montt. Se sabe que ese régimen viene desarrollando una verdadera guerra de exterminio contra los indios mayas, que constituyen más de la mitad de la población total de Guatemala. Todo eso, porque muchas aldeas indias apoyan a los guerrilleros que vienen operando en el altiplano por más de diez años. La estrategia de Ríos Montt exige el internamiento de millares de indios en verdaderos campos de concentración, para aislarlos de los guerrilleros.

A todo esto, documentos de la Iglesia católica muestran que durante la ofensiva del Ejército en la provincia de Huehuetenango el 14 de julio los soldados mataron a 89 personas en la aldea de Petenac. Entre los muertos había 37 niños. Mientras se ejecutan estos actos de barbarie, el ayatollah Ríos sigue con sus sermones mesiánicos y seudomoraliz antes.