11 abril 2006

Fue cómplice con Toto Riina de la 'guerra contra el Estado' aunque tras la detención de este apostó por pactar. Mientras era prófugo había sido condenado a cadena perpetua tanto en el macrojuicio de 1987 como en el juicio por Falcone del año 1997

Detenido en italia el capo Bernardo Provenzano, el último de los grandes capos corleoneses de la Mafia siciliana

Hechos

El 11.04.2006 fue detenido D. Bernardo Provenzano, considerado el capo de La Famia desde la detención de Salvatore Riina en 1993.

Lecturas

Este es el mayor golpe a La Mafia en Italia desde la detención en 1993 de Toto Riina, el capo responsable de la ‘guerra contra el Estado’.

El nuevo Jefe de La Mafia será Matteo Messina Denaro, al frente de la Cosa Nostra hasta 2023.

12 Abril 2006

Cae el jefe de la Mafia siciliana

Enric González

Leer

Vincent Chin Gigante se hizo pasar por loco toda su vida: paseaba por Little Italy en pijama, papando moscas, y nadie era capaz de creer que fuera el jefe de la Mafia neoyorquina. Bernardo Provenzano también parecía memo. «Dispara como Dios, pero tiene el cerebro de un pollo», decía de él su jefe, el gran capo Luciano Liggio. Provenzanodesapareció el 18 de septiembre de 1963, asumió el mando de Cosa Nostra tras la caída de Salvatore Totó Riina (1993) y dirigió una eficaz reconversión de la Mafia siciliana. La policía le buscó durante 43 años, hasta ayer: estaba en un caserío cercano a Corleone, su pueblo. La detención de Provenzano, llamado Binnu u Tratturi (Benito el Tractor),supuso el tercer descabezamiento de Cosa Nostra en más de medio siglo.

Bernardo Provenzano (Corleone, 31 de enero de 1933) comenzó siendo un soldado de Luciano Liggio, el capoenfrentado a Michele Navarra en una guerra sin cuartel para hacerse con el control de Corleone, un villorrio siciliano lleno de viudas y de silencio. Su primera acción importante consistió en una emboscada contra Francesco Streva, uno de los lugartenientes de los Navarra, el 9 de mayo de 1963. Provenzano y sus tres acompañantes fallaron y Streva escapó con vida. Poco después, en septiembre, consiguió asesinar a Streva y pasó a la clandestinidad. La policía difundió su foto, la única existente, tomada en 1959: un hombre joven, recién afeitado, con el mentón firme y los ojos claros. La búsqueda no obtuvo resultados.

Luciano Liggio, ya capo indiscutible de Corleone y del Clan de los Corleoneses, lanzó en la década siguiente una guerra feroz contra los clanes palermitanos. Tras varios centenares de muertes, los Corleoneses se hicieron con la primacía de la isla y con el mando de Cosa Nostra. Liggio, sin embargo, no disfrutó del éxito de sus iniciativas criminales. En 1974 fue detenido en Milán, donde vivía como un apacible burgués en una urbanización de la periferia.

El sucesor de Liggio fue Salvatore Totó Riina, un psicópata convencido de poder vencer al Estado italiano en una guerra abierta. Riina eligió como lugarteniente al discreto Provenzano, que desde su relajada clandestinidad (siempre entre Corleone y Palermo, con frecuentes visitas a sus restaurantes favoritos) le ayudaba a llevar las cuentas de la organización. A Totó Riina le gustaba Provenzano porque todos, incluido él mismo, le consideraban un poco tonto y carente de ambiciones. Riina no se dio cuenta de que mientras organizaba los atentados de 1993, en los que murieron los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino junto a sus escoltas, Provenzano tenía ya en mente una estrategia alternativa, basada en los números más que en la sangre.

Totó Riina fue detenido en 1993, juzgado y condenado en un maxi proceso que debía acabar para siempre con la Mafia siciliana. Provenzano tomó el relevo sin oposición y puso en práctica sus planes: Cosa Nostra redujo al mínimo sus acciones violentas y dedicó sus esfuerzos a infiltrarse en los tribunales, las comisarías, los periódicos y las instituciones, mientras invertía con sabiduría los fondos obtenidos con el tráfico de drogas.

Año tras año, la policía retocaba la vieja fotografía del joven Binnu para envejecer el rostro y renovar los pasquines de busca y captura, siempre sin resultados. Provenzano mantenía sus contactos personales (con su mujer y sus hijos) y profesionales a través de pizzini, pequeños billetes de papel en los que escribía sus instrucciones. Los pizzini se movían por Sicilia y toda Italia gracias a una tupida red de colaboradores que extremaban la prudencia: a veces, el papelito tardaba semanas en recorrer unas decenas de kilómetros. Era un sistema lento, pero seguro: no había teléfono móvil, ni ordenador, nada que la policía pudiera localizar con medios técnicos. Cada semana, Provenzano se reunía con un sacerdote para confesarse y para hablar de religión.

Durante años residió en un piso prácticamente contiguo al Palacio de Justicia de Palermo y paseó con tranquilidad por delante de la policía: los años habían ablandado su rostro hasta hacerlo irreconocible. En otra ocasión, hace cuatro años, el automóvil en el que viajaba fue detenido en un control de carreteras. El hombre que buscaba la policía era, sin embargo, aquel de la foto de 1959, no a un anciano de aspecto inofensivo: el coche de Provenzano pudo pasar sin problemas. En 2003 viajó a Marsella para operarse en la clínica La Casamance, bajo el nombre de Gaspare Troja y con cargo a la Seguridad Social italiana. El gran capo de Cosa Nostra sufría del riñón y de la próstata. Su abogado, Salvatore Traina, difundió desde entonces el rumor de que Binnu u Tratturi estaba muerto y que los pizzini que ocasionalmente interceptaba la policía eran obra de alguien que tendía una cortina de humo para encubrir a los auténticos jefes mafiosos. La Fiscalía de Palermo negó esa posibilidad. Provenzano estaba vivo y nadie había creado ningún fantasma.

Provenzano fue detenido ayer por la mañana en un caserío cercano a Corleone. Ofreció una ligera resistencia y negó ser Provenzano. Poco después admitió su identidad. Cuando fue trasladado a Palermo, entre apabullantes medidas de seguridad y escuchando gritos de «bastardo» proferidos por el público que abarrotaba las aceras, se negó a hablar. Desde hacía tiempo circulaban rumores de que deseaba retirarse, pactar algún tipo de rendición, vivir con tranquilidad lo que a sus 73 años le quedara de vida.

Sus sucesores, por otra parte, ya estaban listos para recoger el relevo. El nuevo capo de Cosa Nostra debería ser Sandro Lo Piccolo (Palermo, 1975), buscado por homicidio, extorsión y asociación mafiosa; o Matteo Denaro (Castelvetrano, 1962), buscado por homicidio, matanza, devastación y tenencia de explosivos; o Maurizio di Gati (Racalmuto, 1966), buscado por homicidio y estafa; o Giuseppe Falsone (Campobello, 1970), buscado por homicidio y narcotráfico.

12 Abril 2006

El final de una etapa

Lola Galán

Leer

La detención en Corleone, su pueblo natal, del capo dei capi de la mafia siciliana, Bernardo Provenzano, tiene todos los ingredientes novelescos que convienen a un mito literario. Provenzano, en su día lugarteniente del padrino Salvatore Totó Riina -preso desde 1993- ha sido durante 43 años el fugitivo de la justicia más famoso del mundo.

Habría que señalar, sin embargo, como apunta el realizador Marco Amenta, autor de un documental sobre Provenzano titulado Il fantasma di Corleone, que buena parte de ese tiempo -al menos 20 años- no hubo especial esfuerzo policial por detenerle. Quizás por eso, su arresto, que tendría que ser la mejor noticia para quienes como el fiscal jefe de Palermo, Pietro Grasso, se han dedicado en cuerpo y alma a perseguirle y a denunciar el poder creciente de la Mafia, dejará a muchos si no indiferentes al menos algo suspicaces. Aparte del éxito policial que representa este arresto -relativo considerando las cuatro décadas de latitante- está por ver su verdadero alcance práctico.

Hace tiempo que Grasso consideraba ya casi irrelevante para el futuro de Cosa Nostra y de la vida siciliana la detención del Tractor Provenzano, un anciano de 73 años -durante algún tiempo la policía sostuvo que ni siquiera estaba clara su fecha de nacimiento- que había pasado a ser un continente -un retrato robot periódicamente exhibido en los medios de comunicación- con poco contenido. Un exponente de la vieja Mafia que, y esto puede ser mérito delTractor, ha sabido transformarse en una organización moderna y hasta cierto punto flexible, que controla en Sicilia fundamentalmente losappalti -las licitaciones de obras públicas-, el pizzo que pagan religiosamente los comerciantes y empresarios de la isla, y el tráfico de drogas, gracias a sus valiosos contactos con las familias mafiosas estadounidenses.

Los expertos en el tema aseguran que los laboratorios de transformación de la coca o la heroína ya no están en Sicilia, sino en los territorios donde se produce la droga, pero la red mafiosa siciliana, y sucartera de pedidos siguen funcionando a la perfección. El negocio sigue en pie. Lo que ha cambiado es la estrategia empresarial y los métodos de funcionamiento.

Con miles de bajas, y algunos de los capos más importantes en la cárcel -el propio Riina, su cuñado Leoluca Bagarella o Pietro Aglieri- tras la ofensiva policial de los años noventa, la Mafia no tenía otra alternativa que desaparecer de los periódicos y los informativos, y mantener una estrategia de perfil bajo para sobrevivir. Ha habido además un cambio generacional. Los herederos de los viejos padrinos han ido a la universidad, saben navegar en Internet y mantienen perfectamente engrasada la red de relaciones con los poderes sicilianos.

En junio de 2002 fue detenido el hijo menor de Totó Riina, Salvo, de 29 años, que había sido capaz de reorganizar los negocios familiares con bastante éxito en ausencia de su padre y su hermano mayor (ambos en la cárcel).

Los fiscales Roberta Bozzolani y Mauricio de Lucia le acusaban precisamente de gestión delictiva de licitaciones públicas y de reciclado de dinero del pizzo. Salvo Riina se había declarado poco antes una «víctima» de su apellido, privado por la justicia del negocio familiar de maquinaria agrícola. Los nuevos capos son consciente de que mantener el negocio significa renunciar a la violencia y evitar los escándalos Y lo están haciendo.

Por eso, el golpe a la Mafia que representa la detención de su máximo jefe no deja de ser un golpe de efecto mediático que poco cambia en el equilibrio actual de fuerzas. Ahora que, como dice Grasso, la Mafía ha penetrado profundamente en los ganglios del Estado. Los tiempos en los que los pentiti (los arrepentidos que desde Tommaso Buscetta han puesto al descubierto la vida interna de la honorable sociedad), podían poner contra las cuerdas a las grandes personalidades de las vida pública italiana con sus declaraciones, parecen haber pasado a la historia tras la absolución de Giulio Andreotti. Y los capos de la vieja Mafia se pudren en las cárceles de máxima seguridad esperando algún tipo de acuerdo con el Estado que suavice sus condiciones de vida.

Por eso se habló a comienzos de 2000 de una especie de rendición de Cosa Nostra. De un acuerdo de disociación

que habrían estado dispuestos a firmar los padrinos legendarios a cambio de alguna ventaja penal. Entonces se habló también de una posible rendición de Provenzano.

No ha sido así. El final se ha ajustado más al mito

13 Abril 2006

Empresa del delito

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

Leer

A Bernardo Provenzano, apodado El Tractor, un hombre de honor según se denominan a sí mismos los miembros de la Mafia siciliana, se le considera responsable de cientos de asesinatos, muchos de ellos por propia mano, en su juventud, antes de convertirse en el jefe máximo de la onoratta società. Su carrera de delincuente terminó hace dos días cerca de donde había nacido hace 73 años, en el pueblo de Corleone, cuyo nombre resulta familiar a millones de personas por la película de Francis Ford Coppola.

La Mafia es una organización, pero es sobre todo un método. Su materia prima es la intimidación: produce miedo y trafica con la protección que ofrece contra ese temor. Eso ocurre en otros muchos lugares donde aparecen organizaciones que disputan al Estado el monopolio de la fuerza, pero en ningún otro lugar ha adquirido una implantación comparable a la de la Mafia en Sicilia. Desde hace décadas es una poderosa empresa que gestiona el delito (además de la extorsión, el contrabando y tráficos diversos: droga sobre todo, y también armas) y blanquea los beneficios así obtenidos mediante su participación en múltiples negocios. Ya no aquellas lavanderías de las películas: inmobiliarias, negocios financieros; y control de actividades como la entrada de mercancías en los mercados centrales de las ciudades, las licitaciones de obras públicas, la gestión a través de hombres de paja de grandes hospitales. Una empresa delictiva en su base pero en la que participan personas de apariencia respetable y que, según algunas fuentes, factura unos 20.000 millones de euros al año.

Bernardo Provenzano estaba en el vértice de esa pirámide. Su detención sólo podrá considerarse un éxito policial si se prescinde del hecho de que llevaba 43 años burlando a la policía. Algo que sólo se explica si además de con una red de protección sobre el terreno contaba con complicidades entre los encargados de capturarle. La teoría de que la inacción era la táctica más adecuada para hacer frente a la Mafia ha contado siempre con defensores teóricos y prácticos. Ello engrandece las figuras de quienes se enfrentaron a ella con rigor y riesgo, como los magistrados Falcone y Borsellino, asesinados en 1992. La ofensiva directa contra el Estado obligó a las autoridades a reaccionar con más medios y energía, y un año después era detenido el jefe máximo, Totó Riina, a quien sucedió El Tractor ahora capturado.