17 febrero 1998

"¡A lo mejor, Luis María, mientras nosotros trabajábamos por el periodismo, tú trabajabas para la política!"

Discusión en la COPE entre Luis María Anson y Antonio Herrero por la supuesta ‘trama de acoso y derribo’

Hechos

El 16.02.1998 en el programa ‘La Mañana’ de la Cadena COPE intervino D. Luis María Anson, pocos después de conocerse sus declaraciones a la revista TIEMPO sobre la supuesta ‘Trama de Acoso y Derribo’.

Lecturas

La entrevista del ex director de ABC y máximo dirigente de Televisa en España, D. Luis María Anson a la revista TIEMPO hablando de una ‘Trama de Acoso y Derribo’ en la que cvinculaba, entre otros, a D. Antonio Herrero, causó una importante discusión en antena entre ambos.

17 Febrero 1998

El nerviosismo creciente de González

Luis María Anson

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Si en el próximo juicio sobre el GAL en el que está inculpado José Barrionuevo, el Tribunal Supremo condena al ex ministro, habrá sido condenado a la vez Felipe González. La opinión pública nunca aceptará que el responsable de los crímenes de Estado sea el ministro y no el presidente del Gobierno al que ese ministro pertenecía. La condena de Barrionuevo supone que Felipe González encontrará gravísimas dificultades para continuar en la vida política y presentarse a elecciones generales dentro de seis años, como es su disimulado propósito.

Si, por el contario, González y su equipo consiguen que Barrionuevo no sea condenado, estableciendo el cortocircuito en Rafael Vera o más abajo, el ex presidente quedará a salvo. Desde hace muchos meses, una parte del aparato del PSOE trabaja con tenacidad indeclinable en una minuciosa operación para llevar al ánimo de los jueces que convendría, por razones de Estado, que la marea no subiera hasta González y que, por eso, condenas en el asunto GAL, sí, pero sin afectar a Barrionuevo.

Dentro de la operación exculpatoria del ex presidente socialista, se ha retornado con ánimo de impresionar a los magistrados y con el pretexto de unas declaraciones mías en la revista TIEMPO, aireadas por el aparato mediático del felipismo antes de publicarse, a la teoría de la conspiración, que sólo es fruto del nerviosismo creciente de González, y del esfuerzo de sus incondicionales para salvarle de la quema.

Pues bien: como afirmo bien claro en esas declaraciones, no hubo conspiración alguna. Fue, en efecto, necesario poner en riesgo la tranquilidad del Estado y, al denunciarlo en los periódicos elevando el listón de la crítica, sufría el líder socialista per también el Estado. Ante esas denuncias, el felipismo desató desde 1993, y sobre todo a partir de 1994, una persecución implacable contra los periodistas independientes. Felipe González fue el escondido arquero que disparó las flechas contra la libertad de expresión. Nos defendimos creando, primero la Plataforma para la Defensa del Derecho a la información de los Ciudadanos, respaldada pr las firmas de cuatro mil profesionales, y luego la Asociación de Escritores y Periodistas Independientes (AEPI), donde se agruparon gentes de muy diversa ideología y en la que mantuvo, por cierto, una actividad lúcida e impecable en defensa de la libertad de expresión Antonio García Trevijano, que respetó siempre mi monarquismo como yo su republicanismo. Los directivos de la AEPI nos reuníamos con relativa frecuencia, a veces en mi despacho o en restaurantes, generalmente en la sede de la asociación en la colonia del Viso, en Madrid.

Un órgano del felipismo se refería a un almuerzo mío con Barrionuevo, Vera y Corcuera. Desde que estalló el asunto GAL, y como era mi obligación informativa, no uno sino muy numerosos almuerzos y cenas he tenido con Barrionuevo y con Vera, en lugares públicos, con escoltas y mecánicos, o en mi despacho de ABC. Siempre les he vaticinado lo mismo: “Vosotros afirmáis que el Ministerio del Interior no intervino en la creación y funcionamiento del GAL. Pero si un día los jueves establecen lo contrario, seréis las víctimas más propiciatorias porque Felipe González volverá la cabeza y procurará desentenderse del asunto”. Ellos, justo es reconocerlo, defendieron siempre con firmeza a su líder. En varias ocasiones, portadas de ABC premonitorias presentaron a Barrionuevo como chivo expiatorio. Las seguridades de que la trama GAL n se desentrañaría se fueron desvaneciendo mes a mes hasta la inculpación del ex ministro del Interior, el juicio próximo en el Supremo y el nublado horizonte penal de González.

Los dioses ciegan a quienes quieren perder. El líder socialista se ha visto atrapado poco a poco en la densa telaraña de los escuadrones de la muerte y tiene muy difícil zafarse de ella. Si en enero de 1995 hubiera reaccionado con lucidez, o le hubieran aconsejado sin adulaciones, en la entrevista con Iñaki Gabilondo, en lugar de afirmar que se enteró del GAL por la prensa, pudo decir: “En 1983, ETA amenazaba la democracia española, acabamos de salir de un intento de golpe de Estado, las Fuerzas Armadas seguían inquietas, Francia era un santuario para los terroristas, caían asesinado cada año decenas de inocentes… y yo di la orden de que se persiguiera a los etarras con todos los medios a nuestro alcance, dentro, naturalmente, del Estado de Derecho y sin que nadie se llevara a su bolsillo un duro de los fondos reservados. En el cumplimiento de mis órdenes se han podido cometer algunos abusos. Los asumo completamente. Soy el responsable de ellos. Y, si fuera necesario, convocaré elecciones de inmediato para que el pueblo se manifieste sobre la acción del Gobierno”.

Todo hubiera sido distinto para González, para el Estado y para la democracia si el ex presidente hubiera asumido sus responsabilidades. Y hoy no hablaríamos ni de crispaciones, ni de conspiraciones, ni de horizontes penales, ni de tantas cosas que han ensombrecido y enfangado la vida española en los últimos años. Pero Felipe González, instalado en su política entumecida, no supo hacer lo que exigía la grandeza del hombre de Estado. Y el GAL, tal vez sea ya para el sepulcro donde sus restos mortales se descomponen entre incesantes intoxicaciones de la conspiración imaginada o la maniobra inexistente.

Luis María Anson

17 Febrero 1998

Anson en TV3

Ferrán Monegal

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Con buenos reflejos, Barberà (Paral.lel, C-33), ayer por la noche, nos sacó a Anson. Estamos de acuerdo, es el tema. Sin embargo, lo sorprendente, lo curioso, no es la rapidez de nuestro Jaume en busca de la confesión del momento. Lo raro, lo maravilloso, es que Anson se haya puesto ante las cámaras de TV-3 tan rápidamente (en dúplex desde Madrid), orillando potentes cadenas de cobertura estatal que ayer demandaban su presencia a toda costa. ¡Ah!, la estrategia de la quinta pluma sigue siendo un misterio. Debatieron un rato los dos periodistas sobre la palabra conspiración. Anson la matizó para que pareciese un vocablo razonable a su manera. El político Joaquím Molins, que calló discretamente hasta que acabó la entrevista, apostilló luego con vehemencia: “Estamos cansados de salvapatrias. Ya tuvimos a otros en el 81”. No obstante, la pregunta clave sobre esta catarsis ansoniana, tan curiosa, sigue sin contestación. Barberà se la hizo, como es natural. Le dijo: Ha tenido usted infinidad de ocasiones para contarlo, incluso ha tenido un periódico entero, el ABC, para hacerlo. ¿Quiere explicarnos, pues, por qué ha confesado ahora la conspiración contra Felipe?”. No ha habido respuesta creíble a esta cuestión. Parece que la letra que le ha tocado en la Academia, la ñ minúscula, es poca cosa. Pero una letra nunca es pequeña si consigue juntar compañeras. ¿Y para qué? Pues para hacer lo que hacemos normalmente los periodistas ante un cajón lleno de letras, lleno de tipos de imprenta: un nuevo periódico. Apasionante movimiento.

21 Febrero 1998

El Guateque

Ferrán Monegal

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Ahora resulta que lo que hacían Anson y la alegre muchachada de la AEPI eran guateques. Lo dijo Paco Umbral el jueves (El tercer grado, La 2): “Yo estuve en un par de ocasiones, con Cela, y eran puros guateques, muy aburridos por cierto. Acabamos levantándonos y no volviendo”. La boutade por la tangente del escapismo ilustrado y retrancón, sin querer, pone valleinclanescas acotaciones a la tiniebla: un guateque en donde todo son varones triperos y fondones no es un guateque, es un aquelarre horroroso. Sintomática entrevista, ésta de Isabel San Sebastián. Había anunciado que el invitado sería Anson, pero al inicio del programa nos comunicó que no podía ser, que el personaje declinaba el honor. Y Umbral se prestó a socorrerla, aunque no reprimió reproches como que su papel era el de “sobrero”, o sea, como en los toros, y que el equipo del programa no había acertado ni un dato en la presentación biográfica de su persona. Esta compañera periodista, Isabel, hace unas entrevistas curiosas. Buscaba la complicidad de Umbral en el asunto del guateque de Anson. Le decía, como paradigma de la verdad y de lo que conviene leer: “¿No ha leído usted el artículo de Jiménez Losantos sobre todo esto?” Y Umbral, después de advertir que lo suyo era Valle-Inclán, apostilló: “No soy especialista en Jiménez Losantos, no”. Al ser preguntado sobre Aznar, él cortó en seco: “Yo soy de Izquierda Unida, oiga”. Es aleccionador el tratamiento que ha dado TVE a la ansoniana confesión. De este guateque han intentado esconder hasta la música del magnetófono. Su sordera ha sido antológica.

24 Febrero 1998

Acción Multimedia

Ferrán Monegal

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Es, simplemente, una expresión multimedia conjunta (tele y prensa) con voluntad de servicio. Anoche, curiosamente, tuvimos también otra disección afinadísima de otra clase de voluntad multimedia conjunta: en el programa de Jaume Barberà (Paral.lel, C-33 de TV3), Ernesto Ekaizer y José Luis de Vilallonga nos hicieron un lúcido análisis de las caras ocultas de la confesión de Anson, es decir, el poliedro multimedia pervertido, con ánimo de complot, de conjura o de intriga. Es la otra cara del mundo. La más enfermiza y delictiva

09 Marzo 1998

La tentación ultra

Pedro Páramo

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Colean las declaraciones de Luis María Anson a esta revista. Las informaciones aparecidas en días pasados en distintos medios confirman su testimonio de testigo de excepción y cada vez queda más claro que aquí, en un momento determinado, se corrieron en paralelo dos carreras para forzar un relevo en la Presidencia del Gobierno, aunque para ello hubiera que poner en peligro el Estado. Detrás de la conspiración o como se quiera llamar a aquellas reuniones de informadores organizadas para dar la batalla al presidente Felipe González, alentaban dos proyectos que hoy se nos antojan disparatados, pero que en su momento llegaron a condicionar el clima político en España y sobre cuyos peligros alertaron inútilmente algunas voces bien informadas. Ahora vamos descubriendo que durante algún tiempo convivieron en la conjura – real o aparente – dos modelos muy diferentes: uno, el encarnado por Mario Conde y su potencial económico, para apoderarse de la Presidencia del Gobierno respetando la Jefatura del Estado: el otro encarnado por el abogado Antonio García-Trevijano, relacionado con destacados personajes y grupos de la ultraderecha, pretendía cambiar la actual Monarquía Parlamentaria por una República Presidencialista al estilo de la de Estados Unidos de América, según se desprende de las conversaciones de Luis María Anson con los entonces responsables del ministerio del Interior.

Nada tiene de malo pretender la subversión de las instituciones por medios pacíficos. La democracia es así de fuerte. Pero tanto una como otra de las vías que se proponían como alternativa pasaban por el desprestigio y la sustitución de los partidos políticos por nuevas fórmulas de representatividad una especie de democracia orgánica que a todos nos suena a facismo puro y duro.

La democracia representativa está en crisis en todo el mundo. Los avances tecnológicos lo ponen en evidencia cada día. Nadie duda que hoy es factible un referéndum cada día y que la democracia electrónica podría reducir al Ejecutivo a un mero administrador sometido a permanente dictado popular. Pero no es esta la alternativa propuesta por algunos de los conspiradores de papel. También es cierto que en España hemos pasado de la prostitución de los partidos durante cuarenta años a un régimen en el que el partido es Dios. Ciertamente en nuestra vida política mandan los burócratas y algunas medidas, como un sistema electoral de listas abiertas, por ejemplo, contribuirían en gran medida a perfeccionar lo democrático de nuestro sistema.

Pero las conspiraciones mediáticas descubiertas por Anson – ahora se sabe – iba más lejos. No se trataba de perfeccionar la representatividad de los partidos sino de sustituirlos por fórmulas descabellada. El asunto no ha concluido aún. Basta afinar el oído a la hora de ciertas tertulias para escuchar no una crítica sino una descalificación de un sistema, malo, es cierto, pero el menos malo de todos, como decía Winston Churchill. Anson, con sus declaraciones a TIEMPO ha tirado una piedra a las tranquilas aguas del estanque. En el fondo se han agitado los inquilinos del fango y de la oscuridad. Se revuelven, como podemos ver en el asunto de nuestra portada de esta semana, no sólo los enemigos de los partidos sino también, lo que no deja de ser inquietante, los partidarios del partido único.

Pedro Páramo

23 Febrero 1998

La conjura y las responsabilidades

Jordi Sole Tura

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La llamada «confesión» de Luis María Anson confirma de manera espectacular que el grupo de conspiradores conocido popularmente como el «sindicato del crimen» ha entrado en barrena y va a tener un final tan miserable como su propia trayectoria. Luis del Olmo decía el otro día que asistió a dos reuniones del grupo y que él y otros colegas salieron zumbando cuando olieron «la mierda que allí había». Al final el estiércol se ha acumulado y salta ahora en forma de disputas barriobajeras entre los principales miembros del grupo, que se insultan entre sí y se descalifican los unos a los otros ante un público cada día más asqueado.De todos modos, esta conjura mediático-político-judicial se empezó a quebrar hace ya algún tiempo. Recuérdese, por ejemplo, el rifirrafe con el juez Baltasar Garzón cuando éste se desmarcó y denunció ya algunas de las reuniones que ahora ha confirmado Luis María Anson. La prepotencia del mismo grupo recibió luego un duro golpe con el famoso vídeo sobre P. J. Ramírez. O sea, que la «confesión» de Anson es un paso más de un proceso que ya había empezado hace meses, pero que sitúa el asunto en otro nivel, pues, por primera vez, se expone con claridad la «ideología» del grupo desde dentro mismo, las conexiones de éste con las fuerzas políticas, o sea, con el PP y con Izquierda Unida, y también la propia angustia personal del denunciante ante los resultados de la conjura.

Éste era un grupo que decidió aupar al PP al poder con todos los medios a su alcance, pero que, con ello mismo, demostró que menospreciaba a José M. Aznar y demás dirigentes del PP, incapaces de derrotar por sí solos al PSOE. Pero ahora José M. Aznar es el presidente del Gobierno y ha emprendido una vasta campaña de control de grandes medios de comunicación que si le sale bien le va a dar más poder mediático que todos los medios del maltrecho «sindicato del crimen». O sea, que ya no los necesita tanto.

El propio Luis María Anson ya no es el director de Abc y el proyecto de Televisa, que es su gran baza actual, más bien se está yendo al agua. Y resulta que él, que es un monárquico de toda la vida y un partidario a ultranza del Estado centralista y de sus instituciones tradicionales, percibe ahora, desde su atalaya personal, que toda la conjura ha servido para amenazar la estabilidad misma del Estado -y, por consiguiente, de la propia monarquía- y para meter en la cárcel no a Felipe González, como pretendían, sino al general Rodríguez Galindo, hombre clave en la lucha contra el terrorismo y representante de una institución como la Guardia Civil, que él venera. Es lógico, pues, que se sienta angustiado, sobre todo cuando se acerca el momento culminante del juicio contra Mario Conde y él sabe muy bien hasta dónde puede llegar el ex banquero con el ventilador y el estiércol para ocultar sus propias responsabilidades.

Estamos, pues, ante la descomposición de un grupo nefasto, y esto siempre es una buena noticia. Pero la cosa no queda aquí. Con este grupo han cooperado dirigentes políticos que hoy están en el Gobierno y otros que siguen en la oposición. En su afán de derrotar como fuese al partido socialista y de destruir a sus dirigentes pactaron y organizaron líneas de ataque que han producido resultados terribles para todo el sistema político. Es cierto que el propio partido socialista abrió brechas que dieron alas a la conjura, como la del caso Roldán. Pero la conjura fue muchísimo más allá, sin detenerse ante ningún límite. Este periódico, por ejemplo, publicaba hace unos días un documento manuscrito del ex policía José Amedo en el que quedaba perfectamente clara la intervención del vicepresidente primero del actual Gobierno, señor Álvarez Cascos, en la utilización del tema de los GAL como arma arrojadiza contra el partido socialista y sus dirigentes.

Yo no pretendo exculpar a nadie que sea culpable, pero éste es un asunto muy serio con el que no se puede jugar, y el PP, y también Izquierda Unida, han jugado políticamente con él. Los dirigentes de estas dos formaciones -y en el caso del PP esto incluye a los miembros del Gobierno actual- saben perfectamente que éste no es un asunto inventado por los sucesivos gobiernos de la democracia, o sea de UCD y el PSOE, sino un problema que ambos heredaron con nombres diferentes, como Batallón Vasco-Español, Triple A o GAL. Saben también que todos los gobiernos de la democracia, y especialmente sus ministros del Interior, lucharon para acabar con ello, pero tuvieron enormes dificultades para conseguirlo y que hasta 1986, siendo ministro José Barrionuevo, no se pudo acabar con los GAL, entre otras cosas, porque el Gobierno francés se decidió a intervenir. Está claro que el asunto debe ser investigado, y si ha habido delitos, éstos deben ser castigados, pero la irresponsabilidad del PP y de Izquierda Unida lo ha convertido en arma de confrontación política y de querella judicial contra sus adversarios políticos, sin detenerse ante nada. Para ello han contado con la ayuda total y absoluta del «sindicato del crimen». Y esto, por más que dicho grupo esté en plena descomposición, no se puede olvidar ni obviar.

La miserable caída de un miserable «sindicato del crimen» no borra las culpas a sus integrantes y a sus aliados políticos. De momento servirá para aclarar el panorama y para que los ciudadanos y las ciudadanas de este país entiendan mejor lo que ha ocurrido en la política de los ultimos años. Pero ahí queda un ejemplo de cinismo político y mediático cuyas consecuencias se pagarán durante bastante tiempo y no hay que descartar que el precio a pagar sea, en algunos temas, peligrosamente alto. Pero claro, lo pagaremos todos.

Jordi Solé Tura