18 marzo 1978

José Antonio Torre Altonaga colocó la bomba que cometió los dos asesinatos e hirió a otras catorce

Dos trabajadores de la Central Nuclear de Lemoniz asesinados por un miembro de ETA ‘infiltrado’ como compañero

Hechos

El 18.03.1978 una bomba explotó en la Central Nuclear de Lemoniz acabando con las vidas de D. Andrés Guerra Pereda y D. Alberto Negro Viguera.

Lecturas

EL ASESINO

José Antonio Torre Altonaga fue condenado por la Audiencia Nacional a 20 años de prisión por asesinar a  D. Andrés Guerra Pereda y D. Alberto Negro Viguera siguiendo órdenes de ETA. Torre Altonaga no buscaba matar concretamente a esos dos trabajadores, su orden era matar a empleados para presionar a Iberduero y al responsable del proyecto, el ingeniero D. José María Ryan, de que que cierren la Central.

LAS VÍCTIMAS

Andrés Guerra Pereda, de 29 años y casado, fue una de las primeras víctimas mortales de los atentados terroristas que ETA inició en 1977 contra la empresa Iberduero, promotora de la central nuclear que estaba construyendo en la localidad vizcaína de Lemoiz.

En noviembre de 1977, ETA ordenó a José Antonio Torre Altonaga, alias Medius, electricista de la empresa Elecnor en las instalaciones de la central, que facilitara el acceso a tres terroristas vestidos con buzos similares a los de la empresa Tamoin, que también trabajaba para la central de Lemoiz. Torre les introdujo en la planta, les enseñó la forma de llegar al generador y una vía de escape.

El 17 de marzo de 1978, los terroristas se colaron en el edificio y prepararon una bomba para que se explotara a las 14.55 horas. Torre, que acabó su turno a las dos de la tarde, llamó a la central unos 40 minutos después diciendo: “Soy un portavoz de ETA militar. Hay colocado un explosivo de gran potencia en uno de los generadores del edificio de contención 1”. A las 14.53 horas se produjo la explosión en la que fallecieron Andrés Guerra Pereda y Alberto Negro Viguera. Otros catorce trabajadores de la central resultaron heridos. Torre fue condenado por su participación en el atentado a 20 años de reclusión menor.

Alberto Negro Viguera, 43 años, casado y padre de tres hijos, murió por la detonación de una bomba colocada en las instalaciones de la central nuclear de Lemoiz (Bizkaia), el 17 de marzo de 1978.

Su hija mayor, Mari Mar Negro, estaba en casa, con su madre, cuando escucharon por la radio la noticia del atentado en Lemoiz. Ambas fueron de inmediato a la clínica San Juan de Dios, donde estaban trasladando a los heridos.

Mari Mar reconoció a un compañero de su padre, que en cuanto las vio lloró dando a entender a madre e hija que Alberto era uno de los muertos. Con su asesinato, la familia se quedó sin ingresos hasta que Iberduero, promotora de la central nuclear, contrató a Mari Mar.

Entre las visitas de condolencia que la familia recibió, destaca la de un cura muy conocido en Portugalete, que se identificó como emisario de la organización terrorista y les aseguró que ETA no tenía intención de que muriera ningún trabajador en el atentado; su objetivo –les dijo– era frenar las obras de construcción de la central y asustar a quienes las financiaban.

19 Marzo 1978

El atentado de Lemóniz

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera)

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Lemoniz, Goma Dos: dos muertos y catorce heridos. Cinco días antes del atentado decenas de millares de manifestantes proclamaban su protesta en las cercanías de la central nuclear vizcaína. Pero en medio de esa protesta surgía un grito demagógíco e irresponsable: «ETA, Lemóniz, goma-dos.» Dos parlamentarios dirigieron la palabra a los manifestantes, el senador Bándrés y el diputado Letamendía, ambos de la conflictiva y medio escindida coalición Euskadiko Ezkerra, que intenta conciliar, sin conseguirlo, el nacionalismo a ultranza y marxismo radical. Ambos obligados a adoptar posiciones ambiguas y contradictorias, cuyo denominador común es la simplificación radical y maximalista, avalaron con las divinas palabras sacralmente consagradas por su dignidad de parlamentarios esas consignas irresponsables. Los resultados de la demagogia esta vez han sido la sangre.La protesta contra la central nuclear de Lemóniz ha surgido de una «comisión de defensa de una costa vasca no nuclear», cuya plataforma reivindicativa, de motivaciones ecologistas, puede ser utilizada, sin embargo, por intereses políticos ajenos al bien público. Los movimientos ecologistas, que legítimamente luchan por la defensa de la naturaleza y el medio ambiente, pueden ser manipulados por movimientos y grupúsculos de signo extremista y hasta violento. Ello ha supuesto que en esta ocasión se llegue a la contradicción máxima y a una trágica paradoja: el asesinato como medio de conservación del equilibrio natural y el medio ambiente.

« ETA, Lemóniz, goma-dos» fue un grito que apareció por vez primera el pasado día 3 en Vitoria, en la manifestación del aniversario de los tres muertos de 1976. Luego se oyó en Bilbao, en la promovida por el grupo de 57 alcaldes vascos para urgir la celebración de elecciones municipales. Resulta inadmisible que estas manifestaciones, legítimas por sus obJetivos, sean distorsionadas hasta tal punto. Y más todavía cuando casi nadie en Euskadi habla de la central nuclear que hay en Burgos, y que está montada exclusivamente al servicio de la industria del País Vasco.

El Consejo General Vasco no se ha pronunciado sobre la central de Lemóniz, aunque ha prometido hacerlo próximamente. Ramón Rubial, su presidente, desmintió unas declaraciones a él atribuidas por la Hoja del Lunes de Bilbao en el sentido de que la central es beneficiosa y segura. Los dos únicos parlamentarios que han apoyado la campaña contra Lemóniz han sido, precisamente, los señores Bandrés y Letamendía: este último llegó a afirmar el pasado domingo que David Alvarez, un terrorista herido el 19 de diciembre en un insensato asalto a dicha central, y que posteriormente falleció en el hospital, «había sido el primer mártir de Lemóniz». ¿Qué serán entonces para el honorable diputado de Euskadiko Ezquerra los nombres de Alberto Negro Viguera y Andrés Guerra Pereda, asesinados anteayer por ETA militar? Esperamos sus declaraciones al respecto.

Euskadi no es autosuficiente en energía. Los adversarios de la central de Lemóniz tienen derecho a mantener su postura, aunque hasta ahora no han avanzado suficientes argumentos científicos que la avalen. La batalla ecológica no es privativa de nuestro país, ni en lo que se refiere a las centrales nucleares, ni en todo lo demás. Lo peculiar son los métodos que el terrorismo independentista vasco, amparado en la demagogia de algunos grupos, se ha puesto a emplear. Es hora, pues, de que el Consejo General Vasco, que ya existe, tome posición sobre el problema, que los grandes partidos de Euskadi condenen estos sucesivos atentados de ETA militar, cometidos al albur de los intereses de la propaganda y para exacerbar los ánimos, en un supremo intento desestabilizador, y que sus parlamentarios asuman su debida responsabilidad. El paternalismo y la tolerancia para con ETA es un atentado contra la democracia, en España y Euskadi. Hoy, el primer enemigo que tiene el pueblo vasco es ETA militar. Esperemos que las instituciones preautonómicas sean más eficaces y lúcidas al respecto que la Administración central.