28 enero 2005

"Las manifestaciones contra el terrorismo acaban convertidas en actos fascistas"

El alcalde de Zaragoza, Juan Alberto Belloch (PSOE) denuncia la ‘agitación’ de la derecha, la AVT y la COPE de Jiménez Losantos, mediante un artículo en LA RAZÓN

Hechos

El 28.01.2005 el diario LA RAZÓN publicó el artículo ‘Hasta aquí hemos llegado’ de D. Juan Alberto Belloch.

Lecturas

Belloch_1994_Serra D. Juan Alberto Belloch fue ministro de Justicia e Interior en el Gobierno del PSOE de D. Felipe González y desde 2003 es alcalde de Zaragoza. Su militancia socialista no impide que sea columnista del diario de derechas LA RAZÓN desde el año 2000.

28 Enero 2005

Hasta aquí hemos llegado

Juan Alberto Belloch

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Lo ocurrido hace unos días en la manifestación organizada por una de las asociaciones que agrupan a las víctimas del terrorismo terminó convirtiéndose en un genuino acto fascista de exaltación de la violencia. Descontadas las excusas de rigor sobre las minorías radicales que usurpan la voluntad colectiva o las ridículas explicaciones sobre el carácter provocador de determinadas ausencias, el hecho desnudo y terrible es que miles de ciudadanos han considerado decente llamar asesinos a miembros del Gobierno legítimo de la nación y no contentos con ello, algunos intentaron hacerles víctimas de una violencia sectaria y gratuita. Los dirigentes de la organización convocante, si conservaran un mínimo de vergüenza, deberían haber dimitido de sus cargos ante su incompetencia para evitar ese desastre cívico, salvo que, naturalmente, la cosa fuera más grave por haber tenido un cierto grado de cooperación o complicidad en lo ocurrido, en cuyo caso deberían rendir cuentas ante la Justicia.
El bochorno que como espectador experimenté al ver por televisión las imágenes de semejante salvajada me sonó a intensamente conocido, sufrido en carne propia en el trienio 1993-1996. También entonces los fascistas organizados y armados desde el «sindicato del crimen» sometieron a idénticas vejaciones a quienes, como era mi caso, teníamos que asistir a toda clase de funerales, manifestaciones o concentraciones relacionadas con la violencia etarra. Aún me duelen en el alma los insultos de aquella gentuza y conservo íntegra pero dormida la rabia contra quienes alentaban aquella basura hitleriana. Se me privó, cosas del protocolo, del placer de responder como me pedía el cuerpo, pero aún me queda la pluma y las ganas de devolverles con todo entusiasmo sus insultos. Los proferidos, entre otros, a mi amigo Bono no hacen sino despertar la bestia dormida que llevo perfectamente conservada en mi conciencia. Entonces y ahora, conozco con precisión quienes eran y quienes son los responsables de tal basura, los que atizan sin piedad ni remordimiento, los más bajos instintos de, nunca mejor dicho, tal canalla con sus proclamas diarias en los medios de comunicación.
Me contaban mis amigos madrileños que en la capital de España se estaba creando día a día un clima social semejante al de aquellos años del último Gobierno de Felipe González. Como tal fenómeno no lo vivimos en eso que siempre se ha llamado «provincias», pensé que era una exageración propia de los desocupados capitalinos hambrientos de novedades aunque sean garbanzeras. Me citaban como ejemplo las homilías incendiarias del turolense Jiménez Losantos Mártires (de la inteligencia) gran pope de la católica COPE, y yo, la verdad, no me lo tomaba en serio porque aquí en los pagos de Zaragoza, escuchar al mentado es más bien cosa de broma. El incremento de sus oyentes se corresponde al menos en estas tierras al conocido fenómeno de comprobar «que barbaridades dice hoy el paisano». De hecho el nivel de sus delirios entretiene los cinco primeros minutos y, en pequeñas dosis, no produce daños irreversibles. El problema, visto lo visto en Madrid, es que escuchar a esta especie de radiopredicadores genera adicción en un determinado género de oyentes que tras recibir su enloquecido adoctrinamiento se transforman de inofensivos fachas en peligrosos fascistas. Por supuesto que tal condición la comparten quienes desde opciones políticas supuestamente distintas tuvieron no hace mucho comportamientos semejantes con conocidos líderes del PP. Son igualmente fascistas los falangistas porque aunque no lo sepan, pertenecen a la misma camada. Así de seriamente se lo tomaron los del PP que desde entonces no han parado de reclamar una exhaustiva investigación judicial y parlamentaria para determinar quién está detrás de los meros ejecutores de tales infamias.
La gravedad de lo ocurrido en Madrid, que descansa en la imposibilidad de asumir los últimos resultados electorales por parte de la extrema derecha, demuestra un renacido odio cainita de ese segmento de la población al que, si no se frena el proceso, pronto responderá con iguales armas otro sector, sólo que mucho más numeroso, de ciudadanos que no están dispuestos a que se repita el horror del trienio negro. No es fácil decir a la gente que tolere los insultos o los golpes a sus compañeros por el hecho de pertenecer a un partido democrático, o que permanezcan de brazos cruzados ante un eventual resurgimiento del fascismo violento. Poner la otra mejilla no es, en este caso, lo adecuado. Frente a tales dislates debe reaccionarse institucionalmente con todos los instrumentos represivos que tiene el sistema democrático para autoprotegerse de sus enemigos. Entre el fascismo y el terrorismo sólo hay diferencias de cantidad. O lo atajamos pronto o el problema crecerá hasta llegar a ser incontrolable.
Sólo me queda por desear que entre tal patulea no se encuentre ninguna víctima del terrorismo, ningún pariente, ningún amigo, pues en otro caso, y para gran alegría los terroristas, después de sus asesinatos seguirían acumulando éxitos al añadir rencor a la muerte. Ser víctima del terrorismo da derecho a casi todo, salvo a degradarse aunque sea por la terrible vía del sufrimiento. No es así como se llora y se reivindica dignamente a los muertos.

29 Enero 2005

Belloch y su bestia dormida

LIBERTAD DIGITAL (Director: Javier Rubio)

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Cuando alguien como Juan Alberto Belloch, que lo ha sido casi todo en política, que ha regido los destinos de dos Ministerios y que actualmente es alcalde de una de las principales ciudades de España, salta a la palestra mediática cargado de cólera es que algo no marcha bien en el partido del Gobierno y en el Gobierno mismo. En un inesperado y sorprendente artículo publicado ayer en LA RAZÓN, el ex ministro de Felipe González dio un giro de tuerca más a la absurda campaña de desinformación masiva que ha seguido a la manifestación de la AVT en Madrid.
El estilo, simplemente lamentable. El alcalde de Zaragoza no escatimó ni insultos, ni descalificaciones ni amenazas veladas. Para Belloch, la convocatoria del pasado sábado no pasó de un “genuino acto fascista de exaltación de la violencia” por el que los dirigentes de la AVT deberían sentir vergüenza y dimitir de sus cargos. En definitiva, y como remate del despropósito, la pacífica manifestación del día 22, en la que no se produjo más incidente que un abucheo a José Bono, fue un completo “desastre cívico”. A poco que cualquier persona medianamente informada, y no digamos ya de los que asistieron a la manifestación, se preocupe de saber qué es lo que pasó el sábado por la tarde en la madrileña calle Alcalá, concluirá que el ex ministro no sólo miente sino que difama y calumnia.
¿Cuántas banderas fascistas se vieron en aquella convocatoria? Ninguna. ¿Cuántas detenciones se practicaron durante la marcha? Ninguna. ¿Cuántos heridos se cobró el presunto desastre cívico? Ninguno. ¿Cuántas cargas hubieron de realizar los antidisturbios de la Policía Nacional para contener a los “fascistas” que se congregaron entre Cibeles y la Puerta del Sol? Ninguna ¿A cuánto se elevan los destrozos producidos por la “violencia” de los manifestantes? A cero euros. Ningún cristal roto, ninguna papelera volteada, ningún contenedor ardiendo, ninguna ambulancia abriéndose paso entre la multitud, ningún detenido en la comisaría. Entonces, ¿dónde está esa exaltación de la violencia?, ¿dónde está el fascismo?, ¿quién tiene que dimitir?
Tras desacreditar a las víctimas y calumniar a los participantes en la manifestación, tachándolos nada menos que de fascistas, el antiguo magistrado, antiguo ministro, alcalde en ejercicio y columnista de ocasión se centró en su objetivo último, deslegitimar a la AVT haciéndola cómplice de una “salvajada” que sólo existe en su imaginación. La intención queda clara y es fiel a la estrategia diseñada desde Ferraz para hacerse con las víctimas del terrorismo etarra, con objeto de utilizarlas como arma política del mismo modo que el partido en el Gobierno dispone a placer de esa asociación de nuevo cuño presidida por Pilar Manjón. Con las víctimas de ETA maniatadas y amordazadas puede el Gobierno sentarse tranquilamente a negociar con los verdugos. Quizá lo esté haciendo ya y la AVT, modelo de dignidad y sacrificio, es un estorbo.
El recurso utilizado por Belloch no es por sencillo menos perverso. Siguiendo su guión delirante, la situación actual es muy parecida a la que vivió el último Gobierno del felipismo, asediado por un abstruso “sindicato del crimen” cuya labor fue organizar y armar a una multitud amorfa de fascistas. ¿Se refiere acaso Belloch al GAL, esa mafia terrorista montada desde el Gobierno y cuyos responsables terminaron entre rejas? Porque fascismo, lo que se dice fascismo, en tiempos de Felipe González no se dio por estos pagos, muy al contrario, en aquellos años de oprobio lo que los españoles padecieron fue un latrocinio generalizado desde el poder y la vergüenza de ver cómo desde el Ministerio del Interior se ordenaban secuestros y asesinatos. El resto son los fantasmas familiares de esa casta política criada entonces y que hace tiempo que se debería haber retirado de la política. Por decoro y por las más elementales normas de salud democrática.

Para rematar la faena, Belloch lanzó un cohete de explosión retardada. Si no se frena en seco a este tropel derechista lo previsible es que “otro sector” responda a sus provocaciones, ese “otro sector” es, por añadidura, más numeroso y pondría en jaque los intentos de radicalizar la sociedad española. Algo demencial sino fuese porque lo que se despacha es mucho más importante de lo que el munícipe zaragozano puede siquiera imaginar. Por mucho que se empeñe Belloch y los que le han inspirado el artículo no se puede resucitar a un muerto. La extrema derecha en España es inexistente. El resto de familias de la derecha política; los liberales, los conservadores, los democristianos, gozan sin embargo de una salud excelente. Y no sólo están perfectamente integradas en la convivencia democrática sino que fueron ellas las que devolvieron la democracia a España hace un cuarto de siglo. Vano intento el del ex ministro de despertar a una bestia que sólo vive –dormida– en su interior.