13 abril 1977

Fue reemplazado por el Almirante Pery Junquera

El Almirante Gabriel Pita da Veiga dimite como ministro del Gobierno Suárez en protesta por la legalización del PCE

Hechos

El 12 de abril de 1977 dimitió el ministro de Marina, Almirante D. Gabriel Pita da Veiga, como protesta por la legalización del Partido Comunista de España decidida por el Gobierno de D. Adolfo Suárez, siendo reemplazado por el almirante Junquera.

Lecturas

Desde la legalización del PCE el 9 de abril de 1977 por parte del Gobierno de D. Adolfo Suárez González, se especulaba el malestar de tres de los cuatro ministros militares (General D. Félix Álvarez-Arenas Pacheco, General D. Carlos Franco Iribarnegaray y Almirante D. Gabriel Pita da Veiga Sanz) ante lo que suponía el incumplimiento de una promesa personal del Sr. Suárez González al ejército de que nunca legalizaría este partido.

El 12 de abril de 1977 el ministro de Marina, D. Gabriel Pita da Veiga Sanz oficializa su dimisión como rechazo a la actitud del Gobierno. El 14 de abril de 1977, tras 48 horas de negociaciones, el Gobierno encuentra un nuevo ministro de Marina, el almirante D. Pascual Pery Junquera.

Río Arriba

Gonzalo Fernández de la Mora

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El almirante Pita da Veiga respondeía exactamente a su grado y condición: cortés, claro, prudente y enérgico. No tenía vocación política; pero fue uno de los poquísimos oficiales generales asistentes a la encerrona de Suárez – septiembre de 1976 – que no se dejó engañar. Y a la hora de la verdad, la legalización del Partido Comunista, salvó entero el honor dimitiendo. El Gobierno ofreció la vacante cartera de Marina a los almirantes en activo y todos, solidarios con Pita da Veiga, rechazaron el requerimiento. El Gobierno tuvo que recurrir a un almirante retirado y sin prestigio, quien durante su corto mandato fue despectivamente ignorado por sus compañeros de armas. El nombre de Pita da Veiga enaltece a unas Fuerzas Armadas que, luego, se dejaron desvirtuar hasta límites penosos.

Trayectoria política de un ministro de la Corona

Alfonso Osorio

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Gabriel Pita ha dimitido como ministro de Marina por la legalización del PCE alegando que no se le ha comunicado esta decisión

El 6 de abril he vuelto a hablar con Adolfo Suárez: «Por favor, prudencia. No legalicéis al Partido Comunista sin un alto dictamen favorable y sin asegurarte de la actitud del ejército.

El sábado 9 de abril me ha llamado Camilo Mira para decirme que la Televisión ha dado la noticia de la legalización del Partido Comunista. Es evidente que Adolfo Suárez ha querido asumir toda la responsabilidad y eso le honra, pero la resolución no deja de ser muy arriesgado pra la Corona.

El 11 de abril Gabriel Pita ha dimitido como ministro de Marina por la legalización del PCE. Alegando que no se le ha comunicado esta decisión y que la Marina entera está profundamente disgustada. «Pero – le pregunto – ¿no me aseguraste que Manuel Gutiérrez Mellado ha obtenido la conformidad de los ministros militares?». «Bueno, quizá se retrasó, pero ya está hecho y hay que afrontar la situaión». Le he preguntado entonces como están los ministros del Ejército y Aire, me ha respondido que Carlos Franco está afectado pero tranquilo y que Félix Álvarez Arenas disgustado pero disciplinado.

El 13 de abril Eduardo Carriles [ministro de Hacienda] viene a verme y me ha dicho que considera inaceptable la forma en que se ha prodecido a legalizar el Partido Comunista y que después de haber cambiado impresiones con otros ministros del Gobierno consideran que la única forma correcta de proceder es la de dimitir, y que lo va a hacer. «Si el Estado quiere hacerse respetar, la Ley debe estar por encima de las conveniencias y el oportunismo político. Eso sin contar porque es lo que menos cuenta, el ridículo que supone para un ministro enterarse de tamaño acontecimiento en medio de una cena». Le reconozco que sus preocupaciones son las mías. Y le dice que si él dimite, yo también, pero le añado que hay que tener la cabeza fría: «Eduardo, te prometo que después de las elecciones yo me voy contigo, pero ahora es necesario aguantar porque si a la dimisión de Gabriel Pita sumamos las de dos, tres o cuatro ministros civiles, colocamos al Rey en un gravísimo aprieto».

Adolfo Suárez me llama para deicrme que sabe que hay ministros civiles inquietos y me pide que hable con ellos para saber quiénes quieren irse y pensar en sus sustitutos. Le he contestado que lo que tiene que hacer es empezar a pensar cómo se van a explicar suficientemente los españoles las razones de la legalización del Partido Comunista.

14 Abril 1977

Nada es casual

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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Hoy, catorce de abril, aniversario de la proclamación de la II República Española, la Monarquía de don Juan Carlos hace frente a la más grave crisis por la que atraviesa desde su instauración. No son ganas de adjetivar. El malestar creado en círculos militares por la legalización del Partido Comunista, la dimisión del ministro de Marina, la irresponsabilidad y falta de patriotismo de la ultraderecha española y de sus órganos de opinión, la bisoñez dramática y perjudicial de la extrema izquierda, coinciden en lo mismo: un intento permanente de debilitación del Poder.Hay que decir que no son los viejos -republicanos -injusta y torpemente detenidos ayer en Madrid-, ni los jóvenes airados de la revolución, en nada representativos de las nuevas generaciones de españoles; ni la izquierda tradicional y clásica o las fuerzas democráticas y liberales, las que han provocado en realidad esta crisis. Son las sombras del pasado, la reacción de grupos de intereses y la orquestación civil de una maniobra que quiere, culpablemente, provocar una vez más a las Fuerzas Armadas.

Hay muchas razones -del miedo a la prudencia- que invitan a callar en un día como hoy. Ni el sentido moral ni el patriotismo permiten, sin embargo, el silencio. La Corona, que se anuncia como Corona de todos los españoles, no puede ser por más tiempo acuciada por aquellos que enarbolan el pasado como justificación de sus privilegios. Los líderes de la Alianza Popular, o las viejas camisas de Falange, los órganos de expresión que les representan, acusan ahora al Gobierno Suárez ni mas ni menos que de tradición y de golpe de Estado. Y eso porque ha dado carta de existencia legal a un partido político encontrable en todos los países Iibres y cuya mayor debilidad es la fuerza de quienes, como este periódico, creen en los valores de la libertad. Emplear una vez rnás el miedo al comunismo como justificación de una situación de privilegio es algo que no debe permitirse sin sonrojo intelectual y moral por parte de nadie. Para qué hablar del miedo a que las cenizas de la II República puedan ofrecer una alternativa pensable a la Monarquía naciente.

La crisis abierta con la dimisión del ministro de Marina, de alguna manera es pareja a la provocación hace meses por la del teniente general De Santiago y Díaz de Mendívil, entonces vicepresidente del Gobierno. Pero si las actitudes personales de estos militares sor del todo respetables, por más que resulten discutibles, no es respeta ble ni admisible la provocación permanente que con motivo d ellas quiere hacerse al Ejército Asistimos a un intento continuado con crisis periódicas, de colocar a las Fuerzas Armadas en medio de camino hacia la democracia. Y habrá más intentos, porque nadie lo que ocurre es casual.

Por lo demás, entra dentro de la lógica humana y hasta en la de la Historia que en la transición pacífica de una autocracia a una democracia los beneficiarios del Poder anterior intenten por todos los medios colocar sus relojes en las doce menos cinco del golpe de Estado. Por eso hace falta leer la letra pequeña de los libros de Historia y de Derecho Político para encontrar el precedente de una dictadura autotransformada en democracia liberal. Pero resulta que se están manipulando la Historia y los recuerdos, los símbolos y las instituciones. Es demérito de la bandera su utilización partidista como la realizada por la ultraderecha en las calles de Madrid. La bandera de España es la bandera de todos los españoles, cualquiera que sea su sentir político, y hasta la de aquellos que alzan los colores republicanos, no debe contraponérseles ni ser izada como enseña de una determinada facción. Que Fuerza Nueva arbole su bandera y los demás la suya. La de todos dejémosla que ondee en paz en los mástiles oficiales. Y es traición todo aquello que implique una provocación al Ejército un intento de dividirle en su actual unión -ratificada explícitamente por el Consejo Superior- en torno a la Corona, y por medio de tanto recordatorio falso o parcial de la historia común.

En las Cortes republicanas, José Antonio Primo de Rivera replicaba a los diputados que perseguían el fascismo aduciéndoles que prohibir un partido fascista era como desterrar la geometría euclidiana. Las ideas se pueden suscribir o no, pero es irracional prohibirlas. Lo que vale para los fascistas de la derecha -totalitarios sometidos a dineros, disciplinas e ideologías internacionales- vale para todo otro partido.

Hoy, 14 de abril, aniversario de la República española, es preciso decir que sólo una Monarquía constitucional y democrática, como la que está en trance de consolidarse, que reconozca los derechos de todos los españoles -los republicanos incluidos- puede razonablemente superar esta etapa de transición y hacer frente a la conspiración de las sombras. Que sólo un Ejército unido y obediente al mando, exento de incitaciones públicas a la rebelión, puede garantizar la celebración de unas elecciones libres en las que el pueblo español exprese su voluntad. Que sólo una bandera no ultrajada por nadie y respetada por todos, hasta por aquellos que la ensucian haciendo de ella bandería y partidismo de su miedo al futuro y su nostalgia del pasado, puede simbolizar la democracia constitucional española y las libertades públicas, pisoteadas por tanto monopolizador del patriotismo como anda por las calles. Hoy, finalmente hay que decir que la derecha española debe salir de una vez de su escondite medroso y repudiar esa caricatura infamante que la extrema derecha y la derecha autoritaria hacen a diario de ella. La democracia es posible en España porque la derecha es también democrática. Pero la derecha no es la que se ve vociferar pidiendo sangre o recordando la sangre.

El Análisis

El incumplimiento de una palabra

JF Lamata

El Gobierno Suárez había legalizado el PCE, lo cuál era su obligación si quería que las elecciones de 1977 pudieran ser consideradas unas elecciones libres. El problema es que el Sr. Suárez se había dedicado a asegurar una y otra vez al ‘vender su reforma política’ que excluiría en ella expresamente al PCE. Para los militares, la Guerra Civil había sido la lucha contra el comunismo para impedir que instaurara una dictadura como la de los países del Este. Y ahora, a sus ojos, el Gobierno abría una rendija para que se fueran colocando los comunistas para intentar imponer el sistema comunista en España (aunque hacía tiempo que la cúpula del PCE se había distanciado de la dictadura de la URSS). Pero había algo mucho más importante, para la mayoría de los militares el Presidente del Gobierno, Sr. Suárez, les había mentido y, por tanto, seguir con él era ser su cómplice, eso es lo que pensó el Almirante Pita da Veiga.

La intervención del Rey logró salvar la crisis. impidiendo encontrando junto al Sr. Suárez un militar dispuesto a reemplazar al dimitido (aunque fuera sólo durante unos meses y tuviera que buscarlo en la reserva) y evitando que el General Álvarez Arenas dimitiera también como ministro .

J. F. Lamata