4 octubre 1981

El periodista publicó un editorial en el que calificaba a los detenidos por el 23-F de 'cobardes'

El capitán Dusmet, detenido por el 23-F llama ‘cobarde’ a Juan Luis Cebrián (director de EL PAÍS) y le reta a un ‘cara a cara’

Hechos

El 4.10.1981 el diario EL PAÍS publicó una carta que les remitió D. Javier Dusmet García-Figueras (encarcelado por su implicación en los sucesos del 23-F) en contestación con el editorial que el mismo diario EL PAÍS había publicado el 29.09.1981.

Lecturas

EL EDITORIAL DE EL PAÍS FUE EL DETONANTE

titular_dusmetofensa El editorial de EL PAÍS ‘Ofensa al Rey’ del 29 de septiembre, en el que se llamaba ‘cobardes’ y ‘delincuentes’ a los detenidos por los sucesos del 23-F fue lo que causó la indignación de todos los militares encausados por el intento de golpe de Estado y, en particular, del Capitán Dusmet.

LA RÉPLICA DEL CAPITÁN DUSMET FUE PUBLICADA ANTES POR EL ALCÁZAR QUE POR EL PAÍS

Titular_DusmetAlcazar La réplica del capitán Dusmet en la que amenazaba a D. Juan Luis Cebrián fue enviada el 30 de septiembre al diario del Grupo PRISA, pero este sólo se decidió a publicarla un día después de que la carta fuera publicada por el diario EL ALCÁZAR (de DYRSA).

29 Septiembre 1981

Ofensa al Rey

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Unos délincuentes han humillado al resto de sus compatriotas con su arrogante pretensión de ser los monopolizadores del honor, el patriotismo y el valor están mostrando su triste condición moral, su cobardía y su desprecio por la legalidad.

El preámbulo común de los escritos de conclusiones provisionales presentados por los defensores de algunos de los procesados en el sumario del 23 de febrero revela el propósito de los sediciosos de trastrocar esperpénticamente el papel que les corresponde en el juicio, abandonar imaginariamente el banquillo de los acusados y encaramarse en el del fiscal. La estrategia es tan despreciable como simple: aun a costa de desbordar el techo de lo inverosímil, se intenta atribuir a la Corona la responsabilidad última del golpe de Estado frustrado, a fin de que los rebeldes, presentados como traicionados y obedientes ejecutores de una orden de don Juan Carlos, posteriormente revocada, queden exentos de toda culpa. La maniobra es grotesca, y mucho más si se piensa que fue esencialmente la actitud del Rey la que logró vencer el golpe y mantener la democracia. La desesperación, la arrogancia y el fanatismo de los golpistas no parecen tener límites.Los procesados y sus letrados no se han limitado así a utilizar las garantías reconocidas a todos los españoles por el artículo 24 de la Constitución, que otorga a los ciudadanos el derecho «a utilizar los medios de prueba pertinentes para su defensa, a no declarar contra sí mismos, a no confesarse culpables -y eso aunque la televisión haya retransmitido su«delito in fraganti- y a la presunción de inocencia», sino que se han lanzado a la insensata aventura de proseguir su intentona golpista en el escenario del Consejo Supremo de Justicia Militar.

Sólo la evidencia de los hechos, algunos contemplados por millones de personas, y la red de contradicciones y mutuas inculpaciones ante el juez han disuadido, sin duda, a los letrados de la tentativa de negar la existencia de las pruebas o de afirmar que sus clientes no participaron en los acontecimientos. La pretensíón de que el Rey preste declaración sobre los hechos ante el tribunal militar rebasa las fronteras de cualquier estrategia defensiva de carácter procesal y cobra el inequívoco significado de una maniobra ofensiva de carácter político, conectada sin solución de continuidad con la conjura sediciosa para derribar la Corona, acabar con las instituciones democráticas y suprimir el régimen constitucional. Vergüenza da síquiera tener que escríbir sobre ello. De acuerdo con la Constitución -expresión soberana de la voluntad del pueblo, que vilmente los golpistas quisieron suplantar-, «la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad». Aunque don Juan Carlos quisiera comparecer como testigo -en realidad, según los letrados defensores, como principal acusado- ante los tribunales, nuestra norma fundamental se lo impide. Pero la pretensión de los abogados no es tanto una defensa de sus clientes, sino una ofensa al Rey. Y una ofensa a todos los ciudadanos libres que se sienten orgullosos de tener al Jefe del Estado como primer garante y defensor de la Constítución. El ruego de los letrados no es una legítima argucia procesal, sino una provocación política que no tiene el más mínimo apoyo en los textos legales ni en la práctica jurídica.

No caeremos, por lo demás, en la trampa de seguir argumentando al respecto. Esta, y no otra, es la intención de esos fieles discípulos de Goebbels y de su teoría de que las mentiras deben ser descomunales para que la gente termine por creérselas. Los ciudadanos deben mantener fija su mirada en ese tablado de la antigua farsa, en el que unos délincuentes que han humillado al resto de sus compatriotas con su arrogante pretensión de ser los monopolizadores del honor, el patriotismo y el valor están mostrando su triste condición moral, su cobardía y su desprecio por la legalidad.

04 Octubre 1981

El valiente capitán

Javier Dusmet García Figueras

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En el editorial de su periódico del día 29 de septiembre último, Ofensas al Rey, se permite usted verter una serie de afirmaciones a las que no puedo por menos que replicar. Parte de esas afirmaciones puedo considerarlas como opiniones personales suyas, que, naturalmente, como todo ciudadano, tiene derecho a expresar. No voy, a defenderme de ellas, pues de eso se encargará la justicia cuando se celebre el consejo de guerra.Pero en el último párrafo de su editorial se atreve usted a llamarme delincuente y cobarde u eso no puedo aceptarlo como tal opinión, sino como insultos a mi nombre y a mi honor.

Señor Cebrián, usted cuenta con unas armas, su pluma y su periódico, a las cuales yo no tengo acceso, en primer lucar porque no soy escritor, y en secrundo lugar, porque el periódico no es mío. Usted emplea su diario como burladero para insultar a quien le parece bien sin tener que arriesgar el tipo.

Pero, señor director, yo también tengo mis armas, y le reto, le desafío a que venga al lugar de donde yo no puedo salir y, me llame a la cara cobarde. Le demostraré, señor Cebrián, su error; le demostraré que el cobarde es usted.

Espero que mis superiores, a los cuales usted ha insultado en tantas ocasiones, no le pondrán ningún inconveniente para que pueda venir a verme.

A su disposición.

Javier Dusmet García-Figueras

Capitán de Infantería en situación de prisión preventiva. Servicio Geográfico del Ejército (Campamento).