3 marzo 1999

El catalán Ricard María Carles será el Vicepresidente de los obispos

El cardenal de Madrid, Antonio María Rouco Varela, elegido nuevo Presidente de la Conferencia Episcopal reemplazando a a Elías Yanes

Hechos

El 2.03.1999 el Pleno de la Conferencia Episcopal eligió a D. Antonio María Rouco Varela como nuevo Presidente

Lecturas

El 2.03.1999 el Pleno de la Conferencia Episcopal eligie a D. Antonio María Rouco Varela como nuevo Presidente en sustitución de D. Elías Yanes, que ha ocupado el cargo desde febrero de 1993. 

D. Antonio María Rouco logró el voto de 44 de los 80 obispos, frente al obispo D. Fernando Sebastián que tuvo 26 votos. Por su parte el cardenal arzobispo de Barcelona, D. Ricard María Carles será el Vicepresidente.

El diario EL PAÍS recibió aquel nombramiento con un artículo en contra del nombramiento (de Sr. Miret Magdalena) y otro a favor (de D. Víctor Cortizo, director de juventud de la Conferencia Episcopal)

Este primer mandato de monseñor Rouco durará hasta marzo de 2005.

21 Febrero 1999

Rouco

Luis María Anson

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Es un cura que está siempre al lado de los pobres, de los oprimidos, de los desfavorecidos. Es un cura que ejerció y ejerce duramente su vocación sacerdotal. Es un cura que estudió a fondo latín, que aprendió teología en la Pontificia de Salamanca y en la Universidad de Munich. Es un cura que escribió sobre la pobreza para Cáritas en el equipo de Investigación Sociológica. Es un cura que se doctoró en Derecho Canónico con la tesis ‘Iglesia y Estado en la España del Siglo XVI’. Es un cura que escribe como los ángeles y ha leído a fondo a San Juan y Fray Luis. Es un cura, ‘rara avis’, que conoce bien las encíclicas pontificias sociales y políticas desde la ‘Mirari vos’ hasta la Sollitudo rei socialis’. Es un cura que fue catedrático de Derecho Canónico de la Universidad de Salamanca y miembro del Círculo Ecuménico de Canonistas de Heidelberg. Es un cura a quien el Papa hizo obispo hace veintitrés años. Es un cura que fue arzobispo de Santiago y ahora de Madrid, a quien Juan Pablo II hace un año nombró cardenal y príncipe de la Iglesia. Pero es un cura, sustancialmente un cura, un hombre de Dios, un hombre bueno, entregado a la oración, a la meditación, a sus feligreses, a los estudios teológicos, me dicen que algunos obispos, en contra de la voluntad del cardenal Rouco, quieren que presida la Conferencia Episcopal. Si esto ocurriera sería una mala noticia para el cura humilde, pero una excelente noticia para los cristianos españoles.

Luis María Anson

03 Marzo 1999

La historia hacia atrás de la Iglesia española

Enrique Miret Magdalena

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Tarancón fue el cardenal del avance. En él arraigó el Concilio Vaticano II, y procuró con habilidad su aplicación. Fue el promotor de la transición política y religiosa. Llegó Gabino Díaz Merchán y siguió sus pasos; pero todo volvió hacia atrás con Ángel Suquía. Elías Yanes, en cambio, les pareció a algunos que iba a volver a coger las riendas del avance; pero se equivocaron. Su política fue la moderación y la cautela. Nadie pudo recordar en él los días de sacerdote progresista en Tenerife. Se plegó a lo conservador y a la defensa a ultranza del espíritu de cuerpo en el mundo clerical. Parecía que todos los obispos pensaban lo mismo, y si algún obispo podía desentonar, como las desgraciadas e inoportunas intervenciones de Setién, se echaba tierra al asunto y parecía que nadie disentía del tono mortecino del episcopado.A la apertura del concilio sucedió el golpe de cerrojo, y éste ni se ha abierto ni puede abrirse. La continuidad campa por sus respetos en el episcopado español, que cada vez se acopla más -o incluso se adelanta- a los vientos involutivos de Roma, que para ésta no parece que el mundo ha cambiado y estemos iniciando una nueva cultura. El clericalismo y la teocracia ya no tienen lugar en nuestro mundo desarrollado, la secularización y «dad al César lo que es del César» son las realidades que hay que tener en cuenta, dando a la sociedad profana la mayoría de edad que tiene.

¿Pero comprenderá esto Rouco? Este cardenal de la confianza del Papa siempre tuvo una historia sin apertura a los vientos nuevos, ni cuando fue profesor en Salamanca, ni cuando accedió al episcopado, ni cuando fue nombrado cardenal. Y la Roma actual ha encontrado su anillo al dedo. Yanes tenía para el Vaticano el inconveniente de su historia, a pesar de haberla querido borrar de su conducta y haberlo conseguido. Rouco consuena con el estilo vaticano actual: buenas palabras, pero nada de doblegar la guardia. Es lo que he comprobado con su actitud en mi presidencia de la progresista Asociación de Teólogos/as Juan XXIII. Amable, pero inflexible en la práctica. No hay más que leer el boletín archidiocesano Alfa y Omega, donde sólo se trata bien a los que dan muestras de estricta y ciega obediencia a lo más conservador. Los demás católicos sólo merecen el ataque personal. Parece que la Iglesia únicamente sea esa minoría conformista, que el concilio parecía haber desechado, pidiendo una Iglesia pluralista.

Seguramente veremos ahora un apoyo cada vez más claro a los movimientos católicos de apostolado o de espiritualidad más conservadores, porque en nuestra diócesis se están fomentando, a pesar de su poco volumen. En cambio, se excluyen claramente los que tienen una característica de avance.

Carles, nuevo vicepresidente, seguirá la línea de Rouco, a pesar de la homilía que pronunció en la boda de la infanta en Barcelona, cuando llamó la atención por su razonable postura.

Y no se crea que todas estas palabras sinceras son una crítica negativista respecto a lo que ocurre en la Conferencia Episcopal. Son la voz de muchos católicos que tomaron en serio el concilio y quieren participar en la marcha de la Iglesia, considerándose ya mayores de edad como quería Pío XII, desarrollando la opinión pública en el catolicismo como deseaba ese Papa. ¿Es esperable ahora un cambio hacia adelante? Ninguno.

Enrique Miret Magdalena

03 Marzo 1999

La Iglesia sigue adelante

Víctor Cortizo

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La renovación de los cargos de la Conferencia Episcopal es buen momento para mirar hacia dentro de la Iglesia y preguntarnos una vez más sobre su presencia en la sociedad. No en vano, la expectación que han despertado estas elecciones es alta, tal vez porque existe una cierta confusión y se aplican criterios e interpretaciones políticos a unas elecciones que destacan por su ambiente tranquilo, ajeno al revuelo exterior. Quizá permanece en muchos el recuerdo de la transición española, o simplemente se hace una comparación con los procesos electorales.Estrenamos presidente y asistimos a la renovación de todos los cargos, porque el mensaje y el contenido de la fe es el que es y no está supeditado a elecciones.

Si tuviese que destacar una preocupación del cardenal Rouco es la presencia de la Iglesia en la sociedad. Presencia de la Iglesia, que para muchos parece que únicamente se realiza a través de documentos públicos que tienen en distintos ámbitos sociales una mayor o menor difusión. Presencia de la Iglesia que tiene enfrente a quienes se esfuerzan e insisten en convertir la fe en un hecho privado, desconociendo que la fe tiene clarísimas implicaciones sociales y públicas. Por tanto, la Iglesia deberá seguir y seguirá haciéndose presente, sabiendo que tiene la obligación y el derecho a denunciar y a constatar la situación de nuestra sociedad. No olvidemos las denuncias de hace algunos años, las críticas que levantaron, y cómo los hechos posteriores nos recordaron que aquellas denuncias no hablaban de temas ajenos a nuestro país. La Iglesia deberá seguir haciendo análisis más rigurosos, debe esforzarse por leer los signos de los tiempos, y hacer un anuncio explícito de Jesucristo.

El nuevo presidente hará gala de su lema episcopal «In Ecclesia communio», y se preocupará por la comunión en la Iglesia; hará sin duda un esfuerzo para que los católicos de nuestro país aumenten sus lazos y trabajen cada vez más unidos. No olvidemos la inmensa realidad de la Iglesia española, las numerosísimas parroquias, grupos, asociaciones y movimientos, las obras sociales y colegios.

Sin duda se continuará trabajando en la línea de una mayor participación de los laicos, para que asuman sus responsabilidades dentro y fuera de la Iglesia. La Conferencia trabaja desde hace años en este sentido e insistiendo especialmente en la necesidad de una formación integral de los cristianos. Los jóvenes serán, con toda seguridad, otra de las prioridades del trabajo de la Iglesia. Existe un importante grupo de jóvenes alejados de la práctica religiosa, pero por otra parte está la realidad de otros muchos que se acercan y encuentran respuestas a su vida. La Iglesia quiere llegar a ellos y estoy seguro de que será una de las apuestas de los últimos años.

Otra prioridad será seguir aumentando su compromiso con las clases menos favorecidas. El proceso de desarrollo económico no debe esconder a numerosos grupos de personas que no se ven favorecidas o son víctimas del mismo. El ahora presidente tiene un talante cercano y afable, y ése es también el talante de una Iglesia que está al lado de los que sufren.

La Iglesia española se prepara para celebrar los 2.000 años del nacimiento de Jesús. Esta preparación está siendo tiempo de reflexión y de oración, de reconciliación y penitencia, y éste es el camino en el que la iglesia sigue adelante.

03 Marzo 1999

Rouco, una voz de consenso para la Iglesia española

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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No es papel de la prensa laica opinar sobre cómo se gobierna una confesión religiosa. Es obvio. Pero sería absurdo desconocer el gran ascendiente que la Iglesia Católica tiene sobre nuestra sociedad. Y también el papel clave que la Iglesia española está jugando actualmente en el conjunto del orbe católico, en el que los países de habla hispana -el continente americano es el único en el que es mayoritaria la Iglesia católica- están cobrando más y más importancia.

La elección ayer del arzobispo de Madrid Antonio María Rouco Varela como presidente de la Conferencia Episcopal española debe enmarcarse obligadamente en esas coordernadas. Si la candidatura del cardenal de Villalba ha contado con el beneplácito del Vaticano -algo sobre lo que no parece haber muchas dudas- es sin duda por la proyección internacional que tiene su personalidad: alejada de cualquier bandería, tan discreta en lo público como cordial en lo privado, apegada a la base eclesial -dedica tres días a la semana a conocer cada rincón de su diócesis-, de muy sólida formación intelectual, pero sin ínfula alguna. Monseñor Rouco tiene muchos amigos, pero lo que más lo distingue es que carece prácticamente de enemigos. Es esa combinación de circunstancias objetivas y de virtudes personales la que ha conducido a diversos especialistas a señalarlo como papable, vinculando su estilo religioso y humano al de Juan XXIII, directo rival del actual Juan Pablo II en el carisma eclesial del siglo.

Pero, antes de poder proyectarse a más altas metas, monseñor Rouco habrá de demostrar su capacidad para gobernar la Iglesia española.

No es mal banco de pruebas.

Se pone manos a esa obra con el arzobispo de Barcelona, Ricard Maria Carles, como estrecho colaborador. Se ha dicho que el suyo es un tándem «Madrid-Barcelona», subrayando de paso que monseñor Rouco no es hostil a la constitución de una conferencia episcopal catalana. Es de temer que ésa sea una aplicación abusivamente reduccionista de criterios políticos al funcionamiento de la Iglesia Católica. Esta tiene sus propias claves. Rouco y Carles son favoritos de la Santa Sede: tal vez eso sea más decisivo.

Rouco ha demostrado sensibilidad hacia los problemas sociales. No se distingue en ello de Juan Pablo II. Lo que está por ver es qué talante revela ante los ámbitos de la moral privada -el de la anticoncepción, de modo muy especial- en los que el Papa actual ha evidenciado un espíritu más conservador. Es en ese terreno donde se decidirá el futuro post-Wojtyla. Y también el papel que en ese futuro puede jugar el propio Rouco Varela.

03 Marzo 1999

Relevo en la Iglesia

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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LA ELECCIÓN del arzobispo de Madrid, cardenal Antonio María Rouco, como presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) es un ejemplo de cómo los métodos de democracia interna al uso en la Iglesia pueden sincronizarse con los deseos del Vaticano. El hombre sobre el que Roma había manifestado sus preferencias, según llegó a traslucirse incluso en una asamblea episcopal nada propicia a desvelar sus «secretos», obtuvo a través de las urnas el plácet mayoritario (44 votos de los 80 contabilizados) de los miembros del episcopado español.Rouco Varela sucede a Elías Yanes, arzobispo de Zaragoza, un hombre que ya ocupó cargos de relevancia en la Conferencia Episcopal con el cardenal Tarancón y de la que ha sido presidente en los últimos seis años. Seguramente esta veteranía, unida a la dificultad de alcanzar los dos tercios de votos exigidos para un tercer mandato, ha sido factor determinante en el ánimo de sus colegas para no renovarle por tercera vez su confianza. Hay que tener en cuenta que la mitad de los obispos españoles han sido nombrados por el Vaticano en los últimos años, bien en la época del nuncio Tagliaferri, bien a partir de 1996 en la del actual nuncio Lajos Kada. Esta hornada de nuevos obispos ha valorado sin duda de modo positivo la imagen pastoral y espiritualista que proyecta el arzobispo de Madrid.

El nuevo presidente de los obispos españoles simboliza, pues, el cambio generacional habido en los últimos años en el episcopado español. Y lo sitúa en la cúspide de una Conferencia Episcopal que nada o muy poco tiene que ver con la de hace dos o tres lustros, con menos poder y funciones y con una autonomía que ha ido diluyéndose en la medida en que aumentaba el control del Vaticano. Pero ésos son asuntos internos de la Iglesia. Lo significativo desde un punto de vista social sería que el cambio no implicara un deseo de interferencia o presión sobre la esfera privada de los ciudadanos. Sería deseable que, una vez concluido su largo periodo de transición, la Iglesia española entrara en una etapa de plena normalidad y se desprendiese de la visión catastrofista que todavía se expresa a veces frente a la sociedad secularizada en la que vive. Si surge algún conflicto, la Iglesia debe resolverlo desde el diálogo, y no desde la prepotencia, sin recurrir a métodos que recuerden el confesionalismo pasado.