21 junio 1963

A pesar de su fama de conservador fue un cardenal de confianza de Juan XXIII

El cardenal de Milán, Montini, es elegido nuevo Papa con el nombre de Pablo VI y la misión de cerrar el Concilio Vaticano II

Hechos

El 21.06.1963 El Vaticano proclamó a Pablo VI nuevo Papa.

Lecturas

El cónclave de los príncipes de la Iglesia, formado por 80 cardenales, acaba de elegir papa al actual arzobispo de Milán, monseñor Giovanni Battista Montini.

El nuevo pontífice, un gran admirador del apóstol Pablo, ha elegido para su pontificado el nombre d Pablo VI.

Nacido en Brescia en 1897 en el seno de una familia con vocación política (su padre había sido periodista y diputado), Pablo VI se ordenó sacerdote en 1920, y ha trabajado largos años en la secretaría de Estado del Vaticano, tras estudiar filosofía y derecho canónico en la Gregoriana de Roma.

Desde los difíciles años de la Segunda Guerra Mundial, fue responsable de las relaciones diplomáticas del Vaticano. Y a partir de 1952 se convirtió en uno e los más próximos consejeros del papa Pío XII, cuyo sucesor, Juan XXIII, le confirió la púrpura cardenalicia en 1958.

Los observadores de la capital pontificia sostienen, de manera unánime, que el nuevo papa profundizará la línea pastoral de Juan XXIII y conferirá un nuevo impulso al concilio Vaticano II. El nuevo pontífice fue elegido por el cónclave después de cinco votaciones al parecer muy reñidas.

22 Junio 1963

Loa a Pablo VI

Julián Cortés-Cavanillas

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Llamémosle Pablo al nuevo Papa, como se debe en buen castellano. Y ahora quiero dedicar esta loa a quien acaba de nacer como Pontífice Sumo de la Iglesia Católica y Vicario de Cristo en la tierra, porque tengo perfectamente grabados en los ojos y en la mente los rasgos físicos y los modos suaves de Juan Bautista Montini, el Papa recién ‘hecho’. Le conocí y fui presentado a él, por vez primera, la ardiente mañana del 9 de agosto de 1945. Era entonces sustituto en los asuntos ordinarios de la Secretaría de Estado del Vaticano, y cuando salió de despachar con Su Santidad el Papa Pío XII – minutos antes de que las campanas de San Pedro anunciaran el Angelus del mediodía – se encontró conmigo en la antecámara pontificia, y monseñor Nasalli – Roca, maestro de cámara, antes de decirme: «Pase; el Santo Padre le espera», me hizo una rapidísima presentación del espigado joven, llamado monseñor Montini, en quien Eugenio Pacelli tenía depositada su máxima confianza en los asuntos de gobierno de la Iglesia, paralelamente a monseñor Tardini. Y no obstante la privada y excepcional audiencia con Pío XII, que por razones que hoy no son del caso referir me dejó marcada huella para toda mi vida, no olvidé tampoco en aquel 9 de agosto de 1945, ni años después, la figura ascética de ojos penetrantes y de elegantes maneras del extraordinario joven de cuarenta y cinco años, que atendía por el nombre de Juan Bautista Montini.

Unos meses antes, quien hoy es el Jefe de la Cristiandad, acudía no pocas veces, en una Roma ocupada por las tropas nazis, a decir misa en las habitaciones privadas de la Embajada de España ante la Santa Sede, donde residía el ministro encargado de Negocios, don Juan Teixidor, cuando era embajador don Domingo de las Bárcenas, Monseñor Montini, encontraba siempre como fieles devotos de su ‘misa’ a la princesa Isabel Colonna, una ‘refugiada’ y al ex embajador de Italia en España y ex ministro de Asuntos Exteriores del mariscal Badoglio, también ‘refugiado’ don Raffaele Guariglia, y su españolísima esposa, doña Paz. Si se pudieran engarzar las muchas horas desgranadas en el Palacio de España en Roma por monseñor Montini, en los años que van de 1943 a 1958 nos asombraría el afecto y la preocupación que tuvo siempre por nuestra Patria y por sus asuntos, la augusta persona que hoy asume el Solio de San Pedro con vigor, mente y presencia, no de prelado, ni de cardenal, sino de Papa, elegido por inspiración casi fulminante y por profunda convicción mayoritaria del Sacro Colegio.

Durante diecisiete largos años en Roma, como corresponsal de ABC, tuve la oportunidad de saludar en bastante ocasiones, y casi siempre en recepciones diplomáticas, a su excelencia monseñor Montini.

Después, cuando Juan XXIII le designó el primero de sus cardenales en el primer Consistorio de su Pontificado y le mantuvo en la archidiócesis más grnade luminosamente granítica de San Ambrosio y San Carlos Borromeo, también me fue propicio el privilegio de besar el anillo pastoral de quien ya era Su Eminencia el cardenal Montini en el esplendor de colores de las fabulosas vidrieras y de las filigranas góticas de la catedral de Milán, donde su trono ofrecía presagios de elevación a perspectivas ecuménicas.

Que nadie se asombre de que el nuevo Papa Pablo VI se llame en la nomenclatura civil Juan Bautista Montini. El ‘Flos Florum’ de San Malaquías, con su flordelisado escudo, ofrece en estos históricos momentos a un mundo de angustias y de preocupaciones internacionales, las mayores esperanzas, porque el neo Pontífice, armoniza el corazón de Pedro con la mente de Pablo y sabrá injertar desde la Cátedra Suma en su propicio espíritu, tanto a Pío XII como a Juan XXIII, que ambos fueron sus grandes maestros y de ambos recibió, antes de la gracia definitiva del Espíritu Santo, enseñanzas de modos y maneras de humildad y de inteligencia, de paciencia y de serenidad, que son absolutamente esenciales para el mejor servicio de Dios y de la Iglesia de quien es ya siervo de los siervos.

El Papa es el Papa. El Papa no es nada de aquello que con criterios humanos medimos como si fuera un Presidente de la República o un Jefe de Gobierno. El Papa, llámese Pacelli, Roncalli o Montini es el Papa, por esencia y potencia, es decir, el Padre de todos y el siervo de todos y él mide a los hombres por la abierta anchura de sus brazos. No olvidemos que Pablo VI es el continuador directo de Juan XXIII y fue el cardenal predilecto del grande universal corazón que dejó de palpitar todavía no hace veinte días. Pero tampoco olvidemos que el Pontífice naciente se ha querido llamar Pablo, como el Apóstol de los gentiles que representa el intelecto supremo, luminoso y activo del mundo cristiano de cualquier época. Y en la nuestra, el símbolo de Pablo es más necesario que nunca. Esto lo sabe como nadie Su Santidad el Papa felizmente ‘hecho’ Paulo VI. ¡Que Dios le guarde!

Julián Cortés-Cavanillas