3 agosto 1990

Estados Unidos y la Unión Soviética, unidos en la condena de la invasión de Hussein

El dictador de Irak, Sadam Hussein, invade Kuwait y derroca al emir Jaber al Ahmad al Sabah, que se exilia a Arabia Saudí

Hechos

El 2.08.1990 Irak invadió Kuwait ocupando todo el país. El Gobierno iraquí de Sadam Hussein justificó la invasión en ‘liberar a Kuwait’ apoyando a un ‘nuevo gobierno kuwaití libre’.

29 Julio 1990

Saddam Hussein, estuvo a punto de prender la mecha de otra guerra del Golfo

Ramón Luis Acuña

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Un país empobrecido tras haber ganado una guerra, que cuenta con un poderoso Ejército victorioso e inactivo y cuya economía reposa en una materia prima única que baja de precio, encierra una peligrosa combinación para sus vecinos. Sólo hacía falta el fulminante: un político de ambiciones desmesuradas, audaz. Irak, con un millón de hombres movilizados, el petróleo a 14 dólares por barril y Kuwait, al lado aumentado su producción y sosteniendo los precios, fueron esta semana los ingredientes de la explosiva mezcla. El presidente iraquí, Saddam Hussein, estuvo a punto de prender la mecha de otra guerra del Golfo.

Nada de esto se hubiera urdido sin embargo de no haber sido en vísperas de una reunión de la OPEP en Ginebra, destinada a fijar niveles de producción, cuotas y precios. Fue, por tanto, un riesgo perfectamente calculado, Hussein envió treinta mil tropas de elite a la frontera kuwaití, el equivalente en hombres al Ejército de esta rica nación árabe que sin el apoyo de Estados Unidos, cuya flota maniobra en el Golfo, se hubiera engullido de un bocado. El objetivo de este agresivo califa del oro negro no era éste, sino el obvio – que consiguió – de hacer subir los precios del petróleo. Creó la tensión, originó el temor a la baja de la producción, y por ende al encarecimiento a causa de acciones de guerra, y pidió un tanto alzado de 25 dólares por barril. Casi inmediatamente, en el sensible mercado libre subió la puja. Y la OPEP, en una sesión relámpago destinada a bajar la fiebre bélica llegó un consenso y pronto estableció el barril en un precio mínimo de 21 dólares.

Desde Clausewitz, general alemán más famoso por sus reflexiones sobre la estrategia belica que por sus campañas contra Napoleón, ha pasado a ser un dicho popular que la guerra es la continuación de la política por otros medios. Irak no sólo lo sabe, sino que lo aplica. El barril de petróleo, fijado últimamente en 18 dólares, había descendido a 14 el mes pasado bajo la mirada complaciente de los grandes productores de la zona: Arabia Saudí, Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos, por cierto, antiguos aliados de Irak en la guerra del Golfo. Ello originaba un deterioro notable en las exhaustas arcas de Bagdag. Pero no constituía en modo alguno causa suficiente para usar la diplomacia del cañón. Saddam Hussein juega con fuego en una santabárbara.

Este dirigente del Partido Socialista Bath, presidente de Irak desde 1979, ha forjado su estatura política primero en la supresión de toda oposición interna doblada con un extraordinario culto a su personalidad en todo el Irak y luego en la guerra contra Irán, en la que contuvo el integrismo apoyado por las ricas monarquías del Golfo y bajo la mirada permisiva de los Estados Unidos. Con el Ejército más poderoso del Próximo Oriente, inmediatamente después de esta amenaza contra Israel en la zona. Ahora ha pasado a ser también una amenaza contra el resto de los Estados árabes de la región.

03 Agosto 1990

Más que una amenaza

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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EL PRESIDENTE iraquí, Sadam Husein, tiene la ominosa costumbre de tomarse en serio sus propias amenazas. Así ocurrió en 1980, cuando las advertencias a Irán de que cesara en su hostigamiento contra Bagdad se transformaron en invasión del país vecino y en una guerra de nueve años, y ayer, cuando las tropas iraquíes, en violación de todas las normas imaginables, ocuparon el emirato de Kuwait, palacio real incluido. Dos conclusiones fundamentales pueden extraerse del abrupto movimiento militar iraquí.La primera es la de que el Gobierno baazista de Irak jamás ha aceptado la existencia independiente de Kuwait, cuyo territorio reclama como parte de sus fronteras meridionales; la segunda, que las heridas, al menos psicológicas, de la guerra con Irán se consideran ya en Bagdad como cerradas y el país árabe se cree hoy en condiciones de reanudar una política de hegemonía en la zona. Para ello cuenta con el ejército más poderoso del Oriente Próximo, con tropas entrenadas cuya mera existencia parece que pide un surtido periódico de conflictos que le sirva de justificación.

La intervención militar tiene, de otro lado, su base inmediata en una exigencia iraquí de delimitación fronteriza y en la extracción de petróleo por parte kuwaití en ese territorio en disputa. A ello se suma el incumplimienito por Kuwait de las cuotas de producción de crudo en eventual perjuicio del precio del petróleo y de la parte iraquí en el mercado. Todo ello, sin embargo, no debe difuminar las cuestiones de fondo. Sobre las cuotas de producción se había llegado a un principio de acuerdo, así como sobre el pago de una compensación económica a Bagdad. La cesión del territorio reivindicado por Irak, rico en yacimientos de crudo, en cambio, era naturalmente resistida por Kuwait no sólo por su valor económico, sino porque ponía en tela de juicio la propia existencia del emirato.

Las tropas iraquíes no podrán permanecer indefinidamente en el país vecino, pero aunque una gestión internacional logre la retirada de las mismas, está clara la negativa de Bagdad a contentarse con cualquier cosa menos que un virtual protectorado sobre Kuwait. Al mismo tiempo, el gesto de Sadam advierte al mundo que Bagdad reanuda su cabalgada militar para imponer una ley puramente militar sobre el mundo árabe al este de Suez. Por ello, los ecos de la invasión han de resonar especialmente ominosos en Arabia Saudí, el mayor poder económico del Oriente Próximo, y en Siria, el régimen baazista de los hermanos enemigos de Bagdad. Si el intento de dominación iraquí sobre la zona comenzó con la fracasada invasión de Irán, musulmán pero no árabe, la utilización de la baza militar se ejerce ahora contra otro país árabe, lo que prueba hasta dónde el presidente iraquí está dispuesto a llegar para obtener algo más que la simple hegemonía sobre el Golfo.

Finalmente, la invasión supone una grave derrota para el presidente egipcio, Hosni Mubarak, y una preocupación muy directa para Estados Unidos. La creciente dependencia norteamericana con respecto al suministro de crudo del golfo Pérsico y las estrechas relaciones de Washington con Kuwait plantean la posibilidad de una extensión del conflicto, siquiera sea por agentes interpuestos. No olvidemos que Israel destruyó en 1980 el reactor nuclear iraquí de Tanmuz. Por lo que respecta a Egipto, Mubarak era quien había llevado a kuwaitíes e iraquíes a la mesa de negociación. Israel utilizará, por su parte, la acción iraquí para subrayar futuras amenazas sobre Jerusalén. Y todo ello favorece el juego de los ultras israelíes, alejando aún más cualquier posibilidad de acercamiento palestino-judío. Por esa razón, nada que no sea una inmediata retirada iraquí sin condiciones, que permita la reanudación de los contactos, reparará el daño que Bagdad ha causado al mundo árabe.

03 Agosto 1990

Hitler en Mesopotamia

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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SE veía venir. Era la consecuencia de la loca trayectoria de Sadam Hussein, un «señor de la guerra» cuyo paralelismo con el Hitler de los años inmediatamente anteriores a la II Guerra Mundial resulta inevitable después de la invasión de Kuwait. Los tres actos de la tragedia son análogos: un pretexto económico y fronterizo, una «blitzkrieg» y la imposición de un gobierno títere en el pequeño emirato. Económicamente pobre, el Irak de Hussein sólo se ha desarrollado en un aspecto, el militar, hipertrofiado hasta la demencia. Dotado de un ejército de más de un millón de hombres espléndidamente equipados, Bagdad se ha convertido en el gendarme de la zona, una fuerza bélica sin parangón en el mundo árabe. A la manera de las viejas bandas de Chicago, pero en una escala incomparable, Hussein ha usado arbitrariamente esa fuerza disuasoria para hacer y deshacer en todos los países de los alrededores, para alterar los equilibrios internos de la OLP y, sobre todo, para chantajear a. sus vecinos más ricos, extrayéndoles diezmos de vasallaje bochornosos a cambio de «protección». Esta mezcolanza de aprendiz de Führer y matón de película parece haber roto ejemplarmente la baraja, muy en sintonía con su modelo hitleriano: la imposición de exigencias económicas y fronterizas perfectamente disparatadas al petrolífero Kuwait no puede ser leída sino como la inverosímil legitimación -por vía de absurdo- de una invasión que había sido ya prefijada en todos sus detalles. Como Austria en el momento del Anschluss del ejército nazi, poco podían oponer ahora las escuálidas fuerzas armadas kuwaitíes ante la impresionante máquina de guerra que se les vino encima. Ha sido, ahora como entonces, un paseo militar. Las consecuencias de la invasión son difíciles de evaluar. De Kuwait, que tiene invertidos en todo el mundo casi 10 billones de pesetas, dependen los intereses de numerosas compañías de Occidente y Japón. La invasión del pequeño estado es una señal de alarma para los mercados financieros internacionales, cuya estabilidad ha quedado seriamente amenazada. La espectacular subida del crudo era ya un hecho a las pocas horas del ataque iraquí. Lamentarse ahora tiene, sin embargo, algo de hipócrita. Occidente ha sido testigo de la arrogancia y los desmanes de Hussein y no ha hecho nada por paliar el peligro. Ahí están los informes de Amnesty International situando a Irak a la cabeza en la práctica de la tortura y la violación de derechos ciudadanos. Ahí está el uso de armamento químico, taxativamente prohibido por las convenciones internacionales. La condena, ayer, del Consejo de Seguridad de la ONU llegó, como siempre, tarde. Sería terrible que el mundo acabase por aceptar la monstruosidad acaecida como irreversible. Y es hora de preguntarse cómo los países occidentales por un lado y la URSS por otro pudieron asistir pasivos o, en el segundo caso, abastecer militarmente a la bestia. Cómo pudieron olvidar el elemental principio de que los matones acaban siempre matando

04 Agosto 1990

El gran matón

Fernando Schwartz

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Kuwait siempre ha tenido un grave inconveniente: su exiguo tamaño. Pero, si la extensión geográfica del emirato ha sido peligrosa para su supervivencia, más lo han sido los dos bienes de que dispone en abundancia y que, desafortunadamente, Irak, su poderoso vecino, siempre codició: el petróleo y la salida al mar. Ambos son ahora la causa de la terrible situación en que se encuentra el pequeño país.Hasta hace pocos años, su dimensión proporcionaba a Kuwait la ventaja de ser un gozne entre tres grandes naciones que actuaban simultáneamente como garantía mutua y constante de su integridad. Ni Arabia Saudí, ni Irán, ni Irak tenían, en efecto, fuerza o ganas de meterse en la disparatada aventura de enfrentarse con uno o con los dos vecinos por la absorción del emirato.

Cuando Kuwait obtuvo la independencia plena del Reino Unido en 1961, Bagdad mandó sus tropas a la frontera: no aceptaba la existencia del emirato como Estado y reclamaba como suyas Bubiyán y Warba, las dos grandes islas pantanosas que son kuwaitíes y que cierran la desembocadura del Shatt al-Arab e impiden la salida franca de Irak al Golfo. Eran otros tiempos. El Reino Unido controlaba la zona del Golfo, Irán ya se había convertido de la mano del sha en la potencia militar más fuerte del área y el petróleo, sin la importancia estratégica y económica de hoy, estaba aún en manos de compañías europeas y norteamericanas. Las pretensiones iraquíes fueron simplemente apartadas de un manotazo.

La guerra de Irán e Irak hizo que cambiaran completamente las coordenadas del problema. Recién concluidos el acceso del ayatolá Jomeini al poder y la defenestración del sha, la extensión de la revolución integrista por todo el mundo árabe parecía imparable. Los primeros que se sintieron amenazados fueron, naturalmente, los pequeños emiratos del Golfo (no sólo Kuwait, sino Bahrain, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos) que sumaban a su endeblez congénita la presencia en sus territorios de fuertes minorías shiíes de origen persa.

También los dos grandes de la zona creyeron que Irán intentaría desestabilizar a sus nunca populares regímenes políticos; para Arabia Saudí, la disputa sería sustancialmente de ortodoxia religiosa; para Irak, se trataba de que, al otro lado de una larguísima frontera, un molesto vecino no sólo se mostraba dispuesto a combatir contra la esencia misma del régimen baazista, sino que amenazaba directamente a algunas de sus áreas fronterizas de mayor producción petrolífera.

Todo el mundo árabe y una sustancial porción del occidental respiraron aliviados cuando Irak, tras amasar sus tropas en la frontera con Irán, lanzó un ataque preventivo contra las fuerzas de Jomeini en 1980. Debían haber aprendido la lección, porque a lo largo de los ocho años de la inútil guerra, tuvieron amplia ocasión de conocer al nuevo líder iraquí, Sadam Husein, un sanguinario borracho de poder y dueño de un ejército de 1.000.000 de hombres.

Nadie tiene, sin embargo, derecho a escandalizarse ahora de los horrores de la guerra Irán-Irak, porque la industria mundial de armamento, incluida la española, suministró armas a manos llenas y permitió a ambos contendientes proseguir unas hostilidades que ninguno era capaz de ganar.

Grave equivocación

Kuwait (y los otros países conservadores de la zona) cometió una equivocación grave: financiar la guerra de Bagdad a fondo perdido. Nadie sabe a ciencia cierta el monto de la deuda iraquí por este concepto, pero no es arriesgada la cifra de 70.000 millones de dólares. Husein dejó a su país en la ruina. Necesita urgentemente dinero para hacer frente a las exigencias de una reconstrucción en la que le va literalmente la vida.

Al principio, se conformó con exigir un acuerdo de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) -cuya reunión anual de fijación de precios se celebraba en Ginebra hace dos semanas- para que el barril de petróleo pasara de valer 14 dólares a venderse a 24. Para ello era fundamental que Kuwait, poseedor de una de las mayores reservas de crudo del mundo y con una población reducida -lo que quiere decir que no está particularmente interesado en el alza de precios- dejara de extraer petróleo por encima de la cuota que le tiene asignada la OPEP. El emir se encogió de hombros. Hizo mal. Husein dispuso a 100.000 hombres en la frontera y acusó al emirato de estarle robando crudo de la bolsa iraquí de Rumaila que se encuentra en la misma línea divisoria entre los dos países. Puede que sea cierto; las bolsas no se paran en la frontera arbitraria del desierto. Es interesante que Kuwait accediera a pagar a Irak 1.200 millones de dólares por el supuesto robo.

En la reunión de la OPEP se acordó una subida de los precios hasta los 18 o 19 dólares por barril. Husein no se dio por satisfecho y mantuvo a sus tropas en la frontera. El presidente egipcio, Hosni Mubarak, consiguió calmar los ánimos y llevar a las dos partes a una mesa de negociación en Yedda. Deberían haber recordado todos lo que la historia tiene que decir del resultado de las concentraciones de tropas iraquíes en la frontera. La reunión no resolvió nada, las delegaciones se retiraron a sus respectivas capitales y Sadam Husein hizo lo que tenía intención de hacer desde el principio: anteayer mandó a sus tropas que invadieran Kuwait, un objetivo militar modesto al alcance de la simple fuerza bruta. Husein, habiendo conquistado las islas de Bubiyán y Warba, dispone ahora de su salida al mar. Tiene también todo el petróleo que quiera. Y no tiene por qué pagar la deuda de guerra con el emirato.

Es un acto clásico de gansterismo internacional. Enfrentado con él, Washington ha bloqueado los fondos que Bagdad tiene colocados en Estados Unidos, Moscú ha suspendido todo envío de armas, la comunidad internacional le ha censurado y tal vez se decida a romper de una vez con Husein. Pero las realidades de la vida son como son y, en un solo día, Husein ha conseguido su objetivo de disparar el precio del crudo hasta casi los 24 dólares por barril que pretendía.

Hace días Israel dijo que consideraba que la situación era explosiva. Tiene razón; lo grave es que este tipo de declaraciones siempre debe ser tomado en serio viniendo de quien viene. Toca ahora a la Liga Arabe y al prestigio y considerables dotes de diplomacia de¡ presidente egipcio conseguir que Irak se retire de Kuwait. Puede que un arreglo pacífico cueste al emirato sus dos islas y un trozo de su frontera, es decir, una zona importante de yacimiento petrolífero. Sería un precio injusto, amargo y espantosamente realista. Queda por ver con qué garantías se pagaría. Desde luego, una de ellas debería ser la de impedir que en el futuro Husein siga campando por sus respetos. Y es que el cinismo es una moneda inevitable cuando se trata de controlar a un monstruo que se ha contribuido a crear.

 

09 Septiembre 1990

El Grupo Torras ante la crisis del golfo pérsico

Javier de la Rosa

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Escribo estas líneas en nombre de un equipo de gestión que integra las responsabilidades de Torras Papel, Ercros, Ebro y Prima Inmobiliaria, sociedades todas ellas líderes en su sector en nuestro país. También, en nombre del Grupo Torras y el resto de las sociedades que lo integran. Lo hago porque creo que en estos días difíciles se están vertiendo opiniones e informaciones sobre el Grupo Torras y sus empresas claramente influenciadas por el factor psicológico surgido del conflicto internacional que se ha generado con la invasión de Kuwait por parte de Irak, muchas de las cuales han contribuido a generar un confusionismo que no se corresponde con la realidad. Como entiendo que los hechos son los mejores argumentos que se pueden aportar a la hora de arrojar luz sobre cualquier contraste de pareceres, me permito recapitular públicamente acerca de una gestión empresarial española pura, simple y única, que cualquier observador extranjero cataloga como la más importante que se ha realizado en nuestro país en los últimos años y de la que por desgracia sólo se han conocido algunos aspectos de índole financiero.

UN GRAN ACTIVO

Tanto se ha hecho en este tiempo que los antecedentes y los hechos se pierden en la memoria. Ahora, Torras es un Grupo que controla por inversión y gestión propia los mayores activos independientes españoles (más de 700.000 millones evaluados externamente) y con una facturación superior a los 600.000 millones. Este Grupo decide en Barcelona y con mentalidad catalana, pero que conste que también a veces va a Madrid y decide ahí, si es necesario. No faltaba más. Para alcanzar esta realidad, el camino ha sido laborioso y arduo. Pero, en fin, estos son nuestros argumentos: Cuando en 1986 fondos gerenciados por el Grupo KIO se incorporaron al accionariado de Torras Hostench las ventas de la compañía eran de 23.000 millones de pesetas y sus activos de 2.174 milones. Inmediatamente, se canceló la deuda existente por suspensión de pagos en una operación sin antecedentes en España por valor de 16.700 millones de pesetas de principal y cerca de 5.000 millones de intereses. Después se empezó a construir el primer grupo español papelero para lo que: -Se adquirió Papelera del Mediterráneo a finales de 1986. -Se compró Celupal en 1989. -Venta del control de Inpacsa (hoy Eppic) y de las actividades en cartoncillo. -Se adquirió el 50,01% de Celulosa de las Ardenas en 1988 para ampliar hasta el 100% a principios del 90. -Se adquirió Intermills en marzo de 1990. Para estas adquisiciones y su desarrollo, se han invertido en una primera fase 20.426 millones de pesetas y se invertirán 48.000 millones más para completar el proyecto papelero europeo. Además, en inversiones industriales, instalaciones, medio ambiente, maquinaria, etc… se han utilizado 53.000 millones, con lo que el resultado es: primer grupo papelero español con organización productora y comercial en toda Europa. En mayo del 89 se realiza la fusión de Torras Hostench y Pamesa, con exenciones fiscales totales. Seguidamente, se escinden el resto de actividades papeleras creando el grupo Torras Papel, con un volumen de ventas que alcanzará en 1990 los 80.000 millones de pesetas, casi cuatro veces lo que era normal hace cuatro años. Con la incorporación de la nueva planta papelera de Bélgica, actualmente en construcción, el Grupo Torras Papel alcanzará en 1995 un volumen cercano a las 600.000 toneladas, cuando en 1982 era de 140.000 toneladas, y siendo la evolución del número de personas empleadas y para el mismo periodo de 1.757 a 4.000. Hoy diga quien diga lo que diga, es la primera papelera española, y un actor consecuente, lógico, compacto e importante en los mercados europeos.

LA LLEGADA DE CROS

La entrada del Grupo Torras en Cros y posteriormente en ERT, hizo posible la fusión de ambas empresas, tantas veces soñada en el pasado pero nunca emprendida que constituyó la mayor fusión industrial realizada en nuestro país con unas plusvalías superiores a los 100.000 millones de pesetas. Para ello, tuvo que acometerse el saneamiento financiero tan necesario para las dos empresas, y cuya acción principal fue la cancelación definitiva de la deuda crítica que arrastraba ERT con más de 50 bancos. En parte, se utilizaron recursos provenientes de desinversiones en aquellos negocios que por razones estratégicas, lo hacían necesario, como: falta de dimensión suficiente y una carencia de tecnología propia. Gracias a ello, se obtiene una entrada de fondos de unos 36.000 millones de pesetas. Cuando el 30 de junio del 89 nace Ercros, lo hace con un plan estratégico y modelo organizativo nuevos que hasta ahora se ha ido implantando progresivamente. Este plan estratégico se basa en la concentración en sectores en los que Ercros tiene factores diferenciales competitivos, en la internacionalización de sus actividades y en la finalización de sus negocios para dotarles de autonomía de gestión y posibilidades de desarrollo independiente. Esto ha sucedido en la actividad de fertilizantes (Fesa), en las actividades de explosivos y defensa (Unión Española de Explosivos), en el negocio de petróleo petroquímica (Ertoil) y en las actividades químicas (Erkimia). También se realizan procesos de desinversiones (minería del carbón, gases industriales, consultoría, etc…) y un proceso paralelo de adquisiciones (Enfersa) en el sector de fertilizantes, y Rio Tinto Minera en el área minerometalúrgica). Del mismo modo, se llevan a cabo operaciones de fusión y racionalización empresarial en otros sectores como el sector naviero y el agroquímico. Podemos destacar tres hitos importantes en las actividades de la compañía: El Plan de Viabilidad para el sector de fertilizantes que permite dotar a nuestra área de fertilizantes del nivel de competitividad necesario para estar presentes en un mercado que en Europa se estructuraba empresarialmente concentrado. El acuerdo de Erkimia con Rhone Poulenc en el campo del alcohol polivin ico y de las emulsiones, con lo que se elimina el peligro de los movimientos cíclicos del mercado y suponen unos ingresos de más de 5.000 millones de pesetas. Por último, la adquisición a RTZ de su participación del 49% en Rio Tinto Minera, pasando a ser Ercros el único accionista de esta sociedad en franco desarrollo actualmente, después de levantar la suspensión de pagos que pesaba sobre la misma en diciembre de 1989. El plan de inversiones del grupo, que incluye grandes mejoras para Ertoil y Erkimia, supondrá en el periodo 8993 una cantidad en torno a los 100.000 millones de pesetas, de los que a finales de este año se habrán materializado unos 40.000 millones. Como se puede imaginar lo duro no fue controlar ERT, sino lo está siendo la reestructuración de Ercros que en su inicio agrupaba 150 sociedades.

EBRO: DINAMICA EMPRESARIAL

Cuando sólo han transcurrido dos ejercicios económicos desde que Torras, a través de la OPA se incorporase de forma significativa al capital de Ebro, esta sociedad ha experimentado cambios significativos en su estrategia, pasando de ser un grupo azucarero español a constituirse como grupo alimentario de talla europea. Desde diciembre de 1988, el Grupo Ebro ha realizado inversiones en distintas empresas de alimentación, por un importe aproximado de 27.500 millones de pesetas, que abarcan distintos países y negocios. Dentro de España, las participaciones adquiridas han sido las siguientes: Un 60% en Arrocerías Herba, empresa líder en Europa en el sector del arroz, con un volumen de exportaciones cercano al 70% de su producción y una cuota de mercado interior del 35%. Esta sociedad, que en 1988 facturó 10.500 millones de pesetas, se espera que alcance en 1991 una facturación próxima a los 27.000.

Javier de la Rosa

05 Agosto 1990

Paralizar a Husein

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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LA GUERRA es la guerra, con sus horrores y su barbarie. Por mucho que se esfuercen los agresores iraquíes por dar al mundo la sensación de que sólo han llevado a cabo una operación limpia y rápida, y de que se van a retirar en un plazo breve, los hechos desmienten esas afirmaciones. En Kuwait, ocupado por las tropas iraquíes, están ocurriendo graves violaciones del derecho internacional. El secuestro temporal de varios diplomáticos europeos, entre ellos un alto funcionario de la Embajada española, representa un «acto de hostilidad» -como afirma el Gobierno español- absolutamente intolerable, que confirma hasta qué punto todos los países deben sentirse afectados por la agresión iraquí, y todos deben tomar medidas para realizar un bloqueo internacional eficaz que demuestre al dictador Sadam Husein que no podrá salirse con la suya.En el terreno militar, las noticias sobre una posible entrada de los agresores en la zona neutral entre Irak y Arabia Saudí, si bien aún no han sido confirmadas, indican las consecuencias gravísimas que puede acarrear el ataque a Kuwait. La suspensión de la cumbre árabe prevista para este fin de semana no ayuda a mejorar las expectativas. En esta situación, mucho -por no decir todo- depende de la amplitud y eficacia de las medidas que adopte la comunidad internacional para imponer un mínimo respeto del derecho internacional.

En ese orden son importantes los pasos dados ayer. El hecho de que la Unión Soviética y Estados Unidos se hayan dirigido a todos los países para pedirles que se unan «en la suspensión de toda entrega de armas a Irak», es significativo, sobre todo por lo que tiene de acción conjunta sin precedente entre las dos grandes potencias. Pero es obvio que la suspensión del envío de armas es una medida insuficiente. La Comunidad Europea ha ido más allá en la reunión de Roma al decidir no sólo apoyar las sanciones acordadas por la ONU, sino tomar inmediatamente, por su parte, medidas muy efectivas, como el bloqueo de los haberes iraquíes y, sobre todo, el embargo sobre las importaciones de petróleo de Irak y de Kuwait (para que este último no pueda ser utilizado por el Gobierno títere colocado por Irak). Este punto es esencial para que Sadam Husein se sienta paralizado en la escena internacional. Sería decisivo que Japón y EE UU tomasen una medida semejante, si bien ya se manifiestan fuertes resistencias de intereses económicos . En todo caso, la respuesta a la agresión debe realizarse en este terreno. Convenientemente coordinadas y ejecutadas, la efectividad de estas medidas sobre el régimen de Husein puede ser devastadora.

27 Agosto 1990

Cómo responder a Husein

Julio Anguita

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Es evidente que la aventura militar de Husein requiere una respuesta. Las dudas de buena parte de los ciudadanos de todo el mundo se refieren a la modalidad de esa respuesta y a la honestidad e intenciones últimas de algunos actores occidentales del conflicto.Los Gobiernos occidentales, entre ellos el español, han avalado el expansionismo del régimen iraquí, al que han considerado un aliado hasta el pasado 2 de agosto. Entretanto, buena parte de la izquierda política y social denunciaba en solitario el genocidio del pueblo kurdo o el asesinato de la oposición política que indicaba claramente el escaso respeto de Bagdad a los derechos humanos.

Por otra parte, hemos señalado reiteradamente que la política de los países occidentales, especialmente la de Estados Unidos de Norteamérica (EE UU), no estaba contemplando las dramáticas expresiones que alcanzaba el conflicto Norte-Sur o las precisas reformas económicas para garantízar un nuevo orden económico internacional.

Citaré un medio poco sospechoso como el Washington Post y un autor menos sospechoso todavía como el ex presidente Jimmy Carter, que el pasado día 8 de agosto escribía: «Querido Bush, suerte, pero la culpa es vuestra si la incapacidad para resolver la cuestión palestina ha permitido a Husein presentarse como un campeón del mundo árabe, si hemos desperdiciado 17 años para librarnos de la dependencia energética».

En esta situación, los hechos del Golfo son la primera manifestación de crisis aguda tras el excepcional 1989. Cabe preguntarse sobre las posibilidades de un nuevo desarrollo de las relaciones internacionales, en la perspectiva del desarme y la cooperación, tras lo ocurrido.

En estas mismas páginas (Ver EL PAÍS de 9-3-1990) señalé los límites que se le presentaban al proceso de distensión: la ausencia de instituciones intérnacionales que definieran las reglas -del juego ante la imposibilidad de que la OTAN jugara ese papel y el riesgo de convertir el nuevo proceso en un pacto del Norte frente al Sur del mundo. En estas dos cuestiones residen las claves para encontrar una respuesta a Husein.

Las formas en que se pueda resolver esta crisis nos afectan a todos en la medida en que pueden definir las reglas de juego del futuro.

Las Naciones Unidas han vivido un momento estelar en su historia cuando su Consejo de Seguridad ha aprobado por unanimidad un embargo que incluye medidas sustancialmente justas y bastante eficaces a medio plazo (téngase en cuenta que la unanimidad y las diferencias, por ejemplo, entre las economías iraquí y surafricana hacen este embargo mucho más efectivo).

Podrá reprochársele a Pérez de Cuéllar cierta incapacidad para gestionar los acuerdos del Consejo de Seguridad, pero es cierto que antes de que estas medidas pudieran evaluarse o se arbitraran iniciativas políticas o de seguridad que las reforzaran, las denominadas fuerzas multinacionales, con el apoyo explícito o previsto de los países de la Europa occidental, ya estaban en camino dispuestas a practicar un bloqueo militar.

Los países de la Comunidad Europea se han plegado a la estrategia norteamericana, renunciando a los mecanismos de cooperación política previstos en sus acuerdos y apostando, frente al reforzamiento de las Naciones Unidas, por conceder papeles de intervención en conflictos fuera de su ámbito a la OTAN o a la Unión Europea Occidental (UEO).

Lo que se pretende evitar es una situación política que cambiaría el orden internacional como es la capacidad de las Naciones Unidas para pasar de interponer cascos azules a dirigir una posible intervención y que esta institución internacional sustituya a las organizaciones militares hoy operativas.

Una opción de este tipo no sólo ofrece serios riesgos para el futuro de todos nosotros, sino para la estabilidad del área. Si se prolonga la intervención militar dirigida por EE UU, monarquías como la saudí o la de los Emiratos sólo podrán sostenerse con una presencia continuada en la zona, lo que volvería a situarnos ante un cambio peligroso del equilibrio geoestratégico en el mundo.

Es por ello que deben hacerse toda clase de esfuerzos por reconducir a la dirección de las Naciones Unidas todas las acciones. Que sean éstas las que evalúen el cumplimiento del embargo, sancionen a países cuyas empresas no lo cumplan y estimen si es preciso, ulteriormente, otro tipo de acciones.

Por otra parte, la comunidad internacional debe considerar la peculiar traducción que en esta zona tiene el conflicto Norte-Sur. Si se quiere reducir la demagogia nacionalista y panarabista de Husein, las tensiones generadas por el malestar económico, la sed de justicia que reclaman los palestínos y el desarrollo político del fundamentalismo islámico, hay que adoptar iniciativas cuyo desarrollo contribuiría, ya hoy, a aligerar tensión en el conflicto. Al desarrollo de estas iniciativas deben aplicarse también las Naciones Unidas y la Comunidad Europea, que, a estas alturas, parece evidente que ha perdido la oportunidad de protagonizar una solución euroárabe en una de sus fronteras sin alquilar su iniciativa a EE UU.

Desde esta perspectiva hay que analizar la posición del Gobierno español, o mejor, de su presidente.

Tras ligeras vacilaciones, España puso a disposición de los norteamericanos nuestras bases antes de que se desarrollaran iniciativas políticas y contribuyendo, en esa medida, a la estrategia de EE UU de no intervención de las Naciones Unidas.

No es menos grave que nuestra participación en el conflicto se haya amparado en unos tratados internacionales cuyo ámbito no permite una acción en el Golfo. Nuestro país ha suscrito, de hecho, un nuevo pacto militar y participa en un mando militar integrado, alterando así lo que era nuestra inserción en la seguridad europea.

Por estas razones, y por razones evidentes de respeto institucional, el Parlamento español debiera haber sido consultado, muy especialmente si en las fuerzas que enviamos al Golfo figuran ciudadanos de escasa preparación para acciones de este tipo. El Gobierno ha facilitado con esta decisión la reflexión sobre un nuevo módelo de servicio militar.

El Gobierno español debería reconducir su estrategia proponiendo a las Naciones Unidas que asumieran la coordinación y dirección del conflicto y sus,pendiendo el envío de fuerzas navales en el actual contexto, que, desde luego, va más allá del embargo decretado por Naciones Unidas y alimenta la tensión en la zona. El Gobierno debería dirigirse, igualmente, a las Naciones Unidas proponiendo iniciativas que tiendan a superar de forma pacífica y estable el conflicto.

El silencio amparado en el discurrir de navíos por los mares de la guerra no es, desde luego, una propuesta política de recibo.

Julio Anguita