11 noviembre 1963

Carga contra los capitalistas que solo critican al marxismo para no perder dinero

El dirigente falangista Jesús Suevos arremete contra el ‘anticomunismo materialista’ desde el diario ARRIBA

Hechos

El 24.11.1963 se publicó en ARRIBA el artículo «Un anticomunismo peor que el comunismo».

24 Noviembre 1963

Un anticomunismo peor que el comunismo

Jesús Suevos

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La cada vez más con la batahola del anticomunismo se está convirtiendo en una verdadera carabina de Ambrosio. Hay anticomunistas para todos los gustos: desde los que lo son porque el comunismo amenaza con descabalgarlos, sin muchos miramientos, de los buenos negocios y el chupar del bote capitalista, hasta los que se le enfrentan por muy meditadas razones religiosas y patrióticas, pasando por los simples medrosos ante cualquier novedad, sea la que quiera, los Vicentes que van a dónde va la gente y los que se oponen porque sí, porque les da la gana. No todos estos anticomunismos no parecen respetables. Pero el que más nos indigna es el anticomunismo de los que atacan las ideas de Marx o las realizaciones de sus secuaces por motivos y con argumentos materialistas: el de esos señores que todo cuanto se les ocurre echar en cara al mundo que pulula tras el telón de acero es que tiene un nivel de vida inferior al de las grandes naciones del mundo libre, que hay menos automóviles en las calles, menos bullicio en la vida nocturna y menos lujo en las gentes. Razones todas, como se ve, de alta estirpe espiritual.

Este anticomunismo es el que está más en boga. Y es sumamente pleigroso. Porque se basta en algo que puede ser transitorio y no es sustancial. Quienes se zambullen en él no parecen darse cuenta de que comparan torpe y abusivamente los resultados de un capitalismo que transporta siglo y medio de vida y desarrollo sobre sus espaldas y un comunismo que sólo tiene medio siglo de experiencias. Esto es tan injusto como lo sería si comparásemos la pujanza y las realizaciones del capitalismo de 1850 con las del comunismo en 1963, pues aunque la edad de ambos en esas fechas fuese aproximadamente la misma, no son iguales las posibilidades  que pueden deducirse de las repectivas coyunturas históricas. Por otra parte, supongamos que el tiempo – que siempre, según dice, es ‘galantuomo’, gusta de las bromas crueles – se decide a darle la razón a Krustchev y dentro de diez o quince años la economía soviética consigue proporcionar al pueblo ruso un nivel de vida equivalente o, incluso, superior al del norteamericano; ¿Qué iba a hacer entonces, esos anticomunistas? Pues, si hay en ellos un poco de lógica, se harían inmediatamente entusiastas partidarios de las doctrinas de Marx y tratarían de convertir el iincómodo ‘telón de acero’ en un suntuoso ‘telón de oro’. Por eso contemplan con impaciente curiosidad las lentas transformaciones que parecen operarse  en las gigantescas entrañas del cetáceo soviético. Porque a lo mejor esos tontos comunistas se dejan de rigores revolucionarios y moralizantes, se deciden a abrir la mano en los negocios y la ‘dolce vita’ y todo puede arreglarse, al fin amistosamente. Si bien valió una misa, para estos anticomunistas el libre juego económico en la inmensidad de los recursos soviéticos bien vale no una misa, sino todas las misas del mundo.

Es muy probable que si a eso ilustres anticomunistas tácticos les dijésemos que aunque el comunismo progresase de tal modo que todos sus súbditos consiguiesen vivir como los actuales millonarios del mundo libre seguiríamos tan anticomunistas como ahora, nos mirarían con el estupor con que se contempla a los mentecatos. Y si añadiésemos que seremos tanto más anticomunistas cuanto más consiga progresar el comunismo, es posible que del estupor pasasen a la cólera. Pero esa es la verdad. Porque nuestro anticomunismo no es económico, sino religioso y político. Podríamos, acaso, aceptar si no hubiese más remedio, la organización económica comunista. Pero de ningún modo aceptaremos sus torpe materialismo histórico, herencia de la fatua burguesía del siglo XX, que es la piedra al cuello que terminará por hundirlo. Ese básico error marxista no puede justificarse por el éxito económico, por muy grande que el éxito fuese. Por la misma razón que el éxito económico del capitalismo nunca consiguió justificar sus vilezas morales. Les ocurre al capitalismo y al comunismo lo que a las tijeras, que cuanto más crecen y engordan más peligrosas son. De ahí que, en vez de disminuir, haya aumentado nuestro anticomunismo desde los tiempos de Stalin a los de Krustchev.

El anticomunismo materialista es peor que el propio comunismo. Porque prepara las conciencias sobre las que gravita para la aceptación del comunismo estabilizado y sin colmillos aparentes del próximo futuro. La coexistencialistas son, en general, anticomunistas de esta estofa. Son los que dicen que, poco a poco el capitalismo ‘socializante’ y el marxismo contemporizador se irán aproximando y acabarán por parecerse como dos gotas de agua. Lo que es muy posible. Pero eso es, precisamente, lo que nos horroriza. Porque querrá decir que el hombre se volverá definitivamente de espaldas a la Providencia para arrodillarse ante el Provecho. Un solo y universal materialismo dominará el mundo. Y los cristianos tendermos que volver, sabe Dios por qué sutiles modos, a las catacumbas.

Jesús Suevos