6 noviembre 2002

La condena sería anulada en una instancia superior, aunque varios mafiosos aseguraron que el político había mantenido reuniones con el capo de los Corleone, Toto Riina

El ex primer ministro de Italia, Giuliu Andreotti, condenado por vinculación a La Mafia en el asesinato de Mino Pecorelli

Hechos

El 17.11.2002, D. Giuliu Andreotti y D- Gaetano Badalamenti fue condenado a 24 años de prisión por instigar el asesinato de Carmine Pecorelli.

Lecturas

BERLUSCONI APOYA A ANDREOTTI: «UNA JUSTICIA ENLOQUECIDA»

Silvio_Berlusconi_Cavaliere A pesar de que Silvio Berlusconi y Giulio Andreotti nunca fueron aliados, dado que pertenecen a etapas diferentes (el Berlusconismo irrumpió en italia al tiempo que se desplomaban el andreottismo y el socialismo de Craxi por sendos escándalos), ‘El Cavaliere’ expresó su apoyo hacia el viejo político y descalificó la sentencia considerando que la justicia italiana ‘estaba enloquecida».

18 Noviembre 2002

Medio siglo manejando los hilos del poder

Lola Galán

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Giulio Andreotti, nacido en Roma el 14 de enero de 1919, es el arquetipo del político democristiano, capaz de sobrevivir en medio de las turbulencias de un partido atravesado por fuertes y, a veces, venenosas corrientes de opinión. Especializado en Derecho Canónico y devoto católico, Andreotti ha reconocido que, durante algún tiempo, sopesó la posibilidad de dedicarse a la vida religiosa, en la que seguramente habría llegado a cardenal, pero la pasión por las mujeres le hizo desistir a tiempo.

Amigo de los papas Pío XII y Pablo VI, Andreotti colaboró en la creación de la Democracia Cristiana (DC), el partido que ha controlado los destinos de Italia durante medio siglo, desde el final de la II Guerra Mundial a 1992, cuando el escándalo de Tangentopoli barrió del escenario político al Partido Socialista italiano y a la DC.

Parlamentario desde 1946, ha sido elegido diputado en todas las elecciones a las que se presentó. Andreotti, apodado por algunos intelectuales de izquierdas comoBelcebú, ha estado en la cocina del poder desde siempre, primero como secretario de presidencia en los primeros tiempos de la República de Alcide de Gasperi; más tarde, como ministro. Ha asumido las carteras de Interior, Economía, Hacienda, Defensa, Industria, Presupuestos y Exteriores en sucesivos Gobiernos efímeros fruto de la compleja alquimia de la Primera República Italiana. Una carrera imparable que lo llevó a presidir siete Gobiernos democristianos en los años setenta y, por última vez, entre 1989 y 1992, cuando Tangentopoli barrió a su partido.

La opinión de Moro

El episodio más desconcertante en su carrera política está ligado al secuestro por las Brigadas Rojas del líder de la Democracia Cristiana, Aldo Moro, en marzo de 1978. Interrogado en la cárcel del pueblo de los brigadistas, Moro lo retrata como un perverso maquinador. Preguntado por EL PAÍS a qué podía deberse esa inquina, Andreotti atribuyó esas declaraciones al estado de crispación de Moro, humillado por los terroristas.

Para Andreotti, las acusaciones del arrepentido Tommaso Buscetta, en 1993, que lo vinculaban a la Mafia, significaron el final de la carrera política, pues pierde cualquier posibilidad de llegar a ser presidente de la República.

En 1991 fue nombrado senador vitalicio, máxima dignidad a la que podía aspirar en ese momento. Pero su habilidad personal y la buena prensa que le acompañaba han conseguido convertir al senador en un personaje respetado, habitual de programas de debate en la televisión, tertuliano omnipresente, como si su supervivencia fuera la prueba de su valor humano.

19 Noviembre 2002

Justicia a la italiana

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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La condena, en segunda instancia, a 24 años de cárcel del ex primer ministro Giulio Andreotti, por urdir el asesinato en 1979 del periodista Mino Pecorelli, ha caído como un jarro de agua fría sobre una parte de la clase política italiana. El fallo ha vuelto a despertar el pasado turbio de las relaciones entre el poder, la Mafia y las Brigadas Rojas, que secuestraron y mataron en 1978 al entonces líder de la Democracia Cristiana, Aldo Moro, en una Italia en la que siempre aparecía, desde 1946, el mismo personaje, Andreotti, tirando de los hilos del poder, algo que precisamente estaba investigando el periodista asesinado. A falta del texto de la sentencia condenatoria del Tribunal de Apelación de Perugia, cabe preguntarse qué ha hecho variar la absolución de 1999 por falta de pruebas.

La acusación original se había basado en el testimonio en 1993 de un arrepentido de la Mafia, Tommasso Buscetta, fallecido hace dos años. No sorprende en la nueva sentencia que el capo con el que supuestamente trató Andreotti, Gaetano Badalamenti, haya sido también condenado, sino que se hayan librado sus sicarios, los autores materiales del asesinato. En todo caso, por edad (82 años) y por su condición de senador vitaliacio, Andreotti no irá a la cárcel. Y el Tribunal Supremo puede tardar años en ver el recurso presentado por Andreotti.

El Vaticano ha alabado la piedad del histórico dirigente democristiano, pero su mayor defensor ha sido el actual primer ministro, Silvio Berlusconi. Con su mayoría en el Parlamento, Il Cavaliere está echando un pulso a los jueces para salvarse a sí mismo. Se ha hecho aprobar una ley a medida para que el fraude contable en las empresas pase del ámbito penal al civil, con lo que uno de sus casos ha quedado sobreseído. Y ha ideado otra norma escandalosa, pendiente ya sólo de la rúbrica presidencial, que permite que un acusado recuse al tribunal natural en caso de mera «sospecha legítima» de parcialidad de los jueces. Esta medida no garantiza que Berlusconi escape totalmente a la justicia, pero sí que retrase prácticamente sine die el desenlace judicial del principal proceso al que se enfrenta por supuesto soborno a un juez de Milán.

Berlusconi afirmó al conocer la sentencia contra Andreotti que la justicia en Italia está «enloquecida». Sin duda, él está haciendo todo lo posible para contribuir a asfixiarla y hacerle perder la razón.