1 junio 1978

La revista del Grupo Zeta publica un texto del periodista 'ultra' en el que se asegura que el vicepresidente militar está cada vez más desgastado

El General Gutiérrez Mellado demanda al periodista Jesús Pérez Varela por un reportaje en INTERVIÚ

Hechos

El artículo ‘¿Qué pasa con los Generales?’ firmado por el periodista D. Jesús Pérez Varela y publicado en la revista INTERVIÚ el 1 de junio de 1978 causó que la Justicia Militar condenara al citado periodista a tres días de arresto domiciliario.

01 Junio 1978

¿Qué pasa con los generales?

Jesús Pérez Varela

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El ejército que quiere comprometerse con la Moncloa, sea quien sea el que la ocupe.

El ejército que quiere comprometerse con la Moncloa, sea quien sea el que la ocupe.

“¡Por encima de la disciplina está el honor!”.

Está contestación del capital de Navío Camilo Menéndez al teniente general y vicepresidente del Gobierno Gutiérrez Mellado en medio de una muchedumbre cuando se celebraban funerales por los entonces últimos muertos de las Fuerzas de Orden Público; estas palabras pusieron un nudo en la garganta a la clase política del país. La involución era posible. Sin embargo, en el periódico de tiempo que va desde la contestación de Camilo Menéndez a la salida de la Jefatura del Estado Mayor del teniente general Vega Rodríguez se han producido notables cambios, tanto en la estrategia militar como en la situación política española. Pero ¿qué ocurre en el Ejército? ¿Qué movimientos se están produciendo en la clase militar? ¿Qué consecuencias pueden provocar la contestación de la base militar a la clase política gobernante? ¿Por qué, de verdad, ha dimitido el teniente general Vega Rodríguez? A estos interrogantes vamos a dar respuesta en este análisis.

El segundo Gobierno de la Monarquía, es decir, el primer Gobierno de Adolfo Suárez es cauteloso con el tema militar. El presidente no cambia a ningún ministro de los militares. El teniente general Santiago y Díez de Mendívil sigue al frente de la Vicepresidencia primera del Gobierno. Y Pita da Veiga, Francisco Iribarnegaray y Álvarez-Arenas continúan en las carteras de Marina, Aire y Tierra.

La primera gran tensión militar se produce en el momento que el teniente general De Santiago dimite irrevocablemente como consecuencia de la legalización (aunque entonces sólo fue autorización) de las centrales sindicales que, en sus palabras, eran ‘marxistas y fueron las centrales contra las que el Ejército tuvo que luchar desde 1936 y 1939”. Los periódicos se hacen eco, con preocupación, de la dimisión del teniente general De Santiago y Díez de Mendivil, a través de una nota que distribuyó la agencia Europa Press. Es el primer gran golpe a la transición política. Esto por lo menos es lo que piensan los observadores, pero los observadores se equivocan. No saben que desde mucho antes estaba previsto el relevo y también el sustituto del teniente general dimitido. Efectivamente, el teniente general Gutiérrez Mellado esperaba cauteloso el nombramiento. Y así fue. Un hombre al que la clase militar consideraba progresista, demasiado progresista, y la clase política consideraba el delfín de Manuel Díez Alegría se hacía cargo del aparato militar. No había pasado nada. Todos estaban contentos. Sin embargo, pronto va a cometer su primer error. Esto sucede el día que el Consejo de Ministros – sin ningún razonamiento legal – hace público al pase a la reserva de dos tenientes generales, Santiago y Díez de Mendivil e Iniesta Cano. La tensión vuelve y el Consejo de Ministros tiene que dar marcha atrás. Y de pase a la reserva, la sanción contra los dos tenientes generales se queda en una falta leve, a la que tanto De Santiago como Iniesta recurrieron al Rey como Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas.

Legalización del PCE

La segunda importante tensión se produce el día que el Gobierno, aprovechando la Semana Santa, decide legalizar el PCE, después de controvertida discusiones en su seno. Suárez había prometido a los militares no legalizar al PCE y los ministros militares se enteraron por la televisión de todo lo contrario. En consecuencia, el ministro de Marina, Pita da Veiga, presenta su dimisión con carácter irrevocable. Aumenta la tensión, porque la Marina se solidariza con su ministro y nadie quiere hacerse cargo de esa cartera. El Gobierno ha de recurrir a un hombre en la reserva, al almirante Junquera, que no es bien recibido por la clase militar en el cargo. Es el tiempo en que hay rumores para todos los gustos y Suárez hace ímprobos esfuerzos por contener la avalancha de protestas y contestación dentro del Ejército. Solo el prestigio del Rey don Juan Carlos, dicen los expertos políticos y militares, mantiene la disciplina militar.

Se equivocaban todos. El Ejército español no estaba preparado para ninguna aventura desestabilizadora. Al contrario, y aunque parezca paradójico, los militares estaban dispuestos a apoyar ciegamente el proceso de cambio político. Con lo que no estaban de acuerdo los militares era con el procedimiento que se estaba llevando.

Pero esto era lo que salía a la luz pública. Por debajo iban ganando posiciones tres hombres que van a ser claves en el proceso de maduración del cambio. Estos hombres son: Vega Rodríguez, teniente general considerado como progresista y con gran prestigio en el exterior; Liniers Pidal, cuya carrera de ascensos y de ‘acercamiento’ a Madrid se hace cada vez más espectacular; y, desde la sombra, Ibáñez Freire, ex subsecretario de Trabjo en el régimen anterior y presidente de la importante empresa de importación-exportación con la URSS, Waimar, S. A.

Gutiérrez Mellado a la reserva.

Las tensiones producidas en el primer Gobierno de Suárez aconsejan al presidente del Gobierno no nombrar ministros militares en su segundo Gabinete. Gutiérrez mellado queda como vicepresidente ministro de Defensa. Es entonces cuando Gutiérrez Mellado, es un gesto que le honra – aunque otros dicen que como consecuencia de las presiones del mismo Cuerpo – decide pasar a la reserva. La operación de cambio político está en marcha. Y ni un solo militar parece estar dispuesto a dar la batalla porque se produzca la involución. Al contrario, las consignas que llegan a los cuarteles desde el Gobierno son asimiladas por la oficialidad del Ejército – en unos sitios con mayor rapidez  que en otros, pero siempre con gran disciplina – y la ‘cosa militar’ – es opinión general – marcha. Sin hacer ruido, nadie se había dado cuenta en profundidad del cambio experimentado en el seno del Ejército. Y de su adecuación al cambio político.

Se va cerrando el círculo

Gutiérrez Mellado sigue en el Gobierno, pero sigue muy desgastado. De la misma manera que en lo político se dice que Suárez ha ido cerrando el círculo, es decir, su entorno, con sus mejores amigos; de la misma manera que Suárez nombra ministros y consejeros a sus amigos, y a veces a sus parientes, Gutiérrez Mellado, cada día más desgastado va cerrando también su círculo. “Los amigos, dicen, tienes a Gutiérrez Mellado encerrado”. Es entonces, después de las elecciones del 15 de junio, cuando empiezan a notare otra vez las primeras tensiones militares. Un hombre poco conocido por su carrera militar, Ibáñez Freire, es ascendido a teniente general, pasando por delante de muchos compañeros. Había que hacerlo director de la Guardia Civil. Es notoria la protesta, por este ascenso del entonces jefe de la división y jefe del acorazado Brunete [se refiere al Jefe de la División Acorazada de Brunete Jaime Milans del Bosch], Miláns del Bosch. El malestar; ya no por temas políticos, sino por temas estrictamente de escalafón militar, empieza a surgir otra vez. Vega Rodríguez está a punto de presentar – era finales de 1977 – su dimisión con carácter irrevocable. El general de la Guardia Civil Manuel Prieto es cesado de su destino en León como jefe de la IV Comandancia de la Guardia Civil, por su intervención en un acto de homenaje a un guardia civil asesinado. Prieto era el general de la Guardia Civil más liberal y es amigo personal de Vega. Por otra parte, Álvarez-Arenas pronunció un duro discurso al abandonar la Escuela del Ejército, lo que provoca una serie de arresto en cadena y un expediente militar contra Álvarez-Arenas que todavía está en marcha.

Entonces también cuando la clase política empieza a ver el tema militar con un poco de desesperanza. ¿Se estaba realizando una buena política militar? ¿No habrían sido cortinas de humo las calificaciones de desestabilizador que se estaban echando desde la prensa contra un sector del Ejército?

Vera Rodríguez es la clave.

Mientras tanto, el teniente general Vega Rodríguez, jefe del Estado Mayor del Ejército, presta unos grandes servicios a la Corona. Su talante liberal le hace conectar con los más dispares grupos políticos del país. Se cree que jugó el papel decisivo para que un miembro del Partido Socialista Obrero Español, Enrique Múgica, fuera elegido presidente de la Comisión de Defensa del Congreso. Sus contactos se multiplican, para hacer llegar la nueva buena del Ejército a todos los grupos políticos, desde Felipe González hasta Blas Piñar. Y agregados militares de importantes países del área occidental – EEUU, Francia, Inglaterra – en Madrid ven en Vega un buen moderador negociador. Sin embargo, todo este esfuerzo, dicen las mismas fuentes, se está derrumbando por la mala labor político-militar que se lleva desde el Gobierno. Aparecen los primeros roces, profesionales, siempre profesionales, entre Vega y Gutiérrez Mellado, Vega es un militar consagrado, pero es además un buen político. Don Juan, padre del Rey, había pensado en Vega a mediados de mayo del 77, para ser presidente del Gobierno, si, como parecía, Suárez se presentaba a las elecciones. Y los sectores más liberales y aun los socialistas apoyaban esta operación. Es decir, Vega Rodríguez no sólo tiene el consenso de la clase política más progresista, sino que iba recobrando el prestigio entre la clase militar. Vega, cesado en el régimen anterior de director de la Guardia Civil por demasiado liberal, se estaba convirtiendo en el valle de lágrimas de sus compañeros.

¿Están aquí las claves? ¿Se había sentido celoso Gutiérrez Mellado de Vega Rodríguez? Los datos dicen que sí, pero eso sólo es una hipótesis extendida.

TENSIONES DESCONOCIDAS A GO-GO.

Estabiliza la situación política, había que propiciar los cambios necesarios en las Fuerzas de Orden Público. Martín Villa se encarga de esta operación. No es una operación fácil, porque las FOP no sólo dependen del Ministerio del Interior, sino que dependen también del Ejército, y por tanto de Defensa. Para esta operación, Martín Villa cuenta con el incondicional apoyo de Gutiérrez Mellado, que dejó en sus manos toda la estrategia. Y para modificar los Cuerpos de la Policía Armada y de la Guardia Civil cuenta el ministro del Interior con dos hombres que le siguen a él y a Gutiérrez Mellado con fe ciega; en la Guardia Civil contaba con el ahora nombrado capitán general de Cataluña, Ibáñez Freire, y en la Policía Armada con el general Timón de Lara.

Durante una reunión celebrada en el Ministerio del Interior a la que asistieron los generales de la Guardia Civil y que fue presidida por Gutiérrez Mellado, Martín Villa y el entonces director general de la Guardia Civil, Ibáñez Freire, sucedió un hecho que desconoce completamente el gran público – grande y pequeño – y que refleja, si se quiere, la situación de tensión en que vive Gutiérrez Mellado, vicepresidente del Gobierno.

Efectivamente, en esa reunión Martín Villa y Gutiérrez Mellado dijeron a los asistentes que expusieran sin protocolo su parecer sobre el tema de las FOP y también su punto de vista sobre la situación política. El general Atares Peña, entonces jefe de la Zona de la Guardia Civil de Logroño, cuya jurisdicción llega a las provincias vascas, habló con sinceridad – como se le pedía – e hizo un análisis de la situación. El análisis no fue del agrado de Gutiérrez Mellado, que, crispado, lo expulsó de la sala. Lo que produjo el desconcierto general y el silencio de sus compañeros. Sólo los buenos oficios de Martín Villa – que dijo que el anfitrión era él – permitieron después de una larga peripecia que Atares Peña volviera a la reunión. Atares Peña, sin embargo, fue destituido posteriormente de su destino en Logroño y paso a Valencia. Le sustituyó otro de los asistentes al acto, el general Hermosilla.

Esta difícil situación no es única, aunque los generales están dando – contra lo que se pueda pensar – la medida de su prudencia. Por ejemplo, Timón de Lara, el general inspector de la Policía Armada, debía de pasar a la reserva, pero se han retrasado los ascensos de sus compañeros para que pueda ascender él y continuar activo y en su puesto.

Lo mismo puede decirse del nombramiento de Ibáñez Freire para Cataluña. No tenía número en el escalafón, pero ascendió a teniente general Fernández Pese, todavía sin destino, que era su inmediato seguidor, para que aquél pudiera conseguir número – de un modo poco claro – y pudiera ser capital general.

Ahí está también el pase voluntario a la reserva del general Calzada, por no entrar en la lista de posibles ascensos. O al de Acha Sánchez Arjona, por mal entendimiento con Galarza, jefe del Alto Estado Mayor, después de que éste diera un desplante a aquél – secretario de este organismo – en un tema como el de confianza y secreto militar, que en el Ejército se lleva a rajatabla.

Existen más temas como la peripecia de Prieto, que es un general querido en su Cuerpo y además tiene gran prestigio entre todos los sectores políticos y, sin embargo, sigue sin destino.

LA DESESTABILIZACIÓN NO ES POSIBLE

Lo curioso de todo esto es que la opinión empieza a creer, no sin razón, que la posibilidad de que las Fuerzas Armadas desestabilicen la situación política no es más que una estrategia de los políticos gobernantes. La reciente dimisión de Vega ha puesto en circulación esta nueva teoría. Vega aceptó y acepta en plenitud el cambio político. Ha sido uno de sus adalides. Pero Vega es, por encima de todo, militar, y al margen de sus teorías – anti-OTAN, por ejemplo – cree que el Ejército, por encima de cualquier opción política, debe estar al servicio del Estado. El Ejército – en opinión generalizada en esta Institución – no quiere someterse a una política coyuntural – como puede ser la de vicepresidente del Gobierno, Gutiérrez Mellado – sino que debe estar por encima, para que no tenga que ‘mojarse’ ni con UCD, AP, PCE o PSOE, en el supuesto de que un día cualquiera de estas opciones lleguen al palacio de la Moncloa.

Jesús Pérez Varela