7 febrero 2001

Temor en occidente a que el triunfo de la derecha impida la pacificación con Palestina

Elecciones Israel 2001 – El laborista Barak pierde el poder al ser derrotado por Ariel Sharon, del Likud

Hechos

El 6.02.2001 las elecciones en Israel dieron el triunfo a Ariel Sharon (Likud) con un 62,1% frente a Ehud Barak (Laboralista) que se quedó en un 37,8%

07 Febrero 2001

La llegada del Likud al poder volverá a bloquear las negociaciones para lograr la paz

Ferran Sales

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Israelíes y palestinos se colocaron hace poco menos de una semana a las puertas de la paz, gracias a unas negociaciones maratonianas que tuvieron como escenario la localidad egipcia de Taba, a orillas del mar Rojo. En ese enclave, devuelto a Egipto por Israel en 1989, los dos equipos negociadores abordaron, con ‘absoluta sinceridad y valentía’, según concedieron ambos, los puntos más críticos de un contecioso que dura más de medio siglo. Aunque los puntos de coincidiencia no han sido difundidos, todo hace suponer que las dos partes han llegado a ciertos acuerdos con respecto a tres puntos capitales: la división de Jerusalén, el trazado de las fronteras y la devolución de los territorios y el abandono de algunos asentamientos.

Las últimas ofertas del Gobierno laborista a los palestinos dejan entrever la posibilidad de establecer una división de Jerusalén que garantice al menos control administrativo palestino sobre la Explanada de las Mezquitas; la transferencia del 95% de Cisjordania; el cierre de los asentamientos aislados, los considerados de contenido ‘ideológico’; la formación de tres grandes bloques de colonias que faciliten la continuidad territorial de las zonas autónomas, y el desmantelamiento definitivo de las colonias de Gaza. Permanecen bloqueadas las negociaciones relativas al retorno de los refugiados.

Todos estos principios de acuerdo amenazan con convertirse en papel mojado si el nuevo primer ministro de Israel, Ariel Sharon, consigue poner en marcha su ‘nuevo proyecto de paz’, estableciendo asimismo su propia dinámica de negociación, según unas nuevas reglas, la primera y más importante de las cuales es la negativa a hablar mientras continúe la Intifada. Pero es que además Sharon se plantea alargar las fases interinas y hacer sólo concesiones puntuales a cambio de muestras claras de docilidad y sumisión palestina.

En el terreno de las concesiones concretas, el líder conservador ha anunciado ya su intención de mantener la unidad de Jerusalén bajo la soberanía de Israel, devolver como máximo un 42% del territorio de Cisjordania (lo que ya está bajo control de la Autoridad Palestina), mantener todos los asentamientos de Cisjordania y Gaza, incluido el polémico de Gus Jativ, escenario de continuos enfrentamientos, y, desde luego, oponerse a cualquier retorno de refugiados, incluidos los que podrían albergarse en una zona del desierto del Neguev que Israel entregaría a cambio del 5% de Cisjordania que va a mantener bajo su soberanía.

‘Aunque los acuerdos mínimos pactados recientemente entre israelíes y palestinos no fueran ciertos y se trataran de una campaña de propaganda electoral, con la que Ehud Barak intentara redactar un programa de cara a las elecciones celebradas ayer en Israel, lo que parece cierto es que ha habido un avance en las formas ya que se está abordando la división de Jerusalén, el desmantelamiento de los asentamientos y la devolución completa de Gaza a los palestinos’, se insiste en círculos diplomáticos europeos, tratando de defender los proyectos de paz de Barak, pero reconociendo al mismo tiempo que el actual Gobierno laborista ha sido hasta ahora el único que no ha devuelto un solo centímetro de tierra a los palestinos y que los últimos repliegues se hicieron bajo el Gobierno conservador de Benjamín Netanyahu.

En perfecta sintonía con estas valoraciones de la diplomacia occidental, los sectores radicales palestinos, entre otros los integristas de Hamás, han acogido la victoria nacionalista de Sharon con satisfacción, ya que, en su opinión, así quedará ‘desvelada la imagen real de sionismo: no hay tanta diferencia con Barak’.

12 Febrero 2001

La paz de Sharon

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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¿Puede haber paz después de Ariel Sharon? El ex militar ultra ha sido elegido primer ministro de Israel para traer la paz a la zona; el problema es que en Oriente Próximo se puede escribir Paz, con mayúscula, lo que posiblemente significaría un acuerdo razonable para la otra parte, el pueblo palestino, o paz, de manera mucho más modesta, equivalente al cese de la violencia obtenido casi de la forma que sea y totalmente desligado de los derechos de la Autoridad Nacional Palestina, que preside Yasir Arafat. Y no es que la opinión israelí desdeñe la Paz, sino que cuando considera que todos sus esfuerzos por alcanzar ese estado de sosiego con su íntimo enemigo árabe han fracasado se conforma con esa otra paz, que puede resultar sumamente letal para el prójimo y vecino.

Tras su apabullante victoria electoral, el líder del Likud ha asegurado que no negociará nada, congelando de hecho la autonomía palestina en menos de un 20% del territorio ocupado por Israel, mientras los palestinos no cesen en su protesta. ¿Qué sentido tiene todo esto? El de que Sharon es visto por los israelíes como el corcho necesario para embotellar de nuevo al pueblo palestino en la insumisión. Si con la violencia logra parar un tiempo la exacerbación del árabe, ésta resurgirá más fuerte y más envenenada. Por eso, de Sharon lo mejor que cabe esperar es un mandato de transición, que ni siquiera es seguro que complete si no consigue formar un Gobierno de amplio espectro, que le sostenga ante un Parlamento hecho un acerico de partidos y contradicciones, hasta que la Autoridad Nacional Palestina renuncie a lo esencial de su exigencia sobre los refugiados y un Israel vuelto a sus sentidos evacue todos los territorios, incluida la Jerusalén árabe, para ofrecer a los palestinos la situación anterior a 1967.

Pero ¿es que basta entonces con armarse de paciencia? Es de temer que no. Con Sharon, truculento hasta en la respiración, y Arafat, jugando el juego más peligroso de su vida, nadie puede garantizar que no enciendan ambos, mucho más allá de cualquier Intifada, la hoguera de Oriente Próximo. Y ello sucede cuando Estados Unidos, con el presidente Bush tan absorto recortando impuestos, parece ausente de este escenario.

22 Febrero 2002

Historia de una enfermedad

Hermann Tertsch

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Ariel Sharon parece ahora querer ceder en algo, quién sabe dónde, cuando las víctimas, no ya palestinas, sino israelíes, van alcanzando cifras de tristes récords. Más muertos ha tenido Israel desde la empachosa entrada de Sharon en la Explanada de las Mezquitas que las sumadas en varias de sus guerras abiertas con Estados árabes enemigos en el último medio siglo. Un balance trágico que no parece importar más a algunos que ese reguero de muertos palestinos que avanza día a día.

Sharon mata porque le odian y le matan a sus ciudadanos porque le odian. Hasta ahí no hay nada original. Él es capaz de bombardear al propio Arafat, pero incapaz de evitar que estalle una bomba, o dos o tres, en el centro de Jerusalén, entre decenas de ciudadanos israelíes que comparten o no sus ideas. Si su política se circunscribe a generar desesperación, como parece, habrá siempre desesperados que maten a inocentes que asumen, involuntariamente, su lugar como víctima y nuevo pretexto para la próxima agresión.

Hay quien dice que no tiene un plan. Otros creemos que lo tiene y que es mucho más inteligente que las caricaturas que de él, gordo, tosco y bruto, se hacen. Sharon quiere expulsar a los palestinos de Palestina. Lo ha conseguido ya con la clase media, que puede permitirse no seguir viviendo entre el yunque de la miseria y la desesperanza y el martillo del Ejército israelí. Ha dinamitado un plan de paz, el de Oslo, con la inestimable colaboración de ese líder corrupto, cínico y solipsista que es Yasir Arafat, al que sin duda debe el cargo el primer ministro israelí. A ambos deben los israelíes su peor situación de inseguridad desde 1948. Es todo un éxito.

Hoy estamos en una fase del conflicto en el que, exhaustos los contendientes, aterrados los demás, sólo contamos muertos, heridos, humillados y mártires potenciales. Sharon tiene lo que quería: una dinámica que lleva a Palestina a convertirse en unos ‘bantustanes económicamente inviables’ y razonablemente invivibles. Y vive del pretexto de que la ultraderecha le pide más asentamientos y más represalias bíblicas y de que la izquierda acomplejada de Simón Peres esboza tímidos planes de paz que los acontecimientos se encargan empecinadamente en desbaratar.

Triste historia en Israel. El apartheid aumenta día a día, el odio se dispara, la impotencia de muchos se revela obscena y la indiferencia de quien puede intervenir para acabar con el cruel juego, EE UU, deja el incendio en manos del pirómano. Son muchos los culpables de que la Tierra Prometida sea hoy paradigma del infierno. Hoy, Palestina es una enfermedad de la humanidad. O se cura o se extiende.