8 marzo 2005

El Foro de Ermua critica la elección del obispo vasco por su posición ambigua hacia el terrorismo de ETA

El obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, nombrado nuevo Presidente de la Conferencia Episcopal

Hechos

El 8 de marzo de 2005 el obispo de Bilbao, monseñor Ricardo Blázquez fue elegido nuevo Presidente de la Conferencia Episcopal reemplazando a monseñor Antonio María Rouco Varela.

Lecturas

El 8 de marzo de 2005 el obispo de Bilbao, monseñor D, Ricardo Blázquez fue elegido nuevo Presidente de la Conferencia Episcopal reemplazando a monseñor D. Antonio María Rouco Varela, que ocupaba el cargo desde marzo de 1999.

¿ADIÓS AL ‘AMIGO’ DE LA COPE?

Rouco_Conferencia_Episcopal La salida de la presidencia de la Conferencia Episcopal del cardenal arzobispo de Madrid, monseñor D. Antonio María Rouco Varela, no supone un gran cambio a efectos de doctrina (tanto monseñor Blázquez como monseñor Rouco tienen los mismos planteamientos), pero sí lo puede suponer a efectos mediáticos. El cardenal Rouco ha sido uno de los principales defensores de la toma de control de varios de los principales programas de la COPE por periodistas del grupo mediático LIBERTAD DIGITAL (D. Federico Jiménez Losantos en ‘La Mañana’ de la COPE, D. César Vidal en ‘La Linterna’ de la COPE y D. Ignacio Villa como director de informativos y conductor de ‘La Palestra’) con un estilo muy polémico y muy criticado por competidores y políticos blancos de las burlas de estos conductores. ¿Puede la salida de Monseñor Rouco suponer cambio en la radio de la Iglesia?

PIFIA DE VIDAL EN RELIGIÓN DIGITAL.

El mismo día de la votación D. José Manuel Vidal en RELIGIÓN DIGITAL, la sección religiosa de PERIODISTA DIGITAL, daba por segura la reelección del Sr. Rouco.

Al día siguiente el mismo Sr. Vidal daba en la portada de PERIODISTA DIGITAL su visión sobre el resultado: «rebelión de los obispos».

MANDATO HASTA 2008.

Este primer mandato del Sr. Blázquez se prolongará durante tres años, cuando la Conferencia Episcopal se volverá a reunir para designar al nuevo presidente. 

09 Marzo 2005

Relevo en la Iglesia

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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No es fácil descifrar las claves internas que han llevado a los obispos españoles a elegir al frente de su Conferencia Episcopal al titular de la diócesis de Bilbao, Ricardo Blázquez, como sucesor del cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela. Un solo voto impidió a este último su reelección para un tercer y último mandato de tres años, algo que sólo consiguió en el pasado el cardenal Tarancón y que exige superar el difícil listón de dos tercios de los 77 votantes. Los obispos parecen haber optado por reforzar una línea de moderación y diálogo frente a otras alternativas más duras e intransigentes, como la que parece representar el arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares, que obtuvo tres votos menos de los 40 conseguidos por Blázquez.

Obispo de Bilbao desde 1995, recibido entonces con hostilidad por los nacionalistas vascos -con la expresión despreciativa de «un tal Blázquez» se refirió a él Arzalluz-, el nuevo presidente pasa por ser una personalidad integradora y que, con el tiempo, ha llegado a mostrarse comprensivo con los postulados del nacionalismo moderado. Ello, quizás, le haya valido los votos de los prelados vascos y catalanes, decantando a su favor una reñida votación que ha mostrado a una jerarquía católica dividida en dos mitades prácticamente iguales.

Aparte de mostrarse sorprendido por su elección, Blázquez se ha apresurado a manifestar su deseo de diálogo con el Gobierno, puesto en marcha tras el primer encuentro de alto nivel celebrado la semana pasada entre la vicepresidenta primera, Teresa Fernández de la Vega, y el hasta ahora vicepresidente de la Conferencia Episcopal, Fernando Sebastián. En ese encuentro se reafirmó la voluntad de ambas partes «de mantener una relación basada en el mutuo respeto». Pero para que esa relación se mantenga estable y no esté sometida a tensiones necesita asentarse sobre el reconocimiento claro del actual Estado aconfesional como marco de esa relación y la existencia de una sociedad española con múltiples sensibilidades en materia religiosa.

Desde esas premisas, el Gobierno, sea cual sea, no puede dejar de reconocer el peso específico de la Iglesia católica en la sociedad española. Y la Iglesia no puede considerar como agresiones decisiones legítimas del Gobierno, ni parapetarse tras los acuerdos de 1979, atribuyéndoles un valor normativo superior a la Constitución, para perpetuar privilegios inaceptables. En ese contexto, lo lógico es que el diálogo Iglesia-Estado -ayer mismo hablaron Zapatero y Blázquez- tenga éxito y que las cuestiones que les afectan encuentren un tratamiento adecuado.

09 Marzo 2005

BLAZQUEZ GANA CONTRA PRONOSTICO Y TIENDE LA MANO A ZAPATERO

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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La sorpresa saltó ayer en la Conferencia Episcopal, que eligió nuevo presidente a Ricardo Blázquez, obispo de Bilbao, un candidato que no figuraba en ninguno de los pronósticos. Blázquez ganó gracias al apoyo de los prelados vascos y catalanes, a los que se alió un sector descontento con la gestión de Rouco Varela.

El cardenal de Madrid estuvo a punto de lograr su reelección, pero finalmente le faltó un sólo voto para acceder a un tercer mandato, que requiere una mayoría de dos tercios. Rouco obtuvo 51 votos. Tras retirar su candidatura, Blázquez salió elegido por 40 votos frente a los 37 de Antonio Cañizares, arzobispo de Toledo y cardenal primado, de ideas muy conservadoras.

Cañizares, bastante más a la derecha que Rouco, estuvo a punto de ganar, pero le faltó el apoyo de un grupo de obispos moderados, que se decantó por la opción más flexible y tendente a los compromisos que representaba Ricardo Blázquez.

«El tal Blázquez» -como le llamó Arzalluz hace diez años cuando fue designado obispo de Bilbao- se ha ganado una reputación de prelado cercano a las tesis del nacionalismo moderado, hacia las que se ha inclinado en sus pastorales. En 2002, suscribió una polémica carta en la que advertía de las «consecuencias sombrías» de la ilegalización de Batasuna. El Gobierno de Aznar se sintió extraordinariamente molesto por aquella posición de la cúpula de la Iglesia vasca.

De forma significativa, la elección de Blázquez fue acogida con satisfacción en medios del PNV y del PSOE, que coincidieron en que puede abrir una etapa de mayor entendimiento de la Iglesia con el Gobierno y la sociedad.

Las primeras palabras del nuevo presidente fueron precisamente una llamada al diálogo al Gobierno, que felicitó a Blázquez y le expresó su deseo de mantener unas relaciones cordiales. «Soy partidario de los cambios por razones obvias», declaró Zapatero para darle la bienvenida.

Está por ver, sin embargo, si el cambio de personas facilita el acercamiento en cuestiones tan sensibles para la Iglesia como la enseñanza, el matrimonio homosexual, el aborto y otras cuestiones en las que probablemente Blázquez, con sólida formación teológica, piensa de una manera muy similar a Rouco.

El asunto en que las diferencias entre ambos son más palpables es el enfoque del conflicto vasco. Blázquez ha mantenido posiciones muy comprensivas con el nacionalismo, mientras que Rouco adoptó un enfoque mucho más cercano a los planteamientos de Aznar, cuya política antiterrorista respaldó siempre sin ambigüedad.

Los relevos de las personas acaban por afectar siempre a las instituciones y no hay duda de que Blázquez marcará su propia impronta al frente de la Conferencia Episcopal como lo hicieron sus predecesores. Parece prudente esperar antes de incurrir en juicios con poco fundamento sobre el nuevo presidente de los obispos, que, como él mismo dijo ayer, puede sorprender como ya lo hizo hace 10 años.

13 Marzo 2005

Cambio de talante

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Entre las tareas que deberá acometer la Conferencia Episcopal, y en especial su nuevo presidente, el obispo Ricardo Blázquez, destaca la de devolver a parámetros de normalidad y respeto mutuo el diálogo con el Gobierno, tras un año de desencuentros e incluso de reprimendas insólitas en los usos diplomáticos vaticanos. En este tiempo se ha producido en las relaciones Iglesia-Estado un fenómeno parecido al de las relaciones con EE UU: el anterior Ejecutivo inclinó de modo tan acentuado la balanza a su favor que los intentos del actual de reequilibrarla han sido interpretados como gestos inamistosos. Se trata, sin duda, de un malentendido, pues no puede considerarse hostil reconducir las relaciones al ámbito del Estado aconfesional que establece la Constitución.

La duda es si la nueva cúpula situará el diálogo en ese ámbito o seguirá apostando por la política de arrancar del Estado concesiones insostenibles. Un dato positivo, o al menos realista, es la vuelta a la comisión episcopal de enseñanza del obispo de Málaga, Antonio Dorado, que negoció el complicado estatus de la asignatura de religión católica acordado con el Gobierno de González en 1993. Y también lo es que la nueva dirección de la Iglesia reconozca «un cambio de talante», aunque mantenga el programa de siempre.

En todo caso, esa supuesta actitud ha brillado por su ausencia en la reacción del nuevo presidente a la hipótesis de una impugnación de los acuerdos España-Santa Sede de 1979 por el actual Gobierno. «Tendrían que atenerse a las consecuencias», advirtió el obispo Blázquez, pasando por alto que la viabilidad de tales acuerdos, nacidos durante la primera fase de la transición a la democracia, depende de su aplicación leal y acorde siempre con la Constitución de 1978. Algo que los obispos no hacen al empeñarse en situarlos por encima de la norma básica que rige la vida de los españoles cuando les reporta ventajas: en los despidos de profesores de religión al margen de las leyes del Estado, en la demanda de un estatus académico privilegiado de la enseñanza de la religión católica en la escuela pública o en la perpetuación de una asignación económica del Estado que deja en palabras la prometida autofinanciación.

En su discurso de apertura de la asamblea clausurada el viernes, el cardenal Rouco Varela señaló que la tarea de la Iglesia «no es política», y subrayó la voluntad de la jerarquía «de mantener unas relaciones positivas de colaboración con las legítimas autoridades del Estado, en el marco del ordenamiento constitucional y de los acuerdos vigentes entre España y la Santa Sede». No es un mal programa. Lo que tiene que hacer la Iglesia es cumplirlo y dejar de competir con las fuerzas políticas o con los movimientos sociales en asuntos que incumben a éstos.

13 Marzo 2005

Las tres caras del místico Blázquez

José Manuel Vidal

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EL OBISPO QUE GANÓ A ROUCO

Nació en Villanueva del Campillo (Ávila) el 13 de marzo de 1942.Hoy cumple 63 años. De padres agricultores, es el segundo de siete hermanos. / Su madre tiene 90 años y vive con su hija Carmen, la panadera. / Obispo auxiliar de Santiago en 1988, de Palencia en 1992 y de Bilbao desde 1995. / Antes de llevar mitra fue ideólogo del movimiento de Kiko Argüello.

Elección. Contra todo pronóstico, como él mismo ha reconocido, acaba de ser elegido presidente de la Conferencia Episcopal.Se rompió el escalafón y un capitán (un simple obispo, Ricardo Blázquez Pérez) desbancó a un general (el cardenal Rouco Varela).Éstas son las caras, contradictorias y complementarias, del nuevo jefe del episcopado.

ORÍGENES. Hijo de una familia numerosa (7 hermanos) de humildes campesinos de Villanueva del Campillo (Ávila), donde nació el 13 de marzo de 1942, Blázquez encontró en el seminario la oportunidad de escapar del arado, estudiar y hacer carrera. Como otros muchos miles de hijos de agricultores de la época. El seminario era la única salida para los chicos listos, hijos de pobres. Ricardito, como le llamaban entonces, nunca renegó de sus orígenes. Y cada vez que volvía al pueblo de vacaciones, segaba con la hoz, guardaba ovejas, ayudaba en las tareas del campo y hasta dormía en los chozos de los pastores. Aún hoy vuelve asiduamente. Es de los que no se ha desclasado. Al contrario, se siente orgulloso de sus raíces humildes. Vuelve a menudo a su pueblo, a ver a su madre, de 90 años, que vive con su hija Carmen, la panadera.Para dar paseos por la tierra que le vio nacer. Rezar al Santísimo Cristo del Velo y decir misa en el altar de la iglesia de su pueblo y de sus sueños de simple cura. Porque nunca aspiró a nada. Y quizás por eso llegó tan alto.

Tímido y bonachón, Ricardo era de esos seminaristas que sólo destacan en los estudios y en la espiritualidad. Pasaba por ser un santo y un buen estudiante. A fuerza de voluntad y codos consiguió un excelente expediente. ¿El premio? Doctorarse en Teología en la Universidad Gregoriana de Roma, cuna de papas y obispos.

ESPIRITUALIDAD. En Roma se doctoró con una tesis sobre el teólogo alemán Panenberg a los 30 años. De Roma a Ávila y de Ávila a la Pontificia de Salamanca, donde coincide ya como profesor con tres grandes amigos: Rouco, Sebastián y Olegario. Eclipsado por los tres ases de la época, Blázquez no destaca tanto, pero consigue, paso a paso, como una hormiguita que siempre ha sido, uno de sus sueños dorados: la cátedra de Teología Dogmática de la Pontificia.Por entonces, da una imagen bien diferente a la de hoy: siempre con corbata y con unas chaquetas a todas luces demasiado grandes.Eran los tiempos del postconcilio, pilotado por Tarancón y los cerebros de Salamanca.

Con el pontificado del Papa Wojtyla, los teólogos progres hibernan y cobran relieve los más conservadores y espiritualistas. Blázquez, entre ellos, que ya en esa época se convierte en el teólogo de los kikos. Entonces, escribe obras como La resurrección en la cristología (1972), Jesús sí, la Iglesia también (1983) o Jesús, el evangelio de Dios (1985). Los seguidores de Kiko Argüello, en busca de fundamentación teológica para sus comunidades, le convierten en su ideólogo y en el sistematizador teológico de su catecumenado.

El Dios de monseñor Blázquez, místico ejerciente, es fundamentalmente el Padre que exige conversión. O el Cristo Resucitado, eje esencial de la fe. Una fe gozosa y kerigmática, es decir, que hay que proclamar a los cuatro vientos, a tiempo y a destiempo. Para salvar el mundo.

NACIONALISMO. Su fidelidad doctrinal le pone en el punto de mira del nuncio Tagliaferri que busca «curas absolutamente fiables» para cambiar el mapa episcopal español demasiado taranconiano para el gusto de Roma. Y en 1988, con la anuencia de Rouco, le nombra obispo auxiliar de Santiago. Al lado de Rouco aprende a ser obispo y, en 1990, salta por vez primera a los papeles por ofrecerse de mediador entre las autoridades civiles y los presos de los GRAPO, que se habían declarado en huelga de hambre indefinida.

Comenzó a volar por sí solo en Palencia. Dicen que para meter en vereda la diócesis demasiado liberal (para Roma) del carismático Nicolás Castellanos, el obispo que dejó el báculo para irse de misionero a Bolivia. Pero a los tres años, Roma le endilga otra papeleta aún más complicada: Bilbao. Un obispo castellano y que pasa por conservador para Bilbao, una de las diócesis más progres y más democráticas del país.

Le llamaron de todo: «tal Blázquez» (Arzallus), «loro viejo» (Anasagasti), «contrapeso de Setién»… Y él, siempre humilde, sencillo e inteligente, fue haciendo su camino. Con flexibilidad, pero con tenacidad. Sin enfrentamiento pero tomando decisiones.Como la de presidir los funerales de las víctimas del terrorismo.O pedir perdón por la falta de cercanía de la Iglesia hacia ellas.O invitar al cura de Maruri, Jaime Larrínaga, a dejar la parroquia porque estaba siendo motivo de división eclesial.

En Bilbao, este hombre de Dios absolutamente mesetario tuvo que encarnarse en una realidad nacionalista muy alejada de sus planteamientos intelectuales y vitales. Y lo hizo con sabiduría, consciente de que «el obispo hace a la diócesis, pero la diócesis también hace al obispo». Sin dejarse atrapar por la idolatría nacionalista, comprende y entiende su alma. Se dejó empapar por la realidad.Una realidad que vive de forma muy distinta a Rouco e, incluso, a Sebastián, sus antiguos colegas y siempre amigos.

En Bilbao experimentó a fondo la mística de la cruz. Con infinidad de incomprensiones y sufrimiento, que ahora sus compañeros de mitra reconocen. Es de los que nunca buscan el poder, sino el servicio. Y por esa vía alcanzó el poder. Son los otros caminos del Señor.