19 noviembre 1978

Éxito en tirada del periódico dirigido por Julio Merino, que alcanza de 100.000 ejemplares tras la acusación de EL PAÍS

EL PAÍS vincula a EL IMPARCIAL con ‘la Operación Galaxia’ y el periódico anuncia tres querellas contra Juan Luis Cebrián

Hechos

El 19 de noviembre de 1978 el diario EL PAÍS en una de sus informaciones sobre la ‘Operación Galaxia’ vinculó al periódico EL IMPARCIAL con la trama. El diario EL IMPARCIAL respondió con una querella contra del director del periódico.

Lecturas

En su reportaje sobre la Operación Galaxia del 19 de noviembre El País dirigido por D. D. Juan Luis Cebrián Echarri publica una información en la que vincula con el intento de golpe de Estado de D. Antonio Tejero Molina estaba implicado el diario El Imparcial, señalando directamente a su director D. Julio Merino González, al banquero D. Domingo López-Alonso García y al columnista D. Joan Pla García, del que dice que en sus columnas podría incluir consignas golpistas.

El 20 de noviembre los Sres. Merino González, Pla García y Jorge Rodríguez de San José en nombre de la empresa editora presentan denuncias contra El País. El día 21 el periódico El Imparcial reproduce el reportaje de El País y el día 22 de noviembre El Imparcial publicaba tres artículos contra El País redactados por D. José Luis Alcócer, ex miembro de la redacción de El País contra D. Jesús Polanco Gutiérrez y D. Juan Luis Cebrián Echarri, reprochando a este último ser hijo de un periodista franquista. Por su parte D. Joan Pla García publica una columna en El Imparcial en la que asegura que tiene amigos en el comité de empresa en El País a los que ‘han colado un gol’. El diario El País no contestará a los artículos de Alcócer, pero sí publicará un recuadro del comité de empresa el 22 negando que sean amigos de Pla García.

Tras una detención temporal del director de El Imparcial D. Julio Merino González y su subdirector D. Fernando Latorre de Félez, el periódico ABC publicó un editorial de solidaridad con ellos en el que alude a su conflicto con El País pero sin tomar partido en ese punto del conflicto. El presidente del Consejo de Administración de El Imparcial, D. Jorge Rodríguez San José, concede una entrevista el día 24 a El Periódico negando que El Imparcial sea un diario golpista y asegurando que ellos son ‘liberales’.

El diario EL PAÍS se había convertido en el abanderado de la causa de la llamada ‘Operación Galaxia’. La detención de los militares, Antonio Tejero y Ricardo Sáenz de Ynestrillas por sugerir un golpe de Estado no había sido una conversación, había sido una auténtica planificación de un Golpe de Estado para derribar al presidente del Gobierno, D. Adolfo Suárez, aunque no estaba claro cuál iba a ser el reemplazo.

Pero aquella información de EL PAÍS también derivó en una polémica mediática cuando en las informaciones del periódico dirigido por D. Juan Luis Cebrián vincularon con aquel golpe de la Operación Galaxia al periódico EL IMPARCIAL dirigido por D. Julio Merino. No en balde ese periódico había publicado hasta tres veces la carta del coronel Tejero dirigida al Rey en nombre de los militares asesinados por el terrorismo. Además, acusaron a EL IMPARCIAL de ocultar mensajes cifrados en las columnas de D. Joan Pla.

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Desde EL IMPARCIAL se presentaron tres querellas contra el director de EL PAÍS, D. Juan Luis Cebrián, una la presentó el director de EL IMPARCIAL, D. Julio Merino, otra D. Jorge Rodríguez de San José en nombre de la empresa propietaria del periódico Editora Independiente, y una tercera por el columnista de EL IMPARCIAL, D. Joan Pla, del que EL PAÍS había insinuado que sus columnas podrían ser mensajes cifrados.  De responder desde EL IMPARCIAL se encargó D. José Luis Alcocer. Un periodista que, antes de trabajar en EL IMPARCIAL lo había hecho precisamente desde EL PAÍS y que se consideraba a sí mismo de izquierdas a pesar de trabajar en un medio que podría catalogarse en el derechismo como era EL IMPARCIAL.

La polémica judicial acabó en nada. Eso sí, durante esos días de ‘La Operación Galaxia’, el diario EL IMPARCIAL alcanzó su nivel máximo de tirada (hasta 100.000 ejemplares). Algo que debió molestar especialmente al diario EL ALCÁZAR, su principal competidor dentro de la franja de lectores franquistas de España, lo que puede explicar que poco después el director de EL ALCÁZAR, D. Antonio Izquierdo publicara una portada contra de EL IMPARCIAL.

19 Noviembre 1978

El Rey salió para México con la seguridad de que el complot estaba abortado.

Redacción (Director: Juan Luis Cebrián)

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"EL IMPARCIAL está dedicado a la desestabilización y descrédito del régimen democrático y la Monarquía parlamentaria. En un tono confuso y vocinglero está manteniendo una feroz campaña anticonstitucional y utilizando todos los recursos imaginables en la intoxicación periodística".

(…) El diario EL IMPARCIAL está siendo observado por las autoridades y la clase política con especial atención desde hace tiempo. Para los profesionales del periodismo y los intelectuales, EL IMPARCIAL está dedicado a la desestabilización y descrédito del régimen democrático y la Monarquía parlamentaria. En un tono confuso y vocinglero está manteniendo una feroz campaña anticonstitucional y utilizando todos los recursos imaginables en la intoxicación periodística. EL IMPARCIAL se distribuye profusamente entre los cuartos de banderas de los cuarteles. No es un periódico caro, pues mantiene una pequeña nómina, imprime pocas páginas y sus gastos de información son mínimos, toda vez que la base del diario son artículos, comentarios y cartas de los lectores. Pero, en cualquier caso, es harto dudoso que sea autosuficiente económicamente. Sus fuentes de financiación son, en realidad desconocidas y el único hombre que aparece visiblemente detrás es Domingo López, del Banco de Valladolid. Leyendo EL IMPARCIAL resulta imposible enterarse de lo que pasa, tanto dentro como fuera de España, pero sus primeras páginas y sus editoriales vienen siendo una incitación decimonónica y atrabiliaria al golpismo generalizado. Entre la profesión se comenta que el director del diario es autor de una tesis, que varias veces ha expuesto en público, según la cual los períodos constituyentes en España acaban fatalmente en guerras civiles. Da la impresión cuando se lee EL IMPARCIAL de que el periódico trata de demostrar la irreprochabilidad científica de semejante argumentación también en lo que se refiere a este período constituyente. Pero, al margen estas especulaciones, para algunos servicios de información El Imparcial resultaba algo más concreto, al menos en teoría: una pieza más de un tinglado que no se conoce. Un escritor mallorquín y resabiado, Juan Pla, columnista habitual del diario, acostumbra a hacer acrósticos con las primeras letras de cada párrafo de sus artículos. Lelo, Luna, Celo y Ala han sido las claves de los últimos días. Esto, que evidentemente es un juego, hay quien lo toma por una consigna. Celo correspondía al día 17. En medio de la ola de rumores, cinco coches de la policía se presentaron en la sede del periódico con la orden tajante de impedir que saliera un solo ejemplar. Hay que tener en cuenta que una conspiración militar de alcance entonces desconocido estaba en marcha y que la medida de las autoridades venía justificada por la defensa de la legalidad frente a una agresión de perfiles aún difusos. Un par de horas más tarde éstos habían sido delimitados: no era «una tormenta en un vaso de agua» como algunos se empeñaban en señalar, pero tampoco un golpe de Estado. La orden de secuestro de EL IMPARCIAL fue levantada y cundió una explicación ridícula, en el sentido de que se pretendía reforzar la seguridad de los periódicos y alguien había malinterpretado las instrucciones en lo que a EL IMPARCIAL se refería. (…)

22 Noviembre 1978

Que hablen los tribunales

EL IMPARCIAL (Director: Julio Merino)

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Como ya anunciamos ayer, el diario madrileño EL PAÍS sorprendía el domingo último a sus lectores y a la profesión periodística con gravísimas acusaciones contra EL IMPARCIAL, que, para conocimiento de nuestros lectores, reproducíamos ayer. Es la primera vez en la historia que desde un periódico – decíamos -se ataca tan desaforadamente a otro periódico. Es la primera vez en la historia del periodismo, decimos hoy, que se trata de involucrar a un periódico y a unos compañeros en algo tan grave como es un «golpe de mano contra el presidente del Gobierno».

El mismo domingo, el director de EL IMPARCIAL, Julio Merino, el presidente del consejo de administración de Editora Independiente, empresa que edita EL IMPARCIAL, Jorge Rodríguez de San José, y Juan Pla, nuestro cronista de Cortes, ante las alusiones tan directas de que eran objeto, interpusieron en el juzgado de guardia las correspondientes denuncias contra EL PAÍS, su director y autor o autores del artículo por presuntas injurias y calumnias, sobre las que habrán de pronunciarse los tribunales de justicia a cuya decisión EL IMPARCIAL se somete de antemano.

Sin embargo no debemos ni queremos ocultar a nuestros lectores aludidos directamente también por el artículo de EL PAÏS, que el tantas veces repetido artículo forma parte de una campaña que muchos de ellos han detectado hace tiempo contra EL IMPARCIAL, campaña a la que hemos hecho frente sin insultos, sin elucubraciones, sin efumismos, sin utilizar medios que otros han utilizado por muy indignos que sean, no sólo entre la profesión periodística, sino entre personas. Hemos seguido nuestro camino sin que nadie ni nada pudiera desviarnos de él… Pero, precisamente pensando en nuestros lectores, creemos que debemos responder hoy a las acusaciones de que hemos sido objeto por parte de EL PAÍS. Y por eso vamos a repsonderle.

1) Dice EL PAÍS «Para los profesionales del periodismo y los intelectuales EL IMPARCIAL está dedicado a la desestabilización y descrédito del régimen democrático y la Monarquía parlamentaria». La respuesta tiene varias valientes:

a) En primer lugar, no creemos que el autor o autores del artículo se arroguen la representación gratuita de todos los profesionales e intelectuales del país. Sería mucha gratuidad por su parte. Pero lo aceptamos.

b) La acusación es grave y EL PAÍS tendrá que demostrarlo. No somos nosotros los que nos dedicamos a la desestabilización, sino que es el propio país el que está desestabilizado, como lo demuestran los acontecimientos de cada día. Si hacerse eco de ello, si denunciar la situación de caos es desestabilizar, eso es confundir el sujeto con el complemento directo. No somos nosotros los desestabilizadores, sino las víctimas de la desetabilización, como lo son todos los españoles. Aceptamos, porque lo deseamos, un régimen democrático para España, pero no el ‘régimen democrático’ que quieren imponernos cuatro líderes de partido en una mesa consensuada de un restaurante cinco estrellas. La Democracia exige, la crítica al poder. Es antidemocrático y recuerda métodos pasados, estar a sueldo del poder, servir servilmente al poder y loar todos los días sus actuaciones, sus acciones, sus aciertos, si los tuviere, y sus errores, que los tiene. En la Democracia, todos los diarios, todos los medios de comunicación habían de ser libres e independientes y no estar hipotecados por el cheque de cada mes o la subvención más o menos camuflada, ni por el premio, galardón o designación real. De esta manera, ninguno estaría sometido a las consignas y órdenes de quien les paga. Y si no son autosuficientes, si hay mal planteamiento de empresa o de línea editorial, que cierren.

c) La alusión que se hace a la Monarquía parlamentaria, la aceptamos. En España, a los tres años de la muerte de Franco existe una Monarquía impuesta por el dictador, aprobada por el pueblo en el referendum de 1966. Una Monarquía tradicional a la que, de momento, debemos servir según las leyes vigentes, que no se derogan, ni por desuso ni por costumbre, ni por práctica en contratrio, sino sólo por una ley de igual o superior rango que todavía no ha sido aprobada, como lo sería la Constitución, y la Monarquía parlamentaria que en ella se contempla. Y precisamente porque queremos una Democracia auténtica, sin falsificaciones, es por lo que hemos publicado artículos firmados y editoriales en los que creemos se debía haber consultado al pueblo si lo que quería para España era una Monarquía o una República. En punto tan fundamental en una Democracia no se ha consultado al pueblo y se le deja en la encrucijada de aprobar o rechazar la forma de Gobierno en el paquete de otras componendas de la Constitución. Esta opinión no constituye ningún crimen ni ningún delito, puesto que hasta los partidos republicanos han sido legalizados.

2) Dice EL PAÍS: «En un tono confuso y vocinglero está manteniendo una feroz campaña anticonstitucional y utilizando los recursos imaginables en la intoxicación periodística».

a) Si el tono es confusoo ¿no lo ha sido para involucrarnos en el supuesto complot militar contra el presidente del Gbierno? Nosotros por otra parte queremos una constitución para España, pero una constitución para todos los españoles, no para los líderes de los partidos hoy mayoritarios y que en un día más o menos lejano, como ocurre en todas las democracias parlamentarias, pueden convertirse en minorías. Queremos una COnstitución en la que se escuchen también a las minorías e, incluso, a los partidos extraparlamentarios que el día de mañana pueden ocupar por virtud de las urnas, el poder y, como nadie les ha consultado en su elaboración, borrarla y darla por no válida como ocurrió con el Reich alemán. No olvidemos que Hitler subió al poder gracias a las urnas y luego deshizo la constitución para perpeturarse en el poder. Creemos, pues, que el texto constitucional aprobado ‘por dedo’ elaborado por cuatro amiguetes nace con defectos que peuden ser decisivos para el futuro de España. El consenso ha dejado la espalda a las minorías, ha engañado a sus propias bases y obliga a los republicanos socialistas y comunistas a aceptar la MOnarquía y a lo católicos a aceptar el aborto, el divorcio y las nacionalidades. Pero, además, tan demócrata es el ‘sí’ como el ‘no’ o la abstención. ¿O es que hay que decir a todo que sí como en el Régimen anterior? ¿Esa es la democracia que queire EL PAÍS en posesión de la suprema verdad? ¿Hemos de sustituir la democracia orgánica del ‘sí’ por la democracia inorgánica del ‘sí’? Una cosa es que no estemos de acuerdo con el texto constitucional y otra muy distinta que, en su día, cuando se apruebe que se aprobará la actemos como Ley sin renunciar, dentroo de los derechos constitucionales, a la modificación democrática de aquellos puntos con los que no estemos conformes.

b) En cuanto a los recursos imaginables de intoxicación periodística, convendría recordar que el propio EL PAÍS fue en us día acusado de utilizar esos recursos. Cada uno hace el periodismo que cree conveniente para sus lectores. EL PAÍS creyó encontrar en su día su ‘estilo’. Lo utilizó. Nosotros creeemos haber encontrado el nuestro. Lo utilizamos. Cuál de los dos es el mejor es algo que no somos nosotros quienes para decirlo, sino los lectores. Nuestros lectores se encuentran satisfechos con nuestro estilo. Vale. Lo de EL PAÍS, con el suyo. Vale, también. Nosotros no les discutimos sus páginas, ni sus informaciones. Allí ellos. No es nuestro problema.

3) Dice EL PAÍS: «EL IMPARCIAL se distribuye profesionalmente entre los cuartoos de banderas de los cuarteles».

¡Y entre la profesión médica, entre los maestros entre los funcionarios…! ¡No faltaba má! Somos un periódico que está al servicio del pueblo, y el pueblo es quien nos dispensa una favorable acogida. Y si nos leen los militares que compran EL IMPARCIAL es un honor al que no renunciamos. Pretendemos estar en todos y en cada uno de los rincones de esta piel de toro al servicio del pueblo español, no al servicio de unos itnereses que no tenemos, ni al servicio de unas compañías o empresas que no nos subvencionan porque nadie hay detrás de nosotros. Sólo nuestros lectores y nuestros anunciantes. Y hoy, precisamente hoy, podemos decir y decimos que hemos alcanzado la cota de los cien mil ejemplares de tirada. ¿Será esto lo que molesta a nuesros colegas de EL PAÍS?

4) Dice EL PAÍS «No es un periódico caro pues mantiene una pequeña nómina, imprime pocas páginas y sus gastos de información son mínimos, toda vez que la base del diario son artículos, comentarios y cartas de los lectores. Pero, en cualquier caso, es harto dudoso que sea autosuficiente económicamente.

a) Indudablemente. Somos un periódico modesto y nunca lo hemoos negado.

5) Dice EL PAÍS: «Sus fuentes de financiación son, en realidad, desconocidas y el único nombre visiblemente detrás es Domingo López, del Banco de Valladolid.

Solamente decimos una cosa respecto a esta acusación. Si tan seguro está EL PAÍS de sus sistema de financiación y tan dudoso del sistema de financiacón de EL IMPARCIAL, estamos dispuestos a someternos a una Comisión Parlamentaria que investigue nuestros sistemas y loos suyos. ¿Cuál de los dos se podrían publicar? Pero, mañana mismo, con las cuentas al día, no cuando haya habido tiempo de recomponer la contabilidad.

6) Dice EL PAÍS: «Sus primeras páginas editoriales vienen siendo una incitación decimonónica y atrabiliaria a golpismo generlaizado»

a) Es obvio que les duele. Es obvio que los actuales ejecutivos de EL PAÍS están nerviosos. Cualquier lector puede acercarse a cualquier quiosco de Prensa y preguntar. Verá como EL IMPARCIAL es un periódico que día a día aumenta su tirada, que se agota en los quioscos. Por el contrario EL PAÍS siente que su clientela le abandona. La aparición de EL PERIÓDICO en su misma y siempre respetada por nosotros línea periodística les ha hecho daño. No dudamos que próximamente EL PERIÓDICO será objeto de las iras de EL PAÍS como antes lo fueron otros órganos periodísicos como los de la antigua Prensa del Movimiento y él periódico que fue de los sindicatos. Y es que EL PAÍS no quiere rivales, no admite el juego de la competencia, virtud democrática, porque según dice, aunque nosotros no nos lo creemos, aspira a que las subvenciones sean para él solo. POr nuestra parte, como no queremos esa clase de subvención, no tenemos que atacar a nadie, que si nos ataque ni se enfrente con nosotros. Creemos que cada cual tiene sus problemas y cada cual debe resolverlos como pueda.

b) En cuanto al golpismo remitimos a nuestros lectores las páginas centrales. Ese es nuestro «golpismo». No lo ocultamos.

7) Dice EL PAÍS: «Entre la profesión se comenta que el director del diario es autor de una tesis, que varias veces ha expuesto en píblico, según al cual los periodos constituyentes en Epsaña acaban fatalmente en guerras civiles. Da la imrpesión cuando se lee EL IMPARCIAL de que el periódico trata de demostrar la irreprochabilidad científica de semejante argumentación también en lo que se refiere al periodo constituyente».

Efectivamente, el director de este periódico mantuvo esta tesis en público en su conferencia del Club Siglo XXI, el día 28 de marzo de este año, sobre el desenlace de los procesos constituyentes como igualmente ha mantenido en el mismo club en otra conferencia pronunciada el pasado 2 de noviembre, su tesis de que todas las operaciones de Centro han fracasado en España a lo largo de los últimos dos siglos. El director dde este periódico tiene publicada su tesis en un libro titulado ‘Las cuatro columnas de Córdoba’ y prepara la publicación de otro libro sobre el tema de las guerras civiles en el mundo desde el año 1500 hasta 1975. En cualquier caso

En un país cualquiera se va a la guerra civil cuando:

a) Surgen dos grupos radicalmente enfrentados. El de la ruptura y el de la evolución.

b) Cuando los cauces de presentación (Cortes, Senado, Parlamento, Congreso de los Diputados o como se llame) no funcionan o funcionan mal.

c) Cuando la situación económica ha llegado a un momento de caos.

d) Cuando surge la división interna y la desmoralización entre aquellos oranismos que son sosten del Estado: Ejército, Iglesia y poder judicial.

c) Cuando intereses internacionales encontrados coinciden en ese país o en la zona geopolítica.

f) Cuando la forma de Estado – Monarquía o República – es radicalmente discutible.

8) Dice EL PAÍS: «Pero al margen de estas especulaciones, para algunos servicios de información, EL IMPARCIAL resultaba algo más concreto, al menos en teoría: una pieza más de un tinglado que no se conoce».

Sin duda, este es el punto más misterioso de todo el informe de EL PAÍS y el más criticable a un profesional del periodismo: denunciar a unos compañeros con hiótesis o con tonterías en un tema tan grave que sólo tiene un destino: los tribunales de justicia.

9) Dice EL PAÍS: «Un escritor mallorquín y resabiado, Juan Pla, columnista habitual del diario, acostumbra a hacer acr´sticos cn las primreas letras de cada párrafo en sus artículos. Lelo, Luna, Celo y Ala han sido las claves de los útlimos días».

a) Según la definición del Diccionario de la Lengua Española, novena edición, ‘acróstico’ es un adjetivo que se aplica a la composición poética en que las letras iniciales, medias o finales de los versos forman un vocablo o una frase. Evidentemente. Juan no escribe composiciones poe´ticas, sino artículos o comentarios. Hace mucho tiempo que los diccionarios, en los periódicos utilizados solamente por los correctores, cuando los periodistas debían tenerlo como libro de cabecera. No nos extraña el error de EL PAÍS.

b) Aunque ya ayer Juan Pla se adelantaba a contestar y tenga la libertad para insisitr en el tema EL IMPARCIAL quiere dejar bien clara la patraña de acrósticos puesto que, al final, sólo se reducen a una muestra puramente técnica y de presentación tipográfica, cosa que también deberían conocer los autores o autor del artículo en cuestión, si son profesionales. Pero cualquiera que ojease nuestro periódico comprobaría que en la mayor parte de los artículo o información es habitual poner capitulares como adorno tipográfico para que los textos no sean una masa de plomo ilegible. Claro está que esto no parecen comprenderlo los de EL PAÍS.

Y entremos ahora en el punto más importante, el del ‘secuestro’ de EL IMPARCIAL. Pero sobre ese tema y otras zarandajas por el estilo continuaremos mañana.

21 Noviembre 1978

Juan Pla en el patio de los leones

Joan Pla

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Hay que aclarar algunas cosas relativas al golpe que nos dio EL PAÍS en su primordial artículo del domingo pasado. Se nos acusa de agoreros, de desestabilizadores y de cenizos a ultranza. A mí, con perdón por la presunta vanidad y propagación de mi nombre, se me atribuyen, velada o abiertamente, las virtudes de escritor, de mallorquín, de resabiadoo y de conspirador o sedicioso contra el Estado, puesto que afirman, tan ilustres compañeros y cantamañanas de mi país, que mis artículos portan cada día la clave o la consigna para los militares golpistas de este Reino de Paz y de concordia. A poco, si se llegan a desmadrad las cosas, me fusilan por cabronazo… y tal día hizo un año. Afirman que mi último acróstico o clave cifrada fue la de poner CELO de arriba abajo, en vertical descendiente, con las letras mayúsculas o capitulares de mi escrito del día 17, fecha en que, por lo que voy viendo, se armó una estupenda comedia extramilitar en La Moncloa, asiento y habitación del actual y, por ventura, sempiterno galán de la película nacional que estamos viviendo. Sólo puedo asegurar, lealmente, después del fragor de la querella criminal que interpongo, voluntaria y sosegadamente contra el que hubiera escrito semejante dislate, que jamás traté con militares, jamás fui portavoz de consignas o de claves golpistas y que lo que deseo, a corazón abierto, es que mi país sea gobernado por personas decentes, que no engañen al pueblo, que no malviertan fondos en la operación PODER, que dejen al obrero en el paro y en la miseria, que no hagan traición a sus principios y raíces y que, en suma, me sean hijos de su verdadero padre y de su verdadera madre, para entendernos mejor en la dialéctica que se nos impone, democráticamente.

Doy testimonio aquí – y pido perdón por segunda vez – de mi profunda tristeza. Creo que el artículo de EL PAÍS es una solemne y única insensatez en la historia del periodismo español. Para mí, durante una larga temporada escribir o trabajar en EL PAÍS significará pertenecer al gremio de los ma´s eficaces demócratas puesto que EL PAÍS ha consentido la publicación de una vileza soberana, con respecto a mi persona, a mi compañero director y a mi periódico o, mejor dicho, a mi puesto de trabajo, que es lo que hay que defender, si de verdad somos progresitas o decentes. El comité de empresa de EL PAÍS, donde abundan mis amigs, se ha dejado meter un gol apoteósico. Sin ‘asamblea’ que me arrope les emplazo a que me den la razón de este disparate. ¿Por qué, compañeritos del alma, por qué…?

Podría pensarse hoy que mi acróstico – las tres mayúsculas de este escrito, que son la H, la D y la P – significa ‘hijo de puta’. No es así. El significado de mi clave, hoy por hoy, sólo es el siguiente: Hoy Doy Pistas, esto es, señalo de dónde procede el único mal que mantiene y conserva el proceso de mi país: los cantamañanas que se indumentaron de democracia , para seguir ocupando el cargo y la prebenda. El Rey está en América y, con él, en la comitiva de informadores, viaja mi paisano Josep Meliá. Cuando vuelva, le preguntaré el nombre del autor del artículo que hoy me ha forzado a dar un golpe de sinceridad. La Democracia es buena. Los imbéciles, NO…

Juan Pla

22 Noviembre 1978

El comité de empresa de EL PAÍS responde a Juan Pla

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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El columnista de EL IMPARCIAL Juan Pla, se refirió ayer en su columna al comité de empresa de EL PAÍS, al afirmar que en dicho comité «abundan mis amigos», los cuales se han dejado «meter un gol apoteósico», al no evitar «la publicación de una vileza soberana respecto a mi persona, a mi compañero director y a mi periódico, o, mejor dicho, a mi puesto de trabajo, que es lo que hay que defender», todo ello en relación con la información de EL PAÍS publicada el pasado domingo, sobre el complot militar abortado, en la que se cita a EL IMPARCIAL y, en concreto, a la columna del señor Pla. El comité de empresa de EL PAÍS hizo pública ayer una nota en la que niega que alguno de sus miembros tenga amistad personal con el señor Pla, a la vez que califica de ridícula la afirmación de que se ha dejado meter un «gol apoteósico», ya que ningún comité de empresa de un periódico tiene competencia sobre el contenido del mismo.

«El comité de empresa de EL PAÍS -dice la nota- no es parte en la polémica abierta, sin que ello presuponga neutralidad ante hechos de gravedad histórica como los actuales, que hacen peligrar las conquistas democráticas logradas por la clase trabajadora.» Por otra parte, la nota lamenta que el señor Pla no pueda contar en su diario con un comité de empresa, a cuya creación se han opuesto su compañero director [Julio Merino] y la editora de EL IMPARCIAL, con el que poder discutir el tema de la seguridad en el puesto de trabajo.

22 Noviembre 1978

EL PAÍS pierde el tren (De la Oposición democrática y los nervios)

José Luis Alcocer

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Es menester, a todas luces, que alguien se toma la dinámica molestia de reivindicar para si, o de definir desde alguna parte, donde diablos reside la oposición democrática en la Prensa española. Con sumo gusto, y sin el menor ápice de vanidad, reivindicamos ese puesto, no por otra cosa, sino porque es el que precisamente ocupamos. Una de las partes de historia española que hay que hacer sin perder para ello demasiado tiempo, es la conducta de los medios de información en relación al proceso político del país. Sería de lo más esclarecedor, saber a qué atenerse respecto a esas conductas plurales, evidentemente, pero muy relacionadas entre sí a la hora de hablarle al poder desde una pretensión de profesionalidad crítica y no de ambición de poder. Periodistas ha habido, y no señalamos nombres, porque no nos va el estilo de la denuncia, que hablando de libertad han acabado por venderse. A ese asunto, nuestras premiosidades económicas no nos han inducido todavía. Otra vez será.

Siempre ha habido Prensa oficial, Prensa del Estado, que lógicamente, ha tenido como misión y consigna la defensa estricta del poder. Muy concretamente, ese papel lo asumió en su día, y lo sigue asumiendo hoy, la antigua Prensa del Movimiento. Ahora bien, digamos en honor de esta Cadena y en honor de los profesionales que la han servido y la sirven, que siempre ha sido una Prensa bien escrita, lógica en sus argumentaciones, coherente en sus planteamientos y nada tendente a la denucnia. Es más, la Prensa del Movimiento, en la medida en que buenamente ha podido, ha salvado siempre su honor profesional con un pulcro cuidado de los adjetivos y las alabanzas y con una dignidad literaria que cualquier persona sensible tiene la obligación moral de reconocer.

Hubo también en su día, un ejemplo ilustre que es oportuno recordar: el ejemplo del Diario MADRID, actualmente inexistente. Desde sus páginas se hizo la primera tentativa de análisis crítico al régimen del General Franco. El Diario MADRID murió como muere un periódico independiente, como acaba alguien o algo que de verdad ama la libertad. Otro asunto será el del análisis de sus compromisos políticos y el de los compromisos políticos de quienes se sinteiron tentatods, obligados o forzados a hacerle morir. Pero ahí está el ejemplo del Diario MADRID como referencia moral de todo periodista que se precie.

En noviembre de 1975 muere en Madrid Francisco Franco. Desde este punto y hora nadie, ABSOLUTAMENTE NADIE, tiene ya el recurso moral de apelar a censuras o a conceptos intangibles. Todo puede ser debatido. Es más: TODO TIENE QUE SER DEBATIDO. Es un deber de la Prensa, una exigencia que el pueblo español tiene derecho a hacerle a los medios de información. Muy bien: en ese momento aparece, con todas las bendiciones y todas las expectativas, un nuevo tipo de periódico. Concretamente, el periódico EL PAÍS. Se le contempla casi con mimo, se le observa, se le lee. Es una experiencia que entraña un aire nuevo, renovador y limpio. Se afirma así mismo como riguroso en su análisis, como atrevido y valiente, como solvente.

Primos días de julio de 1976. Don Adolfo Suárez acaba de ser nombrado Presidente del Gobierno del Rey, segundo Presidente de la Mnarquía y el primero que no es heredado. En su página noble, en la tribuna auscultada con atención por todos los observadores se publica un importante artículo. Se titula «Que error, que inmenso error». Lo firma un articulista ilustre y un historiador conocido, Ricardo de la Cierva. El artículo contiene una crítica acerba hacia el joven Presidente y hacia los coautores de su designación. En aquellos días el periódico ejerce un claro papel de oposición democrática, de ello no cabe la menor duda.

Pero el poder es el poder. De igual forma que el historiador de renombre y el articulista ilustre deviene en senador por la Unión de Centro Democrático, tras múltiples peripecias de travestismo político, el periódico adquiere idéntica velocidad en su declive. Poco a poco comienza a escasear en las jóvenes manos de quienes viajan en el Metro o en el autobus, en las jóvenes manos de quienes ostentan un talante y una identidad digamos progre. Ya no es el periódico inevitable en el barrio estudiantil de la Moncloa, sino el comentador infaitable de los aciertos de la Moncloa (de la otra, quiero decir). Un periódico que había nacido con la vocación de la libertad, y de ello deben honrarse uqienes lo propiciaron y la mayoría de quienes lo hacen, se convierte poco ap oco, paso a paso, en el órgano (al menos oficioso de la nueva situación política.

El área de la oposición democrática al poder, pues, queda así desasistida, traicionada por quienes tenían el deber de ocuparla. Claro es que no están todos. Y buena prueba de ello es que desde su actual servidumbre (inevitable servidumbre, al parecer) se oponen a quine se opone. es decir, que funcionan no como un mecanismo libre de expresión, sino como un órgano más de represión. ¿QUién les ha encomendado ese papel, ese protagonismo de delación? NO deja de ser desolador, en cierto modo, que quien ha deseado nacer para la libertad se vea impelido a reprimirla.

Existen ‘test’ suficientes para defender a un demócrata de quien no lo es. Existen asimismo demócratas bajo palabra de honor, sin otro aval que el hecho de que así se proclaman a sí mismos, y que de esa proclamación derivan otorgamiento de credenciales y patentes de licitud a los demás. Nos parece, sin la menor duda, que el diario EL PAÍS ha perdido, sobre todo con su conducta de estos días, su credibilidad democrática, la que tuviese. Nos paree que se ha insertado; de hoz y cooz, en los comrpomisos del poder. Desde luego está en su derecho. Nadie pone ese derecho en duda. Pero que no reivindice ya, en ningún momento, la identidad de oposición democrática. Es un perdiguero más del Gobierno. Un servidor de sus intereses. Ello no resta, en nada, la dignidad de quienes en él trabajan. Pero sí disminuye, hasta niveles de inexistencia, la conducta democrática de un medio informativo que no ejerce su función. La Prensa de oposición democrática no pasa por el diario EL PAÍS. Y desde aquí, desde estas páginas en las que sí se hace oposición democrática, en las que sí se reflejan los hechos que ocurren sin urdir patrañas, no tneemos sino que enviar a nuestros compañeros ya integrados hasta el cuello en la defensa, no del Estado, sino de personas poderosas, una especia de comentario dolorido. Sería algo así como decir: «¡Que lástima que hayáis abandonado la liebrtad! ¡Que lástima que hayáis dejado Argüelles por la Moncloa!

José Luis Alcocer

22 Noviembre 1978

EL PAÍS, un drama sin salida

José Luis Alcocer

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"EL PAÍS va pasando de ser un periódico libre a portavoz del poder. De sus accionistas nunca más se supo, se supo de la ocupación por parte de Polanco y Cebrián"

Verdaderamente hay asuntos lamentables. Casi de la noche a la mañana la sociedad española se encuentra con que un periódico hasta hace poco bastante serio, enloquece y se convierte en delator  de conjuras inexistentes. El pasado domingo, día 19, el periódico EL PAÍS publicó una información (de alguna manera hay que llamarla) que se equivalía poco más o menos con el cuento de Caperucita y el lobo feroz. El lobo feroz era una conspiración militar, de la que justicia militar, con su rigurosidad y asepsia acostumbrada, dirá la última palabra. Caperucita, por supuesto, era el Gobierno. Y la abuelita era el diario EL PAÍS.

Pero ¿dónde estaba la merienda deseada por el lobo? Este es el tema. Para responder a la pregunta no tenemos otro remedio que preguntarnos, muy seriamente, muy profundamente, a que interés y a que propósitos está sirviendo el periódico EL PAÍS. Dejemos claro, antes que ninguna otra cosa, que nuestro análisis en nada se refiere a los compañeros que día a día, desde las páginas de EL PAÍS, tratan de cumplir dignamente con su deber de profesionales de la información. Y que no participan, por supuesto, ni en denuncias, ni en delaciones. Delaciones en las que se compromete a profesionales dignos y respetables de la propia profesión, además de involucrar a militares intachables.

Vamos a la merienda. ¿Qué es EL PAÍS? Pues un periódico que esta en más que puede respecto a su credibilidad por supuesto. Ya ha denunciado. Tampoco se le pedía más. El diario EL PAÍS, presuntamente, tenía el deseo de ser un periódico libre. Progresivamente, tristemente, va pasando de ser eso (porque, sin duda, lo fue) a convertirse en un portavoz del poder. Se presentaba como el primer ejemplo de una sociedad anónima en periodismo, constituida por una multitud de accionistas modestos. De esos accionistas nunca más se supo. Se supo, eso sí, de la ocupación del protagonismo por parte de los señores Polanco y Cebrián, respectivamente consejero delegado y director del medio. De ahí se pasó al proyecto de constituir una sociedad de redactores; proyecto que fue abortado. La libertad era un producto TEOÓRICO de cara a las ventas, pero ni era una categoría de convivencia interna, ni una convicción profesional ni de talante. Como es sabido, don Juan Luis Cebrián es hijo de don Vicente Cebrián, que lo fue todo en la Prensa del Movimiento. De eso no le cabe la más remota duda a nadie que haya vivido en el clima de aquella casa.

El señor Cebrián (Jr.) nos tiene acostumbrados a proferir enormidades en sus conferencias y declaraciones con las que se ha dedicado a una crítica sin peligro contra el pasado régimen y ante el actual sistema, aunque en uno y otro ha tenido, por sus orígenes, situaciones de relevancia. Su designación como director de EL PAÍS se tomó, en la mayoría de los medios profesionales, como una esperanza de que el recién llegado periódico iba a ser una especie de ariete crítico. La verdad es que nunca llegó a serlo del todo, pero desde luego, a partir del 15 de junio del pasado año, su nivel de crítica descendió al máximo. Bastaba leer alguno de sus editoriales, escritos evidentemente por excelentes profesionales, para darse cuenta de que todos guardaban truco. Se comenzaba por un planteamiento aparentemente crítico, para concluir dándole al Gobierno del señor Suárez toda la razón del mundo. El terrorismo era contemplado (y sigue siéndolo) como un problema de Orden Público. La Constitución era la panacea de todos los males, y el Referéndum, el profeta de esa panacea. En suma: leyendo cualquier editorial del diario EL PAÍS se sacaba la conclusión terminante de ‘O, la UCD o el caos’. ¿Qué se buscaba y qué se busca con todo ello? Pues eso, la merienda. El decir, poco más o menos, CON EL PODER, como sea.

Hay un ‘chequeo’ como dirían los argentinos, que se puede realizar sin demasiado coste. Hay quién es demócrata y ha luchado por la democracia toda su vida o parte de su vida, y hay quien presume de demócrata siendo en el fondo un totalitario. Es el viejo problema español del QUIERO Y NO PUEDO. Cebrián quisiera ser demócrata, Pero no puede serlo por la sencilla razón de que no lo es. Es otra cosa. Es un presionador (por decirlo así) del Poder constituido. Es un profesional de la pose del ‘enfant terrible’. Ha tenido en sus manos la ocasión inequívoca de hacer un periódico libre y no le ha salido más que un trasunto de oficiosidad. Hoy por hoy, EL PAÍS es la demostración más palmaría que existe en la Prensa española de lo que es un órgano oficioso del Gobierno. Qué duda cabe de la tristeza que debe producirles a esos correctores profesionales que en él trabajan esa no negaba la dependencia respecto al poder.

EL PAÍS, respecto a la Unión del Centro Democrático, es decir, respecto al poder, sólo se mueve en el ámbito de una gratitud desinteresada. A eso se reduce. Eso viene a ser todo. Ni más ni menos. De que era periódico de derechas no le cupo a nadie desde el primer día la más remota duda. Pero era una derecha conservadora, liberal, racional. Ahora se ha trasladado a otros territorios, y ocurre que la derecha conservadora le resulta inoperante, PORQUE REPRESENTA UN MODO CIVILIZADO DE LA OPSICIÓN y EL PAÍS está hoy con el poder.

Preguntémonos, entonces, ¿es que el poder no es de derechas? ¡Pues claro que sí! Pero de una derecha que no ha aprendido todavía a ser democrática. De una derecha que tiene larvados todavía los gérmenes intrínsecos de la Dictadura. De una derecha que, por tradición, ODIA A LA OPOSICIÓN POR EL SIMPLE HECHO DE EXISTIR. De esto se trata. Desde ahí hay que hacer el análisis. Eso es lo que le pasa a EL PAÍS.

Y por eso se inventa historias. Por la sencilla razón de que se ha quedado sin espacio político propio. Por la sencilla razón de que ya no es capaz de analizar, sino que necesita DENUNCIAR. Eso no es democracia. ¡Qué lástima! Pero hay que tener esperanza en la democracia y fe absoluta, fe segura, en la inminencia de la libertad.

José Luis Alcocer

El Análisis

EL PAÍS SACA EL HACHA CONTRA UN 'COLEGA'

JF Lamata

…»Leyendo EL IMPARCIAL resulta imposible enterarse de lo que pasa, tanto dentro como fuera de España, pero sus páginas vienen siendo una incitación al golpismo generalizado»… esta era una de las lindezas que EL PAÍS decía contra el diario EL IMPARCIAL. En un artículo que, teóricamente, no era de opinión, sino que era un reportaje, incluyeron una radiografía absolutamente destructiva contra el diario EL IMPARCIAL, que dirigía D. Julio Merino desde principios de ese año tras la ‘espantada’ de D. Emilio Romero y que, en cuanto a tirada había logrado bastante éxito. El Sr. Merino atacaba sin piedad al Gobierno Suárez en todo momento y, en especial, le culpaba de no saber hacer nada frente al terrorismo y hacer concesiones al separatismo. El Sr. Suárez, durante la Transición, había intentado que la gente interpretara que ‘atacarle a él’ equivalía a ‘atacar a la democracia’. Y algo similar estaba logrando el diario EL PAÍS, otro de los referentes de la democracia española. Por tanto, si EL PAÍS atacaba, era como si la santa democracia te excomulgara.

De esta guerra mediática merece la pena destacar la ‘coincidencia’ de que poco después de ella se ordenara la detención de D. Julio Merino (aunque fuera por un asunto que no tenía nada que ver y del que quedaría libre a las pocas horas) y el complejo papel de D. Joan Pla, que en aquel momento se querelló igualmente contra el Sr. Cebrián y EL PAÍS, para luego asegurar que lo hizo obligado y que él siempre había sido un demócrata. Ignorando el Sr. Pla que las querellas, en teoría no se presentan por el nivel de demócrata que seas, sino cuando la información dada no es realidad. Si no era realidad que sus columnas continúan con mensajes cifrados para los golpistas, la querella estaba – aparentemente – justificada y no tenía nada de qué arrepentirse.

J. F. Lamata