18 noviembre 1964

Pasionaria, Eduardo García, Enrique Líster y Simón Sánchez Montero, entre otros, secundaron la decisión del Secretario General de expulsarsles

El PCE de Santiago Carrillo y La Pasionaria expulsa del partido a Fernando Claudín y a ‘Federico Sánchez’ (Semprún)

Hechos

En noviembre de 1964 el Partido Comunista de España (PCE) expulsó del partido a D. Fernando Claudín y a D. Jorge Semprún (alias ‘Federico Sánchez’).

01 Abril 1965

Resolución sobre la expulsión de Fernando Claudín y Federico Sánchez

Comité Ejecutivo del PCE (Secretario General: Santiago Carrillo)

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Ha transcurrido un año desde que Fernando Claudín y Federico Sánchez, habiendo adoptado en el seno del Comité Ejecutivo posiciones reformistas y oportunistas, se negaron a aceptar la decisión tomada por el Comité Ejecutivo después de una discusión exhaustiva, decisión que reafirmaba la línea política definida en el VI Congreso del partido.

Desde entonces, Fernando Claudín y Federico Sánchez han venido realizando una labor fraccional que, de haber prosperado, hubiese debilitado y quebrantado, en esta etapa tan decisiva de la lucha por la democracia, contra la dictadura franquista, el partido de vanguardia, marxista-leninista, del a clase obrera y del pueblo español. No ha sido así. El Partido, unánime, ha rechazado sus intentos de sembrar la división. Y los hechos, con las grandiosas luchas de la clase obrera, el despliegue impetuoso del movimiento estudiantil, el crecimiento de la oposición en el campo, entre la intelectualidad y en otros sectores del país han confirmado la justeza de la política del Partido: han demostrado con claridad meridiana, la falsedad radical de las posiciones de Fernando Claudín y Federico Sánchez. Pero estos no han querido escuchar ni la lección de los hechos ni los consejos y advertencias de los órganos responsables del Partido. Han proseguido su labor fraccional.

Hace ya un año que Fernando Claudín y Federico Sánchez actúan de hecho fuera del a disciplina de partido, en violación permanente de los Estatutos del Partido. Se han negado a someterse a la decisión tomada unánimemente por el Comité Central y que les fue comunicada a comienzos de septiembre de 1964. Han rechazado el requerimiento que les hizo una delegación del Comité Ejecutivo, el 5 de noviembre de 1964, de compromterse a poner fin a su actividad fraccional y de desautorizar públicamente el uso que la prensa burguesa hacía de sus nombres y de sus posiciones para atacar al Partido. Ultimamente, en la carta de Fernando Claudín del 23 de marzo de 1965 y en la carta de Federico Sánchez del 12 de febrero de 1965, uno y otro reafirman de modo inequívoco que no están dispuestos a someterse a la disciplina del Partido y que están resueltos a seguir desarrollando su labor fraccional.

La opinión del Partido ante esta cuestión es clara y tajante. El Comité Ejecutivo viene recibiendo desde hace tiempo, de las organizaciones del Partido, resoluciones terminantes pidiendo la expulsión de Fernando Claudín y de Federico Sánchez de las filas del Partido.

El Comité Ejecutivo, habiendo agotado a lo largo de un año todas las posibilidades de dar solución al caso de Fernando Claudín y Federico Sánchez sin recurrir a la sanción máxima de los Estatutos, haciendo uso de los poderes que le han sido conferidos a título excepcional por el Comité Central (y que figuran en la resolución del Comité Central publicada en MUNDO OBRERO nº 5, de la segunda quincena de febrero de 1965), cumpliendo el mandato del Comité Central y por delegación expresa de éste, ha decidido la expulsión de Fernando Claudín y Federico Sánchez de las filas del Partido Comunista de España.

El Comité Ejecutivo del PCE.

Santiago Carrillo, crónica de un secretario general

Fernando Claudín

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Entonces y en años posteriores, cada vez que resurgió dentro del partido el tema del a crisis de 1964, Carrillo presentó la cosa como un ejemplo de debate libre y de decisión democrática en los órganos del partido. Esta versión no es exacta. Hubo discusión en el comité ejecutivo, pero no en el comité central. A fin de que la hubiera, y a la vista de las respuestas de los miembros de este organismo, elaboré un extenso documento donde trataba de profundizar los análisis. Carrillo decidió no dar curso a este documento y poner fin a la discusión. Ni siquiera se me acusó recibo.

En abril de 1965 apareció en MUNDO OBRERO un escueto comunicado del comité ejecutivo expulsando del partido Fernando Claudín y Federico Sánchez. Ni siquiera se tomaron la molestia de comunicárnoslo por anticipado. Algo después fue expulsado del PSUC Francesc Vicens, que había defendido en el comité ejecutivo del partido catalán posiciones análogas a las nuestras. La purga se extendió a otros cuadros intermedios.

Santiago Carrillo corona así, cuando entraba en la cincuentena, su conquista de la jefatura del Partido Comunista de España. Ya no tenía rivales, reales o supuestos, en el equipo dirigente. Entre sus mejroes amigos y el partido no había vacilado. Tras esta nueva prueba de ‘temple bolchevique’ ¿quién se atrevía a contradecirle? Su palabra era ley, su poder absoluto. (Pag. 177).

Memorias

Santiago Carrillo

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Pag. 477

A partir del VI Congreso se comenzó a incubar una nueva crisis en la dirección del partido. Fernando Claudín no se hallaba a gusto. No tenía confianza en los cambios que se habían producido con Jruschev en la Unión Soviética. Exceptuando a Pasionaria y a Líster, él era, entre los miembros del equipo dirigente, quien más años había vivido en la Unión Soviética y mayor contacto había tenido con los funcionarios del PCUS y de la adminsitración soviética. Y cuando los demás teníamos confianz en la regeneración de éste, bajo el impulso de Jruschev, Fernando las había perdido. Ésa fue mi convicción muy pronto. Estoy convencido de que paralelamente a éste que llamé desengaño, sobre Claudín comenzó a pesar un factor ue había aquejado a otros muchos antes: el cansancio.

Para resistir era necesario creer y Fernando Claudín había dejado de creer. Muchos amigos me han dicho su convencimiento de que la actitud de Claudín se debía a que aspiraba a ser secretario general del partido. Siempre he estado convencido de que no era por eso.

Claudín y Semprún defendían en sustancia la idea de que habiendo un crecimiento económico en el país la salida más probable al franquismo la iba a dar la oligarquía. En la primera fase de la discusión yo estuve de acuerdo en que había crecimiento económico, en que la oligarquía estaba buscando solcuiones propias, pero no había por qué temerlas puesto que si la oligarquía contribuía a romper el sistema franquista, las fuerzas democráticas tendríamos más posibilidades de fortalecernos, de actuar y de inclinar el equilibrio a neustro favor.

Eduardo García estaba tan convencido como yo de que Claudín y Semprún estaban buscando la salida, pero que, a diferencia de mí, deseaba que se marchasen, hizo una intervención provocativa que anuló las posibilidades de acercamiento. El debate duró después, cerca de un año al cabo del cual para mí estuvo claro que ambos lo que querían era marcharse, romper. Yo hice esfuerzos ímprobos para convencer a Claudín y a Semprún de que no dimitieran de sus cargos en la dirección del partido; para que esperasen uno, dos o tres años, y si el desarrollo de la situación les daba la razón, volverían a plantear sus puntos de vista. No lo logré. Con Claudín tuve incluso una conversación personal que he transcrito ya en el libro ‘Memoria de la transición’.

A medida que avanzaba la discusión me convencía de que no había solución. Y cuando celebramos el pleno del Comité EJecutivo en Praga, bajo la presidencia de Dolores yo no intervine hasta el final y de buena gana hubiera renunciado a intervenir. Aquel debate era superfluo. Claudín y Semprún habían optado ya por la vía de dejar el partido, buscaban directamente su expulsión.

Claudín y Semprún sabían que además de defender una posición que de hecho singificaba un giro a la derecha, pedir un congreso ‘democrático’ del partido y la admisión de fracciones en condiciones de clandestinidad no era de recibo. En un congreso ‘democrático’ se nos hubeira colado no era de recibo. En un congreso ‘democrático’ se nos hubiera colado no un confidente, como sucedió en el VI, sino bastantes más. Si autorizásemos las fracciones, la lucha intenra hubiera conducido la penetración de la policía del partido.

Proponer esto en un partido comunista clandestino era, claramente, buscar una salida honrosa. Claudín lo ha reconocido abiertamente en el libro que me dedicó en febrero: «Entre seguir en el partido o comenzar a pensar por cuenta propia y expresar libremente nuestra opinión, habíamos optado ya por lo segundo».

La expulsión de Claudín y Semprún tuvo efectos momentáneos entre algunos intelectuales del partido, entre ellos Javier Pradera y Frances Vicens. Alguno de los intelectuales que se alejó volvería más tarde al partido. Posteriormente se creó la leyenda de que Claudín y Semprún se habían anticipado a las posiciones eurocomunistas y demócráticas; que eran los precursores de la nueva línea. En un momento, durante la transición, en la que había la preocupación bastante generalizada de reducir la influencia política del PCE, no sólo desde la derecha sino también desde una parte de la izquierda, todas las armas eran útiles a este fin y fueron utilizadas.