7 noviembre 1999

Tras la resolución en primera instancia del juez Thomas Penfield Jackson, la compañía de Gates deberá negociar con los tribunales como limitar su imperio

El presidente de Microsoft, Bill Gates, va a juicio en Estados Unidos por haber intentando monopolizar el sector de los ordenadores

Hechos

El 5.11.1999 se hizo pública la resolución judicial del juez Thomas Penfield Jackson contra Microsoft, acusado por la fiscalía de intento de monopolio.

07 Noviembre 1999

Microsoft abusa

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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UN JUEZ de Estados Unidos ha fijado los hechos probados en el juicio contra Microsoft. Y las conclusiones no son halagüeñas para la empresa de Bill Gates. El juez establece que Microsoft disfruta de una posición de monopolio en los sistemas operativos para ordenadores (Windows) porque, gracias a su cuota de mercado, superior al 90%, no hay alternativa comercial viable a su producto y ha obstaculizado a los competidores. El Departamento de Justicia ha celebrado la decisión considerando que beneficia al consumidor y a una industria ahogada por el predominio de la empresa. La sentencia no llegará hasta dentro de un par de meses, lo que deja un margen a Microsoft para negociar un pacto. Lo condenable según la ley no es ser un monopolio, sino aprovecharse torticeramente de ello para ampliarlo, aspecto sobre el que no se pronuncia todavía el juez.IBM vivió una década a la sombra de los tribunales hasta que en 1982 se cerró a su favor un caso pionero en el análisis de las prácticas monopolistas dentro del sector emergente de las nuevas tecnologías. Y éste es uno de los aspectos que más polémica suscita el amparo a la ley antitrust Sherman, con más de un siglo de vida, que declaraba ilegales las prácticas que restrinjan el libre comercio con maniobras conspirativas, pero dejaba a consideración de los tribunales evaluar en qué consistían estas conductas. La persecución de las prácticas monopolistas ha tenido vaivenes en EEUU. Dos casos famosos son la disgregación de la Standard Oil, en 1911, en 33 compañías; y el nacimiento de las siete baby bells, en 1983, como consecuencia de la separación forzosa de AT&T. La Administración de Clinton se ha mostrado muy activa en la persecución de estas conductas, pero el dinamismo de la economía digital es vertiginoso. Mientras se celebraba el juicio contra el gigante Microsoft, nacía otro con la compra de Nestcape por AOL y su alianza con Sun. Desde que el caso empezó a dar sus primeros pasos, en 1990, el horizonte de los productos digitales se ha multiplicado. Al final de la década, Internet da lugar a la aparición de nuevos soportes y se apunta la pérdida de centralidad del ordenador doméstico.

El juicio en sí mismo, al someter a escrutinio las conductas de Microsoft, ha tenido efectos saludables. Microsoft ha renunciado a proyectos para fidelizar hasta casi la cautividad a sus clientes, y aliados suyos del hardware han osado anunciar proyectos de la mano de otros sistemas operativos. Durante este periodo, Microsoft ha multiplicado sus beneficios, dato que sirve a Gates para sustentar su gran argumento: su éxito no se basa en dudosas maniobras mercantiles, sino en la satisfacción del usuario. Sus críticos consideran que es precisamente la situación de monopolio lo que le permite mantener los precios en un sector donde los márgenes bajan en picado. Que el paisaje informático esté dominado por un único lenguaje arrastra desventajas culturales y para el consumidor, y han de erradicarse prácticas comerciales coercitivas. El gigantismo empresarial no es pecado, sobre todo en un sector en el que abundan las grandes corporaciones. Otra cosa es qué fundamenta este dominio. Será bueno aclararlo en este caso, en beneficio de la industria, de la misma Microsoft y de los usuarios.

07 Noviembre 1999

El Imperio de Bill Gates se tambalea

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Cuenta la mitología que Ícaro encerrado por el rey de Creta huyó de la isla, junto a su padre Dédalo mediante unas alas ensambladas con cera. Desoyendo los consejos paternos, Ícaro voló hacia el sol. El calor del astro derritió sus alas y el imprudente joven se ahogó en el mar.

Bill Gates también ha sido víctima de su propia ambición. Quiso y logró dominar el mercado de la informática derribando gigantes, como IBM que parecían invulnerables. Con menos de 40 años, Gates consiguió atesorar una de las mayores fortunas del mundo y un poder sin precedentes en la industria de ordenadores.

Todas las conquistas del fundador y propietario de Microsoft se tambalean en estos momentos tras el dictamen emitido por el juez federal Thomas Penfield Jackson, que, hace menos de 48 horas, declaró que la empresa de Gates goza de una posición de monopolio en el negocio de la informática.

Jackson daba la razón así al Departamento de Justicia de EEUU, que, a mediados del año pasado, había denunciado ante un tribunal federal a Microsoft al entender que la comercialización en un mismo producto del sistema operativo Windows y del navegador Explorer constituía una práctica encaminada a expulsar a sus competidores del mercado.

La declaración del juez no es todavía una sentencia, pero ya nadie duda de que Microsoft será fuertemente sancionada si no se aviene a pactar con el  Departamento de Justicia en los meses venideors. Gates tiene ahora que optar entre dos males: aceptar las draconianas condiciones que le quiere imponer el Gobierno o arriesgarse a una sentencia que puede ser peor todavía.

Los dos precedentes similares al de Microsoft no son nada tranquilizadores para Gates: en 1911 , la Standard Oil de John Rockefeller, que monopolizaba la extracción y venta de petróleo, fue obligada por el Tribunal Supremo a dividirse en 30 compañías. En 1984, AT&T, que tenía más de un millón de empleados y controlaba el 90% del mercado de las telecomunicaciones en EEUU, tuvo que renunciar a los servicios de telefonía local, perdiendo la mitad de sus activos.

A Gates le va a suceder lo mismo. Microsoft puede ser dividida en varias compañías o puede ser obligada a optar entre comercializar Windows o Explorer. Nada será lo mismo para Gates, cuyas alas han quedado fundidas por la Justicia. El declive de su imperio ha comenzado.

05 Abril 2000

Gates pierde

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Un juez acaba de dictar condena, pero aún no la sanción, en el caso Microsoft, iniciado hace casi dos años, cuando la ministra de Justicia estadounidense y los fiscales de 19 Estados acusaron a la compañía presidida por Bill Gates de prácticas contrarias a la ley antimonopolio. El asunto se inició cuando Microsoft decidió aprovechar su dominio en los sistemas operativos de los ordenadores para conseguir una posición similar en los navegadores de Internet, un mercado controlado hasta entonces por su rival Netscape. El procedimiento consistió en distribuir el sistema operativo con el añadido gratuito e inseparable del navegador, en lo que el juez califica de «prácticas depredadoras», para impedir la instalación del de Netscape, lo que liquidó la privilegiada posición de su competidor.El juez Jackson ha desestimado otras acusaciones relacionadas con los contratos de venta del software de Microsoft a los vendedores de ordenadores con cláusulas lesivas para las compañías rivales. Pero considera que lo ocurrido con el navegador de Internet fue una práctica destinada a «sofocar la competencia» y a quedarse como único actor utilizando su «prodigioso poder de mercado y sus beneficios inmensos». Tras una primera declaración de «hechos probados», en noviembre pasado, y un intento fallido de acuerdo entre el gigante informático y la parte acusadora, el juez ha decidido dar a conocer un fallo que contiene juicios extremadamente duros sobre las tácticas de la compañía, lo que hace prever una sanción severa.

La naturaleza del castigo no se conocerá hasta el verano, tras un nuevo procedimiento para fijarla. Los acusadores propondrán la fragmentación de Microsoft en varias empresas, una medida de enorme trascendencia que se consideraba poco probable hace unos meses, pero que hoy vuelve a estimarse. No sería la primera vez en EEUU que una decisión judicial obliga a la división de una poderosa empresa en otras más pequeñas para asegurar la competencia: ocurrió con la Standard Oil y, más recientemente, con AT&T.

Sólo después de fijadas las sanciones podrá Gates recurrir la sentencia, aunque no está claro si podrá evitar las medidas cautelares que pudieran decidirse.Sea cual sea el final de la historia, Microsoft ha sufrido ya un daño considerable, cuya primera manifestación ha sido una pérdida de más de 16 billones de valor bursátil en sólo dos días. Es previsible, además, que empiecen a presentarse multitud de querellas individuales que hagan valer la doctrina contenida en la sentencia para reclamar posibles perjuicios. Se abre así un incierto futuro para una empresa que hasta hace unos días era la primera del mundo por valor en Bolsa.

09 Septiembre 2001

Gates gana

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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El Gobierno de Estados Unidos ha decidido no seguir litigando a favor de la división forzosa de la compañía Microsoft, tal y como señalaba la sentencia con que se cerró, hace un año, la primera parte del proceso por prácticas monopolistas. El tribunal de apelación, al que Microsoft recurrió en su momento, revocó el pasado 28 de junio esa parte de la sentencia por considerar que la división era una sanción desproporcionada y no congruente con casos precedentes.

El proceso se inició por la inclusión en el sistema operativo Windows del navegador de Microsoft de forma inseparable y gratuita, lo que se consideró como una práctica anticompetitiva. Pero a lo largo del proceso fueron poniéndose de manifiesto otras prácticas de intimidación y abuso de posición dominante por parte de la empresa de Gates en sus negociaciones con los fabricantes de ordenadores personales y con los minoristas. La sentencia de junio considera como muy graves este tipo de prácticas, pero al mismo tiempo valora que no es posible impedir que la compañía incluya software propio en su sistema operativo, aunque en condiciones que permitan la competencia.

La ruptura de la compañía estaba relacionada precisamente con la concurrencia de software propio, incluyendo el navegador para Internet, y sistema operativo; de ahí que el tribunal de apelación haya considerado que no es una sanción adecuada. El Gobierno norteamericano ha renunciado, por su parte, a insistir en este punto, pero se ha comprometido a controlar las prácticas comerciales de la empresa e intervenir cuando sea necesario. Esta solución implica una actitud combativa por parte de las autoridades para imponer relaciones justas y acordes con las reglas del mercado con el resto del sector de la informática. Pero muchos se preguntan si la Administración de Bush tendrá la voluntad política y pondrá los medios para embarcarse en una labor de supervisión efectiva y de sanción cuando el caso lo requiera.

11 Noviembre 2002

Microsoft respira

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Tras diez años de investigaciones y cinco de procesos judiciales por sus prácticas monopolistas, Microsoft ha visto cómo una juez bendecía, con leves retoques, el acuerdo al que había llegado con la Administración de Bush hace un año. El acuerdo crea un comité técnico para vigilar estas prácticas y prohíbe a Microsoft tanto entorpecer la instalación de programas ajenos sobre su sistema operativo Windows como tomar represalias comerciales con los fabricantes y vendedores que apoyen la instalación de estos programas de la competencia. No se discute su monopolio. Se quiere evitar que lo aproveche para disfrutar de nuevos monopolios. Unas medidas muy livianas si se piensa que hace dos años el juez de primera instancia proponía la partición de la compañía.

Durante estos años ha habido cambios favorables a Microsoft como el relevo de la Administración demócrata por la republicana, más inclinada a los monopolios que sean nacionales, la aparición de nuevos gigantes por la vía de las fusiones -HP o AOL Time Warner- y la crisis económica del sector. Los rivales de Microsoft han visto cómo la justicia les daba la razón en sus denuncias sobre las arteras conductas de la compañía pero aplicaba unos remedios menos drásticos de los que ellos y nueve fiscales de otros tantos Estados proponían. La juez ha optado por controlar sus actividades futuras. Es básico para el consumidor que estos controles sean rigurosos y eficaces. No sería lógico negar a una empresa el derecho a crecer, pero sí exigirle que sea por su esfuerzo de innovación y no por el atropello comercial. La clave está en el seguimiento que se haga de sus movimientos en el futuro. A pesar de que sea casi imposible vivir en el mundo digital sin encontrarse, tarde o temprano, con un producto Microsoft, su oferta no es la única. El movimiento del software libre, por ejemplo, está ahí y ha visto cómo grandes empresas apoyan su implantación no por lirismos alternativos, sino para abrir otro modelo de mercado. A la juez norteamericana del caso -hay una investigación abierta en Europa- se le podrán discutir los remedios aplicados, pero no su esfuerzo intelectual para acercarse al problema. Al final, no sólo ha redactado una sentencia de más de trescientos folios, sino que ha tenido el gesto democrático, combatiendo el esoterismo de los foros judiciales, de explicar al ciudadano, en otros 22 folios sin valor jurídico, qué se debatía y por qué ha decidido lo que ha decidido.