23 septiembre 1987

El que fuera vicepresidente de Galicia con Alianza Popular ahora será vicepresidente con el PSOE

El PSOE de González Laxe se hace con la presidencia de Galicia gracias al tránsfuga Xosé Luis Barreiro que derriba a Fernández Albor

Hechos

  • El 23.09.1987 el Presidente de la Xunta de Galicia, D. Gerardo Fernández Albor, fue destituido por el Parlamento Gallego, que aprobó una moción de censura presentada por el PSdG-PSOE y su líder, D. Fernando González Laxe y apoyada por D. Xosé Luis Barreiro, antiguo Vicepresidente con el Sr. Albos.

Lecturas

El 23 de septiembre de 1987 el Parlamento de Galicia vota una moción de censura presentada por el PSOE, Coalición Galega y el PNG contra el presidente de la Xunta de Galicia, D. Gerardo Fernández Albor (Alianza Popular) en la que se propone para sustituirle al socialista D. Fernando González Laxe.

El equilibrio en el Gobierno de la Xunta de Galicia nacida de las elecciones de 1985 se había roto a raíz de la ruptura de D. Xosé Luis Barreiro

El resultado de la votación es el siguiente.-

  • A favor – 40 votos (PSOE + Coalición Galega + PNV + PSG-EG).
  • En contra – 29 votos (Alianza Popular)
  • Abstenciones – 2 votos (BNG y 1 de AP).

Para el triunfo de la moción de censura fue clave el hecho de que cinco diputados elegidos en la lista de la coalición liderada por Alianza Popular en 1985 (D. Xosé Luis Barreiro Rivas, D. Javier Suárez Vence-Santiso, Dña. Emma González Bermello, D. José Sangiao Pumar y D. Fernando Garrido Valenzuela) se pasaron a Coalición Galega y votaron con los socialistas. D. Fernando González Laxe agredece el apoyo dándole al Sr. Bareiro Rivas la vicepresidencia de Galicia. Por su parte el apoyo del PNG, partido formado por tránsfugas de CG, ve recompensado su apoyo con el nombramiento de su líder D. Pablo González Mariñas como consejero de la presidencia.

El Sr. Barreiro Rivas por tanto há passado de ser vice-presidente de Galicia con Alianza Popular a ser vice-presidente de Galicia com el PSOE.

Las siguientes elecciones en Galicia serán en 1989. 

 

22 Septiembre 1987

Decepción en Galicia

ABC (Director: Luis María Anson)

Leer

Si el enjuiciamiento de la crisis política gallega se hace con alguna pretensión de hondura, esto es, sin marginar planteamientos de fondo; pronto se descubre que esta crisis en consecuencia, en gran parte, de las deficiencias con las que se practica en España, el juego democrático. Especialmente en dos aspectos que guardan relación cierta entre sí. Se trata del sistema electoral de listas cerradas y de las posibilidades abiertas a la aplicación de votos, en contra de los criterios que movieron a los electores a dedicarlos a un determinado partido. Y así ahora, en la moción de censura socialista al Gobierno autonómico que preside Fernández Albor no solamente se ha producido el acuerdo entre partidos políticos adversarios ante las urnas – como el PSOE, Coalición Gallega, Partido Nacionalista Gallego – sino que cabe temer incluso, que algunos votos, cuatro o cinco, que en origen son de Alianza Popular, se sumen también a la censura.

Aunque no sea procedente demandar a la política servidumbres rigurosas a la ética, aunque las maniobras políticas se produzcan con flexibilidades morales máximas, hay sin duda, pactos o acuerdos, como el que comentamos, ante los cuales debe ser enorme la decpeción de muchos votantes cuyo propósito electoral no era entregar el Gobierno de Galicia al PSOE. Y a quienes no se pidió el voto, ciertamente, para convenir un reparto de puestos en la Junta que suceda a la derrocada; reparto convenido en las reuniones silenciadas de las burocracias de partido.

Se han producido graves errores y deficientes comportamientos en la reciente política gallega, de los que no se puede excluir a la Diputación de AP en aquella autonomía o en su Dirección Nacional. Pero parece seguro que ni tenían entidad suficiente para justificar crisis tan grave ni tampoco la posibilidad de ser enmendados en prudente negociación por el Gobierno de Fernández Albor y la estructura entera del partido aliancista.

Y aún cabe, lamentablemente, que estos errores se vean multiplicados si a la tropelía socialista – como hemos escrito recientemente – responde AP con un despliegue de respuestas conducentes, en otra Autonomía y ayuntamientos, a pactos con el CDS para intentar el desplazamiento del socialismo en el Poder. AP debe mantener la dignidad de sus comportamientos, y si sus adversarios políticos, los socialistas y quienes apoyan su maniobra gallega, se lanza a combinaciones del más pequeño maquiavelismo, quede limitada a ellos la responsabilidad de la degradación de las reglas democráticas. AP sólo debe poner en marcha mociones de censura cuando haya motivos objetivos por mala gestión en las diversas autonomías y alcaldías. No como represalia a la maniobra socialista en Galicia.

Sea cual fuere el resultado de la moción de censura, quedan todavía muchas incógnitas por aclarar en los comportamientos de políticos gallegos. Pero lo más grave que permanecerá cuando se resuelva será la decepción de los electores.

22 Septiembre 1987

'Maquiaveliños'

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

Leer

De no producirse alguna sorpresa de última hora, el socialista González Laxe, que ayer defendió la moción de censura presentada por su partido contra el Gobierno de Fernández Albor, será el nuevo presidente de Galicia. Se habrá consumado así una operación -el descabalgamiento del presidente de la Xunta- en la que han intervenido todos los partidos gallegos, incluido el suyo, y que podrá citarse algún día como ejemplo de la confusión política entre intereses particulares e intereses generales: lo que un día dio en llamarse cl bien común. Las responsabilidades están muy repartidas, pero sin duda son los socialistas gallegos los que han demostrado un mayor oportunismo y una ausencia de moral política que anuncian mayores males en el desenlace final de todo este asunto. Frente a las promesas de la política, estamos otra vez ante el triunfo consumado del politiquismo.No es cierto que la iniciativa de los socialistas, cuya codicia fue tentada por las ambiciones de sus futuros socios, fuera la única salida a la vista del deterioro de la situación gallega. Ese deterioro era evidente, pero por ello mismo era necesario recurrir a las urnas, renunciando a ese aparente atajo sin principios que permitirá a los socialistas entrar en la Xunta por la chimenea. La moción de censura hubiera estado justificada si se hubiera planteado al margen de pactos de gobierno con los fugados de Alianza Popular, en el marco de la función de control del Ejecutivo que corresponde a la oposición. La obligación de los socialistas era tratar de forzar a Albor a disolver el Parlamento y convocar nuevas elecciones que dieran al pueblo, y no a los conspiradores, la oportunidad de decidir sobre su futuro.

El Gobierno presidido por Fernández Albor, por desacreditado que estuviera, había sido elegido por los gallegos a través de los mecanismos regulares del sistema representativo. Por ello, y dada la composición actual del Parlamento -muy diferente de la resultante de las elecciones de 1985-, únicamente el recurso a las urnas hubiera dado legitimidad -además de legalidad- a cualquier intento de sustitución del presidente. Al evitar unas nuevas elecciones, los socialistas no sólo apuestan por la prolongación del descrédito de un equipo en el de las instituciones, sino por la extensión del mismo al conjunto del sistema democrático. Porque ¿qué clase de alternativa es ésa que convierte alnúmero dos del censurado en lugarteniente del censurante? Ha faltado perspicacia, en Santiago y en Madrid, para calibrar lo que se estaba dilucidando. Sólo la reacción destemplada de AP, que busca represalias a voleo, ha despertado de su sueño a posibles damnificados, como Barranco, que ahora se rasgan las vestiduras. Con razón, pero con retraso.

La solución de abrir paso a unas nuevas elecciones implicaba para los socialistas el riesgo de convertirse en leal oposición a Fraga durante largos años. Pero hubiera sido una solución democrática, respetuosa con la voluntad de los ciudadanos. Al identificar como intereses de Galicia lo que sólo eran sus propios intereses partidistas y personales, los socialistas y sus improvisados socios han abierto una vio especulativa hacia el poder en la que parece que todo vale. La pretensión afiancista de extender la inestabilidad a los ayuntamientos de una docena de capitales de provincia y a la Comunidad de Madrid pertenece al mismo juego oportunista y cegato. Los ciudadanos tenemos derecho a protestar y a exigir a los poótícos que no sean ellos los primeros en capitanear la creciente oleada de desprestigio que desde la caverna se vuelca sobre las instituciones representativas.

Pero Alianza Popular necesita, para hacer efectivas sus represalias indiscriminadas de la cooperación del CDS. El calculado silencio de Suárez es así nuevamente puesto a prueba. El dilema a que se enfrenta ahora es el de tener que elegir entre una solución buena y una mejor. La primera consiste en hacerse con las alcaldías de la capital de España, excelente escaparate electoral, y varios importantes municipios. La segunda, en desempeñar el papel de cisne en un estanque de patos, demostrando ser un partido que considera que no todo vale cuando todos los demás se empeñan en sostener el principio contrario. Cuando era bastante obvio que Suárez era sólo una bisagra, y no unaalternativa, los líderes de estas operaciones, que avergonzarían a Maquiavelo, y sus sicarios le han dado al duque una estupenda oportunidad.