10 mayo 1980

El periodista no entrará en prisión al caracer de antecedentes penales

El Tribunal Supremo condena al director de EL PAÍS, Juan Luis Cebrián, por comparar sentencias de España con las de Uganda

Hechos

El 9 de mayo de 1980 el director del periódico EL PAÍS, D. Juan Luis Cebrián, fue condenado a una breve sentencia de prisión por el contenido del editorial titulado ‘Prensa y Democracia’.

Lecturas

El 9 de mayo de 1980 se hizo pública la condena por parte del Tribunal Supremo a D. Juan Luis Cebrián a tres meses de cárcel (arresto mayor) y a 50.000 pesetas de multa por considerar los altos magistrados que el editorial ‘Prensa y Democracia’ publicado en 1978 era un ‘desacato’ hacia la institución judicial. Al día siguiente de hacerse pública la sentencia, EL PAÍS publica las notas y comunicados de solidaridad que no fueron pocos, tanto en el terreno mediático, como en el empresarial, como en el político e incluso en el judicial (Sres. Martín Pallín, D. Enrique Gimbernat o D. Joaquín Navarro Estevan). Pero no aparece ninguna nota de solidaridad del Presidente de la Asociación de la Prensa y la FAPE.

No se puede decir que fuera porque el Sr. Anson estuviera callado porque, casualmente, y quizá ese casualmente debería ser escrito con comillas, el 18 de mayo publicaba una Tercera en el diario ABC en el que se leía textualmente:

“Lo que necesitamos los españoles es que se embride a la prensa amarilla y se promulgue una legislación defensora de la honorabilidad de los ciudadanos, inermes hoy ante cierta escoria de esta hermosa profesión avergonzada por” de la inmundicia de algunas publicaciones”.

En un artículo publicado el 23 de mayo en Diario16 D. José Luis Gutiérrez Suárez vincula a D. Luis María Anson Oliart por su tribuna en ABC del 18 de mayo pidiendo que ‘se embride a la prensa amarilla’ con la condena al director de El País, D. Juan Luis Cebrián Echarri por desacato a los tribunales.

10 Mayo 1980

Prensa y democracia

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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LA CASUALIDAD, o quizá no, ha querido que sólo dos días más tarde de la sentencia sobre la «operación Galaxia» haya visto la luz la que condena al director de este periódico a tres meses de cárcel por un editorial que, paradójicamente, se titulaba Prensa y democracia. El. editorial en cuestión -de abril de 1978- se publica hoy con el conjunto de la sentencia, y al buen juicio de los lectores ha que quedar qué clase de desacato o de ofensa a los tribunales se Cometía en él. La posición de respeto aja independencia de los jueces y el papel esencial del poder judicial en una democracia ha sido y seguirá siendo una de las máximas de este periódico. Pero es un hecho objetivo e histórico que, igual que hubo militares franquistas, policías franquistas y periodistas franquistas, que hoy siguen empeñados en dar una dura batalla contra la libertad, hay todavía jueces por los que no parece haber pasado la transición democrática.Los ciudadanos somos conscientes de que si las Cortes -el legislativo- fueron renovadas democráticamente, s,i el Gobierno -el ejecutivo- es emanación democrática de esas mismas Cortes, los cargos fundamentales de los tribunales -el judicial- siguen siendo los que eran. El acatamiento de la sentencia inapelable no merma un ápice nuestro desacuerdo intelectual con ella. Y no han de ser los funcionarios judiciales de la dictadura quienes exhiban ante la opinión mayor fuerza moral o mejor criterio que este periódico sobre los parámetros de la libertad.

La renovación de la justicia española no va a ser solicitada ahora por nosotros a raíz de esta sentencia, porque la venimos pidiendo desde que EL PAIS nació. La sensibilidad del actual fiscal general del Estado, que adornó los escaños de antes como procurador y los de ahora acompañando a Suárez en el número dos de las listas de UCD, es proverbial respecto a los llamados delitos de opinión. No lo ha sido a la hora de la defensa de las libertades a lo largo de su prolongada carrera política. La gran cantidad de sumarios y procesos incoados contra periodistas a petición del Gobierno o del propio Ministerio fiscal contrasta con la indefensión jurídica que los particulares encuentran tantas veces ante los excesos o las calumnias de la Prensa. No parece tampoco grande la sensibilidad del ministerio público respecto a la corrupción y malversación de fondos televisiva, o las torturas en la cárcel de Herrera de la Mancha, o la actividad de las bandas fascistas. De la efectividad y actividad de la justicia tenemos en esta casa larga experiencia. Más de sesenta veces ha declarado en las secretarías de los juzgados el director de este periódico en los últimos cuatro años, cinco ha sido procesado. Pero apenas unos meses después de que se publicara el editorial que hoy le condena a la cárcel, una bomba hizo explosión en esta casa y acabó con la vida de un hombre, mientras hirió seriamente a otro. Año y medio más tarde de aquel doloroso suceso el director de EL PAIS, tantas veces solicitado por la autoridad judicial, no lo ha sido todavía por este caso. Curioso ritmo de actividad este.

En cuanto a la sentencia misma, sólo nos cabe decir que sorprende cómo la Sala del Supremo ha cambiado la tipificación del delito -la Audiencia lo consideró una simple falta- y ha desoído la propia sentencia de la Audiencia que no consideraba existiera animus injuriandi en el editorial. Ahora resulta bastante claro que unos tipos penales abiertos siempre crean inseguridad y han sido ahora enfocados como siempre lo son desde las ideologías particulares de unos jueces concretos. Sólo cabe añadir que la mayoría de ellos fueron designados para el alto Tribunal por el régimen franquista. Este es el problema político -uno de los más graves- que debe ser contemplado como lección del hecho. Obviamente lo que no puede ser delito en un país libre es sin duda muchas veces horrísono crimen ante los jueces de los regímenes totalitarios.

La transición sin rupturas tenía sus precios. Los precios los estamos pagando hoy. El primer ministro es el antiguo secretario general del Movimiento. El jefe de la Policía lo fue de la brigada política franquista. El fiscal general, el señor Fanjul Sedeño. La Justicia es una institución y un aparato administrativo, pero también un término moral e intelectual. Moral e intelectualmente la sentencia nos parece rechazable. El hecho de que la condena que comentamos suceda en un momento de recesión de la libertad de expresión en nuestro país, no debe pasar inadvertido. Hace sólo dos días, el Instituto Internacional de Prensa, en una reunión a la que acudieron más de cuatrocientos periodistas del mundo occidental, llamaba la atención al Gobierno sobre la intervención de los tribunales militares contra periodistas en España, y condenaba el gran número de juicios ordinarios que tendían a dificultar las libertades de expresión. No es dramatizar decir ahora que la democracia, antes o después, se verá herida de muerte si las instituciones de este país no son renovadas en sus hombres y en sus conceptos por servidores de la libertad. Y antes. o después también los sectores democráticos del partido del Gobierno tendrán que elegir por construir aquí un régimen de libertades o de cinismos, y por garantizar al ciudadano los derechos que teóricamente la Constitución le Otorga.

Por lo demás, vamos a seguir reclamando la máxima independencia y otorgando el máximo respeto a nuestros jueces. Pero el poder judicial dejaría de respetarse a sí mismo si considerara que sus actos y sentencias no pueden ser comentados y sí sólo aplaudidos. Este periódico no cree haber ofendido a los tribunales y se siente hoy, en cambio, agredido por las instituciones de una democracia que considera haber contribuido como tantos otros españoles a construir. Pero no es en definitiva la condena de nuestro director lo que más nos preocupa. Sino el precedente que representa para decenas de periodistas y el desgraciado síntoma de que el desencanto popular por el actual régimen no proviene tanto de las dificultades económicas o de la amenaza del terrorismo, como del escaso valor moral de sus dirigentes por defender los principios democráticos.

El Tribunal Supremo, pensamos, acaba de rendir un mal servicio a la normalización política de este país y a la defensa de la democracia. Pero, en cualquier caso, ya sabemos que España es un lugar donde un intento de golpe de Estado apenas supone mayor pena de cárcel que dos líneas en un editorial. Nada nuevo. La historia de nuestro país está plagada de consideraciones semejantes. Sería, sin embargo lamentable que un día no lejano pudiera llegar a escribirse lo que don Ramón Pérez de Ayala dijera ya en 1917 con referencia a dos sonados juicios: «…púsose de claro en la conciencia española que la Administración de Justicia, ese órgano cordial, regulador de la vida de los pueblos,. no regía bien. La justicia era ancilla de la politica». A lo mejor el cadáver de don Ramón es también hoy acusado de desacato.

23 Mayo 1980

EL SIGNIFICATIVO CASO DE JUAN LUIS CEBRIÁN

José Luis Gutiérrez

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En octubre de 1963 nacía a la luz una publicación que en aquellos años de la dictadura aglutinaría en torno a sí los primeros y tímidos intentos de una prensa democrática en la España franquista. En el balbuceante ‘staff’ de aquellos números iniciales de ‘Cuadernos para el Diálogo’ – que de la desaparecida y casi mítica revista estoy hablando – un joven imberbe de apenas 17 años se incorporaba con entusiasmo a la operación fundacional de ‘Cuadernos’ en uno de los puestos menos ostentosos y grandilocuentes de la redacción: el de confeccionador. Hoy, aquel modesto y adolescente maquetista tiene 35 años y se ha convertido en uno de los periodistas más celebrados del país y desde algunos días ‘malgré lui’ ocupa puntual y casi diariamente las páginas de los periódicos. Se trata de Juan Luis Cebrián, director del diario EL PAÍS, recientemente condenado por una sentencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremo a tres meses de cárcel como consecuencia de un editorial publicado por el diario que dirige.

No voy a entrar en la razón o la sinrazón de tal sentencia. Me remitiré – tras manifestar mi acatamiento y desacuerdo con ella – al clamor de solidaridades y adhesiones surgidas dentro y fuera de España alrededor de Juan Luis. Quiero, simplemente señalar algún rasgo de la personalidad humana y profesional del ‘joven Maura’ – como cariñosamente le motejan en el periódico – que quizá contribuya a añadir nuevos perfiles al ya inevitable del ‘affaire Cebrián’. EL recuerdo de los comienzos profesionales de Juan Luis no es casual, pues aporta uno de los más característicos brochazos a su imagen pública: su profunda e incuestionable fe en los principios democráticos, actitud que mantiene, a pesar de su juventud, desde hace ya casi veinte años. Quizá decir esto, en estos momentos, cuando los vocablos más solemnes han sido vaciados, exprimidos, adulterados y prostituidos por el uso y abuso de oportunistas y advenedizos, no tenga demasiado sentido, pero conviene recordarlo en estos especiales y difíciles momentos en el que las voces del pasado vuelven a oírse de nuevo, ocultas tras el piadoso rebozo de la ‘ley y orden’.

El éxito que no se perdona

Hace pocos días un conocido periodista me señala lo que para él era un descarado alineamiento de Cebrián y el periódico que dirige con las posturas internacionales de la URSS, mientras, casi simultáneamente, el corresponsal del periódico en Moscú recibía una vez más la advertencia oral de las autoridades soviéticas y la amenaza implícita de su expulsión del país. La anécdota ilustra bien la particular forma de hacer periódicos de Cebrián, en la cual sus profundas convicciones democráticas se engarzan en una actitud incuestionablemente independiente y marcadamente profesional. Recientes están sus negativas a los ‘cables’ tendidos por los partidos de izquierda para soslayar la sentencia. ¡Carrillo llegó a proponer su candidatura como senador! ‘Lo mío ‘ – diría Juan Luis – es hacer periódicos’. Pues bien; de esa idea embrión, arropada por un notable equipo de profesionales surgiría el periódico más influyente del momento actual. Sin embargo, son ya demasiados los que no le perdonan el triunfo, porque, en este país, si el éxito a veces va acompañado de la arrogancia, la vanidad, o la prepotencia en quien lo obtiene la envidia siempre surge, inevitable, en quienes lo contemplan. Muy pocos saben de las agotadoras jornadas de trabajo, de dolorosos quebrantos en la salud o en la familia… No importa. Van por él tras la condena, un nuevo procesamiento y dos más en puertas. Y una acusación, con pruebas amañadas, de trabajar pagados por el oro de Moscú, nada menos que de ser agente del KGB… A pesar de que como él mismo Juan Luis dice: ‘Y eso que yo soy un señor más o menos burgués, un liberal…’

Campaña contra periodistas-símbolo

Hace apenas mes y medio lo escribí en estas mismas páginas. No puede ser casual este siniestro rosario de procesamientos, expedientes, condena y hasta encarcelamiento de periodistas. Vuelve otra vez la sombra del sátrapa indio que mandaba degollar a los mensajeros portadores de malas noticias. Primero ha sido Miguel Ángel Aguilar y ahora, Cebrián. Van, alguien va, a por los periodistas-símbolo. Una vez solucionado esto, el resto será muy fácil. Y si no, ruego atenta lectura del artículo de Luis María Anson en el ABC del domingo pasado…

José Luis Gutiérrez

18 Mayo 1980

EL GRAN DEBATE

Luis María Anson

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(…) Lo que necesitamos los españoles no es que se nos distraiga en la pequeña pantalla con las peleas de los partidos, sino que se libere al pueblo vasco de la dictadura del miedo. Que se erradique al terrorismo. Que se restaure la disciplina social. Que se embride a la Prensa amarilla y se promulgue una legislación fedensora de la honorabilidad de los ciudadanos, inermes hoy ante cierta escoria de esta hermosa profesión, avergonzada de la inmundicia de algunas publicaciones. Lo que necesitamos los españoles es que se persiga a la delincuencia. (…)

Luis María Anson

30 Mayo 1980

Cebrián

Francisco Umbral

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Juan Luis Cebrián, delfín pilarista y romántico, informático y un poco golfo, del nuevo periodismo español. Cuando se inventó este periódico me llamó a su despacho"Dentro de este periódico que ves tan serio, tan objetivo, tan funcional, taneuropeo, quiero que tú me hagas todo lo contrario"

Allá en la década de los sesenta, a la que todos tenemos que remitirnos, como el protagonista de Opera prima, porque fueron los años felices/infelices que nos forjaron o en que nos forjamos como ahora somos, el diario INFORMACIONES, hoy volado como el MADRID, mediante la voladura controlada o sistema de guerra civil fríaicaliente que mandó a los cielos del Greco un almirante, dos periódicos y varias plazas madrileñas, el diario INFORMACIONES, digo, iniciaba un despegue democrático y amarillo con Juan Luis Cebrián y Martín Prieto entre otros jóvenes guardias infrarrojos de la revolución cultural tardofranquista.Yo me daba alguna vuelta, algunas tardes, por el viejo periódico de la calle de San Roque, a ver si metía algún artículo, alguna entrevista, alguna cosa, porque me parecía que aquel desembarco democrático tenía porvenir y, mayormente, porque había que meter y cobrar unos folios donde fuese para pagar a la patrona de la pensión, que era patrón y argentino y tenía la rara costumbre (sin duda importada del extranjero) de cobrar los pupilajes a fin de mes. La verdad es que en el periódico no me hacían ningún caso y Juan Luis Cebrián, que estaba sentado en una mesa, muy formal, muy en primero de la clase, debía mirarme como una especie de quinqui literario y poeta de café que podía haber entrado por la ventana con el mismo pire que un vencejo de aquellosatardeceres de Chamberí. Luego le hicieron no sé qué cosa informativa de la tele, y ya entonces me dijo, cuando yo iba por allí a que me entrevistase Teresa Gimpera, que era la que entrevistaba, que quería utilizarme para algo en televisión, pero lo nuestro nunca llegó a nada. Yo ya iba viendo, entre la arboleda perdida de la propia generación y aledaños, quién era Juan Luis Cebrián, delfín pilarista y romántico, informático y un poco golfo, del nuevo periodismo español. Cuando se inventó este periódico en que ustedes me leen, elogian y reprochan, y me llamó a su despacho, creo que elucidé definitivamente quién era Juan Luis Cebrián; porque me dijo: –

-Dentro de este periódico que ves tan serio, tan objetivo, tan funcional, taneuropeo, quiero que tú me hagas todo lo contrario, o sea, que seas tú y hables de ti.

El pilarista, naturalmente, llevaba dentro, circunférico, un rebelde de bien, burlón y callejero, el informático llevaba dentro, periférico, un escritor entre el estilismo y el terrorismo que Juan Luis, quizá sin saberlo, iba a desahogar en mí. Por poner ejemplos audaces y pugnaces, diré queF elipe González tiene a Guerra para desbravar su majeza andaluza,Areilza tiene a Fraga para desbocar su pujanza franquista y Juan Luis Cebriárt me eligió como vertedero folklórico, como festón y faralae ruidoso, revoltoso y peligroso de su periódico. Quizá, ya digo, porque él mismo lleva dentro y fuera, desabrochado de todas las técnicas informáticas y todo el periodismo cibernético que ha aprendido en las mejores redacciones del mundo, un chico malo de los pilaristas, un rebelde con causa que empieza su rebeldía contra el pilarismo y la termina contra el franquismo, o más bien no la termina jamás, como nos prueba su biografia profesional e incluso sacramental. En esta duplicidad (todo hombre importante consiste en multitudes interiores) se encuentra, me parece a mí, el éxito de Juan Luis, su periódico y su periodismo. Le ha metido al grave periodismo moderno una punta pícara de la mejor picaresca española.

Ahora que Cebrián es consagrado por los círculos internacionales, los procesos judiciales, los registros personales, los agentes especiales (KGB) y los restaurantes menestrales de Cuatro Caminos, como se merece, es el momento de decir en qué consiste este periodista de sonrisa colegial, abrigo loden, perilla romántica y compaginación impecable: es un golfo reprimido de la libertad que cada día nos va resultando más libre y menos golfo. Menos reprimido y más represaliado. Un tronco.