20 diciembre 1979

El veterano periodista Juan Aparicio arremete contra el PNV y sus dirigentes en un artículo en EL ALCÁZAR

Hechos

El 20 de diciembre de 1979 el veterano periodista D. Juan Aparicio escribió un artículo sobre el Partido Nacionalista Vasco y sus dirigentes.

20 Diciembre 1979

DEBAJO DEL ÁRBOL

Juan Aparicio

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No hay más árbol presuntivamente antonomásico que el legendario roble de Guernica, el Guernikako Arbola del himno abertzale, cuya autenticidad, como la de todas las antigüedades en el mercado, es bastante moderna y hasta apócrifa. E idénticamente refleja la ninguna originalidad picassiana del monstruoso mural del ‘Guernica’ pintado por aquel cachondo, guasón y tacaño malagueño, Pablo Ruiz Picasso, con los ojos maternos de una oriunda de Italia, a la que abandonó durante su vejez desvalida, según hubo de informarse un pariente suyo, ingeniero agrónomo y profesor de la Escuela Oficial de Periodismo y los dos unido por la sangre con el general instructor del Expediente Picasso.

El roñoso Picasso pintó su discutible engendro, siguiendo las instrucciones simbólicas y argumentales de otro pintor y consejero de Bellas Artes del Gobierno vasco de los beatos, de los financieros y de los gudaris. O sea, que tan sólo contribuyó a la propaganda bélica cual un amanuense estipendido. Una fotografía imprensa en los diarios nos revela diversas lecturas, ocnforme a la pedantesca terminología actual, de la reunión y ceremonia de los catalanes y vascongados cobijados bajo la rama mustias y sin hojas caedizas, después de la cursilísima cerenomina, con afrenta a la Bandera de España, celebrada en la Casa de Juntas y en su foral contorno, supurantes del catetismo romanticoide, al que son muy adictos y adeptos los agitadores y santones del Nacionalismo de Cataluña y de las Provincias Vascongadas.

Debajo del árbol aterido y con muñones otoñales, entre un par de empelucados e histriónicos maceros con uniforme de guardarropía, se divisan los rostros vetustos de los veteranos y la arrogancia de la nueva clase directiva e improvisada, alistada y amamantada por el tercio proselitismo de Juan de Ajuriaguerra, el ‘León de Euzkadi’, quien aparte de conspirar con Gil Robles y otros residuos de la democracia cristiana peninsular, convenció a que se enrolaran consigo alrededor de la muerte de Franco, a tipos oportunistas, cuales, por ejemplo, Marcos Vizcaya, que se paseaba por el barrio residencial de Neguri con un pasador de corbata ostentoso de la Bandera española, o el hallazgo de Garaicoechea, extraído de la madriguera opusdeística de Pamplona y de los negocios chacineros de su suegro Mina.

En la Universidad de Navarra y en su instituto de Periodismo del pus Dei, suspendimos en julio de 1969 al aspirante a graduado Francisco Javier Arzallus, el ex jesuita guipuzcoano e hijo de un taxista, cuando se aprobada a la traviesa y luego esposa, Marisa Ciriza, de don Ángel Benito, el catedrático integrado en el Partido Socialista Andaluz, aunque la raíz del profesor proceda del salamnquino Guijueo, o a la inquieta comentarista Pilar Cambra, pilar de ACTUALIDAD ECONÓMICA y de la Agencia de colaboraciones de la obra.

El reprobado Arzallus, tras el proceso del tiempo, ascendió a una máxima categoría, dentro de las facciones del PNV y del Parlamento consensuado y entreguista de Madrid, representando su ambiciosa voluntad camuflada y su habilidosa inteligencia el activismo de la Compañía de Jesús, sin resignarse a perder su ancestral hegemonía, aun liándose con el demonio y su cohorte de diablillos, que son ‘La Banda Borracha’ de los parlamentarios, de los burocrataprogresistas, frente a los correligionarios del seudohistórico integrismo sabiniano, personificado por el fabricante de conservas de Bermeo, Antón Ormazaba, con la mente intelectual y consejera de Juan Beitia, el editor de la revista de Ela-Askatuta, portavoz de los trabajadores recalcitrantes enemigos del PSOE y nostálgicos de la desapareida y clerical ‘Solidaridad de Obreros Vascos’.

Debajo del árbol se ven los caducos enraizados con el esquelético y voluble Jesús María de Leizaola, tieso como un palo al lado de la corteza arbórea de Guernica, y a los aprovechones en la figura teleguiada del navarro Garaicoechea y sus recientes acólitos. Leizaola acababa de entregarle las llaes del semisótano y baluarte de sus partido confesional en Paris y los archivos y facturas amarillas del PNV, donde podrían averiguarse sus tomas y sus dacas, sus contactos y mutuos servicios con la CIA y con las ‘Inteligencias Secretas’ de Francia e Inglaterra y las complicidades de sus submarinos, con la bendición vaticana, en el interior desnuclearizado del franquismo.

Debajo del árbol, aunque estaba allí el turbio y misterioso Juan María Bandrés, el hijo del conserje del Club Náutico de San Sebastián, beaturrón y colega de Ruiz Jiménez y ángel bueno del raptado y devuelto Javier Rupérez, se ha notado la ausencia de quienes en señal de disconformidad protestataria seguían encerrados en la sede bilbaína del PNV y de quienes frecuentan los santuarios de las urbanizaciones de la Costa Blanca alicantina y de la Costa del Sol malagueña.

Aunque el finústico Garaicoechea haya asumido la anticonstitucional ‘legitimidad histórica’ al amparo de la grotesca ‘ikurriña’ y de las bases suministradas por el BBB, aupadas y amañadas en las tertulias sidreras y vinosas de los batzokis de los casheros, puede resumirse al absurdo, con una síntesis hipotética y verosímil, que el fondo de la cuestión de toda la peligrosa y cruentísima farsa trágica reside en el desafío y antagonismo entre un renuevo de la Compañía de Jesús, incapaz de transigir, rendirse y ceder el paso a sus adversario Opus Dei.

Con una mano e intriga subterránea camina la operatividad del imperialismo soviético, con la careta del eurocomunismo o con los atentados, secuestro y rapiñas de la ETA-militar y de los polis-milis, conjurados por una mayoría de los diputados a Cortes y con el Ejército embrionario de los ertzainas; mientras que, con la otra mano, tantea la tradicional alianza con la plutocracia anglosajona, que repartía títulos de nobleza británica hasta a los maketos de Castro Urdiales. Los jesuíticos son ahora gente de metralleta, de goma-2 y de discurso parlamentario: mientras que los opusdeísticos, no obstante sus veleidades de progresía y su táctica de catar el caldo de todos los pucheros, se afanan en que la OTAN, el Mercado Común y Norteamérica, con sus compinches menores, les subvenciones y les proteja. En cuanto a los lendakaris, personajes de paja, ninguno vale un pimiento, ni siquiera un comino.

Juan Aparicio