28 septiembre 2009

Guido Westerwelle consigue para el FPD el mejor resultado de la historia de ese partido

Elecciones Alemania 2009 – La nueva victoria Angela Merkel (CDU-CSU) le permitirá formar Gobierno con los liberales (FDP) sin el SPD

Hechos

  • Las elecciones de 2009 dieron paso a un Gobierno de coalición formado por el CDU-CSU y el FPD con Ángela Merkel como canciller.

Lecturas

Las anteriores elecciones en Alemania fueron en 2005.

Las siguientes elecciones en Alemania fueron en 2013.

LÍDERES POLÍTICOS ALEMANES

 La canciller alemana Angela Merkel ha conseguido su objetivo. Con 239 escaños ya no necesitará reeditar la ‘gran coalición’ con los socialdemócratas y podrá gobernar con aliados más próximos a ella, junta sus socios de coalición bávaros del CSU, hará una oferta al SPD.

 El líder del partido socialdemócrata (SPD) Franz-Walter Steinmer ha pagado los platos rotos por los sectores socialdemócratas que no comprendieron su pacto con la CDU-CSU de Angela Merkel. Ha visto como su partido bajaba a loa 147 escaños, mientras su rival subía hasta los 230. Gran parte de los votos perdidos por el SPD han ido a parar a ‘La Izquierda’ de Oskar Lafontaine.

 Éxito al alza del líder liberal (FDP), Guido Westerwelle, que logrando 93 escaños logra uno de los mejores resultados de toda la historia de los liberales y se convierte en el nuevo árbitro del Parlamento y que, como bisagra, apoyará al gobierno de CDU-CSU haciendo innecesario reeditar ‘la gran coalición’ CDU-CSU + SPD.

28 Septiembre 2009

Giro liberal

Editorial (Director Javier Moreno)

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Alemania, el país de mayor tamaño económico y demográfico de la Unión Europea, también el de mayor centralidad política, cuenta desde ayer con una nueva mayoría de Gobierno que imprimirá un giro liberal a las políticas centristas aplicadas por la canciller Angela Merkel desde 2005. Es un éxito espléndido de la primera mujer y la primera ciudadana procedente del Este que alcanzó la cancillería alemana, y lo es sobre todo por su talante y su capacidad para situarse en los espacios centrales de la política, tanto en su partido como en el Gobierno. También lo es para Guido Westerwelle, el político ascendente en estas elecciones, que ha sacado a su partido, el FDP, de once años en la oposición, con un programa de liberalización de la economía y de recorte de impuestos, precisamente en el mismo momento en que la mayor parte de los gobiernos occidentales están realizando políticas diametralmente opuestas.

Pero lo más llamativo de la jornada electoral alemana es la caída espectacular que han sufrido los socialdemócratas, víctimas en buena parte de su éxito en un país que se ha caracterizado por la exuberancia de su Estado de bienestar. La responsabilidad de Gobierno, compartida con los Verdes desde 1998 hasta 2005 y desde entonces hasta ahora con la CDU-CSU, ha pasado una onerosa factura al partido histórico de la izquierda reformista alemana. Las rentas de este desgaste han ido a parar a La Izquierda, el partido formado por los ex comunistas y los socialdemócratas disidentes de Lafontaine, y también a los Verdes, que han sabido sacar beneficios de su ausencia del Gobierno en los últimos cuatro años. Aunque todos los partidos pequeños salen reforzados, el resultado es una izquierda fragmentada y debilitada, incapaz en las actuales condiciones de regresar al Gobierno. Después del hundimiento socialdemócrata, queda muy comprometido el peso de la izquierda europea, ausente de los gobiernos de los dos países continentales de mayor peso -Francia y Alemania- y pronto también del de Reino Unido.

La Gran Coalición pasa a la historia con un balance reformista positivo. Gracias al esfuerzo de consenso entre los dos grandes partidos y a la continuación de las políticas emprendidas anteriormente por los gobiernos de coalición entre verdes y socialdemócratas, Alemania ha sido más diligente que la mayor parte de los grandes países europeos y ha podido por ello obtener mejores resultados en el momento de enfrentarse a la crisis. El precio pagado por ello ha sido en ocasiones el retraimiento en su política interior y una cierta erosión de su vocación y de sus actitudes europeístas. La confirmación de Merkel en la Cancillería y el giro liberal que llega ahora ofrecerá al nuevo Gobierno unos márgenes de actuación que debieran servir para reforzar el compromiso europeo de Alemania, su centralidad política y su eficacia como motor del crecimiento.

28 Septiembre 2009

Gran victoria de Merkel

Editorial (Director: Ángel Expósito)

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Los alemanes han renovado claramente la confianza en la canciller democristiana Ángela Merkel y le han dado además la fuerza necesaria para que pueda formar una coalición con el Partido Liberal y gozar de una mayoría claramente orientada hacia el centro derecha. El mensaje es tan evidente que después de cuatro años de «gran coalición», los socialdemócratas han obtenido su peor resultado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Merkel es, por tanto, la gran vencedora de las elecciones celebradas ayer, de modo que los ciudadanos de la primera potencia económica continental le han puesto en sus manos la oportunidad de ejercer el papel de uno de los grandes de la historia de Alemania: premiada por su prudencia en una primera etapa de gobierno de coalición forzada con los socialdemócratas, e investida ahora de la confianza necesaria para afrontar las grandes reformas que el país lleva lustros aplazando precisamente por la reticencia de la izquierda. Esa resistencia a las reformas ha sido al final demoledora para el Partido Socialdemócrata.
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El fin de la «gran coalición» era previsible, porque se trata de una fórmula reservada para las circunstancias excepcionales a la que el pueblo alemán acude para huir de la inestabilidad política, pero que si se prolonga indefinidamente tiene efectos perversos. En efecto, a simple vista se ve que la fórmula de unir a los dos grandes partidos con capacidad de gobernar sirve también para aumentar el papel electoral de los pequeños, lo que a la larga puede complicar la formación de mayorías compactas. Para los socialdemócratas, en concreto, si su actual líder, Franz Walter Steinmaier, no logra levantar desde la oposición sus resultados de forma muy significativa, existe el riesgo de que su competencia con los partidos a su izquierda le haga imposible volver a ser una alternativa en mucho tiempo.
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Con este resultado, y con la previsible victoria de los conservadores británicos, se extiende la tendencia al centro derecha en los principales países de la UE y a la pérdida de confianza generalizada en la izquierda que confirmaron las pasadas elecciones europeas. Con las excepciones reconocidas y circunstanciales en ciertos países, por primera vez en medio de una crisis económica de dimensiones globales, la corriente más fuerte es a todas luces la que lleva a los ciudadanos europeos a confiar en las fórmulas liberales y conservadoras antes que en las viejas y caducas recetas socialistas.

28 Septiembre 2009

Los alemanes votan por una rebaja fiscal

Editorial (Director: Pedro J. Ramírez)

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Los alemanes dieron ayer la victoria en las elecciones a la canciller Angela Merkel. La líder de la CDU ha visto revalidada en las urnas su gestión al frente del Gobierno de gran coalición, pero también su apuesta de Gobierno con los liberales del FPD -los grandes triunfadores de la jornada electoral-, ya que los alemanes han dado una clara mayoría parlamentaria a estos dos partidos de centro-derecha. Los socialdemócratas del SPD han cosechado el peor resultado de su historia, desbordados por el crecimiento del partido de La Izquierda. Alemania ha estado gobernada durante los últimos cuatro años por una coalición de los dos grandes partidos mayoritarios, la CDU y el SPD. Ambas formaciones han dado muestras de una gran responsabilidad para con su país, incluso en la campaña electoral, en la que no se han producido descalificaciones entre los dos principales aspirantes a la cancillería. El candidato socialdemócrata, Steinmeier, ministro de Exteriores y un político pragmático, ha pagado los platos rotos del Gobierno de concentración, ya que sus electores han huido hacia el partido más izquierdista de Oskar Lafontaine, el ex ministro de Finanzas que dejó el SPD y ahora se cobra la venganza.

Era bastante previsible que Merkel -a pesar de que la CDU experimenta un descenso de votos en relación con las pasadas elecciones- iba a ser la gran beneficiada en las urnas de la experiencia de la gran coalición, habida cuenta, además, del liderazgo internacional que ha ejercido durante la crisis. Sus últimas actividades de la campaña fueron la Cumbre de la ONU y la reunión del G-20 en Pittsburgh. Es indudable que la canciller se ha consolidado como un importante polo de atracción para el centro-derecha europeo. El histórico éxito de los liberales -un 14,5% de los votos- también se debe en parte a la apuesta clara y explícita que hizo Merkel durante la campaña electoral, pidiendo el voto para acabar con la gran coalición y gobernar con la formación de Guido Westerwelle -un político que rompe moldes y no oculta su homosexualidad ni a su pareja- que vuelve al poder después de once años.

Aunque los alemanes no han mostrado un entusiasmo especial por acudir a las urnas -la participación ha descendido en relación con las de 2005- las elecciones celebradas ayer tenían la virtualidad de ser las primeras generales en un país europeo importante desde el estallido de la peor crisis económica de las últimas décadas. De esta forma, los comicios suponían todo un test acerca de las políticas que los ciudadanos consideran más adecuadas para combatir la recesión y volver a la senda del crecimiento.

En este sentido, los votantes alemanes han hablado bastante claro, dando su confianza a dos partidos, la CDU y el FPD, que llevaban en su programa electoral una bajada de impuestos, más drástica en el caso de los liberales, cuya prioridad, según dijo su líder ayer en la celebración de la noche electoral, será aliviar la presión fiscal sobre las familias. El caso de Alemania viene a demostrar que, en contra de lo que sostiene el Gobierno español, subir los impuestos no es inevitable para hacer frente a la crisis. Los primeros europeos que han tenido la oportunidad de pronunciarse en las urnas han dado el triunfo a los partidos que propugnan rebajas fiscales. En España, el líder del PP quiere seguir la senda de la canciller y ayer, en un multitudinario mitin en Dos Hermanas, la cuna del socialismo andaluz, arremetió contra Zapatero por «mentir» diciendo que la subida de impuestos es «solidaria». E incluso tuvo un guiño populista, diciendo que aumentará hasta «el IVA de las chuches», cuando un niño se subió al escenario. Una escena probablemente prefabricada y muy alejada del estilo Merkel.

28 Septiembre 2009

Merkel, 'liberada' para aplicar su agenda en la UE

María Ramírez

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«Alemania aún tiene que decidir». Esta frase ya se había convertido en parte del lento e intrincado proceso legislativo en Bruselas. La mayor economía de la UE, el país más poblado, con más eurodiputados y más peso institucional, retrasaba, a veces indefinidamente, su posición mientras sus ministros de ideas contradictorias negociaban.

Es cierto que la canciller, Angela Merkel, sigue siendo la líder más respetada en la UE -si ella quisiera, sería una candidata imbatible a presidirla- y su turno semestral en 2007 al frente de los Veintisiete resucitó la agenda política europea. Y también lo es que Frank-Walter Steinmeier se ganó la confianza de sus colegas, que alaban su buena disposición.

Sin embargo, la presencia germana de la gran coalición en las instituciones comunitarias no ha sido fácil. A menudo, la UE ha tratado con mensajes distintos según quien se sentara a representar a Alemania, fuera en un debate sobre la acogida de presos de Guantánamo, el recorte de emisiones para los coches, la energía nuclear o la adhesión de Turquía. Los colegas se inquietaban ante la crisis. «Alemania está paralizada. Merkel está cometiendo los viejos errores a la japonesa de no actuar», comentaba esta primavera un experto de la Comisión Europea.

Aunque afrontará una oposición más dura e izquierdista, Merkel tendrá ahora margen, sin los socialdemócratas, para aplicar su agenda en una Europa cada vez más de derechas. Además, pese a la lánguida recuperación económica, a la canciller le puede tocar un buen momento para consolidar su liderazgo en la UE.

Si los irlandeses dicen sí al Tratado de Lisboa el viernes en referéndum y el presidente checo, Vaclav Klaus, firma el texto, Alemania, junto a Francia y Reino Unido, se encontrará en una posición aún más dominante. Las reformas beneficiarán a los grandes países de la UE, que ya no tendrán que estar tan pendientes de los bloqueos de los pequeños y controlarán los nuevos cargos, el superministro de Exteriores y el presidente permanente del Consejo. Merkel podrá apoyar como presidente a Tony Blair, a quien los socialdemócratas se resistían.

Con ideas similares del europeísmo como medio nacionalista, la canciller probablemente revitalizará la relación con Nicolas Sarkozy. La democristiana ha aprendido a aceptar al presidente francés -incluso es algo más cálida en público con el galo, dado al toqueteo diplomático- y pondrá más empeño en algunos de sus lemas comunes, como parar la adhesión de Turquía o cualquier ampliación mientras no se completen las reformas de la UE pendientes desde hace una década.

Si el liberal Guido Westerwelle es ministro de Exteriores, la relación con EEUU también se fortalecerá, sobre todo a través de una UE más concentrada en la seguridad. En Bruselas, ya es habitual cruzarse en los pasillos con militares de una estructura en expansión gracias a las misiones internacionales, pero el respaldo germano será la clave. Para satisfacción de Obama, con Westerwelle, la continuidad de Alemania en Afganistán estará más asegurada (los socialdemócratas empezaban a mostrar reticencias). Entretanto, el liberal, volcado en los derechos civiles, intentará ser más exigente con Rusia que Steinmeier.

Para salir de la crisis, Merkel podrá ponerse ahora todo lo dura que quiera en defender la contención del gasto público -lejos de la tentación de nuevos planes de inversiones estatales- y presionar a sus colegas de la UE para que se aprieten el cinturón. El nuevo Gobierno no se conformará con dejar el déficit por debajo del umbral comunitario obligado del 3% del PIB y marcará un ejemplo de reformas duro de imitar.

Lo que se perfila es una UE marcadamente conservadora. Tras su elección con mayoría absoluta en el Parlamento Europeo, José Manuel Durão Barroso ha salido reforzado como presidente de la Comisión. Su equipo apenas tendrá tres o cuatro socialistas entre los 27 comisarios, dada la escasez de los gobiernos de este signo, y estará respaldado por un eje franco-alemán conservador sin grietas.

28 Septiembre 2009

De Maggie a Angie

Ana Romero

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Al grito de Chefin! (jefa), una exultante canciller de Alemania llegó anoche a la casa Adenauer convertida en la nueva Dama de Hierro de Europa. De Grantham (Lincolnshire, Reino Unido) a Templin (Brandeburgo, Alemania) va un mundo, y las diferencias entre Margaret Thatcher y Angela Merkel son notorias. La británica es una fiera abogada que transformó un país en quiebra durante los 11 años que estuvo al frente (79-90). La alemana, una investigadora física criada en Alemania Oriental y que durante cuatro años ha tenido que frenar sus instintos reformadores. Ambas, sin embargo, son las dos únicas mujeres que han llegado a la cúspide del poder en las democracias occidentales.

«Con los resultados obtenidos, y si así lo decide, Merkel puede embarcarse ahora en un camino mucho más radical, como el que tomó en su día Thatcher», afirma el diputado británico Denis Mc Shane, ex ministro para Europa y miembro del Consejo de Europa, refiriéndose a la hecatombe de los socialdemócratas, que hasta ahora habían gobernado con Merkel. «Pero la canciller no querrá meterse de lleno en una carrera confrontacional como hizo Thatcher». No querrá radicalizarse Merkel también porque son tiempos distintos y porque ambas tienen estilos diferentes. Mirando ahora de cerca a la canciller en la sede de los democristianos en Berlín, y recordando a la ya anciana Thatcher, está claro: la británica gana con creces en feminidad. La primera dama de hierro era adicta al bolso y a la falda. Una persona que por su trabajo en el Reino Unido y en Alemania ha conocido a ambas políticas me describió a Merkel un par de días antes de las elecciones como «una ameba». «No es ni hombre, ni mujer. Tiene la misma sexualidad que esto», añadió, señalando al salero de la mesa. Miro a Merkel otra vez. Como siempre, con sus pantalones oscuros. Sin pendientes ni bolso. Con los dedos unidos, como si fuera su padre predicando desde el púlpito en Brandeburgo. Por arriba, la chaqueta, el top y la gargantilla de siempre.

Pero en su corazón, Merkel hubiera querido ser Thatcher. Hace cuatro años, cuando llegó al poder, era lo que se proponía. La frenó la realidad de lo que es Alemania: una sociedad basada en el consenso. Así, mientras Thatcher llegó y privatizó empresas públicas, se enfrentó a los sindicatos e hizo la guerra en las Maldivas, Merkel ha tenido que aprender a mantener el equilibrio en las olas de la política alemana. Adaptarse. Luego vino el 15 de septiembre de 2008. Una segunda piedra en el camino para emular el reformismo de Thatcher. El colapso de Lehmann Brothers la obligó a levantarse en un mundo distinto. «Estaba acostumbrada a tratar la política como en un laboratorio, como buena física que es», señala el analista Johann Thies. «El 15-S de 2008 fue al mundo lo que el 11-S de 2001: un recordatorio de que ya todo es posible, de que no hay recetas estáticas, como en los tiempos de Thatcher, que un día hay que aplicar una cosa y al día siguiente otra». A partir del 15-S Merkel tampoco pudo acumular todo el poder personal que amasó Thatcher. La crisis económica mundial hizo que tuviera que escuchar a sus dos ministros del ramo, Peer Steinbrück y Theodor-Karl zu Guttenberg. Aún así, a pesar de estos obstáculos, al igual que Thatcher, Merkel ha demostrado que los alemanes la quieren a ella más que al partido. Su estrategia ha funcionado: no hablar de casi nada, aburrirlos a muerte y que confíen en ella.

Que nadie la menosprecie. Como Thatcher, Merkel sacó el acero debajo de su apariencia afable durante esos 15 años en los que pasó de ser una desconocida a la canciller de la primera economía europea. Adelantó a su primer padrino, Lothar de Maizière, el último jefe de Gobierno de la RDA, cuando éste fue acusado de colaborar con la Stasi. Nueve años más tarde, hizo lo mismo con Helmut Kohl, su padre político. El ex canciller democristiano fue apartado por el escándalo de financiación ilegal del partido en 1999. Merkel no sólo se distanció de él, sino que firmó una tribuna donde pedía su renuncia. Luego se aupó ella en cabeza absoluta de la CDU.

Es a partir de hoy cuando podrá comprobarse de qué madera está hecha la canciller. ¿Seguirá apostando por una política suave con Rusia? ¿Se convertirá en adalid de la construcción europea como lo hizo Kohl? ¿Aceptará duras sanciones contra Irán? Muchas preguntas en el aire para la nueva mujer más poderosa del mundo.