5 noviembre 2002

La derrota del FPO simboliza la retirada política de Jorg Haider

Elecciones Austria 2002 – El Partido Popular austriaco de Schüssel arrasa a costa del hundimiento de sus aliados ultras de Haider

Hechos

En noviembre de 2002 se celebraron elecciones legislativas en las que el partido más votado fue el Partido Popular de Wolfang Schussel.

Lecturas

Partido Popular de Austria (OVP) – 79 escaños

Partido Socialdemócrata de Austria (SPO) – 69 escaños

Partido Liberal de Austria (FPO) – 18 escaños

Los Verdes (Grune) – 17 escaños

25 Noviembre 2002

¿Normales al fin?

Hermann Tertsch

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Decía el legendario cabaretista y escritor vienés que se requería de una muy buena dosis de catástrofe para hacer de Austria un país normal. Pese a las tragedias vividas a lo largo del siglo pasado, los austriacos parecen seguir portando en los genes esa frivolidad festiva y resignada del der papa wird’s schon richten (eso ya lo arregla papá) de que hablaba Qualtinger.

Las elecciones de ayer parecen sugerir que los austriacos tambien se alejan de los fantasmas de antaño. Han premiado con una gran victoria a un canciller gris, Wolfgang Schüssel, por no dejarse chantajear por el flautista e histrión que los había seducido tres años atrás. Han hundido al partido de éste arrebatándole un tercio de sus escaños -hablamos de Jörg Haider- y han recuperado de forma consistente, aunque no suficiente, su confianza en los otros dos partidos con sentido de Estado, el Partido Socialista del SPÖ y los Verdes. Ambos suben poco si se compara con la gran escalada de más del 18% que consigue el partido conservador de Schüssel.

El líder del ÖVP tiene ahora las manos libres para crear el Gobierno que prefiera. Al humillado FPÖ, con Haider ya defenestrado, no tiene por qué ofrecerle más que una presencia testimonial en el Consejo de Ministros. Con el líder socialdemócrata Alfred Gusenbauer podrá negociar los grandes temas de Estado sin tener que entrar en una reedición de la gran coalición que siempre alimenta a los grupos antisistema como el de Haider. Y con el propio partido de los Verdes dirigido por el pausado e inteligente Van der Bellen, no debería tener tampoco grandes problemas para entenderse, en el Parlamento o llegado el caso en el Gobierno. Ninguno de los dos excluye últimamente dicha fórmula. Así las cosas, se acabaron en Austria las descalificaciones a la democracia parlamentaria, la organización de campañas de bloqueo contra países vecinos, los insultos a los socios en la UE desde despachos oficiales. Lo único espectacular es la desaparición del peor espectáculo carinthio. Así Austria desmientre a Qualtinger y le demuestra que sin drama se puede generar normalidad, incluso en Austria.

25 Noviembre 2002

¿Fin del experimento?

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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El derrumbe del partido de Jörg Haider en las elecciones de ayer devuelve la política austriaca a sus parámetros tradicionales. Está por ver, sin embargo, si la experiencia de coalición entre los conservadores del canciller Wolfgang Schüssel y los populistas de Haider dejará huella. Más concretamente, si se volverá a la gran coalición o la derecha se acomodará a seguir gobernando con la extrema derecha, una vez reducida ésta a dimensiones no escandalosas.

Durante dos décadas, socialdemócratas y conservadores se han repartido el poder, agrupando a una amplísima mayoría que reducía la oposición a un papel testimonial. Sin oposición, la política se convirtió en una formalidad sin nervio. Fue la saciedad creada por esa situación lo que impulsó al grupúsculo de Haider desde el 4% de votos en 1986 hasta el segundo lugar en 1999, con el 27%. Su populismo antieuropeísta y seminazi no sólo atrajo, como solía, a los nostálgicos de Hitler, sino a sectores opuestos al sistema por factores como la inseguridad ciudadana, el aumento de los impuestos o, más resumidamente, el deseo de que algo se moviese.

Decía Mitterrand que hay dos formas de acabar con los extremismos: marginarles o integrarles en el Gobierno. La derecha tradicional, que había quedado, por décimas, en tercer lugar eligió esto último, aceptando gobernar en coalición con la extrema derecha. El experimento puso pronto de relieve la inconsistencia del partido de Haider, y de éste en particular. Su desautorización de algunos ministros provocó la crisis del grupo parlamentario que ha desembocado en el adelanto electoral.

Schüssel es el gran triunfador de los comicios, y aunque no se sepa con quién formará Gobierno, es seguro que seguirá siendo el canciller. Su ascenso de 16 puntos (los que pierde Haider) le permite sobrepasar, por primera vez desde 1966, a los socialdemócratas. Éstos recuperan algo de lo perdido hace tres años, pero no lo suficiente como para poder conformar una mayoría rojiverde a la alemana: sumarían el 44%, frente al 46% que agrupan la derecha y la extrema derecha. Schüssel se enfrenta a un dilema: si decide repetir esta coalición asume el riesgo de una probable ruptura de su socio, que podría dejarle en minoría frente a una oposición reforzada; pero si vuelve a la gran coalición, ahora desde una posición de socio mayoritario, puede desencadenar los mismos efectos que llevaron a la extrema derecha al poder, y a Austria a la vergüenza de ser un país con ministros de un partido que asumía la herencia nazi y cuyo líder manifestaba simultáneamente su admiración por Sadam Husein.