19 marzo 2006

La opisición de Alexandr Milinkevich - apoyada por la prensa de Europa y Estados Unidos - denuncia que ha habido fraude electoral masivo

Elecciones Bielorrusia 2006 – Nueva victoria absoluta de Lukashenko con un 82,6% de los votos

Hechos

El 19.03.2006 las elecciones presidenciales en Bielorrusia dieron el triunfo al candidato Alexandr Lukashenko.

20 Marzo 2006

El último dictador de Europa

Pilar Bonet

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Los enemigos acérrimos de Alexandr Lukashenko recuerdan de mala gana que, en gran parte, fueron ellos los que, en distintos momentos, ayudaron al presidente de Bielorrusia a escalar los peldaños del poder, en cuya cima se aposentó en 1994. En julio de aquel año, Lukashenko obtuvo más del 80% de los votos frente a su rival, Viacheslav Kébich, el jefe de Gobierno de Bielorrusia por entonces. Nadie ha discutido nunca el triunfo contundente de un político agresivo, que se presentó como un luchador contra los males de los confusos tiempos que siguieron a la independencia en 1991.

Lukashenko, de 51 años, calificado por la Casa Blanca como el «último dictador de Europa», creció como un chico de pueblo. Se crió, sin padre, en el pueblo de Shklovski, en la región de Vitebsk, de donde era oriunda su madre. Estudió con becas en el Instituto Pedagógico de Mogiliov y se diplomó como profesor de Historia en 1975. Ocupó un puesto de propagandista en las Juventudes Comunistas, y en 1979 pidió al jefe del Partido Comunista de Mogiliov que hiciera realidad su sueño de dirigir una explotación agrícola. El funcionario aconsejó al joven que se preparara y, en 1987, el partido le recomendó para el puesto de director del sovjos Gorodets.

Como prometedor dirigente agrícola, participó en reuniones políticas en la época de la perestroika e hizo campaña por el «arriendo» de la tierra. Ya entonces reveló su genio y talante al golpear a campesinos que no cumplían con sus exigencias. Uno de sus biógrafos constata la absoluta sangre fría con la que Lukashenko negó haber propinado aquellas palizas, de las que había numerosos testigos, y se limitó a afirmar que todos los que le acusaban eran canallas dispuestos contra él.

En 1990, Lukashenko fue elegido diputado del Parlamento bielorruso, donde coqueteó con los liberales y luego fundó el grupo de Comunistas por la Democracia. Gran apologeta de la URSS, Lukashenko no estaba en la sala cuando la cámara votó a favor del acuerdo que disolvió aquel Estado. En 1993, Lukashenko pasó a dirigir una comisión parlamentaria creada para investigar las actividades comerciales de empresas próximas al poder, y fue esta plataforma la que le dio popularidad.

Al llegar a la presidencia del Estado en 1994, comenzó a frenar las reformas dirigidas hacia la creación de una economía de mercado, congeló las privatizaciones, restableció los precios regulados y creó un sistema de garantías sociales mínimas. La gran confrontación con los liberales estalló en 1996, cuando 70 parlamentarios le acusaron de violar la Constitución y exigieron que la cámara, de 110 legisladores, votara una moción de censura contra el presidente. Como respuesta, Lukashenko convocó un referéndum que le permitía ampliar a siete años su mandato y disolver de paso el Parlamento. El referéndum, en el que Lukashenko asegura haber obtenido un apoyo del 70,5%, permitió al presidente clausurar el Parlamento y crear uno nuevo a dedo.

Lukashenko, que en su día elogió a Hitler, dirige Bielorrusia como amo y señor, ayudado por sus fieles colaboradores, como Víctor Sheiman, un militar que hoy es el jefe de su Administración. El líder bielorruso ha cultivado las relaciones con Rusia (unida a Bielorrusia por un tratado de futura unión) y con la antigua Yugoslavia (con la que en 1999 propuso crear una unión eslava en la que participaría, además, Rusia). También tuvo estrechas relaciones con Irak en tiempos de Sadam Husein y se ha beneficiado de la venta de armas.

En el plano personal, Lukashenko vive separado de su esposa, una campesina que ha preferido quedarse en su pueblo que acompañarle a Minsk, y ha negado que conviva con su doctora personal, de la que supuestamente tiene un hijo, según llegó a decir por televisión el opositor Alexandr Kozulin. De su primera mujer, el líder tiene dos hijos, Víctor, al que nombró su ayudante en asuntos de seguridad del Estado, y Dmitri, que preside un club deportivo.

21 Marzo 2006

Nueva farsa

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Alexandr Lukashenko, el primer y único presidente de Bielorrusia desde la independencia en 1991, ha repetido por tercera vez la misma farsa: ser reelegido jefe de Estado de la ex república soviética en unos comicios que la OSCE (Organización de Seguridad y Cooperación en Europa) ha calificado de fraudulentos. El dictador logró el domingo amañar el voto mediante la intimidación a la disidencia y a la prensa, el anuncio de que la oposición preparaba un golpe y la autorización a votar por adelantado.

Los resultados oficiales son sonrojantes. Lukashenko ha obtenido el 82,6% de apoyo por sólo el 6% del líder de la oposición, Alexandr Milinkevich, quien ha acusado a su rival de conservar el poder de forma ilegal y ha pedido la repetición de los comicios. La oposición acudió por primera vez unida a las urnas y logró que el domingo por la noche y ayer miles de ciudadanos se congregaran en el centro de Minsk para denunciar el fraude. Es una señal importante de que tal vez no esté muy lejos el final de Lukashenko, que cuenta aún con el respaldo de Rusia. En 2004, la pantomima de referéndum que organizó para modificar la Constitución y poder aspirar a un tercer mandato sólo reunió a un puñado de gente.

Bielorrusia es la última dictadura de Europa. Lukashenko se ha convertido en un político odiado por su gente, que sufre las penurias de una economía en declive, con un Estado que controla el 80% de la propiedad y mantiene el aparato policial de la época soviética. Su autoritarismo está llegando a ser molesto para su mentor, Vladímir Putin. El proyecto de unión entre Bielorrusia y Rusia no cristaliza y el Kremlin comienza a sentir como muy generoso el acuerdo de suministro de gas a Minsk. Pero el líder ruso no desea que su socio estratégico siga la senda de Georgia, Ucrania, Kirguizistán y Azerbaiyán.

EE UU y la Unión Europea, al igual que la OTAN, con quien Minsk tiene un acuerdo de asociación, deberían jugar una baza más clara en favor de la democracia. Washington y Bruselas han rechazado la validez de las elecciones, pero no han precisado qué acciones van a tomar. Bruselas parece descartar sanciones económicas y se decanta por ampliar la prohibición que impuso en 2004 de conceder visados a cierto número de altos funcionarios. Resulta dudoso que eso baste.

28 Marzo 2006

Dictador en ejercicio

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Alexandr Lukashenko se ha despojado de su efímera careta de tolerancia al mandar a sus antidisturbios a aporrear y detener a cientos de manifestantes que, bajo cero, protestaban en la plaza principal de Minsk por el fraude electoral del 19 de marzo, cuando el dictador bielorruso, un estalinista en el poder desde 1994, se hizo reelegir por otros cinco años con el 83% de los votos. El escandaloso fraude, denunciado por los observadores internacionales y bendecido como en otros casos por Moscú, ha llevado a la Unión Europea a preparar sanciones contra una larga nómina de dirigentes de la antigua república soviética directamente implicados en el pucherazo, con Lukashenko al frente. Washington anunciará lo propio en breve.

El líder bielorruso se ha ido sintiendo más seguro a medida que periodistas y observadores internacionales han ido abandonando Minsk. Ayer, en juicios esperpénticos, comenzaron las condenas de cárcel contra algunos de los más de 300 manifestantes detenidos durante el fin de semana. Mientras, el Gobierno acusa a Estados Unidos y a la UE de «histeria» por su apoyo a los opositores -«pagados por potencias extranjeras»- que, en un pálido remedo de la Ucrania naranja, acamparon hasta el sábado en la Plaza de Octubre con el ilusorio propósito de forzar una repetición de los comicios presidenciales. Uno de los detenidos es el líder socialdemócrata y candidato Alexandr Kozulin, ex rector de la Universidad de Minsk.

Lukashenko encabeza un régimen jurásico absolutamente refractario a la idea democrática. Y Bielorrusia no es Ucrania, donde acaban de celebrarse limpiamente las primeras elecciones parlamentarias libres. La prensa está controlada por un aparato dictatorial que se recrea en un culto a la personalidad anclado en el estalinismo. La oposición es débil y atomizada. Los servicios secretos, mucho más despiadados y represivos que los de Ucrania hasta la victoria de Yúshenko. Por todo ello, las manifestaciones pacíficas de Minsk, disueltas finalmente por la fuerza, sólo han llegado en su mejor momento a ser una fracción de las que en Kiev acabaron con el corrupto reinado de Leonid Kuchma en 2004.

Pero por algo se empieza. Los bielorrusos, que a las puertas de Polonia sueñan con formar parte de un universo democrático inscrito en los confines de Europa, merecen que el apoyo prometido estos días por las potencias occidentales no se quede en palabras vacías.