14 julio 1985

Ambos políticos fueron aliados durante la dictadura que gobernó el país entre 1971 y 1978

Elecciones Bolivia 1985 – Vuelve al poder el ex presidente Víctor Paz Estenssoro (MNR) derrota al ex dictador Hugo Bánzer (ADN)

Hechos

El Movimiento Nacionalista Revolucionario de Víctor Paz Entresoro ganó las elecciones del 14.07.1985 a la Alianza Democrática Nacionalista de Hugo Bánzer.

Lecturas

Gran derrota para el partido en el Gobierno, el Movimiento Nacionalista de Izquierda Revolucionaria y su candidato Roberto Jordán Pando, así como para el Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Jaime Paz Zamora.

16 Julio 1985

Un dictador travestido de demócrata

Antonio Caño

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Bolivia tendrá que esperar, probablemente, hasta la reunión del Congreso a principios de agosto para conocer el nombre de su próximo presidente, puesto que ninguno de los candidatos presentados a las elecciones del pasado domingo ha obtenido la mayoría absoluta, según los datos extraoficiales conocidos anoche. El general retirado Hugo Bánzer, que dirigió el país en la década de los setenta, marcha en cabeza del escrutinio, seguido por el ex presidente Víctor Paz Estenssoro y el candidato del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, Jaime Paz Zamora. El gran derrotado ha sido el partido del Gobierno, el Movimiento Nacionalista Revolucionario de Izquierda (MNRI), que presentaba a la presidencia a Roberto Jordán Pando.

En la sede de la Alianza Democrática Nacionalista (ADN), en la avenida Dieciséis de Julio -el Prado-, de La Paz, predominan los colores rojo y negro en emblemas y estandartes. Allí, esforzados funcionarios llevan meses dedicados a fabricarle un nuevo historial democrático a su líder, el general Hugo Bánzer Suárez, de 59 años de edad, indiscutible miembro de esa saga de dictadores latinoamericanos forjados en la sistemática violación de los derechos humanos.

Como buena parte de ellos, Bánzer pasó, en 1955, un período de aprendizaje en la entonces zona norteamericana del canal de Panamá y realizó cursos de Estado Mayor en Argentina, Estados Unidos y Brasil.

Durante los tres últimos años, Bánzer ha esperado pacientemente en su hacienda de 500 hectáreas de Santa Cruz -región fronteriza con Brasil, de la que es natural- ver pasar por delante el cadáver del Gobierno de izquierdas. Sus rivales políticos le han hecho desde el poder la mejor de las campañas electorales.

Él, mientras, se ha entretenido paseando a caballo, jugando con los nietos que le han dado sus cuatro hijos y leyendo a sus autores favoritos: Ernest Hemingway y Mario Vargas Llosa. Profundapiente anticomunista y nacionalista, el general Hugo Bánzer ha ofrecido un Gobierno de firmeza y una economía ultraliberal.

Tuvo la primera oportunidad para demostrar su vocación pronorteamericana en 1967, al ocupar el cargo de agregado militar en la Embajada de Bolivia en Washington. La última, en 1984, durante la campaña para las elecciones presidenciales en Estados Unidos cuando acudió como invitado a la convención del Partido Republicano.

Tras un primer compló fracasado contra el general progresista Juan José Torres en enero de 1971, Bánzer fue expulsado a Argentina donde organizó el golpe que le lle varía definitivamente al poder el 22 de agosto de ese mismo año Torres fue asesinado cinco años más tarde por un comando paramilitar en Buenos Aires.

Todos los que ayudaron a Bánzer a tomar el poder fueron desapareciendo paulatinamente de la escena política, incluido su hom bre de máxima confianza, el que más contribuyó al triunfo del golpe, el general Andrés Selich, muerto a golpes en la casa del ministro del Interior Arce Carpio, pocos meses después de que él mismo fuese destituido de ese cargo tras enemistarse con Bánzer.

En los primeros años del Gobierno de Bánzer, éste actuó conforme a las reglas de una dictadura militar. Miles de personas fueron encarceladas o expulsadas del país, la actividad sindical fue prohibida, cientos de opositores desaparecieron. En enero de 1974, los disparos al aire de las tropas de Bánzer causaron 200 muertos entre los campesinos que se levantaron contra el régimen militar en el valle de Cochabamba. Fue la famosa matanza de Tolata.

La llegada de un correligionario suyo, Augusto Pinochet, al poder en Chile le hizo concebir esperanzas de éxito en lo que había sido su principal bandera patriótica: la reivindicación de una salida al mar para Bolivia. Pero las buenas relaciones iniciales con el dictador del tradicional enemigo del Sur se enfriaron rápidamente y Bánzer tuvo que admitir su fracaso. Muchos ven en ello una de las razones de su caída en 1978, sustituido por su ministro del Interior, general Juan Pereda.

En 1981, tras el golpe de Estado sangriento del general Luis García Meza, fue expulsado del país, al que volvió un año después gracias al escrúpulo con que entendió la democracia el presidente Hernán Siles Zuazo.

07 Agosto 1985

Bolivia, la crisis perpetua

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera)

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HASTA ESTA cuarta presidencia de Víctor Paz Estenssoro, Bolivia había tenido tantos Gobiernos democráticos como Gobiernos militares de facto; Bolivia, con justicia, se había ganado el calificativo de golpilandia y había sentado plaza de nación institucionalmente inestable. País nacido de las destnesuras de Simón Bolívar -que desgajó el Alto Perú para crearla, y con su nombre-, ha tenido una historia incierta y ha sufrido el maltrato de sus vecinos, que entre otras depredaciones territoriales la privaron de su salida al océano Pacífico -Chile- y del chaco boreal, Paraguay.Encerrada y ensimismada en sus altiplanos andinos y con una población avasalladorámente quechua y aimará sometida desde la colonia, Bolivia continuó sufriendo el despojo de su oligarquía criolla nacional aliada con las compañías internacionales extractoras de las ingentes reservas minerales del país. El cultivo histórico, tradicional, religioso y hasta benéfico de la coca derivó por el enviciamiento occidental de los países ricos en su transformación química en cocaína y en pasta básica de cocaína, originando un comercio ilegítimo que ha destruido la economía de la nación y disparado su inflación hasta límites incalculables de los que nace la circulación de billetes de cinco millones de pesos bolivianos.

Nada puede explicarse sobre Bolivia sin aludir a sus antecedentes de desvertebración social y a sus continuados y desafortunados intentos de articular un Estado moderno sobre la base social -intacta- del incanato. Así, por ejemplo, se han realizado ímprobos esfuerzos por alfabetizar en castellano a la población -el quechua y el aimará carecen de expresión escrita- con el mismo resultado que si a un analfabeto español se le hubiera alfabetizado en chino.

País feudal hasta la revolución socialista del Movimiento Nacionalista Revolucionario que Paz Estenssoro, Siles Zuazo y Juan Lechín hicieron triunfar en 1982, el paso de los revolucionarios por el poder sólo atemperá las abisales desigualdades económicas y la tremenda pobreza de la mayoría de la población de un país inmensamente rico pero impedido tecnológica y financieramente de elaborar sus propios productos.

Ya dividido el MNR, Siles Zuazo fue incapaz de gobernar el país ante la prepotencia de los sindicatos obreros y campesinos, cargado de razón pero sin conciencia de sus límites, y la multidivisión cancerosa de la izquierda. Siles llegó a protagonizar huelgas de hambre y fue rocambolescamente secuestrado y liberado por militares golpistas. La Iglesia católica boliviana, temerosa de una nueva matanza civil, concitó un acuerdo gubernamental e interpartidario para adelantar las elecciones y encontrar así una salida por la vía de las urnas. Se logró un paréntesis, pero nada más. La oposicion del general Bánzer, que domeñó al país bajo su férrea dictadura entre 1971 y 1978, creció en votos populares hasta superar por algo más de 37.000 sufragios a su inmediato contrincante, Paz Estenssoro y su MNR de centroderecha. El MNR de izquierdas gubernamental se hundió electoralmente y sólo surgieron, pero sin la suficiente fuerza, partidos como el socialdemócrata Movimiento de Izquierda Revolucionaria o el MNRI de vanguardia.

Volvió a cocinarse la sopa de letras de la izquierda, incapaz de llegar a ningúñ acuerdo positivo preelectoral pero que cerró filas negativamente en el Congreso para impedir con su voto mancomunado la presidencia del general Bánzer. Todo, pues, ha quedado como estaba, pero con el ex dictador erigido en triunfador moral y en víctima propiciatoria del rencor del rompecabezas izquierdista.

Las fuerzas armadas están ideológicamente divididas, y sus cuadros jóvenes -banzeristas-, dolidos por la decisión del Congreso; sectores importantes de las clases medias urbanas -no fascistas- han votado por Bánzer hartas de asambleísmo revolucionario y con él han perdido; el ciclópeo sindicalismo obrero y campesino continuará paralizando periódicamente al país, y Paz Estenssoro asume la presidencia sin mayoría parlamentaria ni popular, aupado por quienes le odian un poco menos que a Bánzer. El nuevo Gobierno lo será fundamentalmente de transición y dedicará sus mejores esfuerzos a ganar tiempo. La rueda de la crisis perpetua boliviana continuará girando inexorablemente.