3 diciembre 2005

Al nuevo mandatario se le considera en sintonia con el presidente de Venezuela, Hugo Chávez

Elecciones Bolivia 2005 – El indigenista de izquierdas Evo Morales se convierte en el nuevo presidente del país

Hechos

El 20.12.2005 las elecciones en Bolivia dieron el triunfo al Movimiento al Socialismo (MAS) de Evo Morales.

Lecturas

LOS PRINCIPALES PARTIDOS EN BOLIVIA:

– Movimiento al Socialismo (MAS) de Evo Morales – 52%

– Poder Democrático y Social (Podemos) de Jorge Tuto Quiroga – 31%

– Unidad Nacional de Samuel Doria – 8%

LOS GRANDES PARTIDOS BARRIDOS DEL MAPA

El Movimiento Nacionalista Revolucionario, Acción Democrática Nacionalista y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria quedan barridos del mapa.

20 Diciembre 2005

Experimento en Bolivia

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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En unas elecciones notables por diferentes motivos, Bolivia ha catapultado a la presidencia al líder indio Evo Morales. Según proyecciones extraoficiales dadas por buenas, el jefe cocalero ha obtenido mayoría absoluta, con más del 51% de los sufragios, y superado en 20 puntos a su rival conservador, el ex presidente Quiroga. En más de dos décadas de elecciones democráticas en el infortunado país andino, nunca un aspirante había obtenido una victoria tan rotunda, conseguida además con una participación superior al 70%.

Presumiblemente, muchas cosas van a cambiar tras la elección de Morales, comprometido con las masas indígenas, opuesto a la política de Washington, partidario de las movilizaciones callejeras como expresión del poder popular y reiterado abogado de la nacionalización de los recursos energéticos del país más pobre de Suramérica. La victoria de Morales, que gusta de resaltar su amistad con Fidel Castro y Hugo Chávez, refuerza también inequívocamente el viraje indigenista e izquierdista de una parte del subcontinente.

Si el ejercicio del cargo, que asumirá dentro de un mes, no modifica sustancialmente sus postulados, el presidente electo y líder del Movimiento Al Socialismo (MAS, una confederación de sindicatos y grupos sociales articulada en torno a los productores de coca) pretende enterrar el estado neoliberal y refundar Bolivia. Para ello reescribirá la Constitución, dando voz a aimaras y quechuas, etnias mayoritarias e históricamente excluidas de los mecanismos de decisión política y económica. Pero Morales, cuyos planes son anatema para las ricas regiones orientales del país, asentadas sobre el gas y el petróleo y abiertamente centrífugas, con Santa Cruz a la cabeza, debe llevar adelante esta agenda explosiva asegurando a la vez la gobernabilidad de Bolivia, inexistente en los últimos tiempos, como lo prueba el hecho de que el líder cocalero vaya a ser el cuarto presidente en poco más de dos años.

Evo Morales va a tener enfrente a un Senado de mayoría opositora, controlado por los nuevos gobernadores provinciales, ajenos en su gran mayoría al MAS y elegidos por primera vez también en la jornada del domingo. Y a poderes tan fácticos como la iniciativa privada y Estados Unidos, cuya ayuda para eliminar las plantaciones de coca supone la décima parte del PIB boliviano. El camino que elija para plantear decisiones cruciales, desde qué hacer con los hidrocarburos hasta una Constitución que lidie con las aspiraciones autonomistas de las regiones ricas y a la vez consagre la redistribución de la tierra y los derechos de la sometida mayoría indígena, va a marcar el nuevo rumbo de uno de los países más inestables de Suramérica.

20 Diciembre 2005

Bolivia populista

ABC (Director: José Antonio Zarzalejos)

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La victoria de Evo Morales, además de un acontecimiento histórico que coloca por primera vez a un indígena al frente de Bolivia, sitúa al país ante un difícil dilema político: saber si las frágiles instituciones democráticas bolivianas serán capaces de sobrevivir al ímpetu populista que ha llevado al líder del Movimiento al Socialismo (MAS) a la presidencia de la república.

Lejos de sorprender, la noticia del triunfo de Morales confirma lo que muchos venían augurando a la vista de los sucesivos pulsos que ha planteado a la democracia boliviana. En este sentido, su capacidad de maniobra populista ha ido progresivamente en aumento. Sus huelgas y boicots indigenistas no sólo han sido capaces de provocar la erosión del crédito de los líderes de los partidos tradicionales, sino que han colapsado en varios ocasiones la legitimidad de las propias instituciones representativas, tal y como se vio al forzar las diversas dimisiones presidenciales que se han producido en los últimos tiempos. De esta manera, a pesar de la irreprochable victoria democrática cosechada el pasado domingo, lo cierto es que estamos más bien ante el desenlace que era previsible después del acoso y derribo populista al que Evo Morales ha venido sometiendo a la democracia boliviana desde en 1997 fuera elegido diputado con los votos de los cocaleros.

Con su elección presidencial, el populismo indigenista surgido en los últimos años en Iberoamérica añade un nuevo frente de preocupación e inquietud dentro del escenario político que padece la cada vez más inestable región. El clima de optimismo que brotó en la década de los 90 y la esperanza de una plena normalización democrática empiezan a verse de este modo definitivamente desmentidas. En este sentido, el triunfo de Evo Morales, lejos de ser una oportunidad democrática proyecta sobre el futuro de Bolivia y el conjunto de Iberoamérica un complejo haz de incertidumbres. Sus primeras declaraciones públicas parecen confirmarlo.

En su feudo electoral de Cochabamba ha esbozado delante de miles de seguidores un programa de gobierno en el que se condensan los argumentos programáticos y los guiños emocionales que han hecho posible la marejada política que lo ha aupado al poder. Después de invocar el comienzo de una nueva historia para Bolivia y de insistir en su habitual tono demagógico, ha defendido un cambio de las estructuras del país mediante una indigenización de sus raíces culturales con el fin último de erradicar -según él- los vestigios que aún perduran de la sociedad virreinal. En esta misma línea revisionista, ha propugnado también la derogación de las políticas económicas de corte liberal que fueron desarrolladas por los gobiernos de Sánchez de Losada y que han hecho posible que el país, a pesar de la inestabilidad mostrada desde 2003, exhiba dentro del conjunto iberoamericano una aceptable situación macroeconómica.De hecho, con una inflación ligeramente por encima del 3 por ciento, un tipo de cambio estable, una tasa de crecimiento del PIB cercana al 3,5 por ciento y un saldo neto en las exportaciones de 2.000 millones de dólares, Bolivia está en un buen momento para seguir profundizando en su apertura al exterior y hacer más sólido su modelo de crecimiento. Sin embargo, esta situación puede desbaratarse de golpe si prosperan las propuestas esbozadas por Morales en Cochabamba y que han venido acompañándole desde el comienzo de su campaña presidencial. En este sentido, ha vuelto a reiterar su defensa de una nacionalización de todos los recursos naturales de Bolivia, incluyendo el controvertido gas natural. Y aunque a renglón seguido ha querido matizar esta declaración admitiendo que su decisión estaría abierta a la participación de empresas extranjeras, lo cierto es que la caída de un 2,31 por ciento que experimentó ayer la cotización de Repsol en el Ibex de la Bolsa de Madrid evidencia que los inversores españoles no están muy confiados acerca del sentido último que encierran las palabras del futuro presidente de Bolivia.
Más inquietantes son aún las palabras que ha dirigido a su vecino chileno ya que ha vuelto a reivindicar una salida al Pacífico, reactivando así el viejo pleito que mantiene con Chile. Esta circunstancia, unida a los piropos dirigidos a Hugo Chávez, no parecen propiciar un clima de demasiada tranquilidad para un país que ocupa un lugar estratégicamente capital dentro del corazón del subcontinente iberoamericano. Sobre todo porque, tras escuchar las declaraciones de Evo Morales, más de uno ha entrevisto con bastante nitidez cómo la larga sombra del caudillo venezolano se recortaba detrás de la silueta del nuevo líder de Bolivia.

05 Enero 2006

La vía de Evo Morales

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Las empresas y el Gobierno español harán lo que esté en sus manos para ayudar a Evo Morales, presidente electo de Bolivia, en difíciles circunstancias con un país dividido social y territorialmente. Zapatero se ha comprometido a condonar la mayor parte de la deuda de Bolivia con España para dedicar esos fondos a programas de alfabetización, un compromiso que se adoptó ya en la reciente Cumbre Iberoamericana de Salamanca. Pero Morales, que está demostrando saber escuchar, también debe aportar lo suyo, y tranquilizar a los inversores y a los Gobiernos extranjeros, pues los necesita.

Que el primer desplazamiento al exterior tras su elección por mayoría absoluta en la primera vuelta haya sido a La Habana para abrazarse con un periclitado dictador como Fidel Castro no parece un paso sensato ni una apuesta por la democracia, por mucho que el régimen cubano, como el venezolano, le haya apoyado en su campaña electoral. Sumarse, al menos verbalmente, a la alianza «antiimperialista» y «antineoliberal» de Castro y Chávez, o recuperar la figura del Che Guevara, sólo que sin armas, no servirá los intereses de Bolivia ni de los bolivianos. Morales no debe sumarse a un mal eje, ni tiene por qué elegir entre Castro-Chávez y Bush. Más vale que diversifique sus aliados internacionales, por mucho que la Venezuela de Chávez le pueda aportar ayudas directas que a corto plazo le serán útiles.

Evo Morales es el primer indio elegido presidente de Bolivia y, como tal, representa una novedad de suma importancia. Ha reivindicado el indigenismo, y desde el altiplano ha logrado derribar a dos Gobiernos antes de ganar unas elecciones limpiamente y en la primera vuelta, reflejo de una voluntad de cambio y de rechazo de la corrupción. Lo ha logrado con el apoyo de las clases bajas y desposeídas, pero también de una parte de la clase media, cuya confianza habrá de revalidar en elecciones legislativas, pues Morales no controla el Parlamento. Deberá dedicarse a fondo a esa «cultura del diálogo» que ayer proclamó en Madrid.

Su viaje a España, dentro de un periplo planetario que le llevará a Francia, Bruselas, África del Sur, Brasil y Pekín, antes de tomar posesión el próximo día 22, ha tranquilizado de momento al Gobierno y a las empresas españolas, que ayer volvieron a apostar por sus inversiones en Bolivia. Pero todos están a la espera de «un cierto cambio en las reglas del juego», en palabras del ministro de Industria, José Montilla, tras los compromisos electorales asumidos por Morales en materia de nacionalización de los hidrocarburos. Habrá que esperar a mayores concreciones. Entretanto, cabe confiar en que el presidente Morales construya su propio proyecto, en lugar de sumarse al de otros.