8 julio 1988

La irrupción de la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas

Elecciones México 1988 – El régimen del PRI se mantiene con Carlos Salinas de Gortari ante acusaciones de fraude

Hechos

En julio de 1988 se celebraron elecciones presidenciales en la que fue proclamado ganador D. Carlos Salinas de Gortari, candidato del Partido Revolucionario Institucional.

Lecturas

Tras pelear por ser designado candidato del PRI a la presidencia del país, Cuauhtémoc Cárdenas desafió a su partido, a ‘él partido del régimen’ que gobernaba México de 1929 y se atrevió a intentar crear una escisión (que terminaría denominándose PRD) para lograr la presidencia de México, causando las elecciones más reñidas de la historia del país.

LOS CANDIDATOS

salinas Carlos Salinas de Gortari (Partido Revolucionario Institucional) –  9,641,329 votos (50.36%).

CuauhtemocCardenas Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano (PPS, PMS, PFCRN, PARM) – 5,956,988 votos (31.12%)

clouthier Manuel Clouthier (Partido Acción Nacional) 3,267,159 votos (17.07%)

08 Julio 1988

Resultado de una anomalía política

Carlos Nadal

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La salida de un régimen político anómalo que se ha prolongado durante décadas no es fácil. Y anómalo ha sido el que ha vivido México durante setenta años de democracia singular, administrada invariablemente por un partido prácticamente único. Nos preguntamos frecuentemente como podrán salir los chilenos de la dictadura de Augusto Pinochet. Y nos disponemos de precedentes para imaginarlo. Puede desembocar en una situación revolucionaria, como ocurrió en Cuba y en Nicaragua. O en una transición hacia la auténtica democracia, como sucedió en España y otras varias naciones europeas y americanas.

Para el caso de México es muy particular. Y ahora esta democracia en régimen de libertad, que sin embargo no constituye una verdadera democracia, ha llegado a un momento crítico para su viabilidad.

La candidatura opositora de Cuauhtémoc Cárdenas significativamente procedente de las filas del Partido Revolucionario Institucional ha puesto a prueba al régimen y el resultado ha sido penoso. De manera que, sea cual sea la conclusión del embrollo postelectoral, el plácido disfrute del poder por el PRI se verá alertado.

En la figura de Cárdenas se encarna el drama político de México y el error del PRI de no haber aprovechado los años de su indiscutida hegemonía para crear una estructura política de alternancia y pluralismo, aunque fuera ramificando el tronco inicial del PRI con sus raíces de origen revolucionario.

Algo de esto pretenden ahora Carlos Salinas de Gortari y su equipo. Puede que sea demasiado tarde ya. Y si dispone al fin de la posibilidad de hacerlo, tendrá que combatir en dos frentes. El interior, en el propio partido, contra quienes disponen del poder como una propiedad personal para el enriquecimiento y la impunidad en el abuso. En el exterior, contra una oposición que ha demostrado ser mucho más fuerte de lo imaginado y que puede bloquear la vida política del país, apoyándose en el argumento de un fraude electoral difícilmente rebatible.

Carlos Nadal

08 Julio 1988

Televisa, en el centro de las críticas

Antonio Caño

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La oposición ha señalado a la poderosa compañía de televisión mexicana Televisa como uno de los principales responsables de que no todos los partidos hayan llegado al electorado en igualdad de oportunidades, tal como marca la ley.Los integrantes de la coalición Frente Democrático Nacional (FDN) han presentado una denuncia ante la comisión electoral por el trato que la citada compañía de televisión ha dado a sus candidatos en las elecciones presidenciales y legislativas celebradas el pasado miércoles.

Considera la oposición que Televisa ha ayudado deliberadamente a la campaña del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y de su candidato, Carlos Salinas de Gortari.

Las fuerzas opositoras estiman igualmente que Televisa ha desatado una campaña de desprestigio de los demás candidatos.

Televisa es propietaria de los cua ro canales privados de television que existen en México. Los demás son propiedad del Estado.

El fin de semana anterior a las elecciones, la poderosa compañía de televisión dedicó un programa a la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, el líder y candidato presidencial del FDN, en la que presentaba a éste como un peligroso comunista amigo de Fidel Castro y de otros dirigentes de países socialistas.

La gota de agua

En realidad, este comentario fue sólo la gota de agua que colmó el vaso de la paciencia del FDN. Durante los nueve meses de campaña, jamás Televisa incluyó voz de Cárdenas en los actos de este candidato, a los que dedicó un tiempo infinitamente inferior, no sólo al de los actos del PRI, sino al de los de candidatos tan desconocidos como Gumersindo Magaña. Por supuesto, Cárdenas jamás fue entrevistado por Televisa.Quien sí consiguió una entrevista fue Manuel Clouthier, aunque antes el candidato del Partido de Acción Nacional (PAN) tuvo que desencadenar una campaña de boicoteo contra el más influyente informativo de Televisa, 24 horas, dirigido por Jacobo Zabludosky.

Clouthier fue entrevistado por otra de las vacas sagradas de la compañía, Guillermo Ochoa, quien sometió al candidato del PAN a un bombardeo que contrastó con el tono benevolente, casi insulso, con el que conversó con Carlos Salinas.

Guillermo Ochoa cubrió en la mañana de ayer la jornada de recuento electoral sin llamar, en absoluto, la atención sobre la circunstancia de que los resultados se estaban retrasando por horas sin ninguna explicación.

Televisa no ha dado razón sobre estos hechos, pero cada vez que un periodista de sus canales llega a una conferencia de Prensa de la oposición es abucheado.

El prestigio de la compañía dirigida por Emilio Azcárraga podría estar en peligro como consequencia de este proceso al mismo tiempo que otras bases del tradicional sistema político mexicano.

10 Julio 1988

Silencio en México

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián Echarri)

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CUATRO DIAs después de celebradas las elecciones presidenciales en México, sus resultados son aún una incógnita. Nadie ha celebrado aún nada. En todo el país hay un silencio casi sobrecogido, en espera de lo que indefectiblemente ha de ocurrir: la victoria del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y de su candidato, Carlos Salinas de Gortari. Pero lo que importa en esta ocasión concreta no es quién resulte vencedor, sino cómo anuncia éste su victoria y cuál es el porcentaje de votos que se atribuye frente a sus contrincantes. Esta situación contrasta vivamente con anteriores comicios, en los que el triunfo era celebrado la misma tarde de la elección y, como si se tratara de un juego a mano alzada, se barajaban porcentajes elevadísimos de victoria del candidato oficial del PRI frente a candidatos meramente testimoniales, sin que nadie pudiera, quisiera o se atreviera a disentir.La misma noche del miércoles, fecha de los comicios, el PRI lanzó las campanas al vuelo, anunciando el triunfo electoral de su candidato. Contrariamente a su inveterada costumbre, sin embargo, no ofreció datos sobre el resultado. Lo que es más, como si se arrepintiera de haberse precipitado en su triunfalismo, la plana mayor del PRI se encerró a partir de aquel momento en un mutismo que no ha roto en cuatro días. En cambio, los tres líderes de la oposición, Rosario Ibarra, Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel Clouthier, sí se apresuraron a caucionar el posible fraude electoral. Llegaron a sugerir que Cárdenas y su partido del Frente Democrático Nacional habían ganado al menos en tres Estados y en el Distrito Federal de México, lo que en sí ya es absolutamente revolucionario.

La ausencia de información oficial sobre los resultados durante todo este tiempo ha sido interpretada en México como producto de la estupefacción que habrían causado en el estado mayor del PRI unos resultados electorales que, según ciertos indicios, comprometen el monopolio del poder ostentado por este partido desde 1929. Es muy probable que por la cabeza de los sectores más duros del PRI haya pasado la tentación de ocultar o falsear los verdaderos resultados con la pretensión de que todo siguiera igual. Tentación al pucherazo nada inverosímil en un sistema con un largo historial de corrupción política, pero cada vez más difícil de llevar a la práctica.

A lo largo de todos estos días han ido apareciendo resultados parciales que sugieren que se ha producido una distribución de votos sin precedentes en toda la historia del sistema nacido de la revolución mexicana. Ocurra lo que ocurra, ya nada será igual en México. Sea cual sea al fínal la amplitud de los votos obtenidos por la oposición de izquierda de Cárdenas y por el conservador Partido de Acción Nacional (PAN), lo cierto es que, a partir de ahora, el partido en el Gobierno tendrá que tener en cuenta a una oposición que ha dejado de ser puramente nominal para convertirse en una alternativa real de poder. Seis décadas de control indiscutido han anquilosado al PRI, incapaz de romper su círculo vicioso de ineficacia y mala administración. Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel Clouthier (PAN) han abierto una brecha y lo mejor que podría hacer Salinas es colarse también por ella para poner a las instituciones políticas del país a la altura de los tiempos. Parece que ésa es su intención. Durante nueve meses, Salinas ha hecho campaña por el país para familiarizarse con sus problemas y, de paso, para que se airee abundantemente su condición de hombre duro, eficaz y honrado.

De creer a sus mentores, el futuro presidente podría ser una solución justamente en esta coyuntura: si sus anunciadas pretensiones de democratizar el sistema y de introducir un auténtico pluripartidismo en el país son sinceras, tiene en los resultados de estas elecciones una ocasión de excepción para llevarlas a la práctica.

16 Julio 1988

La nueva revolución mexicana

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián Echarri)

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A PARTIR de noviembre y durante seis años, Carlos Salinas de Gortari será presidente de México. La suya ha sido la más exigua de las victorias en elecciones presidenciales mexicanas, pero, paradójicamente, adquiere por ello visos de mayor credibilidad y, por tanto, de mayor legitimidad. Salinas era, como todos sus predecesores desde hace 60 años, el candidato designado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), la organización que durante ese tiempo ha sido a todos los efectos un partido único. Tradicionalmente, el presidente saliente designa a un sucesor, el tapado, que se convierte en candidato del PRI, lo que hasta hoy quería decir en futuro presidente. Pero el sistema se ha quebrado. Una elección conflictiva y disputada (tanto que, contrariamente a la práctica triunfalista usual, han trasncurrido 10 días hasta que se han facilitado los resultados oficiales) ha dado bruscamente opción a otras formaciones políticas. En 1994, el tapado será sólo un candidato más.Hasta hoy, el PRI hacía y deshacía a su antojo, con lo que ello comporta de caciquismo, distribución de prebendas y corrupción hasta límites insospechados. Hace seis años, el país tocó fondo: la quiebra económica, la ruina moral, eran completas. Fue elegido presidente Miguel de la Madrid, un hombre de talante distinto, con cierta disciplina ética, con un programa de austeridad y saneamiento que, teniendo en cuenta las características de México, ha funcionado razonablemente. Los límites de este programa, al igual que los de su sucesor, Salinas, estaban en el día a día de un país tan lleno de problemas que resulta casi ingobernable y en los compromisos contraídos con los barones del PRI y con los jefes de los sindicatos, bases tradicionales del poder presidencial. Pero fue bastante que se percibiera un aire distinto para que en México estallara abiertamente, a la primera oportunidad, el deseo de ver que otro estilo político tomaba el relevo. En la campaña de 1988, en unos meses, Cuauhtémoc Cárdenas ha pasado de ser apenas un rebotado del PRI a líder del segundo partido del país, el Frente Democrático Nacional (FDN), una formación creada apresuradamente para estos comicios.

La distribución del voto es en sí una revolución. En un país acostumbrado a que el vencedor de las elecciones se mueva en cómodos e indiscutidos porcentajes de entre el 75% y el 98%, que Carlos Salinas haya obtenido sólo el 50,3% (doblegando, sin duda, para que así se declarara, las reticencias de los caciques del partido y las tradicionales tentaciones de fraude) es un vuelco tremendo en la base de su poder. Aún más importante es que Cárdenas, un político que no ha formulado un programa claro de gobierno y que ha basado su campaña en un populismo heredero de la fama de su padre, haya obtenido el 31,1 %, un resultado con el que no se atrevía a soñar hace apenas unos meses. Es también significativo que la formación derechista Partido de Acción Nacional (PAN), de Manuel Clouthier, haya superado el 17%. En el Parlamento, los dos partidos de la oposición casi igualan al PRI en la Cámara de Diputados, e introducen por primera vez a representantes en el Senado.

Dicho lo cual, Cárdenas y Clouthier deben aceptar la victoria del PRI, que es válida, incluso si se admite que ha existido algún fraude inevitable. Ambos deben dedicarse, en los próximos seis años, a construir para sus partidos una sólida base programática y a ensanchar su implantación geográfica, para así consolidar el éxito tan sorprendente conseguido en las urnas. Es una tarea larga, dificil y llena de responsabilidad.

El nuevo presidente se somete a una prueba de gobierno. Si consigue vencer las tentaciones de su partido, dominar la inflación, encauzar sin demagogia la deuda pública y apaciguar las sospechas de EE UU, le habrá prestado un señalado servicio a México. En las circunstancias actuales, parecería que sólo el PRI está en medida de provocar el cambio pacífico que el país necesita. Pero son los tres políticos, Salinas, Cárdenas y Clouthier, los que contraen la responsabilidad global de hacerlo posible.