12 agosto 1994

Los comicios estuvieron marcados por la ausiencia de Luis Donaldo Colosio, el candidato oficial del PRI asesinado fulminantemente antes del inicio de la campaña electoral

Elecciones México 1994 – Ernesto Zedillo logra prolongar un mandato más para el régimen del PRI derrotando a PAN y PRD

Hechos

Ek 21.08.1994 Ernesto Zedillo, candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) fue proclamado ganador de las elecciones presidenciales de México.

Lecturas

Resultados

Ernesto Zedillo (PRI) – 47,6% de los votos

Diego Fernández de Cevallos (PAN) – 30,46% de los votos

Cuauhtémoc Cárdenas (PRD) – 15,8% de los votos

LOS CANDIDATOS DERROTADOS

cevallos_pan El derechista Fernández de Cevallos ha logrado que el PAN recupere la segunda posición que había perdido en las elecciones de 1988.

CuauhtemocCardenas Cárdenas, cuyos partidarios siguen pensando que fue el ganador real de las elecciones de 1988, no obstante en estas elecciones ha quedado muy por detrás.

23 Agosto 1994

Un destino impulsado por el asesinato de Colosio

Fernando Orgambides

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Ernesto Zedillo Ponce de León es ya prácticamente el nuevo presidente de México. Tendrá que aguardar unas horas para asegurarse numéricamente el triunfo, pero fundamentalmente su espera durará hasta el 1 de diciembre, día en que recibirá la banda presidencial y casi automáticamente su retrato será elevado a todos los centros oficiales de la República, desde Chiapas a Baja California. Con él, México entrará en el siglo XXI, dado que los periodos presidenciales de este país latinoamericano son sexenales.Zedillo representa el salinismo y, por ende, una continuidad del México en modernización, especialmente en lo económico y ya con el Tratado de Libre Comercio (TLC) de América del Norte como pieza maestra. Formado en las universidades de Yale (EE UU) y Brafford (Reino Unido), este joven economista de 42 años ha conseguido con esta elección darle una nueva inyección de oxígeno al viejo Partido Revolucionario Institucional (PRI), la deteriorada fuerza política de la que prácticamente ha dependido este país en este siglo. «Yo nací casi priista y moriré priista», le comentaba Zedillo el domingo a este corresponsal en una charla informal en su despacho.

Fue el asesinato de Luis Donaldo Colosio, el primer candidato del PRI a estas elecciones, la circunstancia que le permitió a Zedillo llegar adonde ha llegado. Amigos personales e integrantes de la misma familia política dentro del PRI -la que crea y desarrolla desde posiciones centristas y con un grupo de tecnócratas el todavía presidente Carlos Salínas de Gortan- este joven economista fue su jefe de campaña, su gran confidente y su gran amigo hasta el mismo día de su muerte.

En el mes de noviembre, horas después del destape de Colosio, los especuladores y futuristas mexicanos ya hablaban de Zedillo como el candidato a partir del año 2000. Pero no fue así y su destino se adelantó seis años. Casado con Nilda Patricia Velasco, una mujer que le ha ido empujando durante esta corta campaña de cinco meses a creerse que podría ser el próximo presidente mexicano, es padre de cinco hijos, cuatro varones y una hembra.

Zedillo formó parte de la lista de políticos que desde hace dos o tres años se barajaban como presidenciables mexicanos. Amigo personal de José Córdoba Montoya, un economista francés que se integró en este grupo de tecnócratas cuando muchos de ellos estudiaban en Estados Unidos, el nombre de Zedillo fue lanzado por aquel por todos los rincones de fuera y dentro de la República. Pero no pasó de los cuartos de final, lo que no le provocó rabieta alguna ni celos de su amigo Colosio, como ocurriera después con Manuel Camacho, el gran perdedor de la batalla presidencial mexicana.

El futuro presidente de México es un hombre que pertenece al PRI desde 1971, cuando contaba sólo 20 años. No es que fuera un político convencido con la ideología priista, pero en aquellos tiempos ese partido todavía tenía que ver algo con la herencia de la Revolución mexicana y era el único trampolín que existía en el país para poder hacer política. Lo suyo, en cambio, era la economía y su carrera está vinculada al Banco de México, que fue el que le brindó una beca para estudiar en el extranjero.Hijo de un electricista, Zedillo tiene un origen modesto. Cuando era aún muy joven, su familia se vio obligada a emigrar de la Ciudad de México, donde nació él y algunos de sus hermanos, al norte de la República, concretamente en Baja California. No sólo acudió a escuelas públicas, sino que tuvo que ayudarse económicamente para sufragar su vida de estudiante con oficios tan populares en México como el de limpiabotas.

A Zedillo lo han acusado durante la campaña de candidato débil. También ocurrió con Salinas, aunque tuvo una campaña electoral completa. Hoy, cuando ya se perfila como el nuevo presidente del país, ya le empiezan a ver de otra forma en México. Con el paréntesis de su campaña electoral y el tiempo en que colaboró con el candidato Colosio, Zedillo fue también un hombre clave en el Gobierno de Salinas. Fue precisamente quien le sustituyó en 1988 al frente de la Secretaría [Ministerio] de Programación y Presupuesto, donde ya ejerció otros cargos en el sexenio anterior. Salinas lo nombró en 1992 secretario [ministro] de Educación, lo que le permitió liderar desde este departamento una de las mayores reformas que se han hecho en el sector en los últimos tiempos: su descentralización en beneficio de los diferentes Estados del país.

23 Agosto 1994

México cambiante

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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MÉXICO HA votado y todos los resultados iniciales indican que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) ha salido de nuevo victorioso, esta vez con su candidato presidencial, Ernesto Zedillo, que sustituyó al asesinado Luis Donaldo Colosio. Con el 47% de los votos, las primeras estimaciones daban una ventaja ya insuperable a Zedillo sobre el candidato de la derecha tradicional del Partido de Acción Nacional, Diego Fernández de Cevallos, con el 31%, y sobre el 15% de Cuauhtémoc Cárdenas, del izquierdista Partido de la Revolución Democrática.Ha ganado el partido de siempre, el que lleva más de seis décadas gobernando México. Y lo hace entre denuncias de fraude de la oposición, como ha sucedido también siempre. Y, sin embargo, estas elecciones han sido muy distintas a todas las anteriores en este gran país y sus consecuencias deben serlo también. Muchas denuncias de irregularidades serán probablemente ciertas. Pero todos los observadores coincidían ayer en que éstas no han cambiado significativamente el resultado y en que estos comicios han sido los más limpios de la historia de México. Esto no es decir mucho, dirán los escépticos. Pero no podrán negar que es un paso considerable en el sentido correcto.

Muy mal haría el PRI si, acostumbrado su aparato a actuar con impunidad, privilegios, falta de control y corrupción, creyera que puede seguir indefinidamente con estas prácticas. Zedillo, al que muchos tachan de burócrata muy lejano del carisma de Colosio, asegura que quiere formar un Gobierno plural en el que tengan sitio personalidades no comprometidas con el aparato. Será, en todo caso, una buena señal que quizá ponga en marcha la profunda enmienda necesaria en los hábitos de este partido.

Pero esto no deberá ser sino el principio de las reformas ímprescindibles para preparar a México en una carrera hacia el siglo XXI que deberá acometer con las profundas contradicciones y los problemas que aquejan al país. No debe caer Zedillo en la tentación de establecer un Gobierno tecnócrata que se dedique a gestionar la riqueza de unos pocos y la miseria de muchos millones.

El primer día de este año, cuando entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre México, Estados Unidos y Canadá, la revuelta campesina e indigenista de Chiapas demostraba al Gobierno del presidente Salinas y al mundo entero que las contradicciones sociales acaban estallando cuando son ignoradas con obcecación. No se puede jugar indefinidamente a país rico cuando más de 40 millones de sus habitantes; cerca de la mitad de la población, viven en insultante pobreza. Salinas supo reaccionar al aviso imponiendo unas medidas de control para estas elecciones que evitaran que el vencedor se viera debilitado desde un principio por las dudas sobre su legitimidad, como le sucedió a él en 1988.

Ahora, Zedillo deberá dar a México un Gobierno que sepa dirigir el país sin la arrogancia acostumbrada y con la voluntad y decisión necesarias para crear una cohesión social imprescindible y devolver a los mexicanos una confianza en la democracia minada por años de abusos y engaños. Y la oposición contará con un Partido de Acción Nacional que, con Fernández de Cevallos como candidato, ha hecho una. brillante campaña y se perfila ya como una alternativa al PRI para futuras legislaturas. Sus llamamientos a un reforzamiento de las instituciones de la democracia cuentan sin duda con un gran apoyo en la población mexicana, y el nuevo presidente hará bien en encabezar este proceso.

Para ello tendrá, sin duda, que arriesgarse a un pulso con fuerzas de su partido que intentarán impedir todos estos cambios que amenacen sus intereses caciquiles. Pero es de esperar que el nuevo presidente haya entendido que dichos intereses de miembros de su partido amenazan directamente a las aspiraciones de modernidad y desarrollo de México. Y que si no dirige él esta batalla es muy posible que lo hagan otros por vías no institucionales.

El gran perdedor de las elecciones es el líder del PRD, Cárdenas. Éste se había proclamado, ya antes de las elecciones, como seguro vencedor o víctima de un fraude. No parece muy ecuánime esta postura de anunciar que la única garantía de limpieza es la victoria propia. Cárdenas ya había sido víctima de irregularidades -según todos los indicios, mucho más masivas- en las elecciones de 1988. Ayer convocó movilizaciones contra los resultados. Es de esperar que sean pacíficas. Cárdenas tiene, pese a todo, motivos de satisfacción. Muchos de los cambios en marcha se deben a su pundonor y a sus denuncias. Y el reto de hacer de México un país más justo, más libre, más moderno es de todos, y todos deben asumirlo.