5 febrero 2010

Elecciones Ucrania 2010 – El triunfo del pro-ruso Yanukovich sobre Yulia Timoshenko sentencia el fracaso de la ‘revolución naranja’

Hechos

  • Yulia Timoshenko – 48,66%
  • Viktor Yanukovich – 45,75%

Lecturas

LA DERROTA DE YULIA TIMOSHENKO SENTENCIA EL FIN DE LA ‘REVOLUCIÓN NARANJA’

yulia

22 Enero 2010

Fin del 'sueño naranja'

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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La decepción por las promesas incumplidas marca en Ucrania las elecciones presidenciales

Cinco años después de que la llamada revolución naranja llevara la esperanza a las nevadas plazas de Kiev, el hartazgo popular puesto de manifiesto en las recientes elecciones presidenciales ha liquidado definitivamente aquel sueño. El entonces denostado Víktor Yanukóvich, de integridad más que dudosa, considerado un secuaz del Kremlin, parte ahora como el más votado para la segunda vuelta de los comicios que decidirán el 7 de febrero la jefatura del Estado entre el jefe opositor y la primera ministra naranja Yulia Timoshenko. Viejas caras: ambos han ocupado dos veces la jefatura del Gobierno.

En la cuneta de una Ucrania devorada por la corrupción y por la parálisis política, derivada de la incompetencia y la pugna entre sus dirigentes, ha quedado el presidente Víktor Yúshenko, alzado al poder por aquella revuelta popular de 2004 y ahora humillado por los votantes. Yúshenko, un prooccidental que ha incumplido cada una de sus promesas renovadoras, se ha ocupado básicamente durante la campaña de intentar destruir a su estrecha socia de los días de gloria, la volátil Timoshenko. Yanukóvich ha capitalizado la profunda desilusión ciudadana con quienes han defraudado sus ilusiones.

Unos pocos años han sido suficientes para esfumar las esperanzas de que Ucrania fuera el modelo de estabilidad política y buen sentido económico que necesitaban muchos de los países que emergieron del poscomunismo. Timoshenko o Yanukóvich pilotarán a partir del mes próximo una nación poblada como España y políticamente dividida en torno a líneas geográficas (los occidentales prefieren intimar con la UE, los orientales con Moscú), con una economía obsoleta y gravemente enferma, instituciones anquilosadas y una clase política desacreditada. Su Constitución ha sido en parte causa del tiempo perdido, confusa como es sobre los papeles de la presidencia y la jefatura del Gobierno.

Fuera de foco queda también la aspiración a ingresar en la OTAN, de la que el caído Yúshenko había hecho bandera. Para satisfacción del Kremlin, que nunca aceptó estas veleidades estratégicas prooccidentales en su patio trasero, ninguno de los dos aspirantes ha mencionado ahora el asunto. Ambos prometen acercamiento a la UE que bordean. Pero, sobre todo, quien gane en Kiev esta vez apostará por ser buen vecino de Moscú. A cambio, no habrá nuevas guerras del gas.

09 Febrero 2010

Ucrania se aleja

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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El relevo de la orientación europeísta por la prorrusa del nuevo presidente resulta inquietante

Por un estrecho margen, el candidato prorruso Víctor Yanukóvich se ha izado a la presidencia de Ucrania, frente a la proeuropea y líder de la revolución naranja, la primera ministra Yulia Timoshenko. La reorientación geoestratégica del país no es la menor preocupación. Tampoco la única. Aflora también la amenaza de inestabilidad en una cohabitación entre el presidente y el Gobierno que se augura difícil (lo ha sido incluso en países de democracia consolidada, como Francia y Portugal), pese a las promesas de reconciliación del ganador.

La paradoja es que los dos líderes de aquella fronda -el presidente saliente Víctor Yúshenko y la propia Timoshenko- han sido derrotados sucesivamente, uno en primera vuelta y la otra en la segunda, por la persona a quien ellos descabalgaron hace un quinquenio. Muchos lamentarán, en un país todavía sometido a clanes de poder y dividido entre grupos étnico-lingüísticos (el 30% de la población es rusohablante), el fin de una etapa que hizo progresar a Ucrania en cuanto a parámetros democráticos, si bien dentro de ciertos límites, y la orientó claramente hacia los modos europeos.

Los resultados confirman una vez más la maldición que aqueja a los países europeos que estuvieron bajo el imperio soviético: sus líderes apenas duran una legislatura. Pagan con ello la escasa madurez de sus débiles democracias. Pero ésa no es la única explicación de la vuelta de tortilla acaecida en las presidenciales del domingo. Los padres de la revolución naranja han pagado también sus propios y graves errores.

Errores políticos, porque nada más hacerse con el poder antepusieron sus propias rivalidades personales a otras consideraciones. Económicos, pues no sólo no han atajado un déficit del 10%, sino que han triplicado la deuda, han tenido que recurrir a un préstamo del FMI para evitar la suspensión de pagos, y han incumplido sus condiciones. Sociales, porque no han impedido que la corrupción siguiese incrustada en la economía y en la Administración. Geoestratégicos, por su mala gestión del reiterado pulso planteado por Moscú sobre el suministro de gas.

La etapa que ahora se abre, sin embargo, resulta inquietante, en términos de estabilidad interna y de un posible cambio geopolítico, de momento negado por el triunfador, que sustituyese el faro de Bruselas por el del Kremlin.

09 Marzo 2010

El reto de Yanukóvich

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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Afrontar la profunda crisis de Ucrania requiere mucho más que un relevo presidencial

Con la caída del Gobierno de Yulia Timoshenko en una moción de confianza la semana pasada, el vencedor en febrero de las elecciones presidenciales ucranias, Víktor Yanukóvich, regresado del frío, ha alcanzado una parte de sus objetivos. La abusivamente llamada revolución naranja y su expresión partidista están ahora enterradas, seis años después de que despertaran en Ucrania unas legítimas y desmedidas expectativas de modernización y decencia política.

Pero sólo una parte. Si la victoria sin peros en la segunda vuelta de Yanukóvich -una criatura política de Moscú- y la defenestración parlamentaria de su rival confirman que Ucrania se atiene en su funcionamiento básico a las normas democráticas, no han solventado, sin embargo, la inestabilidad institucional ni el control efectivo del poder en la antigua república soviética. La Constitución es un campo minado que reparte el timón entre el presidente y un primer ministro elegido por el Parlamento. La naturaleza fragmentaria de éste y los poderes limitados del jefe del Estado, en un país con el alma dividida entre Rusia y Europa occidental, anticipan más inestabilidad si Yanukóvich no consigue poner en pie en las próximas semanas una coalición solvente que le respalde. Fueron las ambiciones personales y la pugna permanente entre el ex presidente Yúshenko y su primera ministra Timoshenko, además de la corrupción, lo que paralizó primero y destruyó después el renovador y prooccidental proyecto naranja.

La responsabilidad política de sus dirigentes ha brillado por su ausencia en Ucrania durante los últimos años. El pedigrí de Yanukóvich es cualquier cosa menos alentador, pero si fracasa su toma y daca para conseguir una nueva mayoría parlamentaria, el desenlace serán elecciones anticipadas. Probablemente eso es lo último que necesita este zarandeado país de 46 millones, que bordea los dos bloques más importantes de Europa -con los que el nuevo presidente promete mantener una dudosa equidistancia- y cuyo PIB se ha desplomado un 15% durante el año pasado.

La crisis de Ucrania, a la que por obvias razones geopolíticas la UE debería prestar especial atención, su parálisis, hace imprescindible un Gobierno fuerte, honesto y creíble. Capaz de adoptar, entre otras decisiones urgentes, la de negociar con el Fondo Monetario Internacional un empantanado y vital plan de rescate de 12.000 millones de euros.