15 agosto 1976

El editor Agustín de Quinto publica una portada burlona contra el ex director

Emilio Romero despedido como director de LA JAULA a los tres meses de la salida de la revista por el propietario de la revista

Hechos

En agosto de 1976 la revista ‘LA JAULA con todo el país dentro’ informó del despido de su hasta entonces director, D. Emilio Romero y cambió el nombre de la revista a  ‘LA JAULA abierta a todo el país’

Lecturas

Después de despedir a D. Emilio Romero Gómez como director de La Jaula tras dos meses en el cargo su editor D. Agustín de Quinto dedica la portada de su siguiente número y su editorial a arremeter contra la persona de su exempleado.

En el libro ‘El Gallo del Franquismo’, la biografía de D. Emilio Romero publicada por D. Jesús Amibilia se recogen varias declaraciones de antiguos empleados de LA JAULA sobre el fracaso de aquella revista (Pag. 238):

D. José Asensi: Prácticamente la hacíamos entre Jimmy y yo, Emilio Romero sólo quería atacar a Suárez, era un ataque constante, que si era ‘el milagro de santa Teresa, que si se alimentaba de las yemas de la santa… Emilito Romero no hacía nada. Me imagino que se cerró por el pulso que Emilio Romero le quiso echar a Suárez.

D. Florencio López Negrín: «¿Lo de LA JAULA? No estaba dotado para dirigir semanarios. Profesionalmente no dio pie con bola, no dominaba ese campo. Y luego estaba el dinero; no sabía trabajar con poco dinero, con pocos gastos, con poca gente.

D. Álvaro Luis: «En LA JAULA le engaña Agustín de Quintos. Le ofrece el 20% de beneficios de la revista y le promete que hay dinero para aguantar dos años. Pero a los dos meses ya no había dinero. No pagaba. Y parece que al editor también le dio un toque Suárez».

05 Agosto 1975

CARTA DESPIDO DE D. AGUSTÍN DE QUINTOS A D. EMILIO ROMERO

Agustín de Quintos

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Muy señor mío:

Me dirijo a usted en mi calidad de consejero-delegad de la editora A. Q. Ediciones, S. A.

Debo significarle, con enorme pesar, que, dado el manifiesto incumplimiento de las obligaciones contraidas por usted como director de la revista LA JAULA, que esta empreisa edita, me veo obligado a resolver, en nombre de dicha firma, el contrato con usted suscrito como director de la misma.

Los motivos de esta decisión son de diversas causas y, entre otras, las siguientes:

  • – Se ha negado usted, como director de la revista, a hacer las aclaraciones adecuadas al comentario publicado en la revista SÁBADO GRÁFICO en su número 995 y en sus páginas 47 y 48 después de haber sido requerido a ello por nuestra empresa a cuenta de las responsabilidades que por tal motivo pudiera afectarnos.
  • – Aunque la organización del trabajo a usted corresponde como director de la publicación, es completamente incierta la matización por usted hecha a nuestro letrado de haber enviado al director adjunto de la revista, su hijo, a efectuar trabajos de información a Benidorm, cuando en realidad fueron a pasar ustedes unos días de descanso a dicha localidad para celebrar su cumpleaños.
  • – Ha dejado irresponsablemente desatendida la revista en algunas ocasiones, sin que quedase al frente de la misma ningún directivo, de los que preceptúa la legislación vigente, para cubrir la ausencia o enfermedad del director.
  • – Las contrataciones por usted efectuadas son desorbitadas y de cuantía excesivas, y se han llevado a cabo por usted sin autorización en el orden económico de la empresa y contraviniendo las instrucciones que se le dieran de no sobrepasar los límites establecidos, lo que patentiza su impericia y falta de responsabilidad en el cometido de sus funciones.
  • – No ha acatado usted las instrucciones que fuera del campo de las atribuciones que a usted le corresponden le ha cursado la gerencia de la empresa, haciendo caso omiso de ellas y tratando de intimidar a sus representantes con sus posibilidades políticas y sus influencias.
  • – Su menosprecio hacia la publicación que usted dirige quedó patentizado en un Consejo de Redacción, cuando usted textualmente manifestó jactanciosamente ‘que no había leído los originales correspondientes al número de la revista que se estaba enjuiciando’.
  • – En el transcurso y discurrir de los doce primeros números de la revista LA JAULA ha olvidado que dicha publicación debía ser ‘libre, independiente y audaz’, imponiéndole su propia ideología, dando así la espalda a la línea que la empresa había marcado en sus conversaciones con usted.
  • – Ha incurrido en deslealtad hacia la empresa al anunciar públicamente a la Redacción de la revista que tenía usted proyectos editoriales alternativos inmediatos, ofreciendo trabajo al personal de LA JAULA, en detrimento de los intereses de esta.

Por lo expuesto le comunico formalmente y por conducto notarial que damos por resuelto su contrato como director de la publicación LA JAULA, sin derecho a las indemnizaciones que señala la Ley de Prensa y todo ello de acuerdo con cuanto dispone el Código Civil en concordancia con la legislación especial vigente, no siendo preciso cumplir el plazo de preaviso que señala la cláusula 9ª del contrato por usted firmado, por cuanto la rescisión está fundada en causas justificadas.

Este acuerdo será efectivo desde la misma fecha de su notificación.

Sin otro particular, le saluda muy atentamente

Agustín de Quinto Díez

15 Agosto 1976

LO SIENTO, SEÑOR ROMERO

Agustín de Quintos

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Lo siento, señor Romero. Siento es final así tan próximo y al tiempo tan alejado de la intencionalidad de nuestras primeras conversaciones. No estaba previsto. No lo deseaba. Quiero que entienda que aquellos primeros acuerdos tenían en mí el propósito y la fuerza de un futuro sin límite alguno. Ellos hicieron posible el nacimiento de LA JAULA, esta revista semanal en la que puse toda mi fe y por la que deposité en usted la más amplia confianza.

Admito – usted me lo ha repetido hasta la saciedad, capaz de llegar al lavado de cerebro – mi desconocimiento de la profesión periodística. No crea que no lo siento, porque si una profesión admiro, respeto y envidio es la suya.  Jamás intenté dirigir la revista de la que usted era director. Sé de mis limitaciones y sólo llego en mi audacia al límite de ellas. Fui respetuoso con usted, aunque mi respeto no alcanzara la altura de un podio de vanidad, todavía quiero seguir respetandole, porque son muchos años y largar y brillantes experiencias los que me contemplan. Le consta que jamás le impuse hipoteca política alguna, si bien es posible que, ideológicamente, no esté de acuerdo con usted, porque estoy convencido de que, en agosto de mil novecientos setenta y seis, cien españoles por metro cuadrado no piensan como usted; se hace difícil.

Cuando usted quiso que me sintiera ‘dueño’ de LA JAULA, sólo pretendí ser colaborador de una empresa común que debíamos llevar, usted en su terreno y yo en el mío, a buen puerto. Con la mayor templanza, día tras día, traté de hacerse saber mi disconformidad con su actuación profesional. Usted no quiso ponerse a mi altura. Yo era un pigmeo y lo más un entupido ‘caballito blanco’. Comprenda que se equivocó. Mi desconocimiento del periodismo es sólo comparable a mi imposibilidad de relinchar. No estoy de acuerdo con quien, en la prensa de los últimos días, hablando de usted y de mí, afirma que jamás existió acuerdo entre un general y un ‘quinto’. ¡Qué sería de los generales si los quintos no disparasen en la primera línea de combate! El desacuerdo puede surgir cuando quien dirige por ley, con amplias facultades, dispara con pólvora ajena y da la espalda sistemáticamente al fiesto que corre el ‘quinto de turno’.

Represento a una empresa modesta. Usted lo ha dicho y no me aparto de serlo, máxime cuando no se establece en sus palabras módulo de comparación. Ser modetso no quiere decir ser débil. Pretender adecuar la inversión a la demanda no implica crisis económica. En el peor de los casos significa ser fiel a la obediencia que implica el hecho de saber tener los pies en la tierra. ¡Cómo lamento, señor Romero, que no me hayan entendido!

Siento haber contraído, llevado sin mi voluntad por su mano derecha, determinadas responsabilidades ante personas o entidades a quienes, por motivos personales, ha vapuleado, con más o menos fortuna, desde las páginas de mi revista.

Siento también, lo siento por segunda vez en su vida y en la mía, haber escuchado de sus labios amenazadoras palabras que trataban de intimidarme ante sus influencias políticas y su fuerza profesional. No voy a presumir de no haber tenido miedo nunca. El miedo es consustancial al hombre, pero en esta ocasión, como en aquella del año setenta, debo repetirle que por un impulso primario me he negado siempre a pactar por miedo. No saberlo hacer me aterroriza.

Siento haberme equivocado y lamentaría que usted tuviera la misma impresión. A los dos nos advirtieron ‘las buenas gentes’ y los dos confiamos el uno en el otro’.

No nos ha salido bien. Eso es todo. No hubo mala fe, de esto estoy seguro. Existieron motivos. Los míos son públicos y constan en un protocolo notarial. Los suyos también se han aireado en la prensa de los últimos días. Por mi parte, y desde este momento, doy por terminado el incidente. Mi tiempo lo necesito para trabajar y no puedo distraerlo ni en ataques ni en defensas. Soy de los convencidos de que todos tenemos sobre nuestra cabeza un tejado de vidrio que puede resquebrajarse ante cualquier cambio brusco de temperatura o quebrarse al golpe de una pedrada de mala intención. La vida es larga y a todos nos ha enseñado que en cualquier esquina podemos encontrarnos nuevamente.

Siento que no esté con nosotros. Siento que no estén con nosotros aquellos que con nosotros comenzaron y que se han ido ‘por donde vinieron’ con Emilio Romero; nadie había tratado de prescindir de ellos. Se han marchado. Se fueron por usted y es de esperar que usted sepa lo que debe hacer con ellos. Las puertas de A. Q. Ediciones  están abiertas para todos.

Hoy LA JAULA sigue. Otros profesionales han hecho el milagro de llenar en unos días el vacío que usted y los que le siguieron crearon a mi alrededor. Pienso que todos tenemos la obligación de estarles agradecidos. Yo, por lo que significa su presencia en A. Q. Ediciones; usted, porque son los continuadores de una publicación que inició y porque estoy seguro que en lo más profundo de sus sentimientos desea para LA JAULA vida larga y próspera. Ha pasado todo y no ha pasado nada.

Lo siento, señor Romero.

Agustín de Quinto

Tragicomedia de España

Emilio Romero

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Después de mi salida como rector de aquella cadena de periódicos y de emisoras del Movimiento, y que en la restauración de la democracia pasarían al Estado, viví un período breve de expectación y de reflexión con la idea de regresar al teatro y a la novela. Lo que ocurría es que no podía irme de la política porque seguía vigente en aquel año de 1976 el régimen en sus instituciones y yo era parlamentario en las dos cámaras. Entonces el director de teatro Gustavo Pérez Puig, me dijo que Agustín de Quinto, un singular ejemplar desvergonzado de los andurriales del teatro quería hacer una revista semanal que yo dirigiera a placer. Le recordé a Gustavo las características del personaje, y me dijo que se había manumitido porque había tenido la fortuna de ganar mucho dinero con un famoso serial de la radio y se había construido moralmente de otro modo. Nos reunimos a los pocos días, y aquel hombre estaba encantado con su felicidad de embarcarse en esta nueva aventura periodística. Yo fui el autor de su título, LA JAULA, y movilicé un pequeño equipo de profesionales de percusión entre los que estaban Jimmy Giménez Arnau, Julio Bernárdez, Emilio Romero Jr. Y el famoso confeccionador Asensi. Hicimos una gran presentación en los salones de un hotel, y salimos en seguida a la calle. Estábamos ya en los tiempos de las libertades sin restricciones y aquellos tuvo una acogida discreta, y no resonante, porque era una revista política con la presencia de otras ya instaladas y con aceptación, y no nos orientábamos hacia el corazón, o hacía el escándalo , que eran ya las publicaciones de éxito en aquellos años. Yo no podía hacer ninguna revista de estas dos cosas porque eran incompatible con mi biografía y con mis aficiones. Esta revista había imaginado que tardaría tiempo en afianzarse y hay que tener alguna paciencia editorial inicial. Los triunfos actuales de las revistas CAMBIO16 y TIEMPO han sido esfuerzos de tenacidad y de paciencia, independencia de los logros profesionales de las gentes que las han hecho. Yo no duré en LA JAULA más de dos meses. Empecé a hacer la crítica de situación con mis artículos y otras informaciones y el restaurador de la democracia puso sus ojos y sus baterías sobre mi persona, y aquello se acabó. Me tuve que marchar. Agustín de Quinto no se había reconstruido moralmente, con su fortuna pintorescamente ganada, sino que había acrecentado su picaresca de libertino teatral y de golfo social. Pretendía hasta escribir un artículo semanal, y abrir con su artículo el ejemplar de la revista. Aquello terminó como debía: como el rosario de la aurora. Más adelante me enteraría de sus correrías por los tribunales, denunciado por éstos o aquéllos, y con algún caso escalofriante. En fin: Gustavo Pérez Puig desapareció en seguida; y todavía no sé por qué.