4 julio 1992

Desde su defenestración había permanecido meses escondido en la embajada de Chile

Encarcelado el ex dictador comunista de la Alemania del Este, Erich Honecker, acusado del asesinato de 49 personas

Hechos

El 29.07.1992 fue encarcelado Erich Honecker, es Presidente de la República Democrática de Alemania y ex Secretario General del SED.

Lecturas

Erich Honecker fue el mandatario absoluto del régimen de la República Democrática de Alemania (RDA) desde 1971, cuando sustituyó a Ulbricht, hasta que fue derribado en la revuelta de 1989. 

Morirá sin ser juzgado. 

31 Julio 1992

Las paradojas del «caso Honecker»

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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ENTREGADO por Rusia y Chile a Alemania, cuyos tribunales le reclaman por el asesinato de fugitivos en el Muro de Berlín, Erich Honecker, ex líder germanooriental, está a punto de enfrentarse a su particular Nüremberg. Atrás queda la azarosa peripecia de quien, convertido en fugitivo político, no era sino un huésped incómodo tanto para la embajada chilena en Moscú como para Rusia. Unida fatalmente su suerte a la del Muro de Berlín, que ordenó levantar en 1961, Honecker cayó en desgracia tan pronto como se derrumbó la frontera de piedra. Su precaria salud le libró, entonces, de la cárcel. En marzo de 1991, el Ejército soviético lo trasladó a Moscú. Cuando las autoridades rusas decidieron acceder a las insistentes peticiones de repatriación de Bonn, Honecker consiguió asilo en la embajada chilena en Moscú, gracias a los buenos oficios del embajador Almeyda, ministro de Exteriores con Allende que se refugió en la ex RDA tras el golpe de Pinochet, y que le devolvía así el favor. Tras el acuerdo alcanzado ahora entre Bonn y Santiago, Honecker no podrá eludir esta vez el peso de la justicia. Duro entre los más duros de los líderes del antiguo bloque del Este, el tiránico sucesor de Walter Ulbricht al frente del gobierno de Pankow, era presidente del órgano que promulgó el decreto que obligaba a los soldados germanoorientales a disparar a matar contra quienes pretendiesen abandonar el país. Su responsabilidad, directa e inapelable, en la muerte de, no menos de 49 personas que trataban de cruzar el Muro, debe ser depurada. Pero también hay que decir que el último «cambio de residencia» de un octogenario enfermo, que componía el miércoles al saludar con el puño en alto la patética estampa de un fantasma, es fruto del nuevo equilibrio de poder en el Viejo Continente, lo cual da lugar a varias paradojas. La primera es que el mismo Kohl que presionó al gobierno chileno para que expulsara a Honecker de su legación en Moscú, lo recibió amistosamente en 1987, de acuerdo con la «ostpolitik» impulsada por Bonn. Santiago se libra del conflictivo personaje y rompe con una larga tradición en materia de asilo (como señalan los socialistas chilenos), dando origen así a otra cruel paradoja: Pinochet, el jefe del ejército de Chile es responsable de mayor número de crímenes que Honecker (más de 2.000 entre 1973 y 1989 según informes oficiales). Convertida en árbitro de la Europa surgida tras la caída del Muro, Alemania no ha dudado en exhibir su poder frente a un Yeltsin, deseoso de agradar al gigante económico. Y los rusos no vacilaron en entrar en la sede diplomática para forzar la salida de Honecker, según denuncia su abogado. Significativamente, Pravda pedía perdón ayer por la entrega de Honecker, quien puede acabar sus días (tercera e irónica paradoja) en la misma prisión donde pasó diez años en manos de los nazis. Y esta vez después de haber servido de peón en el tablero de ajedrez político de la nueva Europa.

01 Agosto 1992

Un juicio engorroso

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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EL ENCARCELAMIENTO de Erich Honecker en la prisión alemana de Mohabit pone fin a siete meses de negociaciones-desde que, en enero, se refugió en la Embajada de Chile en Moscú en las que han intervenido las diplomacias alemana, rusa y chilena. Al final se ha impuesto la exigencia germana de que sea devuelto a su país para ser juzgado. Es evidente que la devolución de Honecker a Alemania plantea problemas molestos a los tres países afectados por el caso.En la izquierda chilena, algunos de cuyos dirigentes fueron acogidos en la extinta RDA cuando la dictadura de Pinochet les obligó al exilio, se ha criticado el rechazo de asilo de Honecker. El Partido Socialista, que participa en el Gobierno, ha manifestado su disgusto por la expulsión del veterano líder comunista alemán de la sede de la Embajada chilena. En Rusia, Borís Yeltsin se, había comprometido, cuando estaba en la oposición y alardeaba de ser más prooccidental que el entonces presidente Gorbachov, a devolver a Honecker a Alemania; ahora no podía actuar de otra manera. Pero, en la actualidad, la solución dada al tema ayuda sobre todo a los enemigos de Yeltsin. Ciertos sectores, y el propio vicepresidente de Rusia, Rutskoi, se han pronunciado contra la entrega de Honecker con argumentos nacionalistas y denunciando la claudicación ante la presión alemana. En el diario Pravda se acusa a Yeltsin de haber traicionado a un antiguo compañero comunista, sentando además un precedente para el procesamiento de todos los antiguos dirigentes comunistas.

En la insistente actitud de Bonn juegan diversas razones: por un lado, la voluntad de demostrar que Alemania ha recuperado un gran peso político al obligar a Rusia a devolver a quien había huido en un avión militar soviético. Por otra parte, hay que contar con la presión de los sectores de la antigua RDA represaliados durante el régimen comunista y que piden que la justicia no se limite a la condena de meros y obedientes funcionarios. En el ámbito electoral, también influye la importante pérdida de votos de la democracia cristiana en la Alemania oriental. El canciller piensa que el proceso de Honecker le ayudará a recuperarse. Sin embargo, después de todos los esfuerzos que ha hecho para que, Honecker comparezca ante los tribunales, el Gobierno alemán insiste ahora en que no se trata de hacer el proceso del régimen, sólo de sancionar los delitos que puedan ser probados jurídicamente. No obstante, en este terreno las dificultades son enormes, ya que se aplicarán las leyes de un Estado (la Alemania actual) a actos cometidos en otro Estado (la RDA) con distinta legislación.

Hasta ahora, los procesos de antiguos dirigentes comunistas han sido lamentables: la precipitada condena a muerte de Ceausescu y su esposa no ha evitado que en Rumania sigan dominando los residuos del aparato comunista. El proceso de Yivkov en Bulgaria se desborda a consecuencia de las numerosas ramificaciones y no se le ve fin. Aún mayor fiasco está resultando el proceso que se sigue al PCUS en Moscú, anunciado a bombo y platillo y que se pierde en contradicciones infinitas, sin que haya contribuido para nada a esclarecer la naturaleza del régimen comunista ni los horrores de los que es culpable.

A todas luces hace falta que se elabore un análisis y un juicio histórico, lo más completo posible, sobre lo que han significado los regímenes comunistas sin esconder los pasajes más turbios. Pero algo muy distinto es enjuiciar a ciertas personas ante los tribunales para culpabilizarlas de todas las tragedias y torpezas cometidas. Aplicar el código penal a las responsabilidades políticas de los dirigentes suele ser ineficaz. Es más sensata la actitud de los polacos, inspirada en la experiencia de la transición española: JaruzeIski escribe sus memorias y discute con, personas que él mismo encarceló, como Adam Miclinik, la historia que ambos han vivido.