19 abril 2017

Edmundo Rodríguez Sobrino, consejero delegado de la empresa editora de LA RAZÓN, entre los detenidos

La Operación Lezo salpica al Grupo Atresmedia por el procesamiento a Rodríguez Sobrino y la imputación temporal a Mauricio Casals y Francisco Marhuenda

Hechos

El 19.04.2017 D. Ignacio González, ex presidente de la Comunidad de Madrid y ex secretario general del PP de Madrid fue detenido de manera preventiva junta a otras 9 personas dentro de una investigación de la Audiencia Nacional.

Lecturas

La Operación Lezo, por la que ha sido encarcelado D. Ignacio González González, investigado por presunta corrupción, salpica directamente al grupo Atresmedia al, de manera espacial, la empresa de su periódico-filial, Audiovisual Española, editora del periódico La Razón.

Entre los encarcelados se encuentra el miembro del Consejo de Administración Audiovisual Española (La Razón), D. Edmundo Rodríguez Sobrino, detenido ese mismo día 19 de abril de 2017 por su labor como presidente de Innasa (filial del Canal de Isabel II).

El Sr. Rodríguez Sobrino era el representante en el Consejo de Administración de La Razón de D. José Ramiro Garza Cantu, titular del 24% de acciones del periódico (el segundo accionista detrás de Planeta) y todavía figuraba en el histórico del registro mercantil como ‘consejero delegado’.

El mismo 19 de abril de 2017 se hace público que el tanto el Presidente como el Director de La Razón, D. Mauricio Casals Aldama y D. Francisco Marhuenda García, son investigados por si habrían tratado de coaccionar a la presidenta de Madrid, Dña. Cristina Cifuentes Cuencas, ya que se habían interceptado conversaciones en las que ambos se comprometían ante el Sr. Rodríguez Sobrino a utilizar los medios de Atresmedia para presionar a la Sra. Cifuentes Cuencas para que esta no actuara contra él.

El día 19 de abril de 2017 los informativos de Atresmedia (Antena 3 TV y La Sexta) no mencionarán la investigación de Casals, aunque sí a Rodríguez Sobrino y Marhuenda García. El diario La Razón no editorializará al respecto hasta el 21 de abril defendiendo la inocencia de los Sres. Casals Aldama y Marhuenda. Tanto El País como ABC publicarán reportajes negativos sobre el perfil de D. Mauricio Casals Aldama el 23 de abril.

El día 26 la causa por posibles coacciones era archivada, motivado que La Razón sacara un segundo editorial – “Siempre hemos dicho la verdad” -reiterando la inocencia de ambos y un artículo de D. Alfonso Ussía Muñoz Seca también defendiéndolos . Eso sí, obviando La Razón el hecho de que su directivo Sr. Rodríguez Sobrino sigui procesado por su posible complicidad con D. Ignacio González González.

Aún así, material de esas conversaciones volvería a ser publicado por El País los días 30 de abril y 5 de mayo y por ABC los días 13 de mayo y 12 de junio en la que el Sr. Marhuenda García y el Sr. Casals Aldama se referían a los medios de Atresmedio como herramientas para defender sus intereses.

 

20 Abril 2017

Denunciar y no encubrir a los corruptos

Javier Ayuso

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Los políticos, la justicia y los medios de comunicación tienen la obligación de denunciar a los corruptos, no defenderlos

Unas semanas antes del último congreso nacional del PP, uno de sus dirigentes emergentes respondía así a la pregunta de qué debería hacer su partido en la lucha contra la corrupción: “Debemos pasar de ser denunciados a denunciantes”. Los que escuchamos esa frase pensamos que los populares se iban a tomar en serio la lucha contra los personajes que han sembrado de corrupción su partido. Pero fue un espejismo; el congreso volvió a pasar de puntillas sobre el asunto que más votos ha restado a Mariano Rajoy en los últimos años.

Esta semana, sin embargo, otra líder emergente del PP (por lo menos lo era hasta ayer) ha aguantado las presiones para mantenerse como denunciante frente a su predecesor en el cargo de presidente de la Comunidad de Madrid. Cristina Cifuentes no ha dudado en presentar ante el juzgado información que ha acabado con Ignacio González en los calabozos de la Guardia Civil.

La última encuesta del CIS volvía a situar la corrupción política como segundo problema para los españoles, después del paro. Un asunto que ha provocado el mayor grado de desafección política en la historia reciente de España. Si no se afronta el problema de una manera urgente y rotunda, los defensores de la ruptura y de la deslegitimación de las instituciones se acabarán saliendo con la suya.

En esa tarea, los políticos, la justicia y los medios de comunicación tienen la obligación de denunciar a los corruptos, no defenderlos, ampararlos o encubrirlos. Por eso, es imprescindible que se aclare cuanto antes el papel jugado por el fiscal anticorrupción, Manuel Moix, a principios de semana, cuando supuestamente intentó frenar uno de los registros que se realizaron el miércoles dentro de la Operación Lezo.

También debe clarificarse a qué se referían el director de La Razón, Francisco Marhuenda, y su presidente, Mauricio Casals, en las conversaciones grabadas por la Guardia Civil, por las que han sido imputados por un presunto delito de coacción a Cifuentes. Ambos tienen el derecho a la presunción de inocencia, pero hay frases que suenan muy mal. Sobre todo, las que hablan de “inventarse noticias” o de que “por las malas tiene mucho que perder”. Aunque la que realmente suena a coacción es cuando Casals dice: “Que vea [Cristina Cifuentes] que no es únicamente La Razón, que están Antena 3, Onda Cero y la Sexta”. Se suele decir que no se puede sorber y soplar a la vez. ¿O sí?

21 Abril 2017

La verdad por encima de todo

LA RAZÓN (Director: Francisco Marhuenda)

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En las últimas horas se ha escrito y se ha hablado con profusión sobre la denominada «Operación Lezo», que investiga la gestión del Canal de Isabel II en tiempos de Ignacio González, y en paralelo sobre la decisión del juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco de llamar a declarar al presidente de LA RAZÓN, Mauricio Casals, y el director del periódico, Francisco Marhuenda.

Durante toda la jornada del miércoles y de ayer mismo se incidió desde distintos medios en el silencio editorial que este diario ha guardado. Hoy, una vez cumplimentadas las comparecencias de nuestros directivos ante el magistrado, estamos en condiciones de hacer pública nuestra posición y, sobre todo, de explicarnos ante nuestros lectores, de transmitir, lisa y llanamente, la verdad. En primer lugar, decidimos no emitir juicio alguno en esos primeros momentos porque estaba pendiente el trámite testifical de Casals y Marhuenda en la Audiencia Nacional. Para nosotros, el respeto a los procedimientos judiciales ha sido siempre una máxima que, por supuesto, no pensamos vulnerar. Una vez sustanciadas las declaraciones, es hora de afirmar que desde este periódico, en palabras de su director, «nunca, nunca, nunca» se ha coaccionado o presionado a la presidenta de la Comunidad de Madrid.

Del mismo modo, «nunca, nunca, nunca» se ha inventado una información ni se ha hecho campaña alguna contra Cristina Cifuentes. «¿Quién se puede imaginar que desde un periódico se puede amenazar a alguien?». Estas palabras de Casals responden a una lógica concluyente para cualquier profesional, pero también para el lector. En este caso, como en otros, la hemeroteca es la mejor prueba de que esas acusaciones no tienen sostén alguno, pero también lo es el veredicto de nuestros seguidores e incluso la exigente auditoría diaria de los nobles competidores. Quienes han pretendido pescar en río revuelto y alentar una causa contra nuestro presidente y nuestro director han puesto de paso en cuestión la profesionalidad y la deontología del grupo de profesionales que hacemos a diario este periódico.

Los lectores deben saber, como también la opinión pública, que todo el equipo de LA RAZÓN realiza su labor de manera absolutamente ética, más allá de nuestros aciertos y nuestros errores, y que nuestro interés y ánimo sólo están guiados por poner a su disposición la mejor información y opinión posibles. Parte también de esa verdad a la que nos referíamos es la existencia de unas grabaciones con conversaciones mantenidas entre Casals, Marhuenda y Edmundo Rodríguez, consejero de la empresa editora de LA RAZÓN vinculado en su día a la gestión del Canal de Isabel II. Nuestro director explicó ayer que sólo trataba de «animar» a un amigo que «estaba muy desesperado» porque consideraba «injusta» su destitución en el Canal y estaba «obsesionado» con que se filtraran «cosas contra él» desde la Comunidad de Madrid. Una conversación de carácter informal, coloquial, entre dos amigos, a propósito de las preocupaciones y las inquietudes de uno de ellos. Como en cualquier orden de la vida, en una charla en la que el afecto está presente, se trataba de transmitir consideración y calor en un momento complicado. Son frases, en cualquier caso, entrelazadas y extraídas de un volumen mayor en minutos, realizadas en un contexto que es imposible captar y entender con esos mínimos extractos.

En todo caso, Marhuenda sí reconoció que utilizó alguna expresión malsonante y desafortunada por la que pidió las necesarias disculpas. Es pertinente detallar, porque otros no lo han hecho en sus juicios, que las comparecencias de Marhuenda y Casals no tienen relación alguna con el fondo de lo que se investiga en la operación Lezo, es decir, el presunto desvío de fondos en el Canal de Isabel II. También es la verdad que nuestras relaciones con el gobierno de la Comunidad de Madrid, presidido por Cristina Cifuentes, han estado presididas por el respeto y la cercanía. Hay innumerables testimonios de todo tipo de esa vinculación cordial. La propia Cristina Cifuentes, los consejeros madrileños y otros de sus más estrechos colaboradores han sido invitados asiduos de los actos organizados en nuestra casa. Es público y notorio y, si hay alguna duda lo manifestamos una vez más, que hemos apoyado las actuaciones y las políticas de Cristina Cifuentes que han coincidido con nuestros principios, que no han sido pocas, como también que no hemos tenido reparos en disentir con alguna de las decisiones que no hemos compartido, como su posición en el debate sobre las primarias en la vida interna del Partido Popular. Tampoco tenemos que demostrar nuestro desprecio rotundo a cualquier práctica corrupta. Cientos de portadas y de editoriales lo prueban. Hemos sido contundentes en el reproche moral, político y judicial de los corruptos, en la necesidad de investigar hasta el final cualquier conducta sospechosa de cualquier partido y en que se depuren las responsabilidades que hubiera lugar. Y ésa es también nuestra posición en el caso de las irregularidades del Canal. Como democracia no podemos permitirnos vacilar en el compromiso con la ética pública ni en la convicción de que estamos obligados a colaborar con la Justicia. Tampoco en el deber de respetar los procedimientos, la presunción de inocencia de todos los implicados, en renegar de los juicios paralelos y de las filtraciones e intoxicaciones interesadas que tanto dañan la credibilidad y la confianza en el sistema. Los partidos políticos tienen la gran responsabilidad de atender a esos principios y de repudiar la justicia sumaria y los linchamientos. La verdad no se escribe con renglones torcidos. Los nuestros son tan rectos como nuestros lectores quieren y esperan.

21 Abril 2017

Ranas y cocodrilos en el Tramabús

Ferrán Monegal

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Decía Javier Ruiz, conductor de Las mañanas de Cuatro, que el Tramabús de Podemos se ha quedado obsoleto. En efecto, nos sacó una imagen del vehículo y hemos visto que han tenido que pegar in extremis la egregia foto de Ignacio González, la penúltima rana de doña Espe, en el parabrisas delantero, porque el resto del autocar ya estaba lleno. ¡Ahh! No solo el Tramabús está a tope. Las matinées informativas de la tele están desbordadas con tanta rana saltando por juzgados y calabozos. «El PP ha transformado la Comunidad de Madrid en una letrina», decía Iñaki Gabilondo en esta agitada mañana y mediodía de Cuatro. Y también salió Juan Carlos Monedero advirtiendo: «La gente que vota hoy al PP está votando a Al Capone de los años 30». Esta matinée televisiva ha sido espléndida desde el punto de vista zoológico. Aquel represaliado exconcejal de Majadahonda, José Luis Peñas, que fue quien destapó de verdad la trama Gürtel, también fue entrevistado por Javier Ruiz. Dijo: «Estas ranas que van saliendo ahora no son más que unas pocas de las muchas que hay en la charca del PP». O sea, que hizo como los buenos zoólogos: no solo identificó a la bestezuela, sino que también analizó el hábitat en el que vive con sus congéneres. Es curioso, fijándose en la ciénaga, y tras ver cómo lloraba esa misma mañana Esperanza Aguirre delante de una nube de informadores, Peñas señaló: «Quizá sean lágrimas de cocodrilo, pero en todo caso llora por ella, porque ahora –y no quiero ser cruel– ella va a sufrir la realidad que no ha querido reconocer». O sea, que la fauna del charco es variopinta y frondosa. No solo hay ranas, también cocodrilos; y no me extrañaría que mañana por la mañana la tele nos descubra algún batracio de considerables dimensiones. La matinée informativa de Javier Ruiz en Cuatro ha sido pues una didáctica visita a lo último que ha aflorado del zoo de la corrupción. En Al rojo vivo (La Sexta) y en general en todo el imperio Atresmedia, su habitual tono muscular informativo ha tenido que hacer equilibrismo en esta ocasión. La detención de Edmundo Rodríguez Sobrino –consejero delegado de La Razón– y la cita ante los jueces de Mauricio Casals y Francisco Marhuenda –presidente y director, respectivamente, del citado periódico del grupo Atresmedia–, ha colocado sus informativos en aquella posición que solía hacer en el circo la gran Pinito del Oro: acrobacia sobre trapecio

23 Abril 2017

Oficio de Tinieblas

Pedro J. Ramírez

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Cualquiera que rebobine aquella patética irrupción en la tertulia de la COPE -enero de 2014- en la que Ignacio González entró en un bucle de catorce minutos para reprocharme la falta de pruebas que avalaran la «basura» de las informaciones sobre su ático, comprobará que, aun antes de ser apartado de la presidencia de la Comunidad, era ya un auténtico zombie. Cual condenado en el corredor de la muerte, ha pasado estos tres años instalado en la rutina de quien se levanta cada mañana con la ansiedad de saber si estará amaneciendo el día de la inyección letal. Y el genio compulsivo de su Lady Macbeth, con quien también mantuve por entonces un tenso y desagradable coloquio, no ha debido precisamente de ayudarle a conciliar el sueño.

Era la manía persecutoria de un hombre y su «circunstancia», a quienes la justicia tenía motivos más que sobrados para perseguir. Toda la saga-fuga del apartamento marbellí, del que ella se encaprichó tras visitarlo, para que luego lo adquiriera el testaferro profesional que se lo alquiló, antes de terminar comprándolo formalmente, cuando vieron el riesgo de perderlo, denota el nerviosismo chapucero de quien, al tratar de borrar pruebas, va dejando un rastro cada vez mayor.

Todos los demás indicios se acumulaban luego: una primera residencia muy por encima del sueldo y posibilidades de un político sin otro oficio ni beneficio; una red más que sospechosa de conexiones con el mundo de las constructoras y las empresas de seguridad; el control férreo y caprichoso de un instrumento de compra de voluntades mediáticas como el Canal de Isabel II; la descabellada expansión sudamericana de una empresa que teóricamente debería estar centrada en el suministro de agua limpia y barata a los madrileños; el episodio del espionaje en torno al trasiego de bolsas de plástico durante el viaje del propio González a Colombia; las denuncias con detalle y números, al parecer incompletos, de la cuenta suiza entregada a Rajoy… Si andaba como un pato, nadaba como un pato y hablaba como un pato, lo normal era que fuera un pato.

Veremos si al final ha caído por el saqueo del Canal, las comisiones del campo de golf, las del tren de Navalcarnero pagadas por López Madrid, la financiación ilegal del PP, el blanqueo en connivencia con su esposa y otros familiares o por una mezcla de todo ello, tal y como vienen diseccionando con precisión quirúrgica en EL ESPAÑOL Carlota Guindal, Dani Montero y Alex Requeijo. Pero la detención, puesta a disposición judicial y prisión incondicional, camino del banquillo, de Ignacio González era un itinerario tan predecible como los inexorables ciclos de la luna. Sólo faltaba saber el cuándo y si arrastraría -como finalmente ha ocurrido- al compi-yogui de la Reina, especialista en chapotear en todos los charcos.

Si andaba como un pato, nadaba como un pato y hablaba como un pato, lo normal era que fuera un pato

La corrupción del expresidente madrileño, como la de su enemigo y émulo Francisco Granados, responde al tópico del hombre sin más atributos que la ambición y la codicia, a quien la política catapulta hasta un escaparate de suculentas tentaciones. El verdadero misterio es cómo uno y otro pudieron mantener la confianza de alguien como Esperanza Aguirre, que no era como ellos y cuya trayectoria, en muchos aspectos brillante, queda empañada para siempre por esta asociación con forajidos.

¿Por qué desoyó Aguirre todas las advertencias, algunas difusas, otras bien concretas, de quienes repetimos hasta la saciedad que el Nacho de sus entretelas era, como decimos en La Rioja, un mangarrán de tomo y lomo? Probablemente por soberbia, frivolidad y sentido utilitario a partes iguales. González era el hijo de puta de Aguirre, como Haldeman fue «el hijo de puta de Nixon». Todo le estaba permitido con tal de que sirviera perrunamente a su mentora. Estremece pensar que lo de Blesa y Rato hubiera sido una broma, si Aguirre hubiera logrado su desquiciado propósito de encaramarle a la presidencia de Cajamadrid: en vez de tarjetas black, habría repartido directamente ganzúas y antifaces.

Hasta aquí podríamos decir que esta película ya nos la sabemos. Las recientes declaraciones judiciales de Bárcenas y Correa, o no digamos de Maciá Alavedra y Prenafeta, han servido para corroborar que en España el robo de altos vuelos no es sino una derivada de la política. En otras democracias hubieran bastado un par de casos de esta índole para desarrollar una anafilaxis colectiva frente a la corrupción que obligaría a abandonar el escenario a cualquiera remotamente asociado a ella. Aguirre no hubiera podido sobrevivir a la podredumbre de sus alfiles; pero tampoco Rajoy a la elocuencia de unos SMS que regurgitan ahora en la decisión del tribunal de citarle como testigo del trasiego de maletines con que se financiaban, desde el piso de abajo, las campañas que él dirigía desde el de arriba.

Si Aguirre hubiera logrado su desquiciado propósito de encaramarle a la presidencia de Caja Madrid: en vez de tarjetas black, habría repartido directamente ganzúas y antifaces
Pero en España la corrupción se salda no ya con la pena de telediario que, en definitiva, implica guardar unas formas, sino con la mucho más zafia pena de tertulia televisiva. O sea, lanzando a las fauces de los chacales de turno a todos los juguetes rotos que el núcleo duro del poder necesita ir sacrificando, en función de la marcha de las pesquisas judiciales o del nivel de sed de los diosecillos que disfrutan con estos linchamientos rituales.

De ahí que la gran novedad de la Operación Lezo no esté en su dimensión más obvia -la corrupción de otro político y sus compinches- sino en la infamante implicación, con el pleonasmo de la buena justicia poética, del principal muñidor de ese guiñol compensatorio que sirve de válvula de escape a la frustración del vulgo. Me refiero a Mauricio Casals, presidente de LA RAZÓN, consejero de Atresmedia y faro que guía, por delegación de la familia Lara, la línea editorial de ANTENA 3, LA SEXTA y ONDA CERO. O sea, la persona que decide quién sale y quién no sale en esos medios, incluido por supuesto el programa de Ferreras.

He ahí la clave de que punzantes investigadores se vuelvan romos ante esta parte de la red de corrupción y opinadores de gatillo tan rápido con los demás, parezcan tenerlo encasquillado cuando toca hablar de este trujimán. No vaya a ser que unos y otros se queden sin cortar el cupón de las tertulias y terminen vetados como EL ESPAÑOL, que en dos años de vida no ha sido invitado ni a un solo programa de ese grupo. Por algo será.

Aunque Podemos añada la efigie de este segundo González a su galería rodante de iconos de «la trama» corrupta o corruptora, ese autobús seguirá siendo un ‘bromabús’ mientras no incorpore también la de Mauricio Casals. Porque para «trama», esta en la que un «soldado» de Casals -el tal Edmundo Rodríguez- simultaneaba los puestos de alto directivo del Canal y consejero delegado de LA RAZÓN, facilitando así el vigorizante trasvase hídrico de un bolsillo al otro; y en la que la necesidad de proteger a «uno de los nuestros» llevó al gran capo a movilizar al director Marhuenda, bajo amenaza de destitución, para que «diera de leches» a Cristina Cifuentes con noticias verdaderas o “inventadas”, hasta que dejara de colaborar con la justicia; y, no contento con eso, le hizo transmitir la amenaza de que la presidenta de Madrid se las vería también con ANTENA 3, LA SEXTA y ONDA CERO.

Teniendo en cuenta que el dinero del Canal es público y las lucrativas concesiones de esos medios audiovisuales también, ahí tiene Pablo Iglesias la cadena de montaje completa de cómo se manipula el interés general en beneficio propio, con un saldo favorable de más de 120 millones anuales. Si los líderes de Podemos no han puesto ni pondrán el énfasis en ese aspecto de la investigación judicial es porque ellos son los grandes favorecidos en un teatro de marionetas que, para legitimar al PP como refugio de sensatez, les encumbra cada día a la condición de alternativa, o más bien de espantajo, en detrimento del PSOE y Ciudadanos.

Si los líderes de Podemos no han puesto ni pondrán el énfasis en ese aspecto de la investigación judicial es porque ellos son los grandes favorecidos

Casals mantiene en definitiva un circo con tres pistas: en la de ANTENA 3 da satisfacción y respetabilidad a la España conservadora, en la de LA SEXTA otorga proyección a quienes aspiran a destruirla y en la de LA RAZÓN pasa la factura por no permitir que esto suceda, aplicando técnicas similares a las del presidente de Ausbanc y sus secuaces.

Hay una única gran diferencia entre el recorrido de Pineda y el de Casals: el nivel de protección obtenido tanto en el ámbito político como en el judicial por este confidente de Rajoy, inmortalizado por Alberto Lardíes como El hombre que susurraba a las vicepresidentas. Sólo faltaba la expresión «amiga de la casa», empleada por Casals para explicar a González cómo una magistrada de la Audiencia Nacional les dio el soplo en noviembre de que tenían los teléfonos pinchados, para que todo adquiera los contornos de la peor mafia siciliana.

Algo que ya percibimos cuando Casals apareció como intermediario entre la jefa de gabinete de Soraya y Bárcenas para manipular un informe policial en favor del tesorero y cuando este le visitó «una docena de veces», según reconoció Marhuenda, para tratar del asunto en la sede del periódico, transformada en lonja de todos los ludibrios.

Son estas maniobras orquestales en la oscuridad las que han merecido a Casals el sobrenombre de Príncipe de las Tinieblas, sin que nadie haya reparado hasta ahora en que, a mayor abundamiento, nada describe mejor la actividad de este individuo, encaramado al altar del duopolio, como la propia liturgia del Oficio de Tinieblas, en el que el celebrante va encendiendo y apagando las velas del candelabro de quince brazos o tenebrario, hasta dejar solo una viva.

Estas maniobras orquestales en la oscuridad las que han merecido a Casals el sobrenombre de Príncipe de las Tinieblas

Cristina Cifuentes tuvo el jueves en sus manos la oportunidad de contribuir decisivamente a la regeneración de este país. Si hubiera ratificado ante el juez su versión de los hechos, reiterada en privado, la fiscalía habría pedido -y obtenido- medidas cautelares fulminantes contra los coaccionadores. Pero su propensión a nadar entre dos aguas, o tal vez una indicación desde lo alto, le aconsejaron ponerse de perfil, vaciando así de parte de su contenido penal las éticamente inapelables grabaciones de la UCO.

No se lamente pues la presidenta madrileña si, más pronto que tarde, siente una mañana el mismo soplo helado en la nuca que apagó cirios tan altos como los de la incombustible Rita Barberá, el engreído José Manuel Soria o su ingenuo homólogo murciano. Porque el único margen de duda que alberga este Oficio de Tinieblas es si esa última vela que iluminará el templo electoral desde el tenebrario candente volverá a salir con barba, como San Antón, o sin ella, como la Purísima Concepción de Santa María.

23 Abril 2017

El agua, Foster Wallace, Marhuenda y la Virgen de los Desamparados

Juan Cruz

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Había que ver cómo nadaba en ‘LA SEXTA Noche’ Francisco Marhuenda. En su elemento. Él lo dijo. Es su cadena. Como ONDA CERO, como LA RAZÓN, su periódico, ¿como el PP? Como el PP. Trabajó con Rajoy, anoche también lo dijo. Da clases, está también en otras tertulias. Es un pez en salsas favorables. Un hombre para todas las estaciones, y es, también, la Virgen de los Desamparados.

Un pez en el agua. Decía Foster Wallace en un texto famosísimo: “Había una vez dos peces jóvenes que iban nadando y se encontraron por casualidad con un pez más viejo que nadaba en dirección contraria; el pez más viejo los saludó con la cabeza y les dijo: ´Buenos días, chicos. ¿Cómo está el agua?` Los dos peces jóvenes siguieron nadando un trecho; por fin uno de ellos miró al otro y le dijo: ´¿Qué demonios es el agua?”

Está tan acostumbrado a burlarse de la realidad que cree que el agua es suya; sus respuestas a Hilario Pino, a Nativel Preciado y al conductor del programa, Iñaki López, quisieron ser de mesa camilla. ¿Qué me dicen, si el agua es mía? El PP, Cristina Cifuentes, Ignacio González, su jefe Mauricio Casals… En ese enjuague él es un buen soldado, como la Virgen de los Desamparados. Llevaba un mamotreto, el que le dio al juez, para que viera que en su periódico la buena amiga de años Cristina Cifuentes había sido una reina. Apabulla Marhuenda con su papel. ¿Y las llamadas telefónicas? Ah, eran para alentar a un amigo desamparado. ¿Y el dinero que le pagaba a Ignacio González como columnista? Ah, también lo encontró desamparado. “No tenía dinero”. Vaya por Dios… y por la Virgen.

Nadaba en el agua del PP: nunca le haría daño a esos amigos. Él abraza a los que caen en desgracia: Tomás Gómez, Ignacio González. Hay que estar a bien con todos, le enseñó Ansón. ¿Y qué talento de columnista tiene Ignacio González? Eso no importa: Marhuenda no dirige un periódico, hace beneficencia. Entonces, dígannos, Marhuenda, le dijo Nativel, a la que el conductor del programa le permitió que se prolongara sólo veinte segundos (“veinte segundos”, que Iñaki tenía una entrevista imprescindible con Jesús Cintora)… Dígannos, Marhuenda, ¿por qué siendo padre de dos hijas es tan duro con una colaboradora de Cifuentes a la que llama zorra y aún peor?

Ah, Marhuenda lo llevaba ensayado, como todo. Como esa frase que ha ensayado ante el espejo con espuma de cinismo: en las redacciones se habla así, “¡dale un baja a ese cabrón!” A qué redacciones irá este hombre, se preguntarán los estudiantes de periodismo.

Estaba en el agua de su cadena, toda la semana él y Casals han estado en el agua de su cadena; la vida, en general, le parece al profesor, al jurista, al historiador Paco, agua en la que puede sobrenadar sin mojarse. Bromeó, more Marhuenda, con su carácter de imputado. “¡Como la Pantoja, jajaja!” Se ríe de su sombra porque él se cree sombra, no se siente parte del agua que baja turbia. Nada, y le dejan nadar. Él no sabe contra qué agua va su corriente ni de qué lado está, en su caso, la Virgen de los Desamparados.

24 Abril 2017

La “zorra” de Marhuenda y las toallas de Ignacio González, esos grandes malentendidos

Berna González Harbour

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Con un poco de buena voluntad por nuestra parte seguro que, en cuanto nos lo expliquen bien, lo entenderemos

Es bien sabido que si uno viaja a un lugar playero como Cartagena de Indias necesita un montón de toallas que suele llevar en pesadas bolsas de plástico de acá para allá, y que cualquier parecido con un botín de dinero negro es mera coincidencia. Nos pasa a todos. El entonces vicepresidente de Madrid Ignacio González fue grabado en 2008 en compañía de Edmundo Rodríguez Sobrino, hoy consejero de la empresa editora de LA RAZÓN y entonces hombre de confianza en Canal de Isabel II. Hablaban de paraísos fiscales pero eso es lo de menos.

Todo ello es bien sabido, como también que cuando un hombre alude a una mujer como “esa zorra” en realidad no quiere decir lo que estáis pensando, por Dios, qué mal pensados. Francisco Marhuenda, director de LA RAZÓN, llamaba así a Marisa González, la jefa de Gabinete de Cristina Cifuentes, en una conversación con su presidente, Mauricio Casals, en la que se jactaban de presionar a la presidenta de Madrid para que frenara la investigación. Por cierto que esta grabación es judicial y no de espías.

El hombre que nos da tantas lecciones desde las televisiones nos dice que, en fin, “hablando por teléfono hay palabras que se pueden entender mal”. Palabra de Marhuenda tras declarar como imputado por coacciones ante el juez Velasco. Su presidente, Casals, nos lo explica con claridad: “Eran formas de hablar. Quién se puede imaginar que desde un diario se puede presionar”. ¿Aclarado, pues? Es obvio, las conversaciones grabadas a la cúpula de LA RAZÓN, como las toallas de González, son solo algunos de los grandes malentendidos de nuestro tiempo. Con un poco de buena voluntad por nuestra parte seguro que, en cuanto nos lo expliquen bien, también podemos entender las lágrimas de Esperanza Aguirre y su gran talla como conocida cazatalentos de nuestra era, las conversaciones de Ignacio González y Zaplana sobre la conveniencia del nombramiento del fiscal Moix al frente de Anticorrupción, e incluso el soplo a esta pandilla tan sensata de que estaban siendo investigados. Nos puede pasar a cualquiera.

Aclarados ya estos puntos, vayamos a otros que aún no hemos podido esclarecer, ni con buena ni con mala voluntad: Por qué desde que se ha renovado la cúpula fiscal acumulamos estos episodios de difícil comprensión: el fiscal Anticorrupción quiso impedir algunas diligencias de esta Operación Lezo; el fiscal general quiso frenar que la causa contra Pedro Antonio Sánchez relacionada con la trama Púnica fuera a parar al Tribunal Superior de Justicia de Murcia, como proponían las fiscales y así lo consideró finalmente el juez; y el mismo fiscal Anticorrupción ha querido rebajar la consideración del asunto Lezo eludiendo las palabras “organización criminal”. Etcétera.

Que esto suceda en la cúpula fiscal es más difícil de entender que lo de las toallas y la zorra de Marhuenda. Que el Gobierno y la oposición permitan que ocurra escapa a cualquier capacidad de comprensión. Pero que no decaiga el ánimo: nos queda la perplejidad y esa nadie nos la va a quitar.

26 Abril 2017

Siempre hemos dicho la verdad

LA RAZÓN (Director: Francisco Marhuenda)

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El magistrado-juez del Juzgado Central de Instrucción número 6, Eloy Velasco, ha dictado la desinvestigación, sobreseimiento provisional y archivo de las diligencias previas que había incoado respecto al presidente de LA RAZÓN, Mauricio Casals, y el director del periódico, Francisco Marhuenda. El juez explica en su auto de desimputación que, una vez practicadas las diligencias esenciales de investigación, ninguno de los supuestos indicios recogidos en el trámite avalan las sospechas que dieron lugar al procedimiento. Se ha cumplido, pues, un acto de justicia y se ha hecho dentro de unos tiempos razonables. Podríamos argüir que hubiera sido mejor que «esas diligencias esenciales de investigación» se hubieran llevado a cabo previamente a la imputación de unos delitos que son de una enorme gravedad para quienes se dedican al Periodismo –hubiera sido suficiente con preguntar a los supuestos perjudicados– pero nada tenemos que reprochar a la actuación del magistrado ni de la Fiscalía por cuanto han cumplido exactamente con las previsiones de nuestro ordenamiento jurídico, que estableció la figura del imputado –ahora «investigado»– como una garantía de defensa añadida a la propia presunción de inocencia que ampara a todos y cada uno de los ciudadanos. Por supuesto, ni Mauricio Casals ni Francisco Marhuenda habían cometido delito alguno, pero sin las previsiones de la Ley de Enjuiciamiento Criminal respecto a la figura del «investigado» y su exquisita aplicación por parte del juez Velasco, la confluencia de la verdad de los hechos con la verdad judicial se habría demorado, incrementando notablemente los perjuicios sufridos.

Y si hablamos de perjuicios sufridos es porque sería absurdo negar lo evidente. Como hemos apuntado antes, la naturaleza de la acusación, rápidamente aventada por algunos medios de comunicación y las redes sociales, –en algunos casos, con deformaciones en el relato que revelan espurias intenciones, cuando no, pura maledicencia y afán de difamación– es de los peores reproches que se pueden hacer a unos profesionales que han hecho de la búsqueda de la verdad y de la opinión informada su razón de ser.

Por ello, el restablecimiento de la verdad debía producirse de una manera clara, diáfana y sin reservas como así ha sido. Todos los extremos planteados en su momento por Mauricio Casals y por Francisco Marhuenda han sido recogidos por el juez en un auto de desimputación que, intencionadamente a nuestro leal entender, se extiende en sus razonamientos jurídicos y relata pormenorizamente las circunstancias actuantes para no dejar espacio alguno a la duda. Primero, confirma el juez Velasco que ni la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, ni su jefa de Comunicación, Marisa González, se sintieron coaccionadas en momento alguno –además de que no lo hubieran tolerado– por parte de los entonces imputados, para, a continuación, aceptar como válidas y verosímiles las alegaciones de Casals y de Marhuenda, apoyadas por las correspondientes evidencias documentales respecto al contenido de las conversaciones intervenidas a Edmundo Rodríguez, uno de los principales acusados en la operación «Lezo» y con quien nuestros directivos mantenían una antigua amistad.

En este sentido, no elude el magistrado los problemas de interpretación de las interceptaciones telefónicas, al reconocer en el auto que las conversaciones así grabadas, una vez contextualizadas, no tienen otra lectura que la que dieron nuestros directivos, la de un apoyo emocional a un amigo en unos momentos de tribulación. En definitiva, lo que era la pura y simple verdad: frases entrelazadas y extraídas de un volumen mayor en minutos, en un contexto que es imposible captar y entender en su verdadera intención con esos mínimos extractos.

De todo este asunto es preciso destacar una primera consecuencia, más señalada si cabe en la actual situación de la vida judicial española: que una justicia que funcione con razonable celeridad es la mejor garantía para todos los ciudadanos. Procedimientos de instrucción que se eternizan, dando pábulo a juicios paralelos y a todo tipo de filtraciones interesadas, dañan la credibilidad del sistema y pueden causar daños de difícil reparación a las personas implicadas, sobre todo en el mundo actual de las nuevas tecnologías de la comunicación, donde los linchamientos políticos toman carta de naturaleza. Pero, también, es preciso recalcar que el respeto a la Justicia, a los jueces y magistrados y a sus procedimientos, que siempre han guiado el proceder de nuestro periódico, no puede ser opcional, como así lo han demostrado, de manera impecable, Mauricio Casals y Francisco Marhuenda. Confianza en la Justicia y respeto a la verdad por encima de todo.

23 Abril 2017

Soraya, Casals y el mar de fondo del Gobierno

Curri Valenzuela

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En el Ejecutivo son conscientes de que los cambios llevados a cabo por Rafael Catalá en la Fiscalía General del Estado y la de la Fiscalía Anticorrupción han creado malestar entre los fiscales

ar de fondo en el Gobierno a cuenta de los rumores que aseguran que uno de sus miembros avisó a Ignacio González de que sus teléfonos estaban intervenidos, las acusaciones de que el ministro de Justicia trató de frenar las investigaciones de los fiscales del caso y la proximidad de Soraya Sáenz de Santamaría con Mauricio Casals, el presidente de LA RAZÓN imputado por coaccionar a la presidenta madrileña para que no pusiera en la picota al consejero de ese periódico.

Es público y notorio que Casals ejerce de asesor áulico de toda confianza de la vicepresidenta del Gobierno, así que las grabaciones de las que dispone el juez Eloy Velasco en las que él y el director del diario, Paco Marhuenda, hablan de amenazas a Cristina Cifuentes para que cesara en su investigación de las irregularidades que había detectado en el Canal de Isabel II hacen pensar que Sáenz de Santamaría pudo conocer de antemano lo que la Audiencia Nacional estaba investigando. En el Gobierno se comenta que, además de presionar a la presidenta madrileña, Casals trató de influir en otro ministro para que interviniera preventivamente en este asunto. No lo consiguió.

Casals y Marhuenda han declarado que sus conversaciones reflejaban la preocupación por el futuro de su jefe y amigo Edmundo Rodríguez, consejero de «La Razón» y responsable de las operaciones del Canal en Iberoamérica, encarcelado sin fianza por haber participado, supuestamente, en el desfalco llevado a cabo por González de sus empresas al otro lado del Atlántico.

Las acusaciones de los partidos de la oposición de que el ministro de Justicia trató de frenar el ímpetu de la Fiscalía Anticorrupción para perseguir a González preocupan en el Gobierno por la forma, o la imagen que se está creando en la opinión pública; no por el fondo, ya que se reconoce que las diferencias entre los fiscales del caso y su jefe fueron menores y no afectaban al meollo de la investigación. En el Ejecutivo son conscientes de que los cambios llevados a cabo por Rafael Catalá en la Fiscalía General del Estado y la de la Fiscalía Anticorrupción han creado malestar entre los fiscales que se han sentido relevados de sus anteriores funciones, a los que se culpa de las filtraciones del sumario del caso Lezo y se señala que el ministro está situado entre dos fuegos: el de quienes están en contra de que se haya cesado a responsables que llevaban en el cargo desde el anterior gobierno socialista y el de quienes acusan a Catalá de no controlar de manera férrea a los nuevos.

En La Moncloa y en el PP se quejan de las informaciones poco contrastadas, según ellos, tanto sobre la actuación de la cúpula fiscal como sobre las consecuencias políticas de la detención de Ignacio González. En concreto aseguran que no es cierto que se esté presionando a Esperanza Aguirre para que dimita como portavoz de los populares en el ayuntamiento de Madrid. Hacerlo, reconocen, sería abrir la puerta a que se solicite la dimisión de Mariano Rajoy por los casos Gürtel o Bárcenas. De hecho, el PP estudia la posibilidad de recurrir la decisión de la Sala de la Audiencia Nacional que solicitó la semana pasada que Mariano Rajoy declare como testigo en el juicio del caso Gürtel. La decisión se tomará después de que mañana lunes la Sala haga público el auto motivado pidiendo esa comparecencia, que constará con el voto particular en contra de su presidente, Ángel Hurtado.

27 Abril 2017

Un recuadrín

Alfonso Ussía

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Me preocupó mucho, anímica y profesionalmente, leer en diferentes medios, bajo grandes titulares, las crónicas que informaban de la perversidad del Presidente y Director de mi periódico. La competencia disfrutó, dedicó generosos espacios a la imputación de Mauricio Casals y Francisco Marhuenda, y algunos ilustres columnistas de los medios emocionados se ensañaron con los dos presumibles y peligrosos delincuentes. En la competencia directa, la artillería de la sección de Opinión disparó sin cesar sus proyectiles, y hasta el analista experto en la Monarquía búlgara abandonó su campo favorito para explayarse a gusto contra los malvados coaccionadores de Cristina Cifuentes. Una tragedia.

La preocupación dio paso a la extrañeza. Conocí y traté a Casals y Marhuenda en ABC, y ninguno me coaccionó en aquellos felices tiempos juveniles. Posteriormente, cuando fui coaccionado en ABC por su Director de entonces, José Antonio Zarzalejos, y decidí con gran dolor buscar un medio que no censurara mis colaboraciones, volé hasta LA RAZÓN, que es vuelo corto y breve por la cercanía física de ambos medios. El Director Zarzalejos, con quien siempre he tenido, antes y después de nuestras desavenencias, una relación cordial y medida, no fue el máximo responsable de la censura. El Grupo Correo, poderoso y magnífico –que no magnánimo–, tenía entre sus consejeros y altos directivos dos modelos de vascos. Los lejanos al nacionalismo –los Ibarra y Santiago Bergareche–, y los cercanos al PNV, con su comisario Mijangos. Pero en aquel momento los cercanos tenían más peso que los lejanos. Y estaban los intermedios, como Victor Urrutia, siempre cauteloso y de complicada interpretación por sus ruborizados silencios.

Se trató de una broma. La Consejería de Agricultura del Gobierno vasco, concedió rango oficial a especies animales con singularidades euskaldunas. La gallina vasca –Goli Gorri–, la abeja vasca, la oca vasca, el caballo vasco y finalmente, el cerdo vasco. Y yo me ocupé de todos ellos, y con el cerdo vasco escribí un artículo titulado «Y ahora, el cerdo». Según la Consejería de Agricultura, la característica que distinguía al cerdo vasco del resto de los gorrinos era la separación de sus costillas, lo que concedía al porcino euskaldún una capacidad pulmonar mayor que la de otras razas de puercos. Escribí que esa capacidad pulmonar era muy favorable para el buceo pero no para los jamones. Se consideró improcedente mi artículo y con tristeza me fui.

En LA RAZÓN no he sido coaccionado jamás. Me rebelé cuando Planeta compró La Sexta. Firmé artículos muy ásperos contra los responsables de la incoherencia empresarial. Repliqué con dureza a mi presidente, Mauricio Casals, y a Marhuenda le he soltado más de un soplamocos. En catorce años he sido plenamente libre y soberano en el espacio que me asignaron. De ahí mi extrañeza por la imputación de Casals y Marhuenda. Lo explica muy bien Arcadi Espada en «El Mundo». «El auto que “desinvestiga” a Marhuenda y al empresario Casals es un ejemplo de la peor doctrina instructora; la de los jueces que primero disparan y luego preguntan. Si bastó oir a esos dos, y a su “coaccionada” Cifuentes, para librarlos de la imputación, lo razonable habría sido primero oir,y luego decidir si imputar».

Ya desimputados, esperaba que la misma generosidad de espacio se empleara en los medios emocionados para anunciar que Casals y Marhuenda, después de oídos por el señor juez uno, el otro y la señora Cifuentes, habían dejado de ser «investigados». Pero no. Dedicaron a la desimputación de Casals y Marhuenda un recuadrín, y con un texto ajeno a emociones. Y no me gusta. Las buenas noticias merecen mayor espacio que las malas.

Y entiendo la competencia, pero no hasta esos extremos.