Enfrentamiento entre el director de ABC, Bieito Rubido, y Gonzo, de Atresmedia, por la publicidad de Guinea Ecuatorial

A Bieito Rubido, director de ABC y con vocación de permanencia en esa monárquica casa, le tocaron los bemoles cuando el pasado lunes los chicos deLa Sexta -Wyoming, para ser exactos- le persiguieron por los púdicos salones del Casino cuando se aprestaba a escuchar la lección política de la secretaria general dentro de las llamadas que hace el rotativo sobre la actualidad y la coyuntura política/económica.

Pretendía el intrépido reportero del susodicho Wyoming que Rubido le firmara un suplemento publicitario sobre la Guinea Ecuatorial del dictador presidenteObiang Nguema mientras le inundaba de chacota y descojono.

Es el gallego persona calma y de tensión baja, pero ante la insistencia del reporteril muchacho le salió la mala leche que atesoran los hijos del noroeste ventoso. Se acordó Bieito de toda la retahíla de millonetis que habitan en La Sexta con nombres y apellidos. Desde García Ferreras a Juan Abelló pasando por Roures y aterrizando en Contreras. No citó a uno de los capos de Atresmedia porque no le vino a la mente en ese momento, pero en él piensa con mucha frecuencia. Podría haber citado a más pero la carrera por la calle Alcalá tenía su fin.

He escrito en alguna ocasión que esto del duopolio televisivo tiene su aquel y que alguna vez habrá que escribir la historia del mismo con nombres, apellidos, intereses y señales. Porque aquel homicidio de RTVE tiene nombre de mujer y sus beneficiarios reales no son más de media docena; todos ellos, sin duda, tienen ya la luz y el agua pagadas de por vida.

El director de ABC, en la caminata reporteril, habló de la línea editorial de la cadena (“la respeto mucho”, dijo textualmente) pero yo sé que hizo una restricción mental. Bieito fue un felipista convicto y confeso pero no pudo ni puede soportar la levedad zapateril. Y, mire usted por donde, los millonarios citados son todos deudos y deudos todos, de una forma u otra, del gran, inabarcable, cósmico Zapatero.

¡La leche!