23 noviembre 2007

Hugo Chávez calificó de 'fascista' y 'serpiente' al ex presidente José María Aznar, el Rey español le mandó callar y Zapatero le exigió respeto

Enfrentamiento entre los mandatarios de Venezuela y España en la Cumbre Iberoamericana: «¿Por qué no te callas?»

Hechos

  • El 10.11.2007, en la XVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado, ocurrida en Santiago de Chile, se produjo un intercambio de palabras entre el Presidente de Venezuela, comandante Hugo Chávez y los representantes de España, el Presidente del Gobierno, D. José Luis Rodríguez Zapatero y el Jefe de Estado, Rey Juan Carlos I.

Lecturas

LOS MEDIOS ANTI-CHAVISTAS DE TODO EL MUNDO APLAUDEN AL REY Y A ZAPATERO:

bayly_rey El presentador D. Jaime Bayly del programa ‘Bayly’ de MEGATV (Miami) declaró que a partir de ese momento se declaraba súbdito del Rey español y admirador del Sr. Rodríguez Zapatero, por haber puesto en su sitio al mandatario venezolano quien, según recordó el Sr. Bayly, había sido un militar golpista en el pasado.

LOS MEDIOS CHAVISTAS CARGAN CONTRA EL REY Y ZAPATERO:

mario_silva_juan_carlos El presentador D. Mario Silva del programa ‘La Hojilla’ de Venezolana de Televisión (VTV, el canal 8), arremetió contra el Rey español recordándole que había colaborado con un dictador fascista como fue el general Franco y contra el presidente Rodríguez Zapatero al que le negó su condición de socialista: «¿Cómo pueda llamarse socialista teniendo a un Rey millonario?»

EN ESPAÑA

TERTULIANOS DE ’59 SEGUNDOS’ (GLOBOMEDIA) DE TVE PIDEN AL GOBIERNO QUE ROMPA CON VENEZUELA

ADRIANSENS CRITICA AL REY EN ‘360 GRADOS’ DE ANTENA 3 TV 

11 Noviembre 2007

Cumbre borrascosa

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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La Cumbre Iberoamericana de Santiago comenzó con esperanzas después de varios años durante los que arreció la crítica a estas citas. Una de las razones que explican las expectativas fue la elección del tema principal de la agenda, la cohesión social, un asunto que permite trazar con precisión la frontera entre las políticas populistas y los modelos socialdemócratas que están enfrentándose en el continente. Por este motivo, no son de extrañar los desplantes y provocaciones que han protagonizado varios de los dirigentes, con Hugo Chávez al frente. Su estrategia de estos años ha consistido en presentarse como los únicos gobernantes preocupados por la desigualdad y la exclusión, y los resultados alcanzados durante esta cumbre han supuesto para ellos un categórico desmentido. Sería un grave error minusvalorar estos resultados frente a los histrionismos que han salpicado los dos días de reunión.

Pero la cumbre no sólo ha puesto en evidencia la pugna entre dos modelos políticos en América Latina. Ha mostrado, además, las dificultades a las que se enfrenta cualquier política exterior cuando el grado de ruptura entre las principales fuerzas llega a los extremos que se han alcanzado en España. Rodríguez Zapatero salió en defensa del ex presidente del Gobierno José María Aznar ante los extemporáneos e inaceptables ataques de Chávez. Cumplió con su deber con la corrección y contundencia que exigía el foro de Santiago, algo que el propio Aznar reconoció y agradeció anoche al Rey y a Zapatero. También don Juan Carlos estuvo en su papel, puesto que el presidente venezolano cruzó con sus descalificaciones la línea de lo tolerable en una relación entre países soberanos. La reflexión no estaría completa si no se subrayase que el contenido de las declaraciones en las que se ha instalado Aznar desde su salida de la presidencia del Gobierno no ha estado a la altura de las responsabilidades que cabría suponerle, contribuyendo a deteriorar la convivencia interna y creando graves e innecesarias dificultades para España en el plano internacional.

La Monarquía está adquiriendo en los últimos tiempos, y por razones diversas, un protagonismo que no facilita la imprescindible labor de moderación que tiene asignada en el sistema constitucional, y que a la vista del grado de crispación que ha alcanzado la vida política en España es más necesaria que nunca. A los partidos les corresponde la mayor responsabilidad para facilitar el regreso del sosiego a las instituciones, incluida la jefatura del Estado. La proximidad de las elecciones exige en determinados ámbitos mayores dosis de sentido institucional y no de confrontación. Es una ensoñación creer que los resultados de marzo serán capaces de reparar por sí solos el insensato deterioro que se está produciendo en los órganos decisivos para el funcionamiento del Estado. La figura del Rey no debería estar por más tiempo en el primer plano político.

11 Noviembre 2007

El Rey en su sitio

Ignacio Camacho

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Y momentos de la vida española en los que, cuando todos se ausentan, cuando nadie está en su sitio, cuando lo que debería funcionar no funciona, aparece el Rey. Con su autoridad moral y su jerarquía histórica manda, templa y para. Para un cuartelazo de unos militares sonacas, templa el desconsuelo de las víctimas del terrorismo o el diapasón crispado de una política fratricida, y manda callar a un gorila botarate que está insultando a un expresidente de España. Cuando el Gobierno se pierde o se achica en un mundo que su inepcia vuelve cada vez más ancho y ajeno, allí está el Rey. Cuando se necesita una mediación silenciosa o un arbitraje discreto que acolche un conflicto institucional, allí está el Rey. Cuando urge una gestión para que se ponga al teléfono alguien que no se lo descuelga a Zapatero, allí está el Rey. Cuando el Estado necesita una figura de prestigio que le otorgue la solvencia perdida en una política de vuelo pequeño y triste, allí surge el Rey como «ultima ratio» para sostener el respeto, el honor y la autoestima de una nación zarandeada.
Pero por más orgullo que esto produzca, por más serenidad que el quite real aporte a una mermada acción de Estado, por más ascendiente que la Corona se gane entre una ciudadanía que la valora muy por encima de la clase dirigente, las cosas no deberían ser así. La defensa de los intereses de España corresponde al Gobierno de España. La protección de la dignidad de los españoles es una responsabilidad del Gobierno que los españoles hemos elegido. Y si un golpista bananero insulta a una personalidad española, o si un grupito de dictadorzuelos mal reciclados descargan su matonismo chantajista sobre los intereses de las empresas españolas en América, o si un racimo de demagogos populistas se ciscan en el nombre de España para granjearse las simpatías de una chusma exaltada, el que tiene que poner pie en pared es el Gobierno de España. El que tiene que mandarlos callar es el presidente del Gobierno de España, al que se le llena la boca hablando del Gobierno de España, pero que se pone estupendo con el talante y las buenas maneras y los rodeos balbucientes de tolerancia, diálogo y buen rollito cuando se trata de defender al anterior presidente del Gobierno de España.
Y claro, pues queda el Rey. Para levantar el dedo y decir «tú te callas». Para irse de una mesa en la que un puñado de fantoches con guerrera, a los que nuestra diplomacia acostumbra a tratar con una humillante deferencia, ofende la honorabilidad de una nación democrática, de sus empresarios y de sus dirigentes públicos. Para erigirse en referencia de respeto. Para poner al país, con un par, en el sitio en el que no lo sabe situar su Gobierno.
Y ahora que vengan los tiquismiquis ventajistas o los fanáticos victimistas a sugerir que no pinta nada, a prenderle fuego a su retrato o a protestar de que no lo hemos elegido. Que sí lo elegimos: fue refrendado en la Constitución vigente. Ése no es el problema. El problema consiste en que a los que de verdad hemos votado para representarnos no saben estar a la altura que les corresponde.

11 Noviembre 2007

Una lección para Aznar

Ignacio Escolar

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Un ejercicio de política-ficción fácil de resolver: ¿qué habría pasado si hubiese sido Aznar el que estuviese en el lugar de Zapatero en Santiago de Chile? ¿Habría dado la cara el presidente de honor del PP, ese patriota, por el presidente de su país? Me cuesta imaginármelo. En los últimos tres años y medio, el hombre que nos quiso sacar del rincón de la historia se ha convertido en una especie de anti-embajador de España, que usa todos los contactos y amistades que mantiene tras su paso por La Moncloa para complicar lo más posible las relaciones diplomáticas españolas. Aznar ha aprovechado cada cita internacional, cada micrófono, cada entrevista, para cargar contra el Gobierno de su país, contra su política exterior, contra sus propios ciudadanos a los que tacha de cobardes, a los que riñe porque no votaron como su heredero al que él había señalado con su dedo.

Dice Zapatero que el Gobierno de España “siempre ha respetado, respeta y respetará a todos los gobernantes elegidos democráticamente”. Discrepo. Ese “ha respetado” se referirá sólo a los últimos tres años y medio. Hugo Chávez tenía algo de razón cuando criticaba el papel que jugó el Gobierno de Aznar durante el golpe de estado de 2002 en Venezuela, aunque no fuese ni el día ni el interlocutor ni el lugar oportuno para ese debate.