19 septiembre 1995

El ascenso queda ensombrecido por las Informaciones periodísticas que han vinculado al Guardia Civil con los GAL

Enrique Rodríguez Galindo es ascendido a General por el Gobierno socialista en honor a sus méritos en la lucha antiterrorista

Hechos

El Coronel D. Enrique Rodríguez Galindo fue ascendido a General el 12 de septiembre de 1995 por el ministro de Interior y Justicia D. Juan Alberto Belloch (PSOE). Al acto asistió D. Fernando Múgica, amigo personal del militar.

Lecturas

POLÍTICOS DEL PSOE ASISTENTES AL ACTO

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Junto al ministro D. Juan Alberto Belloch, que le impuso el fajín de General, estuvieron presentes algunos destacados políticos del PSOE como los ex ministros de Interior D. José Barrionuevo y D. José Luis Corcuera, así como dirigentes del socialismo vasco (PSE-PSOE) como D. Fernando Múgica, que fuera presidente del PSE-PSOE en Guipuzcoa o D. José Ramón Goñi Tirapu, que fuera gobernador civil de Guipuzcoa. También el abogado D. José Argote, el ex director de la Guardia Civil Sr. Sáenz de Santamaría y una representante del PP, Dña. Carmen Busca, que fuera compañera del grupo municipal del asesinado D. Gregorio Ordoñez.

JUAN MARÍA JÁUREGUI AUSENTE

El gran ausente fue el actual Gobernador Civil de Guipuzcoa D. Juan María Jáuregui, que no asistió. Dña. Carmen Busca consideró que la ausencia del Sr. Jáuregui, como la otros políticos (como por ejemplo el Sr. Mayor Oreja de su partido) se debía a que estos «no querían salir en la foto con Rodríguez Galindo», ante las informaciones periodísticas que aseguran que este está implicado en la guerra sucia contra ETA: los GAL.

19 Septiembre 1995

Rodríguez Galindo, General

ABC (Director: Luis María Anson)

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Enrique Rodríguez Galindo recibió ayer el fajín de general de manos del Ministro de Justicia e Interior, Juan Alberto Belloch a quien acompañaba el titular de Defensa, Gustavo Suárez Pertierra. Era el noble recuerdo del Gobierno a quince  años de implacable lucha contra ETA; un reconocimiento que se ha querido enturbiar desde ambiguos intereses políticos. “En ocasiones – subrayó el ministro Belloch – no sólo se ha pretendido evitar el ascenso del general, sino algo más serio e importante: cuestionar globalmente la presencia o actuación de la Guardia Civil en el País Vasco”. Un cuerpo policial de la seguridad del Estado que, como ayer hacía pública una encuesta del CIS, es el de mayor prestigio social en España. Mucho de este prestigio tiene que ver con los éxitos en materia antiterrorista que cosechó el hoy ya general Rodríguez Galindo. De ahí que la satisfacción y el orgullo por la labor realizada deban prevalecer sobre la amargura por las campañas calumniosas alentadas por el entorno de ETA.

19 Septiembre 1995

¿«Todo por la Patria»? ¿Todo?

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Fue indudablemente un acto extraño. Semi-clandestino. No específicamente castrense. Tampoco abiertamente político. Se juntaron a escondidas de la Prensa dos ministros -Belloch y Suárez Pertierra-, dos ex ministros -Barrionuevo y Corcuera- y ex altos cargos del Ministerio del Interior -Rafael Vera en primer término-. Escucharon algunas soflamas, pusieron a Rodríguez Galindo el fajín de general y procedieron a vitorearlo.

Según cuenta la nota oficial, el nuevo general pronunció unas palabras muy sentidas, resaltando las virtudes que, según él, le son propias. Afirmó que hubo de dirigir desde el acuartelamiento de Intxaurrondo «una lucha en la que se llevó hasta las últimas consecuencias la consigna, ya ancestral, de nuestros acuartelamientos: «Todo por la Patria»». Seguro que Rafael Vera se sintió muy satisfecho al oír esta afirmación. Encaja al dedillo con la suya de hace algunos meses: «A la Patria, como a la madre: con razón o sin ella».

Cuando se toma como lema el «Todo por la Patria», lo decisivo pasa a ser qué se considera incluido en ese «todo». La aclaración del general Rodríguez Galindo de que en su caso el «todo» llega «hasta sus últimas consecuencias» resulta muy poco tranquilizadora. Porque habrá quien deduzca que los malos tratos, las torturas, los secuestros y las «desapariciones» atribuidas a su equipo del cuartel de Intxaurrondo entran en ese «todo», y que la «bañera» de Zabalza, la cal viva de Lasa y Zabala y la fabricación de pruebas en el caso de Lucía Urrigoitia, también.

A decir verdad, y bien mirado, no hay nada de realmente inaudito en las palabras de Galindo. Hizo su papel. Como lo hicieron los Barrionuevo, Corcuera y otros Vera aportando su presencia, arropante y jaleante. Como lo hicieron también, aunque por la vía contraria, Antoni Asunción y Margarita Robles no asistiendo al acto.

Lo que llama más la atención es la papeleta que asumió ayer Juan Alberto Belloch, ensalzando la trayectoria del nuevo general y aprovechando para cantar encendidas loas al más que cuestionado cuartel de Intxaurrondo. Porque Belloch conoce bien la marcha de la investigación que sobre ese cuartel está haciendo el comisario general Enrique de Federico, a partir de la cual, si no cabe condenar sin más a Rodríguez Galindo, tampoco parece muy prudente considerarlo exonerado.

La actitud asumida ayer por Belloch, poniendo a Rodríguez Galindo como ejemplo de conducta e identificando las críticas a su actuación con torvos ataques a la Guardia Civil como cuerpo, es de una irresponsabilidad supina. Porque, por quitarse de encima un problema ministerial, ha creado otro mayor, restando legitimidad al Estado en Euskadi. Porque, en la medida en que Galindo sea la imagen del orden que se trata de imponer en el País Vasco, no faltarán los que se pregunten hasta qué punto ese orden es legítimo.

05 Agosto 1995

Bajo sospecha

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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PUES LO ha hecho. El Gobierno ha ignorado todas las advertencias y ha convertido al coronel de la Guardia Civil Enrique. Rodríguez Galindo en, general. Ha pasado por alto hasta sus propios datos, ya que las sospechas de la implicación de guardias civiles del cuartel donostiarra de Intxaurrondo en el secuestro y posterior asesinato de, los etarraslasa y Zabala se fundamentan en indicios verosímiles resultantes de investigaciones- del propio Ministerio de Justicia e Interior. Era más que obvio que esos indicios aconsejaban paralizar el ascenso a general de ese militar, responsable del citado cuartel cuando sucedieron los hechos. El Gobierno no lo ha visto así.Parece evidente que sólo una segunda intención puede explicar el empecinamiento del Gobierno en, hacer efectivo el ascenso. La tesis más piadosa es que esta decisión es la forma de sacar a Galindo de Intxaurrondo sin pasar por trámites de una destitución o apartamiento del cargo, con posibles repercusiones sobre la cohesión y actitud. de los equipos antiterroristas.

Pero si se trata de esto tampoco faltan motivos de inquietud. O bien se estaría comprando el silencio del hoy -ya general, algo no descartable a la vista de lo ¿aro que ha resultado al Gobierno descuidar ese pago en otros casos famosos, o bien se estaría tratando de evitar el boicoteo desde dentro de la acción policial. La insistencia por parte de los medios defensores de Rodríguez Galindo en la vital importancia de los informadores antiterroristas controlado por él alimenta la sospecha de algún sutil chantaje.

Aceptar esta última hipótesis es tan contradictorio con el empeño reformista de Belloch como lo fue, en marzo, la decisión de indultar a dos guardias, también adscritos a Intxatirrondo, condenados por torturas. La credibilidad de ese empeño pasa por acabar con esas prácticas y con los sedicentes expertos antiterroristas, supuestamente imprescindibles, que chantajean a los ministros del Interior desde hace 20 años.

Es cierto que, en relación al caso Lasa-Zabala, que investiga el juez Bueren, sólo puede hablarse de indicios. Nadie ha presentado pruebas contra el ahora general. Pero no se trata por el momento de establecer responsabilidades penales, sino de decidir si había o no motivos que aconsejasen aplazar el proyectado ascenso hasta concluir la investigación. Lo que es evidente es que si de esa investigación resultase la implicación directa de guardias a las órdenes del coronel Rodríguez Galindo, éste debería responder en la medida que determinasen los jueces, de las actuaciones ilegales de sus subordinados.

El Estado y la sociedad agradecen los servicios de los guardias y mandos de ese cuartel, del que han partido algunas de las más eficaces operaciones contra ETA. Pero esos méritos, individuales o colectivos, no convalidan crímenes como el del secuestro y asesinato de Lasa y Zabala. Una cautela mínima reforzada por la experiencia de quienes estuvieron a punto de hacer ministro al ex director de la Guardia Civil- habría aconsejado congelar el ascenso hasta la culminación de la investigación. Quizá se arrepientan pronto.

19 Septiembre 1995

Belloch

Francisco Umbral

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Ayer le ha puesto a Galindo el fajín de general. Y le ha dicho a Isabel San Sebastián, en ABC: «Si yo estuviera en la oposición, pediría la dimisión de Felipe González si se solicita el suplicatorio de Barrionuevo». Una frase de ida y vuelta que en realidad no quiere decir nada. Juan Alberto Belloch, ministro de la cosa y de la otra cosa, con su cabeza de Cristo de Gregorio Fernández, es un especialista en golpes de efecto, como esta frase, que luego se disipan. De todos modos, tiene apresto de presidente, aunque no lo va a ser.

«En términos políticos, un presidente de Gobierno es responsable de lo que hacen sus ministros; en términos jurídicos, evidentemente no». Otra frase de ida y vuelta. Parece que está acusando a González de algo, pero en seguida le echa un mantazo. El, como ministro de Justicia, no le ve culpable de nada. Belloch gusta a la señora, inquieta a los políticos y llega al personal. Con dos ministerios como dos alforjas, nunca tiene tiempo para peinarse. Hasta ahora, todas sus heroicas medidas de sheriff (también tiene cabeza de sheriff), conducente a limpiar y jamerdar el Gobierno y los ministerios por dentro, no han sido más que errores: el error Roldán, el error Garzón, el error Amedo, y en este plan. Se disculpa diciendo que cumplió escrupulosamente las instrucciones del jefe. En cuyo caso no es el vengador justiciero que creíamos, sino un mandado.

«Como no tengo la menor posibilidad, no me planteo ser candidato a la presidencia del Gobierno». Está haciendo una anticampaña a favor/en contra de sí mismo. Esto resulta hábil y uno quizá le votaría. Está entre Borrell y Solana, sólo que Borrell aparece mucho más independiente y respondona que estos dos.

Defiende Inchaurrondo, defiende a Galindo, cuida a la Guardia Civil en el País Vasco. Tiene también cabeza de Van Gogh y es un Van Gogh de la política que parece gobernar a brochazos, pero por dentro hace labor de puntilla y de cabritilla, macramé y otros primores. Lo único que sus «negros» en francés laosiano lo hacen fatal.

Reconoce que se han cebado contra Roldán, en lo de la pastizara, y mucho menos en los otros gales, pero le echa la culpa a Garzón. ¿No será que Vera, Barrionuevo y ésos les son más queridos, emblemáticos y necesarios que el loco de la frazadita? Roldán era y es un culpable para enseñar: «Ya tenemos al hombre». Con él han querido quizá tapar a todos los demás, pero ahora el invento se ha desinventado y ya no vale. Están todos en bragas.

No ve mal que la policía francesa haya colaborado por dinero, pero no quiere dañar las relaciones con Francia. Parece seguro de que los españoles, en el fondo, aprueban la estrategia GAL contra ETA. A Isabel San Sebastián se ve que la ha fascinado, y gracias a eso ha conseguido una de las mejores entrevistas de su vida. Las piernas, bien.

Don Juan Alberto Belloch, en fin, es otro hombre brillante, otro político con posibilidades e historial, pero Felipe González lo está socarrando en el parrillón de la carretera de La Coruña, como a tantos. Un mal añadido a los males del felipismo es éste de que el presidente, por estrategia personal y defensiva, haya ofrecido ya a la impopularidad y la hoguera políticos tan decisivos para España como Nicolás Redondo, Juan Alberto Belloch y quizá hasta Garzón, etc. La hoguera se sigue alimentando con las mejores efigies de Palacio. ¿Con qué nos vamos a calentar este invierno?