Sáenz de Buruaga toma el control de ANTENA 3 como Director de Informativos, mientras que González Ferrari le reemplaza en TVE

Ha bastado que Ernesto Sáenz de Buruaga diga enfáticamente que en ANTENA 3 de Televisión «se han terminado los telediarios de autor» para que todo el mundo entienda que el autor de todos los telediarios quiere ser él. Sus rivales de TELECINCO, que no por casualidad tiene mayoría vasca en la empresa, se han apresurado a bautizar los informativos de don Ernesto como el Tele Buru Bazar. Piensan, con aprensión vizcaína, que Buruaga va a ser como Arzalluz en el PNV: el todo sin precaución de parte y la parte entendida como todo.

Yo creía que con Cebrián había quedado agotado el cupo de bobadas que suele proclamar un periodista importante cuando deja el estrellato o la dirección de algo para convertirse en directivo de la empresa y empieza a hablar maravillas del trabajo en equipo o de la información en cadena y a maldecir las estrellas de la información y los sueldos de los famosos y la vanidad de la opinión y a oponérseles, como si fueran incompatibles, la importancia de las empresas.

El día en que un periodista empieza a elogiar disparatadamente la empresa es que ha dejado de ser periodista para ser empresario, lo cual no es ni mejor ni peor, sino, simplemente, otra cosa. Pero obsérvese que desde que Cebrián dejó la dirección de EL PAÍS, no ha habido director que no estuviese a sus órdenes, o sea, que el director sigue siendo él, pero con un subdirector de pantalla, por si cae la tirada y debe rodar alguna cabeza, que ya no será la suya.

Buruaga está en el primer estadio de cebrianismo aplicado y de momento sólo aspira a ser la estrella única de su telediario y el editor de todos los demás, que seguro que no le hacen sombra. Si Juan Ramón Lucas lo derrota el próximo otoño en la batalla de la audiencia, se retirará de la pantalla y multiplicará sus loas empresariales y sus cánticos a la seriedad y al aparato. Hemos de ver a don Ernesto, si se pega la bofetada, hablar pestes de las estrellas y de los colgados de la cámara o pantallívoros. Pero Jesús Hermida, que pasa por ser el pantallívoro con más trienios de nuestra televisión, es un asceta de la imagen al lado de Buruaga. En los anales de la bulimia teletrónica queda la expedición de TVE a Cuba con un séquito de 50 o 60 ayudas de cámara para glosar el encuentro del Papa y Fidel Castro, a los que llamó «los dos colosos» en uno de sus inolvidables e interminables programas habaneros. Se puede llamar coloso al Papa e incluso a Fidel, según la religión o la superstición, pero a los dos a la vez, imposible. Salvo para Buruaga, el más autor de todos los autores de televisión hasta que ha llegado a ejecutivo. Se acabaron las estrellas, que aquí está el Lucero del Alba.

Cuando leí la censura implícita de Buruaga a Onega, Carrascal, Olga Viza y demás, me acordé del recién decapitado Miguel Angel Rodríguez, devoto de esa doctrina del comisario político como principio rector de la información y padrino del buruaguismo como cebrianismo de centro, o sea de la derecha pasada por agua de borrajas. No sé si me equivoca mi memoria, que la tengo muy politizada, o Buruaga empezó su carrera contra el estrellato televisivo en el Quién sabe dónde, aunque sin el éxito que luego alcanzaría Lobatón. Si el recuerdo es vero e ben trovato, podría hacer tiempo entre los Dos Colosos, que andan muy empatados en las encuestas, y ofrecernos un Quién sabe dónde dedicado a MAR. Quién sabe, Ernesto, lo que va de personaje a autor.

Federico Jiménez Losantos

EL DEPARTAMENTO de marketing de RTVE ha elaborado un informe, presentado ahora al Consejo de Administración de esa empresa pública, en el que afirma que sus propios informativos son los más creíbles, y en el que critica -por su parcialidad y otros motivos- a los de su competencia: las cadenas privadas. La televisión pública debería ser por principio la más objetiva y desapasionada, la más neutral políticamente, como corresponde a su estatuto y a su condición de televisión de todos los ciudadanos. Pero en España -también en otros países, pero aquí con particular impudicia- los gestores de RTVE han identificado siempre televisión pública con televisión gubernamental, con el resultado de unos informativos, en general, muy sesgados. Aunque la dirección asegura que el informe está basado en varias encuestas de opinión, es insólito que sea el departamento de marketing, es decir, el encargado de defender la imagen de la empresa, quien -juez y parte- dictamine que sus productos son los mejores.Ya en septiembre pasado alguien del Ente Público RTVE realizó un informe en el que se daba el visto bueno a la línea ideológica de los informativos de TVE, pero se criticaban algunos de los de Radio Nacional. Lo interesante era que ese informe traslucía los criterios de valoración; es decir, qué se entiende en la casa por objetividad, neutralidad e imparcialidad. Brevemente: aquello que perjudica a la oposición y/o favorece al Gobierno.

Quizá los informativos de algunas cadenas privadas puedan tener un sesgo, de acuerdo con intereses distintos a los universales. No deberían extrañarse quienes desde el poder han intervenido brutalmente -o han intentado hacerlo- en el mercado audiovisual a través de Telefónica y otros artefactos de su invención. Pero, sobre todo, nadie podrá negar que también, y en mucha mayor medida, son sesgados los informativos de la televisión pública, y es eso lo que resulta contradictorio con su estatuto. Que lo importante de las elecciones primarias del PSOE fuera ayer la descalificación de esa iniciativa por parte del portavoz Miguel Ángel Rodríguez -por cierto, expuesta con agresividad tabernaria ¿puede considerarse un ejemplo del «estilo serio, formal» que se autoatribuye TVE?

Cada vez que hay alguna noticia que pueda resultar favorable a la oposición (o desfavorable para el Gobierno), se contrarresta con una de sentido contrario; si no hay noticia que pueda servir a ese efecto, se llama a Rodríguez; y si hace falta, se falsifica el espejito de la madrastra para que responda que ella es la más «objetiva, referencial y sin adornos» a la hora de informar. Que la TVE actual, sometida a unos grados de manipulación y seguidismo políticos insoportables y sin precedentes -lo que era dificil de conseguir-, critique a su competencia no deja de resultar un síntoma más del cinismo de sus responsables.

Villalonga me ofreció la dirección de los informativos de Antena 3 TV ante Pedro Arriola.

Mese después, en el despacho de Villalonga con Federico Jiménez Losantos como testigo y sin rastro visible de Pedro Arriola por ninguna parte, el presidente de Telefónica revalidó la oferta, incluido el rango de director general exigido por mí en la primera reunión. Lo consulté con Antonio Herrero y me pidió que lo aceptara. José María García también. Lo mismo Pedro J. Ramírez. Mi teoría era establecer buena sintonía entre los jefes de cada tribu. Por eso era de vital importancia que las vacas sagradas me ungieran con su bendición.

Me reuní en un par de ocasiones por encargo de Juan Villalonga, con José María Mas, presidente de la cadena televisiva y con Juan José Neito, consejero delegado. Me dieron varias carpetas repletas de papeles y yo las estudié con el pleno convencimiento de que sus enseñanzas me iban a resultar muy útiles a corto plazo.

Antonio Herrero vino a verme: “¿Me dejarás un estudio de informativos cuando es´tes en la tele, para que pueda ir haciendo algunos ensayos?”. “Naturalmente”. “Es que tal y como se están poniendo las cosas quizá tengamos que aprovechar esta oportunidad”.

No me cupo ninguna duda de que trató de decirme que urgía preparar un destino profesional altenrativo al de la COPE por si los curas, ante tal cúmulo de peticiones que estaban recibiendo en ese sentido, se decidían finalmente a darnos la patada.

Sin embargo mi nombramiento nunca se produjo. Villalonga desapareció por algún misterioso sumidero de la tierra y su sobresaliente de espadas para asuntos mediáticos en Telefónica, Arturo Baldasano, me comunicó en su despacho profesional, semprado de sillones chester de cuero negro que la persona elegida para ocupar la dirección general de los informativos de Antena 3 TV con rango de director general iba a ser Enresto Sáenz de Buruaga. Aunque yo ya barruntaba algo por una misteriosa llamada que me hizo Carlos Aragonés un día para prevenirme, no hubo amortiguador capaz de mitigar mi cabrero. Nadie me quitaba de la cabeza que el veto había llegado directamente desde La Moncloa.

José María Aznar me dijo: “Juan Villalonga se asustó porque supuso que detrás de ti acabaría llegando a Antena 3 TV todo el equipo fundacional del ‘Sindicato del Crimen’”. Estuve a putno de replicarle que en realidad estaba transfiriendo al ánimo de Vilallonga sus propios temores.