3 mayo 1983

El programa fue retirado y su director, Carlos Tena, cesado. Los diarios ABC y EL PAÍS polemizaron al respecto

Escándalo en TVE por la emisión de ‘Me gusta ser una zorra’ de Las Vulpes dentro del programa ‘Caja de ritmos’

Hechos

En abril de 1983 en el programa de TVE ‘Caja de ritmos’ dirigido por D. Carlos Tena, se emitió el single de la canción ‘Me gusta ser una zorra’.

Lecturas

D. Carlos Tena fue cesado como Director del programa ‘La Caja de Ritmos’ por aquella emisión. Él responsabilizó al diario ‘ABC’ por haber publicado la letra del grupo musical.

Aunque la historia oficial ‘ansoniana’ es que fue EL PAÍS quien inició la que sería la mayor contienda entre dos periódicos desde los tiempos de D. Emilio Romero contra los periódicos del Opus (1966-1972), lo cierto es que el primer disparo lo lanzó él el 4 de mayo y el causante sería el programa de la TVE, ahora ya TVE del PSOE ‘La Caja de los Ritmos’ que emitió el peculiar videoclip ‘Me gusta ser una zorra’ del grupo feminista ‘Las Vulpess’ en un programa de horario infantil.

Ante el escándalo se presentó una querella por escándalo público contra D. Carlos Tena, el director del espacio televisivo (y conocido, dicho sea de paso por atacar a disidentes soviéticos como Solzhenitsy),  y contra las autoras de esa canción.

El diario EL PAÍS de D. Juan Luis Cebrián y D. Javier Pradera, que seguía definiéndose como un periódico ‘liberal’ salió en defensa de la libertad de expresión en su editorial del 3 de mayo. Diciendo que ningún juez podía obligar a la juventud española a no tocar, cantar o escuchar canciones por muy picante que fuera su letra.

La letra en cuestión era esta

  • Si tú me vienes hablando de amor qué dura es la vida cual caballo te guía.
  • Permíteme que te dé mi opinión, mira, imbécil, que te den por culo.
  • Me gusta ser una zorra (estribillo) Cabrón.
  • Prefiero masturbarme yo sola en mi cama
  • antes que acostarme con quien me hable del mañana.
  • Prefiero joder con «ejecutivos que te dan la pasta y luego pasa al olvido.
  • Me gusta ser una zorra (estribillo) Cabrón.
  • Dejando ahora mi profesión te pido un deseo de todo corazón. Quiero meter un pico en la polla a un cerdo carroza llamado Lou Reed
  • Me gusta ser una zorra (estribillo) Cabrón.–

.

El diario ABC del Sr. Anson publicó un editorial al día siguiente al sentido contrario que el de EL PAÍS diciendo que el problema no era que hubiera canción con letra porno, sino que se hubiera emitido en TVE y en horario infantil. Podría haber sido una cuestión de simple diferencia de opinión entre dos periódicos. Pero es que el ABC no consideró lo más importante atacar a TVE, a D. Carlos Tena o a las Vulpes, sino atacar a EL PAÍS. De hecho el titular de su editorial era “Me gusta ser una Zorra, manipulada por EL PAÍS”.

La estrategia del Sr. Anson estaba marcada. A su principal enemigo, DIARIO16, había que ningunearle (a pesar de que le había adelantado en tirada en Madrid, aunque ABC todavía ganaba si se sumaba su edición sevillana). El enemigo moral de ABC debía ser EL PAÍS, para erigirse como su alternativa: ABC iba a seguir cada editorial de EL PAÍS para poder atacarle en lo que pudiera.

EL PAÍS teóricamente era el grande, al que le correspondía no contestar, pero no lo pudo evitar y D. Fernando Savater publicó el 10 de mayo un artículo sobre ‘La Zorra y los bustos’ en el que echaba en cara al ABC que considerara escandalosa la canción de las zorra y no la dictadura chilena.

“El patrón ABC para medir la trascendencia de las cosas, consiste en que nos escandalizarán las alegres o sórdidas confesiones de las zorras, pero no el cinismo criminal de las dictaduras. ¿No recuerdan ustedes las crónicas del maestro Luis Calvo desde Chile cuando empezó el Pinochetazo?”

La sombra del General Pinochet seguía siendo alargada para el ABC.

03 Mayo 1983

'Me gusta ser una zorra'

Editorial (Jefe de Opinión: Javier Pradera)

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Queda, pues, abierta la incógnita sobre la capacidad del actual fiscal general del Estado para seguir desempeñando un cargo que no sólo exige contar con la confianza del Poder Ejecutivo, sino que también precisa de su titular la sensibilidad necesaria para sintonizar con los valores de la mayoría parlarnentaria y de su electorado.

La querella por escándalo público interpuesta por el fiscal de la Audiencia Territorial de Madrid contra Carlos Tena, director del espacio televisivo La caja de los ritmos, y los autores de la letra de la canción Me gusta ser una zorra, interpretada en ese programa por el conjunto Las Vulpes, ha atracado, por las ironías azarosas del reparto, en el muelle del Juzgado de Instrucción número 21, famoso por los secuestros de la revista CAMBIO16 y los procesamientos de periodistas realizados por su titular, el magistrado Jiménez Alfaro. Las primeras noticias acerca de la interposición de esa querella fueron despachadas, en medios oficiales y judiciales, como una broma de mal gusto o como un burdo intento de desprestigiar, mediante este inverosímil rumor, al fiscal general del Estado y, por su intermedio, a todo el Gobierno. Una vez comprobado que la información era correcta, se formuló la hipótesis de que alguien había colado un gol a Luis Burón, supuestamente ignorante de una decisión adoptada a sus espaldas. Sin embargo, la iniciativa de esta querella partió del propio fiscal general del Estado, tan cauto, por otra parte, al solidarizarse con su predecesor en el cargo, para oponerse a la absolución del periodista Xavier Vinader por el Tribunal Supremo. Parece estar, en cambio, fuera de duda que el ministro de Justicia y el Gobierno no dieron instrucciones a Luis Burón en este asunto. Queda, pues, abierta la incógnita sobre la capacidad del actual fiscal general del Estado para seguir desempeñando un cargo que no sólo exige contar con la confianza del Poder Ejecutivo, sino que también precisa de su titular la sensibilidad necesaria para sintonizar con los valores de la mayoría parlarnentaria y de su electorado.

El artículo 124 de la Constitución atribuye al ministerio fiscal la misión de «promover la acción de la justicia en defensa de la legalidad, de los derechos de los ciudadanos y del interés público tutelado por la ley». Pero ni el texto constitucional, ni la jurisprudencia de los tribunales, ni la doctrina de los penalistas confian al fiscal general del Estado el exorbitante privilegio de definir, por su cuenta y riesgo, y en forma unilateral, conceptos abstractos como moral pública, pudor y buenas costumbres. Al querellarse contra la canción Me gusta ser una zorra, el fiscal general del Estado ha aplicado los artículos 431 y 432 del Código Penal, definidores del escándalo público, como si nuestra normativa pena¡, promulgada por el anterior régimen, no tuviera que ser interpretada necesariamente a la luz de la Constitución, que ampara las libertades, el derecho a la discrepancia y la protección a la diferencia. Nuestra norma fundamental no sólo establece «la interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos», sino que también consagra el pluralismo en todos los campos, incluido el ámbito de la moral y de las costumbres. Resulta, así, que mientras el Congreso acaba de aprobar una elogiable reforma del Código Penal, orientada a adecuar su articulado a los principios constitucionales de la libertad de conciencia y a las transformaciones sociales, Luis Burón ha dejado en mantillas a los censores del franquismo -que autorizaron finalmente el Diccionario secreto de Camilo José Cela-, al querellarse contra la letra de una canción interpretada por un modesto conjunto musical.

Esta absurda decisión del ministerio público no sólo se contradice con la sensibilidad de sectores importantes del electorado socialista y con los valores constitucionales de la tolerancia y el pluralismo, sino que ofrece también serios reparos en el campo estrictamente penal. Juristas y críminalistas han defendido siempre el principio de la intervención mínima del Estado a la hora transformar en comportamientodelictivo una conducta. El Derecho Penal tiende a definirse como última razón legal y a circunscribir su acción al campo de lo estrictamente imprescindible. Para que una conducta sea delictiva, para que un comportamiento ingrese en el Código Penal, debe amenazar bienes que no sólo merezcan y necesiten ser protegidos, sino que puedan prácticamente recibir tal amparo. Ahora bien, la moral pública y las buenas costumbres no son la misma cosa para todos los miembros de una sociedad pluralista, de forma tal que el merecimiento y la necesidad de su protección generalizada carecen propiamente de objeto. Por añadidura, la injustificada pretensión de que una persona -aunque sea un fiscaltenga derecho a imponer al resto de la comunidad su peculiar definición de la moral pública y de las buenas costumbres se convierte en una arbitrariedad cuando se recurre al Código Penal. Tentativa, por lo demás, a la larga, inútil. Porque la inquisitorial actitud, de tratar de proteger penalmente las costumbres y la moral pública, tal y como las entienda una minoría, está condenada al fracaso. Ningún código criminal puede obligar a la juventud de un país a no tocar, no cantar o no escuchar un determinado tipo de música, gústenle o no al fiscal general del Estado sus letras y sus estribillos.

03 Mayo 1983

Admitida la querella contra la emisión por TVE de la canción de Las Vulpes

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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El Juzgado de Instrucción número 21 de Madrid, cuyo titular es José Antonio Jiménez Alfaro, ha admitido a trámite e instruido sumado por la querella interpuesta contra Carlos Tena, director del programa de TVE La caja de los ritmos, por la emisión de la canción Me gusta ser una zorra, del grupo Las Vulpes, y contra los autores de la canción por el posible delito de escándalo público. Jiménez Alfaro es el magistrado juez que ordenó el pasado mes el secuestro, de dos ediciones del semanario Cambio 16. Carlos Tena manifestó a este periódico que no había recibido notificación alguno de la querella.

El escrito de la querella fue, presentado en el juzgado de guardia el pasado día 28 por el fiscal de la Audiencia Territorial a iniciativa de la Fiscalía General del Estado contra el director del mencionado programa de TVE y, en su caso, el autor de la letra por un posible delito de escándalo público a tenor del artículo 431 del Código de Derecho Penal. La canción es obra del grupo Las Vulpes que integran cuatro chicas de edades comprendidas entre los 18 y 21 años: Loles y Lupe Vázquez, Mamen Rodrigo y Begoña Astigarraga. Carlos Tena se ha limitado a reiterar anteriores declaraciones suyas. «Sigo opinando que quien verdaderamente ha escandalizado», dijo, «es Luis María Ansón por el tratamiento dado al programa en el periódico que dirige. Si él, como profesional, cree que puede reproducir en su periódico la letra de la canción no sé por qué se escandaliza de que se haya reproducido en La caja de los rítmos, con la diferencia de que él la ha sacado de su contexto».

El director general de RTVE, José María Calviño, no hizo comentario alguno sobre este tema al Consejo de Administración de RTVE con el que se reunió ayer, según su presidente durante este mes, Carlos Plaza, vocal elegido en su día por UCD. «Nuestro grupo», dice Carlos Plaza, «expuso lo que nos parece que no debe hacerse en RTVE: las emisiones de la canción de Las Vulpes y de la película Alsino y el cóndor ya que TVE mantiene con ello una línea unilateral y sesgada respecto a Latinoamérica, y la publicación del comic que se incluye semanalmente en Tele-Radio». «El tema de la canción de Las Vulpes», añadió Plaza, «escapa ya de nuestras competencias al haber tomado iniciativa el Fiscal General del Estado».

Ramón Gómez Redondo, director de Programas de TVE, manifestó que se considera «tan responsable, y además lo soy por oficio, como Carlos Tena y en este terreno concreto asumo esta responsabilidad. Lo que me produce una gran desazón moral es que la cadena tenga que romperse, una vez más, por el eslabón más débil. Por eso me siento también solidario en el sentido humano con Carlos Tena».

«Hay que tener presente», añade Gómez Redondo, «que la canción tiene dos años de antigüedad, que no es una obra secreta o clandestina, que se ha radiado y que no generé ningún escándalo a lo largo de estos dos años. Ni siquiera generó escándalo el pasado día 16 cuando se emitió por TVE. Aquí no hay otro escándalo que el generado semana y media después por ABC que reproduce la letra descontextualizándola. Si hay que pedir responsabilidades por supuesto escándalo, la única constancia que se tiene de ese supuesto escándalo es la generada a partir de su publicación en ABC.»

«No puedo aceptar en ningún caso», prosigue el director de Programas, «la acusación de que TVE corrompa a la juventud. TVE emite a lo largo del año muchos miles de horas de programas y no todos tienen los mismos criterios estéticos y éticos y ello porque TVE debe cumplir su mandato de reflejar el pluralismo de la sociedad y de ajustarse por tanto a todos los sectores de su audiencia. El fenómeno punk o el rock duro no es algo inventado por TVE. Está en nuestra sociedad y en todo el mundo. Ese rasgarse las vestiduras por parte de algunos que pertenecen a los sectores más reaccionarios porque TVE haya dado cabida durante tres minutos a un grupo punk español es un acto de cabal hipocresía o, dicho en lenguaje bíblico de fariseismo en estado puro».

Por su parte, la Juventud Socialista de Catalunya (JSC) ha solicitado, en un comunicado la retirada de la querella interpuesta por el Fiscal General del Estado. En la nota añaden que de no retirarse la querella editarán postales para enviar al, Fiscal General del Estado con el siguiente texto: «Yo también quiero ser una zorra, por lo que solicito muy respetuosamente tenga a bien interponer querella criminal contra mi persona».

04 Mayo 1983

El mundo subterráneo del grupo 'punki' Las Vulpes

Rosa Montero

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Se sientan en las banquetas del pequeño bar con la misma displicencia con que lo haría Lauren Bacall con la sabia derrota de las heroínas de Chandler o Dashiel Ham met. El fracaso existe desde siempre, pero antes se lo trabajaba uno con los años, era una conquista personal. Ahora, en cambio, te lo dan hecho, naces hijo del fracaso de la historia.-Estoy hasta las tetas de periodistas -protesta Mamen desde el último rincón de la barra. Hay que buscar siempre los rincones, inventar un cachito de confortabilidad, un cobijo pasajero. Para los rockeros desasosegados, para los punkis itinerantes, el hogar es uno mismo, se lleva encima. El hogar es cualquier rincón donde uno pueda congregarse con los de tu propia especie.

-Mira, tía, mi rollo ha estado siempre en la calle -dice Manien-. Hace un año anduve con un tío, y antes con otra gente, y ahora estoy en Vulpes, y he estado entrando y saliendo de casa todo el tiempo. Ser punki es estar en la calle, es una sensación muy fuerte, es algo cañero, entiendes, hay que vivirlo a tope, sentirlo a tope. Y, sin embargo, sobrevivir.

¿Cómo se las arreglarán para tener tan mala cara siendo tan jóvenes? Con 18, 19, 21 años, Vulpes pimpollos y sin embargo pálidas, ojicansadas, nocturnales. Debe ser el peso de la supervivencia, pero también influye el maquillaje, los labios de carmín sangrante, la gomina que les deja crestas de pollo mojado, la ropa negra, y toda la fanfarria sadoca claveteada que se abraza a sus cuellos, a sus tobillos, a las muñecas, que se trepa a las solapas o al cinturón. Y esa manera de apalancarse en el mostrador de formica roja, ese gesto de «hoy-ha-estado-mal-pero-mañana-seguro-que-es-peor».

-Para mí, el único punki de verdad ha sido Johnny Rotten -dice Lupe-. Ser punki de verdad es ser inconformista a tope, antisocial a tope, saber que esto es una mierda y estar comprometido.

-Es que esto es una revolución social -se enardece Mamen (casi diría se emociona, si no fuera porque en esta cultura urbana, en este nacer de vuelta, las ilusiones están proscritas y la regla es el descreimiento)-. Lo único que nos falta es pegar cuatro tiros a unos cuantos hijos de puta.

Les gustan las expresiones truculentas. Como Las Vulpes, como Mamen, como Loles, como Begoña y como Lupe, hay miles y miles de jóvenes cejialzados y furiosos, adolescentes crecidos del hormigón y el paro. Más que agresores son transgresores: fosfatinan la norma con su pesimismo, molestan con sus disfraces rotos, y ejercen una violencia que es puramente verbal, una respuesta a la violencia del entorno.

Acaban de entrar unos colegas en el bar, y una recién llegada, el pelo como un cepillo, saluda exuberantemente a Las Vulpes.

-Eh, y qué, ¿el rollo va, como dicen los periódicos? -pregunta.

-El rollo va de que no se van a comer una rosca con la querella -contesta Mamen.

-Y vosotras passando de pagar multa, claro -compinchea la pelocepillo.

-Uf, si todavía tiene que salir el juicio… -corta Lupe- Y si s . ale, ya verás, va a ir mogollón de gente, vamos a fletar un autobús y nos vamos a presentar allí todos con una camiseta que diga: «Me gusta ser una zorra…». Es que es un rollo demencial.

Así va la cosa, absurda, porque la actuación fue el día 16 de abril, y no pasó nada, no hubo una sola protesta ni una sola carta en un periódico. Hasta que el Abc sacó el editorial, 10 días después. Y ahora todos dicen haber visto el programa y no lo ha visto nadie, total, si a esa hora sólo había un 3% de audiencia.

-Si se hubiera visto, si la letra hubiera molestado de verdad, en esos 10 días habría protestado alguien.

El escándalo de Ansón

Pero qué va, hasta que no salió el ABC trompeteando nadie había abierto el pico. Y cuando lo abrieron se equivocaron, decían que el programa se había emitido el 23 de abril, y fue una semana antes, para que te fíes de ellos. O sea, que mucho escándalo, sí, pero el escándalo lo han montado los periódicos, que si hay que procesar a alguien es a Ansón, que es quien ha montado la bronca, quien ha metido el estremecimiento en los espíritus biempensantes. «Pero si está clarísimo, está clarísimo que es una campaña política».

-Oye, tú, que nos bajamos esta noche a Madrid, que nos vamos a grabar un disco…

-¿Qué? ¿Que vais a grabar? -se mosquea la pelocepillo-. Esta tía es una julai, pues no se va a grabar y no me dice nada…

-Que no lo he sabido hasta hoy, que me he enterado ahora mismo…

Ya pensaban antes bajar a grabar una maqueta del Me gusta ser una zorra, pero él follón ha metido más prisas a la cosa. Porque desde que estalló la bomba, el de la casa de discos (un sello independiente) no hace más que decir que hay que sacar el single a la calle. Desde que estalló la bomba ha sido el no parar, un par de casas discográficas han querido contratarlas y todo el día están dando la tabarra los periodistas.

-Estoy de la Prensa hasta las tetas -insiste Mamen- Yo, otro mosqueo como el del viernes no lo paso. Nos hicieron tantas entrevistas que yo ya tenía ganas de llorar. Yo no he montado el escándalo, no tengo nada que decir, que me dejen tranquila, yo soy una persona muy tranquila y sólo quiero que me dejen en paz.

Se queja y se queja Mamen, trepada a su taburete, espídica total, sus rodillas hechas una pura trepidación autónoma. Y venga a trasegar cafés, uno tras otro. Los punkis, los rockeros, los hijos del cemento y de la calle quieren estar tranquilos, sí, sobre todo tranquilos, pero ese es un objetivo de difícil conquista. Begoña tuerce el gesto, agobiada y suspicaz. Lleva una cabellera galvanizada, toda tiesa, azabache en las raíces y amarillo. maíz en las puntas. Su padre trabaja en un banco y ella vive con su novio.

-Yo monté Vulpes hace tres años -dice Loles- Pero las tías entraban y salían, la composición del grupo cambiaba mucho. Ha sido ahora, hace siete meses, cuando hemos empezado en serio. Ensayamos todos los días, intentamos aprender bien los instrumentos. Hemos empezado a actuar hace dos meses, por ahora con equipo alquilado, pero queremos comprarnos un equipo propio pronto.

Loles tiene 18 años, y es, junto con su hermana Lupe, la compositora de la mayoría de las canciones del grupo, que, en realidad, son sólo 13. Un repertorio corto de grupo joven. Son canciones contra la Iglesia, contra los políticos, contra la Inquisición, contra todo. Loles compuso Me gusta ser una zorra cuando tenía 15 años. Ya por entonces estaba harta de ir por la calle y que la gente se metiera con ella; es eso de caminar a tu aire y que los tíos se acerquen y te digan «zorra, puta» y demás bramidos susurrantes. Y todo porque eres tía y porque vas vestida de un modo distinto. Así es que escribieron la letra pensando en eso, o sea, si tú me dices que soy una zorra sólo porque soy distinta a ti, porque no quieres comprenderme, entonces yo gritaré que me gusta ser una zorra.

-Es una canción irónica total -remata Lupe.

¿Y el final? Bueno, el final ese del pico en la polla de Lou Reed pensaron en quitarlo, porque no pega con el resto. Fue una broma, una tontería. Por entonces había venido Reed a Madrid y Lupe tuvo que pintárselas de todos los colores para poder reunir dinero para verle: se tuvo que desplazar haciendo dedo, en fin, una movida. Y luego el Lou Reed cogió y cantó sólo siete canciones, el muy guarro, y encima el tío había dicho en una ocasión que a Johnny Rotten había que meterle un pico en la polla, a Johnny Rotten, nada menos, a quien tanto admira Lupe. Así es que ella se calentó y terminaron la canción con esa estrofa, «quiero meter un pico en la polla a un cerdo carroza llamado Lou Reed», por chorizo. Una tontería, vamos.

Es la hora del almuerzo y en la casa de Loles y Lupe está la mitad de la familia, porque son nueve hermanos, los tres mayores casados, pero todos los demás viviendo con los padres. Es un barrio obrero, de modestos pisos sindicales, un cuarto piso sin ascensor, con escalera estrecha y el muro del descansillo erizado de cemento sucio. Loles y Lupe querrían independizarse, poseer su propio piso, pero no pueden hacerlo, por falta de dinero. Como Mamen. Mamen es también hija de un obrero, y, a sus 19 ajetreados años, ha estado entrando y saliendo de la casa de sus padres, con los que, además, no se lleva nada bien. «Pero lo más que he vivido fuera de casa son seis meses, porque luego está la cosa de la pasta, y tienes que vol ver. Ahora vivo con ellos,, en B ara caldo, y no me dan ni una pela, cla ro, pero me dan el papeo, que ya es suficiente». Hace años, cuando Mamen se tifió el pelo de color na ranja furioso, su padre, que nunca la había pegado, la agarró por el cuello y le metió la cabeza debajo del grifo:

-Si no te quitas ese pelo te vas de casa -dijo.

Y Mamen agarró el petate y se largó a San Sebastián. «Me ligaron, claro, me detuvieron porque era menor, pero si no, lo mismo no vuelvo más».

Lupe y Loles, en cambio, lo tie nen fácil con su familia. Su padre, Bernardo, es un tío legal, que se esfuerza en respetar y en entender Es un sindicalista de toda la vida, antes de USO, ahora de UGT. Y la madre, Yelena, pertenece a la Asamblea de Mujeres de Vizcaya: «Toda la vida me la he pasado luchando». Los nueve hermanos han salido melómanos, y la primera guitarra eléctrica que entró en la casa la compró el padre, allá por 1964, como regalo para el hijo mayor, que entonces formaba parte de un conjunto llamado Los jóvenes rebeldes. La familia de Loles y Lupe es una piña unida, estable, bien engrasada. «Hay que apoyar a los jóvenes, no hay que aminconarlos», dice la madre, que es aún joven, marchosísima.

-Cuando la manifestación por la legalización del porro -cuenta Loles-, mi madre bajó y se fumé un porro delante de los guardias. Y luego, cuando subió a casa, decía que quitáramos la ropa tendida, que se iba a mojar, y no estaba lloviendo…

-Es que era la primera vez que fumaba en mi vida -explica Yelena- Pero lo hice para protestar…

Registros policiales

Para seguir comprendiendo a los hijos, para comprometerse también con su lucha. Lupe y Loles y los demás hermanos conocen los registros policiales a media noche, cuando les levantaban a todos de la cama y les miraban hasta las carteras escolares, cuando su padre estaba en la clandestinidad contra el franquismo, cuando le. metieron en la cárcel por organizar huelgas. Y luego, los encierros. La madre llegaba a casa y decía, «esta noche no vendré a dormir. :porque nos vamos a encerrar en una iglesia».

-Más de una vez he dormido yo en un confesonario, de pequeña, acompañando a mi madre a un encierro -dice Loles.

De chicas, eran las hijas de un rojo, «te miraban como si fueras hija de un ladrón». Las madres de sus compañeras de la escuela prohibían a sus hijas que hablaran con ellas, y muchas chicas las insultaban, de modo que había que pegarse. Lupe, que es la batería del grupo y está cachas, ganaba siempre a todas «menos a una». Además, está el hecho de vivir en Bilbao, el hecho de vivir en el País Vasco, que es muy fuerte. Todo el día soportando cacheos de la policía, cacheos porque sí, por la simple pinta, sobre todo antes. «La úl

tima vez que me detuvieron», dice Lupe «fue porque nos pasamos un semáforo en rojo con el coche, y los policías nos vacilaron bien, nos pusieron la zancadilla y luego nos obligaron a pedirles disculpas por haberles pisado…».

Loles saca un expediente de fotocopias sobre el escándalo, y relee un artículo de Jaime Capmany sobre ellas: «Eso, ¿le viene de familia?», dice el artículo, «¿se trata de una vocación heredada, furcia la madre, furcia la hija, furcia la manta que las cobija?», y se indigna, y todos se duelen, porque, comentan, eso de insultar a la madre, eso de meterse con la familia, no está nada bien. Y es que la familia es intocable, es una institución entrañada para Loles y Lupe. «Yo», dice Bernardo, el padre, barbudo y afable, «creo que podríamos querellarnos contra ese artículo, pero no tengo dinero para abogados, porque, ya ves, los hijos están en el paro y sólo vivimos de mi sueldo, y aunque no soy de los que dicen que los obreros cobran sueldos de miseria, porque eso es mentira, sería demagogia, pues de todas maneras somos siete personas, y eso no da para mucho». Bernardo apoya y comprende a sus hijas «aunque a mi edad, claro, pues me choca lo que dicen, pero es que hay que entender por qué lo dicen».

-Además -añade-, tanto escándalo por eso, por una canción que refleja la realidad. Y, mientras tanto, ahí anda el caso Almirón, por ejemplo, el guardaespaldas de Fraga, y los jueces no dicen ni hacen nada.

Tiene Bernardo ese estricto y puritano sentido ético de los viejos sindicalistas: «Yo ya les he dicho que no nieguen jamás que han compuesto la letra, porque todos debemos hacernos responsables de nuestros actos. Pero si las llevan a la cárcel tendrán que llevarnos a todos, porque todos vamos a decir que hemos compuesto la canción, toda la familia».

Suena el teléfono.

Descuelga Lupe: es una periodista de Barcelona. Loles, mientras tanto, se apuntala el pelo con gomina, antes de salir a la calle. «Todo está muy corrompido», comenta Loles, «todo está podrido, yo me veo aquí, metida en esta mierda, y veo que por mucho que yo haga no voy a poder cambiar el mundo, lo sé, así es que lo único que intento es vivir a mi manera, si me dejan, vivir lo mejor posible, divertirme. Ya no hay futuro para nadie, esto va de mal en peor. Acabaremos en una guerra, con una bomba. Y esto es lo que no entienden nuestros padres. Ellos han estado luchando toda la vida, han estado metidos toda la vida en la política, y ¿qué han conseguido? Yo creo que no han conseguido nada, no han solucionado nada».

(Lupe, al teléfono, respondiendo a la periodista: «Dejé de estudiar en primero de BUP … ¿Cómo? Joder, ya he estudiado bastante, o sea, no quiero ser ministro… Y mi hermana Loles ha hecho el bachillerato superior y ahora está estudiando Relaciones Públicas, y Mamen también ha terminado el bachillerato y ha hecho un año en Bellas Artes… O sea, que no somos unas incultas…».)

Loles y Lupe votaron en las últimas elecciones, por primera y quizá última vez. Votaron al PSOE, porque no querían que ganara la derecha. Mamen y Begoña no, no votaron; piensan que eso no conduce a nada. Pero se consideran de izquierdas, «ideológicamente de izquierdas, no políticamente, porque la política es una mierda». Aunque siempre sea menos malo un Felipe que un Fraga. A ella, a los punkis, además, les llueven palos desde las derechas y desde las izquierdas. Hace unos meses, unos abertzales les pegaron en un bar, a ellas y al resto de la basca, porque pensaron que eran fachas, sólo porquelban vestidos así, estrafalarios, con claveteados y cruces gamadas, «cuando los símbolos nazis los, llevamos para matar el símbolo, precisamente, por provocación; no somos nazis sino todo lo contrario».

-A mí me gusta la gente que lucha por sus ideas, pero no soporto a la gente que tiene comido el coco, a los fanáticos de derechas o de izquierdas, ésos son iguales, la misma mierda -dice Mamen.

También hay gente que va de punki y que se lo montan fatal: «Muchos se creen que ser punki es ponerse cadenas e ir rompiendo botellas, y no es eso, la violencia del punki es contra sí mismo, pero el ir dando botellazos por ahí y joliviando a la gente es una macarrada y un mal rollo», dice Loles. «Hay unos cuantos que se lo montan muy mal, y luego lo que pasa es que la gente se cree que todos somos iguales, como el otro día, en Oñate, en un concierto que todos éramos grupos punkis». Y Loles se acaricia la clavícula, que la tiene descuajaringada porque le atinaron un botellazo en pleno hueso, «fue un rollo muy malo, y eso que nosotras fuimos las que salimos mejor libradas, porque un tío de otro grupo salió con un navajazo en la tripa, eso no es punk ni es ser nada, eso es ser un macarra, un rollo malísimo».

(Lupe, respondiendo a la entrevista por teléfono: «La vida es una mierda y – quien diga lo contrario debe ser hijo de un multimillonario. Los jóvenes sin trabajo, los padres en el paro… Hay mogollones así. Nuestras letras hablan de toda esta vida, no son letras de punki divertido, sino comprometidas, com-pro-me-ti-das…».)

Buscarse la vida

Y así andan, intentando buscarse la vida, cosa difícil. Como mucho, trabajos eventuales: telefonista, vendedora en una tienda, repartidora de folletos en los parabrisas de los coches. Pero se sobrevive.

-Todo es un asco, y por eso yo me junto con mi gente y hago música, que es lo más divertido, y ni me caso, ni tengo hijos; a tomar por culo todo -dice Mamen.

-Yo, sí. Yo quiero tener hijos -contesta Loles-. Para que sea como yo, porque mi hijo será auténtico, será un rockero.

-Pues yo, no.

Insiste Mamen, la pierna hecha un zumbido trepidante, refugiada en su rincón del bar, con los suyos, con su grupo de náufragos del asfalto, desbordando lutos. Tranquilidad, tranquilidad para vivir, es lo que quieren, es lo dificil. Tranquilidad para reunirse en la disco y recontarse, para reconocerse en el reflejo de las chapas y saber que no se está solo, para pasear, y oír música o hacerla, y escribir, y leer. Porque Lupe escribe todo el día, cartas personales o su diario. Porque Loles devora los libros, de Pérez Galdós a Bukowski, Bukowski sobre todo. Porque Mamen se quedó colgada a los 15 años de Lovecraft y ahora está entusiasmada con Apollinaire y sus 11.000 vergas: «Eso es lo que ahora me gusta, los libros con morbo».

-Mira, vivo como vivo porque es una forma de pensar, es una ideología antitodo, es comprometerse con las cosas, es darlo todo por todo -dice Mamen.

Se les nota la juventud en su manera de hablar de el todo, como si la totalidad fuera posible. Se les nota la juventud en lo apasionadamente que se entregan a la derrota, en la colosal inocencia de su malignidad. En estos tiempos, la desolación es la única heroicidad posible. Y ellas (ellos, estos miles de punkis, esta marea de encaje negro) todavía creen que existen antiliéroes.

04 Mayo 1983

Me gusta ser una zorra, manipulada por EL PAÍS

Editorial (Director: Luis María Anson)

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Como el fiscal no se ha plegado dócilmente a hacer lo que le hubiera gustado a EL PAÍS, le ha amenazado con pedir su dimisión. Ese cierto aire de matonería. Lo que EL PAÍS oculta es que no se persigue a una canción. Se persigue que haya sido emitida por la única Televisión en un espacio para niños y adolescentes.

El diario EL PAÍS realizaba ayer en su editorial ‘Me gusta ser una zorra’ otra concienzuda manipulación. Presentaba la querella del Fiscal General del Estado como una agresión a la libertad de expresión. Pues no. La manipulación no puede resultar más burda. El intento de trasvasar el vino del error cometido a otros odres más propicios resulta ridículo. Ni el fiscal, ni, por supuesto, ABC, se oponen a que, en uso de la libertad de expresión, se escriban y se canten canciones como ‘Me gusta ser una zorra’. Hay lugares adecuados para hacerlo, de la misma forma que existen salas especiales para la proyección del porno duro. Si la canción obscena se hubiera interpretado en un cabaret o en una discoteca para un público adulto, con libertad para elegir su entrada en la sala nada tendríamos que objetar. El problema consiste precisamente en lo que silencia, manipulador, EL PAÍS: en que se emitió a través de Televisión Española (TVE), un sábado y en un programa con audiencia mayoritaria de niños y adolescentes. No nos oponemos – aunque no nos gusten – a que se produzcan y proyecten películas de ‘porno-duro’, pero nos parece adecuado que el Gobierno socialista haya creado unas salas especiales, con entrada prohibida a los menores de dieciocho años. A lo que nos opondríamos es a que esas películas de porno-duro se emitieran por Televisión Española (TVE). Ese criterio es el que impera en toda la Europa democrática, le guste o no a EL PAÍS. Como el fiscal no se ha plegado dócilmente a hacer lo que le hubiera gustado a nuestro gentil colega, le ha amenazado con pedir su dimisión. Ese cierto aire de matonería, ni ha impedido ni va a impedir que el fiscal cumpla con su deber. Porque – reafirmamos una vez más lo que EL PAÍS oculta – no se persigue a una canción. Se persigue el que haya sido emitida por la única Televisión en un espacio para niños y adolescentes.

10 Mayo 1983

La zorra y los bustos

Fernando Savater

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Vino la zorra y, como suele ocurrir, ya tenemos alborotado el gallinero. ¿Quién se alborota y encrespa? Pues los bustos, que en esta España son los monolitos de la estatuaria nacional, bustos de Abc y de la fiscalía, los bustos de clero y tropa, tanto busto, mucho busto… Cabezas hermosas, pero sin sexo. Hay que hacer un esfuerzo por entender qué es exactamente lo que ese coro pétreo de medias unidades reprocha a la pobre zorrita. Ésta confesó, con el candor que presta la buena salud: «Me gusta ser una zorra». Y los conservadores se han indignado, me atrevo a suponer que ante tan descarado conformismo. Pues los conservadores, cuando están en la oposición, no aguantan la menor muestra de conformismo: ¿que a la zorra le gusta la marcha y está tan contenta con su vulpina condición? Pues nada, duro con ella… Y sigue la zorra, en plena orgía de sinceridad: «Prefiero masturbarme en mi cama que acostarme con alguien que me hable del mañana». La rima es un poco forzada, pero la idea pone auténticamente el dedo en la llaga, y nunca mejor dicho. Sin embargo, a los bustos estas confidencias les empujan al borde del frenopático: si al personal le da por masturbarse con tal de no soportar a alguien que hable del mañana (y del pasado… mañana, que tampoco es manco), adiós divorcio, adiós aborto y adiós defensa de los valores occidentales. La zorra es doblemente subversiva: primero, por no estar a disgusto ahora que todos tenemos obligación moral de estarlo; segundo, por dejar a la derecha sin cosas que prohibir ni fetos que reivindicar. Y todo esto, como quien dice, al día siguiente de la visita del Papa, cuando ya la juventud sana dejó bien claro cuáles son sus elevados anhelos y tranquilizó así a sus mayores… Los bustos se estrepitan, y con razón: ¡zorras, a Nicaragua! Tanto busto, mucho busto.Ahora bien, por mucha hipocresía que haya en el escándalo también puede haberla, y no poca, en escandalizarse del escándalo. Pues resulta que el escándalo cumple una importantísima función social: quien no se haya escandalizado nunca que se tire la primera piedra. Dice Corominas que escándalo viene del griego skándalos, que significa «trampa u obstáculo para hacer caer». La piedra del escándalo es aquella en la que cada cual tropieza, lo que nos hace caer y así nos desenmascara. Dime de que te escandalizas y te diré quién eres. Pues lo mismo que todos tenemos nuestro precio, también tenemos nuestra piedra de escándalo, y, en cambio, muchas cosas que otros consideran escandalosas nos dejan perfectamente fríos. Apliquemos, por ejemplo, lo que podríamos lla mar «patrón Abc» para medir la trascendencia de las cosas: según éste, nos escandalizarán las alegres o sórdidas confesiones de las zorras, la homosexualidad de algún gobernador civil y el méto do seguido para expropiar los bienes de Rumasa; pero no, en cambio, el cinismo criminal de las dictaduras que entregan a la misericordia divina sus desapare cidos (¿no dijo el inquisidor que «hay que matarlos a todos, pues Dios reconocerá a los suyos»?, ¿y no recuerdan ustedes las crónicas del maestro Luis Calvo desde Chile cuando empezó el pinoche tazo?), ni tampoco la desfacha tez (que no es, por cierto, quitarse de encima lo facha) de quienes fueron cómplices y entusiastas del franquismo en la Seguridad Social fraudulenta, en los ayuntamientos especuladores, en la Universidad patibularia, en la enseñanza media manipulada y ventajista, en la indecente, obscena y pornográ ica represión de la disconformidad, pero ahora se presentan como adalides de la libertad frente al absolutismo de izquierdas. Claro que este patrón de referencia no es el único posible, y tampoco faltan otros, no menos significativos. El de quienes se llevan las manos a la cabeza cuando Reagan habla de Centroamérica, pero dicen que lo de Afganistán, Polonia o Camboya «es muy complejo y no puede censurarse a la ligera». Los que se indignan contra el trato dado a la oposición en Uruguay o El Salvador sin pedir la, ficha médica o los antecedentes de cada uno de los represaliados, pero dudan de la coi-dura o la integridad de Solyenitsin o Valladares. Y también quienes ante los «40 años de paz» escupieron con justa rabia que «también hay paz en los cernenterios», pero ahora, si se les mencionan los retrasos de las medidas que podrían acabar con la tortura, o se les reprochan los premios a la traición, o los registros dudosamente constitucionales, responden que «una política debe juzgarse por sus resultados». ¿Hará falta prolongar aún la lista, añadir a quienes se horripilan ante las declaraciones de inocencia del teniente coronel del caso Almería o de Ruiz-Mateos, pero ven en los secuestros terroristas una faceta de la lucha popular o aceptan que si un niño es víctima de una bomba el culpable es quien no la retiró a tiempo, y no quien la puso?

Personalmente, estoy, a favor de todas las zorras y contra todos los bustos, aunque ello me pese y de cuando en cuando se vuelva contra mí. Padezco cuando me descubro escandalizado y disfruto cuando me sé escandalizador: ¡ah, delicioso placer de ser simplee socialtraidor frente a los resentidos, los muermos o los filisteos reciclados! Pero, en último término, no nos hagamos ilusiones, pues todo es escándalo: escándalo la vida, con su estruendo y furia inexplicables en la tersura de la nada, y escándalo la muerte, el escándalo definitivo, de cuyo pasmo no habremos de recobrarnos jamás.

El Análisis

EN 1983 SE INDIGNABAN LOS CARCAS, EN 2013 LOS PROGRES

JF Lamata

Parece ser que la canción de ‘Las Vulpes’ era una adaptación de «I wanna be your dog» de The Stooges, que fue también un escándalo en su país. En todo caso no deja de ser destacable que el incidente de TVE fuera considerado suficientemente importante para que los dos periódicos más leídos de España, EL PAÍS y el ABC editorializaran al respecto.

En el caso de EL PAÍS, como bien decía un lector, el editorial del Sr. Pradera más que un artículo de opinión parecía una lección de derecho, porque detallaba como la libertad de opinión debía incluir aceptar que una mujer pudiera cantar que le gustaba ser una zorra. De paso arremetía contra el juez Jiménez Alfaro (víctima de un atentado de ETA en 1996) y contra el Fiscal General Sr. Burón Barba.

El ABC por su parte, entraba en la polémica básicamente porque el Sr. Anson había marcado el objetivo de meterse con EL PAÍS, con su director y con su editorialista siempre que hubiera ocasión, aunque acertaban en decir que el editorial de EL PAIS pasaba de puntillas con el hecho de que la emisión se hubiera hecho por TVE.

Lo más divertido del escándalo es que cuando se emitió el ‘me gusta ser una zorra’, los sectores progresista fueron comprensivos con el tema, mientras que desde la derecha se llevaron las manos a la boca para gritar «que escándalo» por lo trasgresor y soez que lo consideraban. En cambio, treinta años después si TVE emitiera algo parecido sería el sector progresista el que se llevaría las mano a la boca para gritar «que escándalo» acusando a la canción de «machista y reaccionaria». Mudanzas de los tiempos y las sensibilidades.

J. F. Lamata