5 septiembre 1991

Los detractores del mandatario le acusan de ladrón y loco

Estalla una revuelta popular en Georgia contra su presidente Zviad Gamsajurdia, que deriva en una Guerra Civil

Hechos

  • El 22.09.1991 Se produjeron enfrentamientos violentos en las calles de Georgia entre manifestantes favorables al presidente Zviad Gamsajurdia y detractores del mismo.

07 Enero 1992

Adiós a Gamsajurdia

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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DESPUÉS DE dos semanas de combates en torno al Parlamento de Georgia, el presidente de esta república, Zviad Gamsajurdia, ha abandonado el bunker en el que resistía y ha pedido asilo en Armenia. Cabe esperar que ello ponga fin a una batalla absolutamente inútil que se venía desarrollando en el centro de Tbilisi, y en la que han muerto unas 200 personas y otras 400 han resultado heridas. La obstinación de Gamsajurdia, defendido por su guardia personal y cercado por tropas de la Guardia Nacional georgiana alineadas con la oposición, no tenía justificación política una vez que quedó claro que no había ninguna reacción popular en defensa del presidente legalmente elegido. El proceso vivido por Georgia ha sido uno de los más dramáticos dentro del desmoronamiento de la antigua Unión Soviética. Incorporada a Rusia en 1801, Georgia proclamó su independencia en 1918, en plena revolución, pero sólo por un corto periodo. La entrada del Ejército Rojo en Tbilisi en 1922 inició una’ nueva etapa de sumisión a Moscú. Con la glásnost instaurada por Gorbachov, el nacionalismo georgiano rebrotó con fuerza y las manifestaciones. populares alcanzaron gran amplitud. El 9 de agosto de 1989, el Ejército Rojo disparó para reprimirlas, causando más de 20 muertos. Fue una sacudida en todo el país, que radicalizó el nacionalismo georgiano y provocó en las otras repúblicas una ola de reprobación general.Esa radicalización ayudó a Gamsajurdia, un disidente que había sido encarcelado en la época de Breznev, a colocarse al frente de las corrientes nacionalistas. Georgia se situó, con los países bálticos, en una posición netamente secesionista. Proclamó su independencia y eligió a su presidente, en mayo de 1991, con un 87% de los votos. O sea, antes que Rusia y con una mayoría superior a la de Yeltsin. Este amplísimo apoyo popular aparecía como una garantía de Cohesión y estabilidad para el régimen democrático que debía nacer. Pero los hechos no confirmaron tal previsión. Gamsajurdia resultó ser un tiranuelo propenso a los métodos dictatoriales. No sólo anuló la autonomía de osetios y abjases, provocando así una guerra civil en dos regiones de la república, sino que empezó a cercenar brutalmente las libertades de los georgianos. Suprimió la libertad de prensa, hizo de la televisión un instrumento de exaltación de su persona y, cuando empezaron las protestas, encarceló a los líderes de la oposición.

El hecho que más ha dañado su prestigio fue su pasividad ante el golpe, comunista de agosto pasado en Moscú. Aceptó incluso la exigencia de los golpistas de que disolviese la recién creada Guardia Nacional. Ello precipitó su aislamiento. La mayor parte de las figuras que habían apoyado su elección (incluidos los miembros de su Gobierno) se pasaron a la oposición, y lo, mismo hizo el jefe de la Guardia Nacional. Desde septiembre, Tbilisi ha sido teatro de incesantes manifestaciones pidiendo la dimisión de Gamsajurdia y de duras represiones contra ellas. Los enfrentamientos se fueron agudizando hasta desembocar, a finales de, diciembre, en los, sangrientos combates en tomo al Parlamento.

¿Qué ocurrirá ahora? Si los métodos de Gamsajurdia negaban la democracia, tampoco brillan cualidades democráticas en la conducta de los grupos oponentes que han destituido por las armas a un presidente legalmente elegido.. La amenaza de caos es real: la oposición cuenta con 27 partidos, y los grupos armados son los que pesan más. Hasta ahora sólo les ha unido su aversión a Gamsajurdia

Se habla de convocatoria de elecciones, y sin duda es una medida indispensable para recuperar un mínimo de legalidad democrática. Pero las elecciones no bastan. Y el caso georgíano es un aviso de los peligros que acechan, a otras repúblicas: en etapas de pasión nacionalista, las urnas pueden dar nacimiento a poderes personalistas, sin un partido capaz de obtener un auténtico respaldo popular. Con situaciones políticas tan frágiles, y en momentos de penalidades, el peligro de que se produzcan choques y enfrentamientos violentos es considerable.

20 Septiembre 1993

El rostro crispado de Shevardnadze

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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EL CONGLOMERADO de problemas que afectan a los Estados surgidos en las fronteras meridionales de la ex Unión Soviética se pone de manifiesto estos días de forma extrema en las montañas y valles de la república caucásica de Georgia, conmocionada por un doble conflicto bélico: una guerra civil entre georgianos y una guerra entre georgianos y abjazos, la nación titular -y minoritaria- de la república de AbIjazia.Los protagonistas de la guerra civil son, por un lado, las tropas leales al Gobierno de Tbilisi, simbolizado por el presidente Edvard Shevardnadze, y, por el otro, los zviadistas, los insurgentes fieles al ex presidente Zviad Gamsajurdia, que fue defenestrado en enero de 1992. En esta contienda han salido a la superficie viejos conflictos entre territorios que, tras haber pasado tres siglos separados y sometidos a diferentes influencias, recompusieron de nuevo Georgia como unidad política bajo la égida del imperio ruso a lo largo del siglo XIX. Shevardnadze representa los intereses del Estado georgiano unificado, cuyos antecedentes históricos hay que buscar en el reino de Kartli-Kajeti, que fue cabeza de puente de la dominación rusa en Georgia. Ganisajurdia entronca con la historia del principado de Megrelia, que se rebeló al dominio de Kartli-Kajeti y mantuvo una actitud más hostil ante Rusia.

En el conflicto interno georgiano, Moscú apoya claramente a Shevardnadze, que ha corregido la política antirrusa practicada por Gamsajurdia. En el conflicto entre la república de Abjazia y Georgia, Rusia se encuentra en una delicada situación, ya que debe hacer compatible su papel pacificador, asumido en su calidad de garante del alto el fuego firmado en Sotchi el 27 de julio, con sus afinidades e intereses. Los abjazos, que se incorporarían a Rusia de buena gana si Moscú accediese, son parientes étnicos de varios pueblos del norte del Cáucaso, que es la zona con el potencial explosivo más elevado en territorio ruso. Por eso, Moscú puede agravar o activar conflictos dentro de sus propias fronteras, si en el ejercicio de sus responsabilidades como garante de la paz Rusia interviene militarmente en un sentido que pueda ser interpretado como antiabjazo.

Los conflictos georgianos prueban también la intensidad del proceso de reintegración -militar, política y económica- que, en diversas proporciones, se está produciendo entre Rusia y la mayoría de las que fueron repúblicas periféricas de la URSS. Las relaciones entre Rusia y los territorios de su entorno no estaban basadas solamente en una dominación violenta, sino también en un deseo de protección de los pueblos pequeños y en un reconocimiento del papel hegemónico del gran Estado ruso en la zona.

Se produce hoy una paradoja: la Rusia poscomunista que dirige Borís Yeltsin quería liberarse de su papel de imperio para concentrarse en ella misma y, sin embargo, se ve obligadaa asumirlo -con la aprobación y el alivio de Occidente- ante las llamadas de auxilio de los pueblos, cuyos logros en el camino de la modernidad parecen disolverse en un rebrote de pulsiones atávicas. En el plano personal, por último, la figura de Edvard Shevardnadze constituye la expresión simbólica de uno de los grandes dramas de finales del siglo XX. Las habilidades de este hombre refinado, que entre 1985 y 1990 se movió con desenvoltura en los foros internacionales en calidad de ministro de Exteriores de la superpotencia soviética, no bastan para afrontar los retos planteados en Georgia. Los códigos de comportamiento válidos para la globalidad, que se consideraba uno de los logros de este siglo, no funcionan en un mundo que se rige por leyes feudales. Y el rostro crispado de Shevardnadze, sus ojos desorbitados y perdidos en el vacío, lo expresan con tanta o más intensidad que la más violenta escena de guerra.