5 mayo 1982

Su hijo trató de defender con su carpeta a su padre, que recibió más de 25 disparos

ETA asesina a Ángel Pascual Mújica sucesor de Ryan como ingeniero al frente del proyecto de la Central Nuclear de Lemoniz

Hechos

El 5.05.1982 fue asesinado D. Ángel Pascual Mújica.

Lecturas

El Sr. Pacual Mújica fue ametrallado delante de su hijo de 17 años.

06 Mayo 1982

Lemóniz como pretexto criminal

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera Cortázar)

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EL ASESINATO por ETA Militar de Angel Pascual Múgica, director del proyecto de Lemóniz, se ha producido el mismo día en que se constituía, en Vitoria, la sociedad de gestión a través de la cual el Gobierno vasco realizará las tareas de control y vigilancia de la central nuclear. Ya en febrero de 1981 el secuestro y posterior asesinato del ingeniero Ryan puso de relieve el propósito de los terroristas de recurrir a los más brutales procedimientos para dificultar la puesta en funcionamiento de las instalaciones de Lemóniz, bandera que los terroristas robaron a los movimientos ecologistas y antinucleares para ensuciarla con sus crímenes. El sacrificio de una nueva víctima muestra que la asunción por el Gobierno vasco de los complejos y delicados problemas planteados por la localización de la central vizcaína no ha modificado ni un milímetro los planes de los terroristas. La estrategia de ETA en tomo a Lemóniz estremece por el horror de sus crímenes, pero sobrecoge también por la frialdad y oportunismo de sus planteamientos manipuladores. No se trata sólo de que en los países del llamado socialismo real, que es el modelo de organización política y social escogido por los terroristas y sus ideólogos para su sangrienta utopía, las centrales nucleares proliferen todavía a mayor ritmo que en el mundo occidental. Tampoco merece la pena preguntarse sobre las soluciones energéticas que imaginan los etarras para la Euskadi socialista, independiente y monolingüe de sus delirios ideológicos. Sin embargo, parece necesario recordar que la iniciativa de celebrar un referéndum consultivo sobre Lemóniz, punto en el que coincidían el Partido Nacionalista Vasco y Euskadiko-Ezkerra, tuvo su primer y más enérgico adversario precisamente en ETA Militar, que proclamó, hace dos años, su firme decisión de oponerse a la celebración de cuálquier consulta popular y de no aceptar, de antemano, sus resultados. Con ese frontal rechazo, los terroristas mostraron su despreció por las instituciones democráticas y su arrogante propósito de anteponer sus dictados, sin otro argumento que la Goma 2 y las metralletas, a la voluntad del pueblo vasco expresada en las urnas. Cuestiones de carácter jurídico constitucional han hecho inviable ese referéndum que, en cualquier caso, ETA Militar rechazaba. Sin embargo, las elecciones de marzo de 1980, al conceder plena legitimidad popular a las instituciones de autogobierno de Euskadi, dan a las decisiones que el Parlamento y el Gobierno vascos adopten la autoridad política derivada de todos los sistemas de democracia representativa. Desde el momento en que el Gobierno de Vitoria, una vez dese chada por el presidente Calvo Sotelo la vía del referéndum consultivo, dio por buenas las fórmulas sustitutorias de control de Lemóniz, materializadas en la sociedad de gestión constituida el mismo día del asesinato de Angel Pascual Múgica, desaparécieron las últimas razones, en gran parte creadas por las irregularidades administrativas cometidas por Iberduero bajo el anterior régimen, que apoyaban las reticencias, sospechas y desconfianzas en torno a la central nuclear. En un sistema democrático, los representantes de la mayoría de los ciudadanos son los únicos legitimados para adoptar o rechazar decisiones. En el caso español, las directrices del Plan Energético aprobadas por las Cortes Generales han tenido, en la compleja articulación de las competencias estatales y las competencias autonómicas, el refrendo de las instituciones vascas. El resto es, simplemente, fascismo.

Algunos sectoresde la ultraderecha niegan que ETA Militar sea una banda terrorista y pretenden concederle los galones propios de un ejército que libra una guerra, extremo, por lo demás, en el que los etarras, como en tantas otras cosas, estánde acuerdo con los simpatizantes del golpismo. La definición carece, obviamente, de todo fundamento, pero quienes la aceptan -sean ultraderechistas o nacionalistas radicales- estarían, obligados a revisar la calificación de los objetivos perseguidos en esa supuesta guerra y la identificación de los contendientes en ese conflicto bélico. Desde la aprobación del Estatuto de Guernica y las elecciones al Parlamento vasco, los terroristas dirigen sus acciones no sólo contra el aparato del Estado en su acepción general, sino también contra las instituciones de autogobiemo de Euskadi, y combaten no sólo a la mayoría de los españoles, sino también a la mayoría de los ciudadanos vascos, como las elecciones de 1977, 1979 y 1980 y el referéndum del Estatuto han demostrado. En esa perspectiva, el brutal asesinato del ingeniero Pascual Múgica es un nuevo crimen de la organización terrorista y, al tiempo, un ataque al Gobierno de Vitoria, que ha tomado bajo su responsabilidad la puesta en funcionamiento de Lemóniz. La guerra que la ultraderecha, rindiendo sospechosos honores a los terroristas, trata de vender a la opinión pública no sería, en cualquier caso, la guerra de los vascos contra el resto de los españoles, sino una guerra que divide a los propios vascos entre sí y que enfrenta a una enloquecida vanguardia violenta con los demócratas y las instituciones democráticas del País Vasco y del resto de España.