25 julio 2009

Alfonso Ussía califica de 'hijos de puta' a los asesinos y a todos los que le justifican

ETA asesina a los Guardias Civiles Diego Salva y Sáenz de Tejada con una bomba en Mallorca

Hechos

El 31 de julio de 2009 un atentado con bomba en Mallorca asesinó a los Guardias Civiles don Carlos Sáenz de Tejada y don Diego Salva.

01 Agosto 2009

HIJOS DE PUTA

Alfonso Ussía

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Anteayer, después de escribir del atentado de Burgos, me escapé al monte. Odio la playa en verano, el cielo estaba cubierto, y refugié mi indignación en el hayedo del Jilguero, en el valle de Cabuérniga. Sube una senda entre hayas erguidas hasta donde se abren los altos prados, después de atravesar el pequeño dominio de los abedules. No hay cobertura telefónica por aquellos caminos, que son del lobo y del corzo, en pleno corazón del Saja. En un tiempo, no lejano pero irrecuperable, el hayedo sentía el canto de amor del urogallo, el más presumido, asombroso y escaso señor de nuestros bosques norteños. Concluido el largo paseo, ya de vuelta por la carretera, oí en la radio lo de Mallorca. El crimen de Mallorca. El asesinato de dos hombres buenos en Mallorca. Un crimen asqueroso y cobarde del terrorismo vasco, que es un terrorismo más infame que otros, porque es de maricones a la antigua usanza, de muerte abandonada en una bomba-lapa y explosionada en la lejanía, o calculada para destrozar cuando los criminales pueden estar disfrutando de su perversidad en una cala azul, la piscina de un club o tirándose a sus madres en la «suite» del mejor hotel de la isla.

Hijos de puta. Los que matan y los que ordenan las muertes. Hijos de puta los que celebran y los que cobijan las culminaciones sangrientas del terrorismo vasco, y escribo vasco porque así es, aunque a muchos, a mi principalmente, me hiera en el alma hacerlo. Hijos de puta los que piensan que los muertos y sus familias son equiparables a los asesinos y las suyas. Hijos de puta los que enaltecen a quienes han hecho de la vieja Euskalerría, la Euskal-Herría con «h» inventada de hoy. Hijos de puta los que, sabiendo dónde estaban y en qué lugares del País Vasco vivían tranquilos y sonrientes, nada hicieron para perseguir o detener a los asesinos. Al fin y al cabo, «no está bien luchar contra los nuestros». Hijos de puta los que usan de la Santa Cruz para establecer comparaciones y distribuir las culpas y los motivos equitativamente. Por supuesto que la Iglesia vasca está compuesta por centenares de sacerdotes ejemplares, pero también del mismo número de prelados, arciprestes, párrocos y fieles a los que llamar «hijos de puta» en su acepción de maldad no traspasa la frontera de la definición. Hijos de puta los que mantienen voluntariamente con su dinero a los asesinos, que no son otra cosa que trabajadores de una industria vasca dedicada al crimen, y muy rentable, por cierto. Hijos de puta los que se ofrecen a mediar en negociaciones insoportables para la dignidad de un Estado de Derecho. El cura irlandés ese, y el mamaraché argentino con su Premio Nobel, y la gorda asquerosa del pañuelo anudado a la cabeza que viaja en primera clase por todo el mundo sembrando el odio. Hijos de puta los gobernantes que toleran la presencia de los terroristas en sus países. Hijo de puta, con carácter retroactivo, pero siempre presente para los que tenemos memoria, Su Majestad Imperial Valerý Giscard D’Estaign, que abrió los brazos generosos de Francia a todos los criminales de la ETA, y a sus cómplices, y a sus instructores de destrucción y muerte. Y honor, inmenso honor, proclamado entre lágrimas, a don Carlos Sáenz de Tejada y don Diego Salva, guardias civiles al servicio del orden y de la paz, de la justicia y de la concordia, muertos traidoramente por los hijos de puta cobardes que mantienen el negocio del terrorismo vasco.

Alfonso Ussía

31 Julio 2009

Rumbo a ninguna parte

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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ETA asesina a dos guardias civiles para demostrar que sigue existiendo

En su rumbo a ninguna parte, los terroristas han sumado dos nuevas víctimas a su interminable listado de atrocidades. El atentado de Burgos, apenas 24 horas antes del perpetrado a mediodía de ayer en Mallorca que costó la vida a dos guardias civiles, además de un tercero frustrado por los artificieros en el cuartel de Palmanova, desvelaba la principal preocupación de la banda en estos momentos: exhibir su disposición a seguir matando tan sólo para demostrar que existe.

Es probable que, al prever un lapso tan breve entre la colocación de la sucesión de bombas, los terroristas pretendieran crear un clima de miedo capaz de desencadenar la espiral que ansían desde sus más antiguas ensoñaciones: una ciudadanía clamando ante las instituciones para que pongan fin al terror a cualquier precio y unas instituciones que, por su parte, se revelaran incapaces de contrarrestar el desistimiento de la ciudadanía. Hasta que los terroristas se convenzan de que no existe avance posible por ese ignominioso camino no cabe descartar nuevos atentados.

Tampoco en esta ocasión la ensoñación de los terroristas sobre el desistimiento de los ciudadanos se ha convertido en realidad. Entre otras razones, porque el sistema democrático en España logró abrirse paso entre sus crímenes en momentos mucho más difíciles que los actuales, cuando sus acciones estimulaban las pulsiones involucionistas que también buscaban destruir las incipientes instituciones del Estado de derecho. Los ciudadanos han aprendido, porque la sinrazón de los criminales de Burgos y Mallorca se lo ha enseñado, que contra el terrorismo no existen recetas mágicas, ni al margen de la ley ni por la vía de intentar entrar en razones con ellos.

Si el primer camino es imposible por imperativo del Estado de derecho que ellos desprecian y de una conciencia moral que rechaza disponer de la vida de nadie, incluida la de los asesinos, el segundo está definitivamente cerrado porque así lo ha querido la banda y porque el Estado ha tomado buena nota de la experiencia con tres presidentes del Gobierno diferentes. Es absurdo que los terroristas sueñen con volver a una imposible mesa de negociación a través de las bombas cuando fue a través de las bombas como la abandonaron en cada una de las ocasiones que han tenido.

El Gobierno, la oposición y la práctica totalidad de las fuerzas políticas han aprendido la lección: la acción policial y judicial, además de las iniciativas para aislar socialmente a los terroristas, es la única estrategia que queda en pie y en torno a la que existe un amplio e implícito consenso. Además, por descontado, de la cooperación internacional, que ha obtenido un espaldarazo decisivo con la reciente sentencia del Tribunal de Estrasburgo avalando la disolución de Batasuna. Con esta cadena de atentados, la banda no hace más que confirmar la justicia de la sentencia, haciendo más estrecho el callejón en el que se adentra cada vez más y del que sólo existe una salida: dejar de matar.

La búsqueda de espectacularidad por parte de los terroristas ya no confunde a nadie: es lo mismo que han venido haciendo, desde hace justo hoy 50 años, cada vez que se han encontrado contra las cuerdas. Para cometer atentados como los de Burgos y Mallorca no hace falta mucha fortaleza, sino muy pocos escrúpulos. Los terroristas, sin duda, han demostrado no tener ninguno, pero eso no les concede ventaja frente a unas instituciones y unos ciudadanos que siguen condenando sus atrocidades. Y además, condenándolas de la manera más eficaz frente a los asesinos, cumpliendo cada cual su papel: la policía detendrá a los culpables, los juzgarán los jueces y los ciudadanos seguirán respaldando a las instituciones. Los terroristas, encadenados a su locura, sólo habrán logrado sumar dos víctimas a su siniestro haber.