8 noviembre 1994

El fundador de las desaparecidas publicaciones EL CASO y SÁBADO GRÁFICO protesta contra el columnista del Grupo PRISA

Eugenio Suárez protesta contra Ferlosio por definirle como «falangista defraudado por los menguados beneficios obtenidos»

Hechos

El artículo de D. Rafael Sánchez Ferlosio publicado el 5.11.1994 en EL PAÍS fue replicado por D. Eugenio Suárez el 8.11.1994, que se dio por aludido.

08 Noviembre 1994

Una frase de Eugenio Suárez

Eugenio Suárez

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El escritor R. Sánchez Ferlosio reproduce una frase mía en la última columna de ese periódico (5-11-1994), sin citar el nombre y viciada de gratuita inexactitud, como suele ser frecuente en el periodismo que ejercemos. No me molesta la despectiva comparación con el hincha que aúlla Ies hemos metido ya dos goles», actualización del vanidoso comentario del bedel cuando repartía las notas del final de curso: «Este año hemos suspendido a muchos». La sarcástica exclamación «¿Y para esto hemos muerto un millón de hombres? (sic) » la proferí al salir del despacho de Juan Aparicio (director general de Prensa, a cuya memoria guardo personal afecto) y creo recordar que expresaba extemporánea desaprobación al no haber accedido a una solicitud mía, no recuerdo si con motivo propio o en el de algún amigo. Llevo ya vívidos 75 años y fui funcionario eventual de la censura de prensa durante nueve meses (menester de gran simplicidad en el que me sucedió Camilo José Cela), así como corresponsal de la Prensa del Movimiento en Budapest (1943-45) jamás obtuve beneficio, cargo, puesto ni premio alguno literario, económico o político, quizá porque me faltaban convicciones y conocimientos de los jurados. Fui o me sentí falangista a los 16 años, hasta el Decreto de Unificación (20-4-1937) y no fue tomado en consideración mi propósito de ingresar en el Partido Comunista, con toda la razón (7-12-1957). Sentí aversión por el régimen franquista hasta el 20 de noviembre de 1975, momento en que, al menos para mí, dejó de tener significado esa postura y sentimiento. Defraudado, sí, pero en absoluto por lo que expresa el nieto del ilustre doctor Camisón (que de vivir hoy quizás habría sido ya convocado por el juez Moreiras). Mi primer premio periodístico (el Luca de Tena) lo obtuve cumplidos los 64 años (1983), y el segundo y último, por ahora, una década después (1993). Precisamente con un artículo publicado en EL PAÍS merecí el González Ruano, que instituye la Fundación Mapfre. Estoy contento de la frase, porque pocos seres humanos disfrutan de la oportunidad de soltar una que los demás repitan. Salvando todas las distancias, es como situar el «Eureka» de Arquímedes de Siracusa en el momento de dar con la pastilla de jabón en la espumosa bañera.

Agradecido por acoger esta declaración de mi senil honrilla.

Eugenio Fontán

09 Noviembre 1994

Réplica de Ferlosio

Rafael Sánchez Ferlosio

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Le pido disculpas a don Eugenio Suárez por no haber citado su nombre como autor de la frase ¿Y para esto hemos muerto un millón de hombres?» y haber puesto «españoles» donde debería decir «hombres», pero lo cierto es que al escribir «aquel falangista defraudado por los a su juicio menguados beneficios obtenidos a raíz de la victoria de los Nacionales» yo no estaba omitiendo -un nombre que conociese o recordase, si es que lo supe alguna vez. El señor Suárez debe comprender que en los 40 años -quizás más largos que cortos- transcurridos, desde «cuando entonces», copio dice felizmente Umbral, ‘su memorable frase, ha pasado, al acervo de lo legendario y por tanto como una anécdota genérica y anónima. Tan larga rodadura no podía por menos que redondearla y reacuñarla con moldes de arquetipo; y, en efecto, como de molde le venía lo del «falangista defraudado», por ser un descontento semejante característico de ciertos sectores de Falange. Por un momento pensé que hasta podría ser un chiste inventado -lo que era, por lo demás, indiferente a mi propósito, y lo habría usado igual-, aunque me pareció demasiado ingenioso y bien traído para la escasa y burda imaginación de los chistosos. Lo que se hace proverbial sobrevive y funciona como anónimo: «¡Ahí me las den todas!» dicen unos, «A enemigo que huye, puente de plata» dicen otros, sin que, para que les sirvan tales expresiones, necesiten saber que la primera fue el comentario de un converso sevillano (cuyo nombre también he olvidado, pero está consignado, si no recuerdo mal, en el libro de Caro Baroja sobre los judíos españoles) al enterarse, ya a salvo en Bayona o en Holanda, de que había sido quemado en efigie en su ciudad de origen, y la segunda es una frase del Gran Capitán, proferida, si mal no recuerdo, en una de las jornadas de la batalla del río Garellano. No creo que al señor Suárez le disguste, aun a costa de un redondeo tan oportuno como el de decir «españoles» donde él dijo «hombres», que su frase haya pasado al casi necesario anonimato de lo legendario. Como quiera que sea, yo, por lo menos, como anónima la usé.

El doctor Camisón no fue exactamente abuelo mío, sino medio hermano de mi bisabuelo. Por otra parte, no puedo descartar que, como dice don Eugenio, «de vivir hoy quizás habría sido ya convocado por el juez Moreiras» o incluso -añado yo- de otra instancia más severa, ya que lo que de él, en su día, vino a decirse fue que había especulado a cuenta de su conocimiento clínico sobre la salud de Alfonso XII ‘ de quien era médico de cámara. La acusación, en todo caso, depende de tres datos; uno, incognoscible: con qué anticipación, precisión y certidumbre sabía él de la próxima muerte del rey, y dos, averiguables en mayor o menor grado: hasta qué punto tenía informado de ello al presidente del Consejo (Cánovas) y cuáles fueron sus operaciones financieras en aquellos meses. Con todo, Melchor Fernández Almagro, en su Historia clínica de la Restauración, lo saca limpio de toda sospecha; pero yo no dispongo de datos ni para corroborar la opinión de don Melchor ni para contradecirla.