17 noviembre 1992

La cadena controlada por Zeta y el banco Banesto rentabiliza la política de fichajes millonarios llevada a cabo desde la llegada a la presidencia del canal de Antonio Asensio

Mercedes Milá se estrena con éxito en ANTENA 3 TV con un programa dedicado a analizar como la prensa maltrató a Miguel Bosé

Hechos

El 17.11.1992 en el canal ANTENA 3 TV se estrenó un nuevo programa de entrevistas, ‘Queremos Saber’ presentado por la periodista catalana Dña. Mercedes Milá.

Lecturas

FURIA DE ENCARNA SÁNCHEZ (COPE) Y PEDRO J. RAMÍREZ (EL MUNDO) CONTRA EL PROGRAMA:

Programa ‘Directamente Encarna’ (COPE) – Dña. Encarna Sánchez critica el programa de la Sra. Milá con el Sr. Bosé:

Encarna Sanchez contra Mercedes Mila

EL PERIÓDICO y EL PAÍS aprovechan el programa para ajustar cuentas contra EL MUNDO por el caso Filesa.

06 Octubre 1992

Para Miguel

Beatriz Pottecher

Leer

YA saben que estamos afrontando estas últimas semanas una crisis económica sin precedentes, por mucho que se haya previamente anunciado y denunciado por economistas de renombre: sres., no somos más que el 13% de la población y’ nos basamos en un consumo ficticio, un endeudamiento generalizado -el sistema de créditos es obsoleto, no hay dinero; el déficit público es irrecuperable, fabricarnos demasiadas armas y deterioramos gravemente las especies y recursos naturales. Esto tiene que pegar un pelotazo tarde o temprano y la recesión será intermitente. A los dos años de la caída del muro y a uno del hundimiento del Potemkin, su escandaloso fracaso económico que llevó al derrumbe el sistema comunista ahora salta a la vista la impureza e improvisación de lo que gustan denominar las «economías altamente evolucionadas» que se van al carajo. Andamos todos con un desasosiego y una incertidumbre tan macroeconómicos que no nos damos cuenta de las pequeñas cosas, del valor de las personas por sí solas, de la felicidad y la podredumbre cotidiana que nos asalta en la esquina de una calle, de un diario, un hospital o barrio. Dicen que en todas partes cuecen habas, pero yo veo más bien una morterada, las gachas de parias. Claro que me refiero a esos esqueletos ambulantes de Africa, los niños descoyuntados en los que apenas puedo posar la mirada. O a esos hombres tan valientes como desheredados que cruzan el Estrecho por debajo del agua. Y a las odiosas, arbitrarias matanzas de civiles en la cola del pan en la exinta Yugoslavia. Les ocurre a casi todas, pero mencionemos a las más de 4 millones de mujeres norteamericanas que son sistematicamente vejadas, violadas, maltratadas y asesinadas por sus ex o actuales compañeros; mira por dónde se descubre la víbora bajo la manta. A los niños abusados. Y a los jóvenes en paro, que enferman, como mi amigo Miguel. Y a ese otro Miguel, más conocido, que agoniza en una unidad intensiva de la capital, tan hermoso como un niño de Somalia. Una vez tuve un vecino mayor, sidoso, al que oía llorar a la noche, muy quedo, a través de las paredes de mi casa. La economía vivirá en el aire, pero es que el dolor, como la alegría, viven dentro, al lado.

18 Noviembre 1992

¡Olé tus cojones, Miguel Bosé!

Carlos Boyero

Leer

Una pura sangre de la comunicación y un hombre tan inteligente como honesto acaban de devolverle la dignidad a un medio habitualmente degradado, a una televisión que acostumbra a servir de refugio al embrutecimiento, la manipulación, la vacuidad y la mentira. El primer programa de Queremos saber trascendía más allá del espectáculo apasionante. Ofrecía vida y complejidad, sociología sin edulcorar y sentido crítico, comunicación auténtica y enriquecedores puntos de vista. El presunto SIDA y la supuesta agonía de Miguel Bosé servían de leitmotiv para un análisis devastador sobre los prejuicios ancestrales, el morbo colectivo y el trapicheo funerario con la desgracia ajena, el derecho a la privacidad del ser anónimo y del hombre público, la carnaza como totem supremo de la noticia. Es una lástima que los niños de este país no pudieran escuchar de los crispados labios de un hombre famoso y admirado interrogantes tan inaplazables como rotundos. El indignado, vibrante y valiente: «En el rumor de que yo tenía el SIDA existe una obsesión por llamarme drogadicto y maricón. Lo hacen de una forma burda y alienante. Basta ya. ¿A quién le importa que yo sea drogadicto y maricón?». Estas palabras podrían hacer más por la educación humanista y por el sentido de la tolerancia de la infancia que todas las definiciones académicas que se tienen que tragar sobre lo que es bueno y lo que es malo. Ese Bosé que acusaba a los calumniadores estratégicos y a los calumniadores líricos de haber intentado enterrarle en vida, o el que narraba la espeluznante pero transparente anécdota del vecino de asiento en el avión que huyó despavorido temiendo que su presencia le contagiara la peste pecadora («imbécil, idiota, que no te voy a contagiar por estar a tu lado, que tendríamos que acostarnos para que se diera esa posibilidad, y eso, evidentemente, no va a ocurrir») prescindía de campañas de imagen y del lloriqueo del mártir. Era un ser humano racionalmente encabronado que acusaba a los que han traficado impunemente con su vida, a los inquisidores solapados y a los profesionales de la doble moral, a los que necesitan cebarse en el que no es como ellos para alimentar sus fantasmas. Sus palabras deberían hacer reflexionar al troglodita y al analfabeto para que replantearan su miedo egoista y el vandalismo de su psicosis. Utopía, que hermosa eres. Todos deberíamos atravesar el infierno de sentir la enfermedad sin tenerla. Alguno se suicidaría al comprobar la miseria moral y la crueldad de sus semejantes. Yo antes de decisión tan lógica me cargaría a más de un voceador de «los sidosos se han ganado a pulso su enfermedad».

19 Noviembre 1992

Milá-Bosé: «Queremos saber» a qué prensa se acusa

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

Leer

La expectación por el nuevo programa de Mercedes Milá en Antena 3 no se vio defraudada en tanto que su Queremos saber contó con ingredientes atractivos: polémica, un tema y un invitado interesantes, una buena comunicadora… Pero, al margen del espectáculo televisivo, hubo momentos en los que se echó de menos algo que como cuestión generalcentró parte del espacio: el rigor. El programa se convirtió en un proceso a la Prensa con algunos datos, bastante meledicencia, numerosas generalidades y no pocas frivolidades. Que haya periodistas o colaboradores que con su conducta dañan tanto a personajes públicos como al prestigio de la Prensa no puede servir para admitir con la excusa de que la «gente de la calle» debe dar su opinión- expresiones del público como que «la mayoría» de los periodistas no contrastan sus informaciones o que «se inventan» las noticias. Que Miguel Bosé esté indignado con los que han dicho que padecía SIDA es comprensible. Que este hecho sirva para atacar a los medios sin especificar qué periodistas han faltado a su deber, es injusto. Milá pide «autocrítica». Parece correcto; pero también lo es reconocer que la mayoría no publicó nada del tema, que hubo quienes fueron al hospital para saber la verdad y quienes intentaron hablar con Bosé en Normandía y no lo lograron por las trabas que puso la gente que le rodea.

20 Noviembre 1992

La Milá

Francisco Umbral

Leer

Mercedes Milá, que es una gran profesional de la televisión, ha vueltoa aprovechar su primera reaparición en el medio para insultar a la Prensa (escrita, se supone, como su nombre indica). En otra ocasión lo hizo doña Encarna Sánchez. El tema/disculpa es lo de menos. El tema/Bosé en este caso. El chico estuvo lo mejor que se puede estar, pero ignoró a los periodistas/escritores (los que hacemos los periódicos) que hemos luchado contra el rumor/Bosé. Yo mismo hice un artículo. Los cantantes, los televisivos, los radiofónicos y la Milá leen poca Prensa, claro, o meramente hojean los santos en las revistas ilustradas, a ver si vienen ellos. Utilizan la Prensa (no hay más que una, la escrita: lo demás es ruido y persil) para sus informaciones tempraneras, para sus tertulias y cosas, pero se advierte un cierto complejo, se nota en ellos una conciencia subalterna, un saber, porque no son tontos, que aunque tengamos menos audiencia seguimos siendo «el cuarto poder», y a veces el primero, como ahora, cuando los otros hacen dejación de los suyos: obligaciones, derechos y deberes. Ser periodista es escribir en los periódicos. Lo demás está entre el espectáculo, el colacao, las peticiones del oyente, doña Rogelia y doña Adelaida, los concursos, las maripuris, el vedetismo de los presentadores y la apoteosis de los detergentes. En la tele se puede sacar hasta una leona, como el día que fui yo a lo de la Carrá, pero lo que no se puede sacar nunca en la tele es una verdad profunda. La radio y la televisión son superficiales, electrodomésticas, para oír en el taxi o ver mientras se toma la sopa boba del consumismo. Ellos saben que lo que informa, enjuicia, condiciona un país, una democracia, son los periódicos, y de ahí les viene, hombre, el culpar ahora a la Prensa de todo lo que pasa, desde el terrorismo hasta el caso/Bosé. Felipe González ha dicho una vez que del terrorismo lo mejor sería no hablar (no escribir). Los políticos, la guapa gente y la «competencia» (los otros medios) están contra la Prensa escrita, lo que quiere decir que viven pendientes de ella, de nosotros, que les tenemos en un vilo, que nos temen cuando deberían amarnos, que nos odian cuando deberían respetarnos. En el tardofranquismo se habló del «Parlamento de papel». Seguimos siéndolo, porque el otro no funciona, salvo el ujier de la coleta. España, para qué vamos a engañarnos, vive pendiente de los editoriales de «El País», las investigaciones de EL MUNDO, las portadas del ABC y los insultos (tan legítimos casi siempre) de José Luis Gutiérrez o Raúl del Pozo, más el resto de los colegas diarios y los semanales serios. La Milá, que tiene verba para la cosa de la entrevista y el larguen televisivo, y que encima es lista y culta, sabe en el fondo de su alma guapa de chica fea que los mitos de hierro los fabricamos nosotros con papel y que la leyenda más gloriosa podemos borrarla con cuatro líneas bien redactadas. Por eso la otra noche nos insultaba a propósito -ira propósito?- de Miguel Bosé o de lo que sea. No pueden vivir sin nosotros, son letraheridos, lo cual les honra: hablo de políticos, hombres públicos, artistas y profesionales otros, como esa brillante tropa de las radios, las teles y otros cacaos maravillaos. Lo que de verdad importa al país y hace el país, que no es precisamente el caso Bosé o el caso Carmen Maura, sino las ideas, la economía, la sociedad, la política, el alma plural de los españoles, todo eso está en nuestra manos, naturalmente. Es muy respetable que otra gente más brillante o menos dotada, como la Milá, haya elegido el espectáculo, el hilo musical, el ruido y la furia falsa, la manipulación inversa de un caso como el SIDA o un cantante, los concursos, el sopipollo, el culebrón o la nocilla. Su misión es llenar de ruido visual el vacío de los demás y el propio, pero cuidado con el tigre de papel a 90 ptas. el mordisco, porque es el único que de verdad muerde. Y mata.

22 Noviembre 1992

El programa de la Milá y el Bosé

Antonio Franco

Leer

La saludable dureza del programa que Mercedes Milá dedicó al rumor de que Miguel Bosé agonizaba de SIDA ha sido considerado por parte de mi profesión como un ataque injusto contra los periodistas. Y aunque no tenía ganas de volver a escribir sobre la crisis de ética de la prensa española – yo ya les advertí a ustedes hace pocas semanas que deberían ir con mucho cuidado con nosotros – me parece cobarde callar ante la tesis de que Bosé que fue agredido, es un agresor, o de que la Milá, que hizo un excelente programa de televisión, quede como una traidora respecto a su profesión.

En mi opinión, al Queremos Saber sobre Miguel Bosé le faltó el contrapeso de explicar más y mejor que sólo una mínima parte de la prensa difundió ese rumor intolerable. Tampoco es verdad – y en el programa lo parecía – que todos los periodistas españoles entremos en los hospitales y nos metamos en las habitaciones de los enfermos violando su intimidad, para intentar localizar a los famosos. Y no se le pararon los pies convenientemente a Almodóvar cuando éste, confundiendo a los demás con su persona, dijo que el problema de fondo de Bosé es que todos los periodistas españoles – varones y hembras – desean acostarse con él.

La emisión no resultó, por lo tanto, perfecta. Pero sin embargo fue justa y veraz: a Miguel Bosé le paso eso exactamente así por culpa de algunos profesionales y fue un programa realista y útil, es la vez en que el amarillismo de la prensa se ha explicado mejor a través de la televisión.

Pero lo mejor de todo es que los espectadores pudieron ver en directo la verdadera naturaleza del problema. Una redactora del diario EL MUNDO tuvo la gentileza de ponerlo en bandeja. Cuando Beatriz POttecher, una de las periodistas que escribieron sobre la enfermedad del cantante, intentó cándidamente defender lo que había hecho en vez de reconocer su error, pedir perdón y tragarse la vergüenza, la gente pudo comprender que le asunto tiene como único remedio ir con cuidado a la hora de seleccionar lo que se lee o se oye.

Pero hubo más. Cuando Beatriz Pottecher se permitió hacer bromitas sobre si ‘el famoso Miguel’ – ella no había citado el apellido – que estaba enfermo de sida podría haber sido Boyer y no Bosé, y cuando intentó dar explicaciones filosóficas para dar un valor presuntamente positivo a su frivolidad provocó vergüenza ajena. Y cuando repartió mierda con un ventilador sobre su propio diario al explicar que los que trabajan allí en la sección de Opinión son, como ella, muy responsables y verifican las cosas, hubo casas donde los plomos se fundieron de la risa.

Sería insuficiente decir estas cosas sin añadir algo más sobre EL MUNDO. Se trata de un medio informativo polémico, que unos creen de derechas y otros de izquierdas, con un mérito esencial: ha hecho varias aportaciones noticiosas importantes sobre temas tan espinosos como el GAL o la corrupción. Pero EL MUNDO, junto a la consideración por eso, merece en otras ocasiones escasa credibilidad dentro del propio mundo profesional por publicar sin pestañear cosas como la que firmaba esta vez Beatriz Pottecher.

Es muy fácil referirse a esta periodista de EL MUNDO cogida in fraganti cuando quizá sería más correcto ceñir la reflexión a una opinión que ya ha dado varias veces el director del medio Pedro J. Ramírez. Éste comentando las diferencias entre la prensa de Madrid y la de Barcelona a tenor del código ético que intentamos aplicar los periodistas catalanes, explica que el chileno Van Schouwen, denunciante del caso Filesa, le dijo que tuvo que recurrir a la prensa madrileña para divulgar este afaire ya que, antes, cuando explicó este tema a los periodistas barceloneses, éstos le entretenían y le hacían perder el tiempo en vez de publicar inmediatamente lo que él contaba.

La verdad de este asunto tiene que ver de nuevo con la ligereza de la Pottecher. Los periodistas catalanes que se entrevistaron con Van Shouwen gastaron mucho tiempo exigiéndole continuamente al chileno pruebas de lo que decía y verificando después la autenticidad de los documentos que suministraba. Y, por miedo a encontrarse ante un intoxicador, dedicaron varias semanas a rastrear en Chile y Argentina la personalidad del antiguo trabajador de Filesa. Sólo después de eso empezaron a publicar sus reportajes, sobre los que luego no tuvieron que hacer prácticamente ninguna recitifación contra lo que sucedió en algún medio de Madrid.

A mí también me hizo algunos comentarios personales Van Shouwen. A mí me dijo, por ejemplo, que los catalanes éramos muy pesados con nuestras comprobaciones, y que en Madrid era distinto. Allí, me explicó todo lo que él les decía a los de EL MUNDO, fuese lo que fuese, aparecía publicado inmediatamente.

Lo del SIDA no es sólo una enfermedad que no ha tenido Miguel Bosé. La frivolidad en los medios de comunicación también merece llamarse SIDA porque mata la libertad de expresión. Y ésa fue la gran lección del programa de Mercedes Milá.

26 Noviembre 1993

EL PAÍS, EL PERIÓDICO, EL MUNDO y la investigación del caso Filesa

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

Leer

En la sección «Revista de Prensa» EL PAÍS reproducía anteayer un comentario del director de EL PERIÓDICO de Catalunya contra EL MUNDO. No es la primera vez que el diario gubernamental, valedor constante de Solchaga y su política económica, utiliza esa sección en la que se tira la piedra y se esconde la mano para atacarnos. El problema es que en esta ocasión la munición además de escasa resulta patética. El asunto en discusión es el importante «scoop» periodístico obtenido por EL MUNDO cuando hace año y medio tiró de la manta del «caso Filesa». Antonio Franco, director de nuestro ameno colega regional, trata de justificar el haber tenido durante largo tiempo la documentación de Filesa en un cajón, invocando un supuesto mayor rigor y meticulosidad en la investigación por su parte que por la nuestra. «Por miedo a encontrarse ante un intoxicador (los redactores de EL PERIÓDICO) dedicaron varias semanas a rastrear en Chile y Argentina la personalidad del antiguo trabajador de Filesa», llega a escribir, refiriéndose al contable Van Schouwen quien les había facilitado la documentación a ellos y terminó poniéndose en contacto con EL MUNDO porque, según sus palabras, «no le dieron importancia al tema, ni lo consideraron noticia». Comprendemos la mala conciencia de Franco, pero es mejor que no estropee aun más las cosas. ¿Qué importaba la personalidad de Van Schouwen? ¿Era en Sudamérica o en las sedes de las empresas que pagaron a Filesa donde había que comprobar la noticia? EL MUNDO tardó 19 días en hacerlo. El tema es apasionante. Si Franco y EL PAÍS quieren, podemos entrar en detalles sobre como trató cada medio este trascendental «affaire».